Read Residence on Earth (New Directions Paperbook) Online
Authors: Pablo Neruda,Donald D. Walsh
la guitarra en la boca de la fragante novia:
ved cómo las palabras que tanto construyeron
ahora son exterminio: mirad sobre la cal y entre el
mármol deshecho
la huella—ya con musgos—del sollozo.
Mas, como el recuerdo de la tierra, como el pétreo
esplendor del metal y el silencio,
pueblo, patria y avena, es tu victoria.
Avanza tu bandera agujereada
como tu pecho sobre las cicatrices
de tiempo y tierra.
Dónde están los mineros, dónde están
los que hacen el cordel, los que maduran
la suela, los que mandan la red?
Dónde están?
Dónde los que cantaban en lo alto
del edificio, escupiendo y jurando
sobre el cemento aéreo?
Dónde están los ferroviarios
voluntariosos y nocturnos?
Dónde está el gremio del abasto?
Con un fusil, con un fusil. Entre los
pardos latidos de la llanura,
mirando sobre los escombros.
Dirigiendo la bala al duro
enemigo como a las espinas,
como a las víboras, así.
De día y noche, en la ceniza
triste del alba, en la virtud
del mediodía calcinado.
Solemne es el triunfo del pueblo.
A su paso de gran victoria
la ciega patata y la uva
celeste brillan en la tierra.
Mordido espacio, tropa restregada
contra los cereales, herraduras
rotas, heladas entre escarcha y piedras,
áspera luna.
Luna de yegua herida, calcinada,
envuelta en agotadas espinas, amenazante, hundido
metal o hueso, ausencia, paño amargo,
humo de enterradores.
Detrás del agrio nimbo de nitratos,
de substancia en substancia, de agua en agua,
rápidos como trigo desgranado,
quemados y comidos.
Casual corteza suavemente suave,
negra ceniza ausente y esparcida,
ahora sólo frío sonoro, abominables
materiales de lluvia.
Guárdenlo mis rodillas enterrado
más que este fugitivo territorio,
agárrenlo mis párpados hasta nombrar y herir,
guarde mi sangre este sabor de sombra
para que no haya olvido.
Ramos todos de clásico nácar, aureolas
de mar y cielo, viento de laureles
para vosotros, encinares héroes,
antitanquistas.
Habéis sido en la nocturna boca
de la guerra
los ángeles del fuego, los temibles,
los hijos puros de la tierra.
Así estabais, sembrados
en los campos, oscuros, como siembra, tendidos
esperando. Y ante el huracanado hierro, en el pecho
del monstruo
habéis lanzado, no sólo un trozo pálido de explosivo,
sino vuestro profundo corazón humeante,
látigo destructivo y azul como la pólvora.
Os habéis levantado,
finos celestes contra las montañas
de la crueldad, hijos desnudos
de la tierra y la gloria.
Vosotros nunca visteis
antes sino la oliva, nunca sino las redes
llenas de escama y plata: vosotros agrupasteis
los instrumentos, la madera, el hierro
de las cosechas y de las construcciones:
en vuestras manos floreció la bella
granada forestal o la cebolla
matutina, y de pronto
estáis aquí cargados con relámpagos
apretando la gloria, estallando
de poderes furiosos,
solos y duros frente a las tinieblas.
La Libertad os recogió en las minas,
y pidió paz para vuestros arados:
la Libertad se levantó llorando
por los caminos, gritó en los corredores
de las casas: en las campiñas
su voz pasaba entre naranja y viento
llamando hombres de pecho maduro, y acudisteis,
y aquí estáis, preferidos
hijos de la victoria, muchas veces caídos, muchas veces
borradas vuestras manos, rotos los más ocultos cartílagos,
calladas
vuestras bocas, machacado
hasta la destrucción vuestro silencio:
pero surgís de pronto, en medio
del torbellino, otra vez, otros, toda
vuestra insondable, vuestra quemadora
raza de corazones y raíces.
En esta hora recuerdo a todo y todos,
fibradamente, hundidamente en
las regiones que—sonido y pluma—
golpeando un poco, existen
más allá de la tierra, pero en la tierra. Hoy
comienza un nuevo invierno.
