—Agua fría, si tienes.
Lo vi morir. Una vez. Dos veces. Tres veces. Richard está muerto
.
Había otra octoaraña en la sala de observación. Estaban hablando, Pero Nicole no les pudo seguir los colores.
Richard se fue para siempre. Estoy sola
. Doctora Azul sostenía el agua junto a los labios de Nicole, pero ésta no podía beber.
A Richard lo asesinaron
. No hubo nada más, salvo la negrura.
Alguien le sostenía la mano. Era una mano cálida, agradable, que acariciaba la de ella con delicadeza. Abrió los ojos.
—Hola, mamá —dijo Patrick en voz baja—. ¿Te sientes un poco mejor?
Nicole volvió a cerrar los ojos.
¿Dónde estoy?
, pensó. Entonces recordó.
Richard está muerto. Debo de haberme desmayado
.
—Hummm —dijo.
—¿Quieres agua? —preguntó Patrick.
—Sí, por favor —susurró. Su voz sonaba rara. Trató de sentarse y beber el agua. No pudo hacerlo.
—Tómalo con calma —dijo Patrick—. No hay prisa.
La mente de Nicole empezó a funcionar.
Debo decirles
, pensó,
Richard y Archie están muertos. Vienen los helicópteros. Debemos tener cuidado y proteger a los niños
.
—Richard —logró decir.
—Lo sabemos, mamá —contestó Patrick.
¿Cómo lo supieron?
, pensó.
Soy la única que queda que puede leer colores…
—Las octoarañas se esforzaron mucho por escribir todo. No era un inglés perfecto, pero entendimos lo que nos estaban diciendo… Nos contaron también lo de la guerra…
Bien
, pensó Nicole.
Ya saben. Puedo dormir
. Desde algún rincón de su cabeza todavía llegó un eco.
«Richard está muerto».
—De vez en cuando puedo oír las bombas, pero, por lo que sé, ninguna de ellas cayó sobre la cúpula aún. —Era la voz de Max—. Quizá no hayan descubierto dónde está la ciudad.
—Debe de estar completamente a oscuras desde afuera —aventuró Patrick—. Engrosaron el dosel vegetal y no hay luces en las calles.
—Las bombas deben de estar alcanzando el Dominio Alternativo. No habría manera de que las
octos
pudieran ocultar su existencia conjeturó Max.
—¿Qué están haciendo las octoarañas? —preguntó Patrick—. ¿Sabemos, siquiera, si están contraatacando?
—No con certeza —repuso Max—, pero no puedo creer que todavía se lo pasen sentadas, sin hacer nada.
Nicole oyó pisadas suaves en el pasillo.
—Los chicos realmente están mostrando síntomas serios de enclaustramiento —dijo Nai—. ¿Crees conveniente que los deje jugar afuera…? Las bengalas indicadoras de que pasó el peligro se dispararon hace media hora.
—No veo por qué no —convino Patrick—, pero diles que entren si ven una bengala u oyen bombas.
—Estaré ahí afuera con ellos —lo tranquilizó Nai.
—¿Qué hace mi esposa? —preguntó Max.
—Lee con Benjy —contestó Nai—. Marius está durmiendo.
Nicole se volvió hacia el otro lado. Pensó en intentar sentarse, pero se sentía tan cansada… Empezó a soñar despierta, recordando su niñez.
«¿Qué se necesita para ser princesa?», le preguntó a su padre la pequeña Nicole.
«O bien un rey como padre, o bien un príncipe como marido», le contestó él. Sonrió y la besó.
«Pues entonces, ya soy princesa», le dijo la pequeña Nicole, «porque tú eres un rey para mí…»
—¿Cómo está Nicole? —preguntó Eponine.
—Volvió a agitarse esta mañana —repuso Patrick—. La nota de Doctora Azul decía que puede ser que mamá se siente hoy a la noche o mañana. También decía que comprobaron que el ataque no fue grave, que el corazón no quedó dañado en forma permanente, y que ella está respondiendo bien al tratamiento.
—¿La pu-puedo ver a-hora? —preguntó Benjy.
—No, Benjy, todavía no —dijo la voz de Eponine—; todavía está descansando.
—Las octoarañas realmente han sido grandiosas, ¿no? —comentó Patrick—. Aun en medio de esta guerra, se hicieron tiempo para escribirnos esos mensajes tan completos…
—Hasta hicieron de mí un creyente —admitió Max—… y jamás pensé que eso fuera posible.
Así que tuve un ataque cardíaco
, pensó Nicole.
No me desmayé solamente porque Richard…
, al principio no pudo completar la oración,
…porque él se fue
.
Estaba a la deriva en la zona crepuscular entre la vigilia y el sueño, hasta que oyó una voz familiar que pronunciaba su nombre.
«¿Eres tú, Richard?», preguntó emocionada.
«Sí, Nicole», respondió él.
«¿Dónde estás? Quiero verte», pidió ella, y, en medio de la pantalla en la que se proyectaba su sueño, apareció el rostro de él. «Estás maravilloso», dijo, «¿te sientes bien?»
«Sí», respondió Richard, «pero debo hablar contigo».
