Nicole reconoció el Sol y el triplete del Centauro, su vecina más cercana, y hasta la estrella de Barnard y Sirio. No podía recordar el nombre de la mayor parte de las demás estrellas que estaban en la vecindad del Sol. Pero consiguió, no obstante, localizar otra estrella amarilla solitaria no muy distante.
—¿Esa es Tau de la Ballena? —preguntó.
—Sí, por cierto.
Tau de la Ballena parece estar tan cerca del Sol
, pensó Nicole,
pero, en realidad, está tan alejada… Eso significa que la galaxia es más grande que lo que a cualquiera de nosotros le sería posible comprender
.
—La distancia desde el Sol hasta Tau de la Ballena —dijo El Águila, como sí le estuviera leyendo la mente— es un diezmilésimo de la que hay a lo ancho de la galaxia.
Nicole meneaba la cabeza cuando la plataforma empezó a alejarse del Sol y de Tau de la Ballena.
Hay tanto más que ni siquiera imaginé. Hasta mis viajes tuvieron lugar en una región insignificantemente pequeña del espacio
.
Fuera de la plataforma móvil, hacia la derecha de Nicole, El Águila proyectó un diagrama de líneas tridimensional en forma de sólido rectangular. Mediante la manipulación del dispositivo negro que sostenía en la mano, hizo que el volumen del sólido fuese alternativamente más grande y más pequeño.
—Tenemos muchas maneras diferentes de controlar lo que se proyecta en esta sala —señaló—. Con este dispositivo podemos variar la escala y hacer un acercamiento visual de cualquier región en especial de la galaxia… Permíteme mostrártelo. Supón que pongo la luz roja aquí, en medio de la nebulosa de Orión. Eso señala la posición inicial que se desee de la plataforma. Después, permíteme expandir esta forma geométrica, de modo de abarcar alrededor de mil estrellas… Ahora,
presto
…
En la sala todo quedó en la más absoluta negrura durante cerca de un segundo. Después, de manera repentina, Nicole quedó nuevamente deslumbrada, pero esta vez por un conjunto diferente de luces. Los enjambres globulares y las estrellas individuales ahora estaban definidos con mucha mayor claridad. El Águila explicó que toda la sala ahora estaba contenida dentro de la nebulosa de Orión, y la dimensión máxima de la sala en sentido longitudinal era ahora el equivalente de unos pocos centenares de años luz, en vez de sesenta mil años luz, como antes.
—Esta zona en especial es un vivero estelar —añadió—, en el que acaban de nacer estrellas y planetas. —Desplazó la plataforma hacia la derecha—. Por aquí, para dar un ejemplo, hay un sistema estelar en su infancia, en los primeros estadios de formación, con muchas de las características que tu sistema solar tuvo hace cuatro mil quinientos millones de años.
Inscribió la pequeña figura de un sólido alrededor de una de las estrellas y, pocos segundos después, la sala se llenó con la luz de un sol joven. Nicole miró una gigantesca tormenta solar que se desplazaba a través de la bullente superficie. Una erupción en la corona solar se arqueó muy por encima de su cabeza, disparando un dedo de anaranjado y rojo hacia la negrura del espacio.
El Águila timoneó la plataforma hacia un cuerpo lejano, mucho más pequeño, de alrededor de una docena de acumulaciones de masa que se podían identificar en la región que circundaba a la joven estrella. Ese planeta, en especial, tenía una superficie fundida levemente rojiza. Mientras observaban, un enorme proyectil se estrelló en el fluido candente, lanzando material desde la superficie y generando un vigoroso movimiento ondulante en todas direcciones.
—Según nuestros datos estadísticos —señaló El Águila—, este planeta tiene una probabilidad no trivial de producir vida después de algunos miles de millones de años de evolución, una vez que este período de bombardeo y formación haya concluido. Tendrá una estrella incluyente estable y única, una atmósfera con suficiente variación climática, además de todos los ingredientes químicos… Aquí, velo por ti misma. Mantén la vista sobre ese planeta. Voy a poner en acción una rutina espacial que recorre con rapidez la mitad inferior de la tabla periódica y representa datos cuantitativos sobre la cantidad relativa de átomos de cada clase que existe en ese caldo en ebullición…
Una magnífica representación visual apareció en la negrura, por encima del planeta en estadio de formación. Cada átomo separado que figuraba en la masa del planeta se indicaba, tanto por medio de un color específico como por el número de neutrones y protones. El tamaño del átomo mostraba su frecuencia relativa en la mezcla.