No hay en esa ciudad,
en donde está lo que amo,
no hay pan ni luz: un cristal frío cae
sobre secos geranios. De noche sueños negros
abiertos por obuses, como sangrientos bueyes:
nadie en el alba de las fortificaciones,
sino un carro quebrado: ya musgo, ya silencio de edades
en vez de golondrinas en las casas quemadas,
desangradas, vacías, con puertas hacia el cielo:
ya comienza el mercado a abrir sus pobres esmeraldas,
y las naranjas, el pescado,
cada día atraídos a través de la sangre,
se ofrecen a las manos de la hermana y la viuda.
Ciudad de luto, socavada, herida,
rota, golpeada, agujereada, llena
de sangre y vidrios rotos, ciudad sin noche, toda
noche y silencio y estampido y heroes,
ahora un nuevo invierno más desnudo y más solo,
ahora sin harina, sin pasos, con tu luna
de soldados.
A todo, a todos.
Sol pobre, sangre nuestra
perdida, corazón terrible
sacudido y llorado. Lágrimas como pesadas balas
han caído en tu oscura tierra haciendo sonido
de palomas que caen, mano que cierra
la muerte para siempre, sangre de cada día
y cada noche y cada semana y cada
mes. Sin hablar de vosotros, heroes dormidos
y despiertos, sin hablar de vosotros que hacéis temblar
el agua
y la tierra con vuestra voluntad insigne,
en esta hora escucho el tiempo en una calle,
alguien me habla, el invierno
llega de nuevo a los hoteles
en que he vivido,
todo es ciudad lo que escucho y distancia
rodeada por el fuego como por una espuma
de víboras, asaltada por una
agua de infierno.
Hace ya más de un año
que los enmascarados tocan tu humana orilla
y mueren al contacto de tu eléctrica sangre:
sacos de moros, sacos de traidores,
han rodado a tus pies de piedra: ni el humo ni la muerte
han conquistado tus muros ardiendo.
Entonces,
qué hay, entonces? Sí, son los del exterminio,
son los devoradores: te acechan, ciudad blanca,
el obispo de turbio testuz, los señoritos
fecales y feudales, el general en cuya mano
suenan treinta diner os: están contra tus muros
un cinturón de lluviosas beatas,
un escuadrón de embajadores pútridos
y un triste hipo de perros militares.
Loor a ti, loor en nube, en rayo,
en salud, en espadas,
frente sangrante cuyo hilo de sangre
reverbera en las piedras malheridas,
deslizamiento de dulzura dura,
clara cuna en relámpagos armada,
material ciudadela, aire de sangre
del que nacen abejas.
Hoy tú que vives, Juan,
hoy tú que miras, Pedro, concibes, duermes, comes:
hoy en la noche sin luz vigilando sin sueño
y sin reposo,
solos en el cemento, por la tierra cortada,
desde los enlutados alambres, al Sur, en medio, en torno,
sin cielo, sin misterio,
hombres como un collar de cordones defienden
la ciudad rodeada por las llamas: Madrid endurecida
por golpe astral, por conmoción del fuego:
tierra y vigilia en el alto silencio
de la victoria: sacudida
como una rosa rota: rodeada
de laurel infinito!
Armas del pueblo! Aquí! La amenaza, el asedio
aún derraman la tierra mezclándola de muerte,
áspera de aguijones!
Salud, salud,
salud te dicen las madres del mundo,
las escuelas te dicen salud, los viejos carpinteros,
Ejército del Pueblo, te dicen salud, con las espigas,
la leche, las patatas, el limón, el laurel,
todo lo que es de la tierra y de la boca
del hombre.
Todo, como un collar
de manos, como una
cintura palpitante, como una obstinación de relámpagos,
todo a ti se prepara, todo hacia ti converge!
Día de hierro.
Azul fortificado!