«¿De qué se trata, querido?»
«Debes seguir adelante sin mí», dijo él, «debes dar el ejemplo a los demás». El rostro de Richard empezó a cambiar del modo en que lo hacen las nubes.
«Por supuesto», asintió Nicole, «pero, ¿adónde vas?» No pudo verlo más.
«Adiós», dijo la voz de Richard.
«Adiós, Richard», contestó Nicole.
Cuando despertó la siguiente vez, había claridad en su mente. Se sentó en la cama y miró en derredor. Estaba oscuro, pero pudo darse cuenta de que estaba en su propia habitación, en la casa de la Ciudad Esmeralda.
No podía oír sonido alguno. Supuso que era de noche. Hizo a un lado los cobertores y pasó las piernas por sobre el borde de la cama.
Hasta ahora, todo va bien
, pensó. Bajó de la cama muy despacio y se puso de pie de a poco, sentía las piernas vacilantes.
Había un vaso con jugo en la mesa auxiliar que estaba al lado de la cama. Dio dos pasos con cautela, tomándose de la cama con la mano derecha, y levantó el vaso, el jugo estaba delicioso. Satisfecha consigo misma, empezó a caminar hacia el placard para buscar ropa. Pero se sintió aturdida después de dar algunos pasos, y se dirigió de vuelta a la cama.
—¿Mamá? —oyó decir a Patrick—, ¿eres tú? —Pudo ver la silueta de él recortada en el vano de la puerta.
—Sí, Patrick.
—Bueno —dijo él—, ¿por qué no tenemos luz? —Golpeó en la pared y una luciérnaga voló hacia el medio de la habitación—. ¡Dios Santo! —exclamó—, ¿qué estás haciendo levantada?
—No puedo permanecer en la cama para siempre —respondió Nicole.
—Pero no te deberías agitar al principio —arguyó Patrick, acercándosele y ayudándola el resto del trayecto de vuelta a la cama.
Nicole le aferró el brazo.
—Escúchame, hijo. No tengo intención de ser una inválida ni quiero que se me trate como si lo fuese —manifestó—. Espero volver a ser como era dentro de unos días, de una semana a lo sumo.
—Sí, mamá —dijo Patrick, con una sonrisa de preocupación.
Doctora Azul estaba encantada con la recuperación de Nicole. Cuatro días después caminó, si bien con lentitud, y, con un poco de ayuda de Benjy, pudo hacer todo el trayecto de ida desde la casa hasta la parada del transporte, ida y vuelta.
—No te exijas demasiado —le recomendó Doctora Azul durante un examen vespertino—. Lo estás haciendo excelentemente, pero me preocupo…
Cuando la octoaraña hubo terminado y se preparaba para salir de la habitación, Max entró y anunció que dos octoarañas más esperaban en la puerta de calle. Doctora Azul se apresuró a salir, volviendo minutos más tarde con la Optimizadora Principal y uno de los miembros de su gabinete.
La Optimizadora Principal primero pidió disculpas, tanto por haber venido en forma inesperada como por no haber esperado a que Nicole se hubiera recuperado por completo.
—Pero —añadió—, nos encontramos en una situación de emergencia, y sentimos que necesitábamos comunicarnos con usted de inmediato.
Nicole sintió que se le aceleraba el pulso y trató de calmarse.
—¿Qué ocurrió?
—Es probable que haya advertido que no hubo bombardeos durante estos últimos días. Los seres humanos suspendieron temporalmente los ataques con helicóptero, mientras evaluaban nuestro ultimátum… Hace cinco días mandamos el mismo mensaje escrito a cada uno de los tres vivacs. El mensaje decía que ya no podíamos tolerar los bombardeos y que íbamos a utilizar nuestra tecnología superior para lanzar un ataque decisivo, si las hostilidades no cesaban de inmediato… Como ilustración de nuestra capacidad tecnológica, en el mensaje incluimos un registro cronológico, nillet por nillet, de todo lo que Nakamura, así, como Macmillan, habían hecho durante dos días normales de la semana pasada.
—Los dirigentes humanos estaban frenéticos. Sospechaban que, de algún modo, habíamos sobornado a algún alto funcionario del gobierno, y que ahora también sabíamos todos sus planes de guerra. Macmillan recomendó aceptar nuestra tregua y retirarse de nuestro territorio. Nakamura estaba furioso. Le prohibió a Macmillan estar en su presencia y reorganizó su estructura de comando. En privado, admitió ante su jefe de seguridad que una retirada en cualquier terreno arruinaría su posición en la colonia.
—Anteayer, alguien le sugirió a Nakamura que, quizá, su hija, Ellie, podría saber algo respecto de cómo habíamos obtenido nuestra información. La llevaron a palacio y la interrogó Nakamura en persona. Al principio levemente cooperante, Ellie reconoció que, en algunos campos, estábamos más evolucionados que los seres humanos. También expresó su convicción de que estaba enteramente dentro de nuestras posibilidades la obtención de informaciones sobre los sucesos que tenían lugar en Nuevo Edén, sin tener que utilizar espías u otros medios convencionales para recoger datos de inteligencia.