—… Observa que existen densidades importantes de carbono, nitrógeno, los halógenos y hierro —comentaba El Águila—. Estos son los átomos críticos. Todos fueron creados por una supernova que estaba en las proximidades, en un no muy lejano pasado, y han enriquecido las posibilidades de organización de este cuerpo en formación… Sin química compleja no puede haber vida eficaz… Si el hierro no fuera asequible como átomo central de la hemoglobina, por ejemplo, en tu planeta, el sistema para distribución de oxígeno de las muchas formas avanzadas de vida sería mucho más ineficaz…
Así que el proceso continúa
, pensó Nicole,
evo tras evo. Estrellas y planetas se forman a partir de la combinación del polvo cósmico. Unos pocos planetas contienen la mezcla química correcta que podría, con el tiempo, llevar a la aparición de vida e inteligencia… pero, ¿qué organiza este proceso? ¿Qué mano invisible hace que las sustancias químicas se vuelvan cada vez más complejas y estructuradas a medida que pasa el tiempo, hasta que alcanzan, inclusive, el estado de adquisición de conciencia? ¿Existe alguna ley de la naturaleza, ley a la que todavía hace falta formular, relativa a la organización de la materia según reglas específicas?
El Águila ahora explicaba cuán improbable era que la vida se desarrollara en sistemas estelares que únicamente contuvieran átomos simples, como los de hidrógeno y helio, y ninguno de los más complejos y de orden superior forjados por estrellas que fenecían en forma de explosiones de supernova. Nicole empezó a sentirse dominada por una avasalladora insignificancia y anheló ver algo en escala humana.
—¿Hasta qué punto puedes empequeñecer el tamaño de esta sala? —preguntó de repente. Rió ante su propia manera de armar la oración—. Para ser más precisa —se corrigió— ¿cuál es la resolución última de este sistema?
—El nivel más fino posible de detalle es la escala de cuatro mil noventa y seis a uno. En el otro extremo, podemos representar una escena intergaláctica con la dimensión más grande de cincuenta millones de años luz… Recuerda, nuestro interés por actividades que ocurran fuera de la galaxia es muy reducido…
Nicole estaba haciendo algunos cálculos mentales.
—Puesto que la dimensión máxima en longitud de esta sala es de medio kilómetro, ¿en el nivel mayor de detalle a esta sala la llenaría una sección de bienes raíces de dos mil kilómetros de largo, más o menos?
—Así es. Pero, ¿por qué lo preguntas?
Nicole se agitaba cada vez más.
—¿Podríamos hacer un acercamiento de la Tierra —preguntó—, y me permitirías volar sobre Francia?
—Sí, supongo que sí —respondió El Águila después de una breve vacilación—… aunque no es eso lo que yo había planeado.
—Eso significaría mucho para mí.
—Muy bien. Tomará un par de segundos para disponerlo, pero lo podemos hacer…
El vuelo empezó sobre el Canal de la Mancha. El Águila y Nicole estuvieron sentados en la plataforma, en lo alto de la sala a oscuras, durante tres segundos, aproximadamente, cuando por debajo de ellos se produjo una explosión de luz. Después que los ojos de Nicole finalmente se adaptaron, reconoció el agua azul que tenían abajo y la forma del litoral de la Normandía. Allá en la distancia, el Sena se vaciaba en el Canal.
Le pidió a El Águila que dejara fija la plataforma sobre la boca del Sena y que, después, se desplazara lentamente hacia París. La vista de la familiar geografía evocó en Nicole una intensa respuesta emocional. Recordó con claridad los días de su juventud, cuando paseaba con despreocupación por toda esa región, acompañada por su amado padre.
El modelo que tenían debajo era soberbio. Hasta era tridimensional cuando el tamaño de los detalles geográficos y de los edificios superaba los límites de resolución del sistema alienígena. En Ruán, la famosa iglesia en la que Juana de Arco se retractó temporalmente, tenía medio centímetro de altura y dos de largo. En dirección de París, Nicole pudo ver la familiar forma del Arco del Triunfo, que se alzaba desde la superficie del modelo.
Cuando llegaron a París, la plataforma revoloteó algunos segundos sobre el decimosexto
arrondissement
[20]
. La mirada de Nicole cayó brevemente sobre un edificio en especial que tenía debajo. Ver ese edificio, un moderno centro de conferencias, le proporcionó un momento especialmente conmovedor de su adolescencia: «Para mi preciosa hija, Nicole, y para todos los jóvenes del mundo, brindo una sencilla muestra de perspicacia», oyó que la voz de su padre decía de nuevo. Estaba cerca del final de su discurso de aceptación del Premio Mary Renault. «En mi vida encontré dos cosas de valor inapreciable, aprender y amar. Nada más, ni la fama ni el poder ni los logros por los logros en sí pueden, ni siquiera cercanamente, tener el mismo valor duradero».
La imagen de su padre llenó la mente de Nicole.
Gracias, papá
, pensó.