Hermanos, adelante,
adelante por las tierras aradas,
adelante en la noche seca y sin sueño, delirante y raída,
adelante entre vides, pisando el color frío de las rocas,
salud, salud, seguid. Más cortantes que la voz del invierno,
más sensibles que el párpado, más seguros que la punta
del trueno,
puntuales como el rápido diamante, nuevamente marciales,
guerreros según el agua acerada de las tierras del centro,
según la flor y el vino, según el corazón
espiral de la tierra,
según las raíces de todas las hojas, de todas las
mercaderías
fragantes de la tierra.
Salud, soldados, salud, barbechos rojos,
salud, tréboles duros, salud, pueblos parados
en la luz del relámpago, salud, salud, salud,
adelante, adelante, adelante, adelante,
sobre las minas, sobre los cementerios, frente al abominable
apetito de muerte, frente al erizado
terror de los traidores,
pueblo, pueblo eficaz, corazón y fusiles,
corazón y fusiles, adelante.
Fotógrafos, mineros, ferroviarios, hermanos
del carbon y la piedra, parientes del martillo,
bosque, fiesta de alegres disparos, adelante,
guerrilleros, mayores, sargentos, comisarios políticos,
aviadores del pueblo, combatientes nocturnos,
combatientes marinos, adelante:
frente a vosotros
no hay más que una mortal cadena, un agujero
de podridos pescados: adelante!
no hay allí sino muertos moribundos,
pantanos de terrible pus sangrienta,
no hay enemigos; adelante, España,
adelante, campanas populares,
adelante, regiones de manzana,
adelante, estandartes cereales,
adelante, mayúsculos del fuego,
porque en la lucha, en la ola, en la pradera,
en la montaña, en el crepúsculo cargado de acre aroma,
lleváis un nacimiento de permanencia, un hilo
de difícil dureza.
Mientras tanto,
raíz y guirnalda suben del silencio
para esperar la mineral victoria:
cada instrumento, cada rueda roja,
cada mango de sierra o penacho de arado,
cada extracción del suelo, cada temblor de sangre
quiere seguir tus pasos, Ejército del Pueblo:
tu luz organizada llega a los pobres hombres
olvidados, tu definida estrella
clava sus roncos rayos en la muerte
y establece los nuevos ojos de la esperanza.
To begin, pause over the pure
and cleft rose, pause over the source
of sky and air and earth, the will of a song
with explosions, the desire
of an immense song, of a metal that will gather
war and naked blood.
Spain, water glass, not diadem,
but yes crushed stone, militant tenderness
of wheat, hide and burning animal.
Tomorrow, today, in your steps
a silence, an astonishment of hopes
like a major air: a light, a moon,
a worn-out moon, a moon from hand to hand,
from bell to bell!
Natal mother, fist
of hardened oats,
dry
and bloody planet of heroes!
Who? by roads, who,
who, who? in shadows, in blood, who?
in a flash, who,
who? Ashes
fall, fall,
iron
and stone and death and weeping and flames,
who, who, mother, who, where?
Furrowed motherland, I swear that in your ashes
you will be born like a flower of eternal water,
I swear that from your mouth of thirst will come to the air
the petals of bread, the spilt
inaugurated flower. Cursed,
cursed, cursed be those who with ax and serpent
came to your earthly arena, cursed those
who waited for this day to open the door
of the dwelling to the Moor and the bandit:
what have you achieved? Bring, bring the lamp,
see the soaked earth, see the blackened little bone
eaten by the flames, the garment
of murdered Spain.
Cursed be those who one day
did not look, cursed cursed blind,
those who offered the solemn fatherland
not bread but tears, cursed
sullied uniforms and cassocks
of sour, stinking dogs of cave and grave.
Poverty was throughout Spain
like horses filled with smoke,
like stones fallen from the
spring of misfortune,
grainlands still
unopened, secret storehouses
of blue and tin, ovaries, doors, closed
arches, depths
that tried to give birth, all was guarded
by triangular guards with guns,
by sad-rat-colored priests,
by lackeys of the huge-rumped king.
Tough Spain, land of apple orchards and pines,
your idle lords ordered you:
Do not sow the land, do not give birth to mines,
do not breed cows, but contemplate
the tombs, visit each year
the monument of Columbus the sailor, neigh
speeches with monkeys come from America,
equal in “social position” and in putrefaction.