—Como fue tan directa, Nakamura quedó convencido de que Ellie sabía más que lo que estaba diciendo. Le hizo preguntas durante horas sobre muchos temas, entre ellos nuestra capacidad militar potencial y la geografía de nuestros dominios. Con astucia, Ellie evitó revelar cualquier tipo de información crítica, nunca mencionó la Ciudad Esmeralda, por ejemplo, y repetidamente respondió que nunca había visto arma alguna y, ni siquiera, soldados. Nakamura no le creyó. Al fin, hizo que la pusieran en prisión y le pegaran. Desde entonces, Ellie se mantuvo desafiantemente silenciosa, a pesar del violento tratamiento adicional.
La Optimizadora Principal hizo una pausa. Nicole había empalidecido en forma notable durante la descripción de los malos tratos infligidos a Ellie. La octoaraña gobernante se volvió hacia Doctora Azul.
—¿Debo continuar? —preguntó.
Max y Patrick estaban parados en el vano de la puerta. No podían, claro está, entender lo que estaba diciendo la Optimizadora Principal, pero pudieron ver la palidez de Nicole. Patrick entró en la habitación.
—Mi madre ha estado muy enferma… —intervino.
—No hay problema —replicó Nicole, alejándolo con un movimiento de la mano. Hizo una inhalación profunda—. Por favor, prosiga —le dijo a la Optimizadora Principal.
—Nakamura —continuó la Optimizadora Principal— se convenció a sí mismo y a sus principales lugartenientes de que nuestra amenaza es pura bravata. Cree que aun cuando nuestra tecnología esté muy evolucionada en algunos sectores, no poseemos capacidad militar… En su última reunión con el estado mayor, hace sólo unos ters, estuvo de acuerdo con un plan para bombardearnos hasta hacer que nos sometamos, utilizando todo el poder de fuego de que disponen. La primera de las incursiones en gran escala empezará por la mañana.
—Por consiguiente, y con renuencia, hemos llegado a la conclusión de que ahora debemos pelear. El no hacerlo podría poner en peligro la supervivencia de nuestra colonia. Antes de venir hasta usted, autoricé la instrumentación del Plan de Guerra número cuarenta y uno, una de nuestras reacciones de intensidad intermedia. Este plan no implica la aniquilación de los colonos de Nuevo Edén, sino que debe ser lo suficientemente devastador como para hacer que la guerra llegue a un rápido final. Nuestros analistas estiman que morirán entre veinte y treinta por ciento de los seres humanos…
La Optimizadora Principal se detuvo cuando vio la expresión de dolor en el rostro de Nicole, que pidió algo para beber.
—¿Se nos permite conocer más detalles sobre el ataque de ustedes? —preguntó Nicole lentamente, después que terminó de beber el vaso de agua.
—Hemos elegido un agente microbiológico, desde el punto de vista químico muy parecido a una enzima, que interfiere con la reproducción celular en la especie de ustedes. Los seres humanos jóvenes y sanos, de menos de cuarenta años más o menos, tienen defensas naturales suficientemente fuertes como para poder soportar la embestida del agente. Los de más edad o los que no están sanos sucumbirán con rapidez. Sus células no podrán reproducirse en forma adecuada y su cuerpo sencillamente dejará de funcionar… Hemos empleado sangre, piel y otras células tomadas de todos ustedes aquí, en la Ciudad Esmeralda, para verificar nuestras predicciones teóricas. Estamos completamente seguros de que los jóvenes saldrán indemnes.
—Nuestra especie considera inmoral la guerra biológica —dijo Nicole, después de un breve intervalo.
—Somos conscientes —le aseguró la Optimizadora Principal— de que, dentro de la escala de valores de ustedes, algunos tipos de actividad bélica son más admisibles que otros. Para nosotros, todo tipo de guerra es inadmisible. Sólo luchamos si nos es absolutamente necesario. No podemos imaginar que haya alguna diferencia para los seres muertos, si lo fueron por un arma portátil, una bomba, un dispositivo termonuclear o un agente biológico… Además, debemos devolver el ataque con cualesquiera armas que poseamos…
Se produjo un prolongado silencio. Nicole suspiró y meneó la cabeza.
—Supongo —dijo por fin— que debo estar agradecida por que nos haya dicho qué está sucediendo en esta estúpida guerra, aun cuando el espectro de tantas muertes es muy aterrador. Ojalá pudiera haber existido algún otro resultado…
Las tres octoarañas se dispusieron a salir de la habitación. Max y Patrick empezaron a hacerle preguntas a Nicole antes siquiera de que las visitantes se hubieran ido de la casa.
—Basta —pidió ella, fatigada—. Primero hagan venir a los demás. Quiero explicar una sola vez lo que las octoarañas me dijeron.
Nicole no podía dormir. No importaba cuán intensamente lo intentara, no podía dejar de pensar en la gente que iba a morir en Nuevo Edén. Caras, caras de gente mayor principalmente, caras de gente a la que conocía y con la que había trabajado durante sus activos días en la colonia, aparecían y desaparecían en su mente.