Gracias por cuidar tan bien de mí después que mamá muriera. Gracias por todo lo que me enseñaste…
Una nostalgia intensa, dolorosa, le produjo una fuerte afluencia de lágrimas. Durante un instante volvió a ser una niña y quiso desesperadamente hablar de su próxima muerte con el padre. Lenta, deliberadamente, luchó contra las emociones que amenazaban avasallarla.
Esto no es lo que deseaba sentir en este preciso momento
, se dijo con dificultad.
Deseaba dejar atrás todo esto…
Desvió la cara del modelo de Francia que tenía debajo.
—¿Qué pasa? —preguntó El Águila.
Nicole forzó una sonrisa.
—Quiero ver algo más —declaró—, algo espectacular… y nuevo. ¿Qué te parece una ciudad de las octoarañas?
—¿Estás segura?
Ella asintió con la cabeza.
La sala se oscureció de inmediato. Dos segundos después, cuando Nicole giró para enfrentar la luz, la plataforma estaba volando sobre un vasto océano color verde intenso.
—¿Dónde estamos? —preguntó—. ¿Y adónde estamos yendo?
—En estos momentos nos encontramos a unos treinta años luz de tu Sol, en el primer planeta oceánico colonizado por las octoarañas después de la desaparición de los Precursores… Estamos sobre el mar, eso es evidente, a unos doscientos kilómetros de la más famosa de las ciudades de las octoarañas.
Nicole sintió una oleada de excitación cuando la plataforma fue haciendo un acercamiento desde el otro lado del mar. A lo lejos ya podía ver el desdibujado contorno de algunos edificios. Durante un instante imaginó ser una temeraria viajera espacial que llegaba a ese planeta por primera vez, ávida por ver las maravillas de las fabulosas ciudades que otros viajeros interestelares habían descripto.
Esto es maravilloso
, pensó Nicole. Concentró momentáneamente la atención en el océano que pasaba debajo de ella.
—¿Por qué esta agua es tan verde? —preguntó.
—El metro superior de esta parte del océano es un rico ecosistema en sí mismo, dominado por un género especial de planta fotosintetizadora cuyas variadas especies, todas ellas de color verde, brindan albergue y alimento para unos diez millones de otros seres… Algunas de las plantas individuales cubren más de un kilómetro cuadrado de territorio… Los Precursores crearon este dominio originalmente… Las octoarañas lo encontraron y mejoraron…
Cuando Nicole alzó la vista, la veloz plataforma ya casi había llegado a la ciudad. Centenares de edificios de formas y tamaños diversos se diseminaban allá abajo. La mayor parte de los edificios de la ciudad de las octoarañas estaba construida en tierra firme, pero algunos parecían estar flotando sobre el agua. El conjunto más nutrido de esas estructuras se situaba a lo largo de una estrecha península que se extendía levemente hacia adentro del mar. En el extremo libre de esa península se alzaban tres enormes cúpulas verdes, muy cerca las unas de las otras, que dominaban la línea del horizonte urbano.
En la periferia de la ciudad había un ancho círculo de ocho cúpulas de menor tamaño, cada una de las cuales se conectaba mediante elementos para transporte lineal con las cúpulas centrales. A casi todos los edificios pertenecientes a la sección de la ciudad que rodeaba una cúpula exterior se los había pintado con el mismo color. Afuera, en el océano, por ejemplo, la cúpula rojo brillante tenía ocho rayos rojos largos y delgados, representativos de otros edificios, que se extendían hacia afuera a partir de la cúpula, formando un diseño geométrico equilibrado.
Todos los edificios de la ciudad estaban dentro del círculo definido por las ocho cúpulas de color. La que se convirtió inmediatamente en favorita de Nicole fue una extraña estructura marrón que flotaba en el agua; parecía ser casi tan grande como las enormes cúpulas centrales. Desde arriba, el edificio rectangular parecía como veinte estratos de una retícula tridimensional densamente atestada, con material proveniente del nido de los pájaros llenando las zonas abiertas del interior de cada una de los centenares de celdas.
—¿Qué es eso? —preguntó Nicole.
—Estas octoarañas, en particular, están muy avanzadas en microbiología —repuso El Águila—. Esa estructura, que, dicho sea de paso, se prolonga otros diez metros de profundidad en el océano, contiene más de mil diferentes hábitats para especies que tienen un tamaño de orden micrométrico… Lo que estás mirando es, en esencia, un puesto de suministro, que contiene el exceso de población de cada uno de estos diminutos seres. Las octoarañas que necesitan cualquiera de esas formas de vida vienen a este edificio para solicitarlas.
Los ojos de Nicole se regodeaban en la insólita arquitectura que aparecía por debajo de ella. Con los ojos de la mente podía verse caminando por las calles, mirando asombrada en derredor a la diversidad de seres que sería mucho mayor, inclusive, que el ecléctico zoológico que había encontrado en la Ciudad Esmeralda.
Quiero ir allá
, se dijo.
Quiero ver…