Do not build schools, do not break open earth’s
crust with plows, do not fill the granaries
with abundance of wheat: pray, beasts, pray,
for a god with a rump as huge as the king’s rump
awaits you: “There you will have soup, my brethren.”
In the nights of Spain, through the old gardens,
tradition, covered with dead snot,
spouting pus and pestilence, strolled
with its tail in the fog, ghostly and fantastic,
dressed in asthma and bloody hollow frock coats,
and its face with sunken staring eyes
was green slugs eating graves,
and its toothless mouth each night bit
the unborn flower, the secret mineral,
and it passed with its crown of green thistles
sowing vague deadmen’s bones and daggers.
Madrid, alone and solemn, July surprised you with your joy
of humble honeycomb:
bright was your street, bright was your dream.
A black vomit
of generals, a wave
of rabid cassocks
poured between your knees
their swampy waters, their rivers of spittle.
With eyes still wounded by sleep,
with guns and stones, Madrid, newly wounded,
you defended yourself. You ran
through the streets
leaving trails of your holy blood,
rallying and calling with an oceanic voice,
with a face changed forever
by the light of blood, like an avenging
mountain, like a whistling
star of knives.
When into the dark barracks, when into the sacristies
of treason your burning sword entered,
there was only silence of dawn, there was
only your passage of flags,
and an honorable drop of blood in your smile.
You will ask: And where are the lilacs?
And the metaphysical blanket of poppies?
And the rain that often struck
your words filling them
with holes and birds?
I am going to tell you all that is happening to me.
I lived in a quarter
of Madrid, with bells,
with clocks, with trees.
From there one could see
the lean face of Spain
like an ocean of leather.
My house was called
the house of flowers, because it was bursting
everywhere with geraniums: it was
a fine house
with dogs and children.
Raúl, do you remember?
Do you remember, Rafael?
Federico,
*
do you
remember
under the ground,
do you remember my house with balconies where
June light smothered flowers in your mouth?
Brother, brother!
Everything
was great shouting, salty goods,
heaps of throbbing bread,
markets of my Argüelles quarter with its statue
like a pale inkwell among the haddock:
the olive oil reached the ladles,
a deep throbbing
of feet and hands filled the streets,
meters, liters, sharp
essence of life,
fish piled up,
pattern of roofs with cold sun on which
the vane grows weary,
frenzied fine ivory of the potatoes,
tomatoes stretching to the sea.
And one morning all was aflame
and one morning the fires
came out of the earth
devouring people,
and from then on fire,
gunpowder from then on,
and from then on blood.
Bandits with airplanes and with Moors,
bandits with rings and duchesses,
bandits with black-robed friars blessing
came through the air to kill children,
and through the streets the blood of the children
ran simply, like children’s blood.
Jackals that the jackal would spurn,
stones that the dry thistle would bite spitting,
vipers that vipers would abhor!
Facing you I have seen the blood
of Spain rise up
to drown you in a single wave
of pride and knives!
Treacherous
generals:
look at my dead house,
look at broken Spain:
but from each dead house comes burning metal
instead of flowers,
but from each hollow of Spain
Spain comes forth,
but from each dead child comes a gun with eyes,
but from each crime are born bullets
that will one day seek out in you
where the heart lies.
You will ask: why does your poetry
not speak to us of sleep, of the leaves,
of the great volcanoes of your native land?
Come and see the blood in the streets,
come and see
the blood in the streets,
come and see the blood
in the streets!
They have not died! They are in the midst
of the gunpowder,
standing, like burning wicks.
Their pure shadows have gathered
in the copper-colored meadowland
like a curtain of armored wind,
like a barricade the color of fury,
like the invisible heart of heaven itself.
Mothers! They are standing in the wheat,
tall as the depth of noon,
dominating the great plains!
They are a black-voiced bell stroke
that across the bodies murdered by steel
is ringing out victory.
Sisters like the fallen
dust, shattered
hearts,
have faith in your dead.
They are not only roots
beneath the bloodstained stones,
not only do their poor demolished bones
definitively till the soil,
but their mouths still bite dry powder
and attack like iron oceans, and still
their upraised fists deny death.
Because from so many bodies an invisible life
rises up. Mothers, banners, sons!
A single body as alive as life:
a face of broken eyes keeps vigil in the darkness
with a sword filled with earthly hopes!
Put aside
your mantles of mourning, join all
your tears until you make them metal:
for there we strike by day and by night,
there we kick by day and by night,
there we spit by day and by night
until the doors of hatred fall!
I do not forget your misfortunes, I know
your sons,
and if I am proud of their deaths,
I am also proud of their lives.
Their laughter
flashed in the silent workshops,
their steps in the subway
sounded at my side each day, and next
to the oranges from the Levant, to the nets from the South, next
to the ink from the printing presses, over the cement
of the architecture
I have seen their hearts flame with fire and energy.
And just as in your hearts, mothers,
there is in my heart so much mourning and so much death
that it is like a forest
drenched by the blood that killed their smiles,
and into it enter the rabid mists of vigilance with the
rending loneliness of the days.
But
more than curses for the thirsty hyenas, the bestial
death rattle,
that howls from Africa its filthy privileges,
more than anger, more than scorn, more than weeping,
mothers pierced by anguish and death,
look at the heart of the noble day that is born,
and know that your dead ones smile from the earth
raising their fists above the wheat.
Spain was tense and lean, a daily
drum of opaque sound,
plainland and eagle’s nest, silence
of scourged inclemency.
How, even to weeping, even to the soul,
I love your hard earth, your humble bread,
your humble people, how even to the deep seat
of my existence there is the lost flower of your wrinkled
villages, motionless in time,
and your mineral countrysides
extended in moon and age
and devoured by an empty god.
All your structures, your animal
isolation next to your intelligence
surrounded by the abstract stones of silence,
your bitter wine, your smooth
wine, your violent
and delicate vineyards.
Ancestral stone, pure among the regions
of the world, Spain crossed
by bloods and metals, blue and victorious
proletarian of petals and bullets, uniquely
alive and somnolent and resounding.
Huélamo, Carrascosa,
*
Alpedrete, Buitrago,
Palencia, Arganda, Galve,
Galapagar, Villalba.
Peñarrubia, Cedrillas,
Alcocer, Tamurejo,
Aguadulce, Pedrera,
Fuente Palmera, Colmenar, Sepúlveda.
Carcabuey, Fuencaliente,
Linares, Solana del Pino,
Carcelén, Alatox,
Mahora, Valdeganda.
Yeste, Riopar, Segorbe,
Orihuela, Montalbo,
Alcaraz, Caravaca,
Almendralejo, Castejón de Monegros.
Palma del Rio, Peralta,
Granadella, Quintana
de la Serena, Atienza, Barahona,
Navalmoral, Oropesa.
Alborea, Monóvar,
Almansa, San Benito,
Moratalla, Montesa,
Torre Baja, Aldemuz.
Cevico Navero, Cevico de la Torre,
Albalate de las Nogueras,
Jabaloyas, Teruel,
Camporrobles, la Alberca.
Pozo Amargo, Candeleda,
Pedroñeras, Campillo de Altobuey,
Loranca de Tajuña, Puebla de la Mujer Muerta,
Torre la Cárcel, Játiva, Alcoy.
Pueblo de Obando, Villar del Rey,
Beloraga, Brihuega,
Cerina, Villacañas, Palomas,
Navalcán, Henarejos, Albatana.
Torredonjimeno, Trasparga,
Agramón, Crevillente,
Poveda de la Sierra, Pedernoso,
Alcolea de Cinca, Matallanos.
Ventosa del Rao, Alba de Tormes,
Horcajo Medianero, Piedrahita,
Minglanilla, Navamorcuende, Navalperal,
Navalcarnero, Navalmorales, Jorquera.
Argora, Torremocha, Argecilla,
Ojos Negros, Salvacañete, Uriel,
Laguna Seca, Cañamares, Salorino,
Aldea Quemada, Pesquera de Duero.