Nadie me hace caso. Los muy imbéciles siguen con la boca abierta. Flexiono otra vez la mano y noto frío en la nuca mientras me invade un terrible dolor punzante. Y sin embargo, nadie hace nada.
El señor Nomura cae de rodillas, rodeando suavemente con los dedos los antebrazos de Mikiko. Le agarra los brazos, pero no forcejea. Mientras se ahoga, simplemente la mira. El chorro de sangre le corre inadvertido por la mejilla y se acumula en la cavidad de la clavícula. Los ojos del androide están clavados en los de él, firmes y claros bajo la máscara de angustia de su cara. Los ojos de él son igual de claros, brillantes tras sus pequeñas gafas redondas.
Nunca debería haber gastado esa broma.
Entonces Jun vuelve con las planchas de un desfibrilador en las manos. Corre al centro de la fábrica y pega cada plancha a un lado de la cara del androide. El firme bofetón resuena por toda la nave.
Los ojos de Mikiko no se desvían de los del señor Nomura.
Alrededor de la boca del señor Nomura se ha formado un lustre espumoso de saliva. Pone los ojos en blanco y se queda inconsciente. Jun activa el desfibrilador con el dedo pulgar. Una descarga recorre la cabeza del androide y se desconecta. Cae al suelo y queda tumbada cara a cara con el señor Nomura. La muñeca tiene los ojos abiertos, pero no ve. Los de él están cerrados y rodeados de lágrimas.
Ninguno de los dos respira.
Siento muchísimo lo que le hemos hecho al señor Nomura. No porque el androide haya atacado al viejo: cualquiera debería haber podido defenderse de una máquina tan débil, incluso un anciano. Lamento que él no haya decidido defenderse. Creo que el señor Nomura está profundamente enamorado de ese trozo de plástico.
Me arrodillo y despego los delicados dedos rosados del androide del cuello del señor Nomura, haciendo caso omiso del dolor de mi mano. Pongo al hombre boca arriba y le hago un masaje cardíaco, gritando su nombre. Hago presiones pequeñas, rápidas y enérgicas en el esternón del viejo con la base de la mano izquierda. Ruego a mis antepasados que se ponga bien. Las cosas no tenían que acabar así. Me siento muy avergonzado por lo que ha pasado.
Entonces el señor Nomura respira hondo de forma entrecortada. Me recuesto y lo observo, meciéndome la mano herida. Su pecho sube y baja de forma constante. El señor Nomura se incorpora y mira a su alrededor, perplejo. Se limpia la boca y se sube las gafas.
Y por primera vez, descubrimos que somos nosotros los que no podemos mirarlo a los ojos.
—Lo siento —digo al viejo—. No era mi intención.
Pero el señor Nomura hace como si yo no existiera. Está mirando fijamente a Mikiko, con la cara pálida. El androide yace en el suelo, con su vestido rojo chillón manchado y sucio.
Jun suelta las planchas del desfibrilador, y se caen al suelo.
—Por favor, perdóneme, Nomura-san —susurra Jun, inclinando la cabeza—. Lo que he hecho no tiene disculpa.
Se agacha y saca el
fluke
del bolsillo de Mikiko. A continuación, Jun alza la vista y se aleja sin mirar atrás. Muchos de los trabajadores se han escabullido y han regresado a sus puestos de trabajo. Los demás se marchan ahora.
El almuerzo ha terminado.
Solo nos quedamos el señor Nomura y yo. Su amante yace frente a él, tumbada en el suelo de hormigón limpio. El señor Nomura alarga el brazo y le acaricia la frente. En un lado de su cara de plástico hay una zona chamuscada. La lente de cristal de su ojo derecho está agrietada.
El señor Nomura se inclina sobre ella. Mece su cara en su regazo y le toca los labios con el dedo índice. Veo años de interacción en ese movimiento suave y familiar de la mano. Me pregunto cómo se conocieron los dos. ¿Qué habrán vivido juntos?
No entiendo ese amor. Es la primera vez que lo veo. ¿Cuántos años ha pasado el señor Nomura en su claustrofóbico piso, bebiendo té servido por ese maniquí? ¿Por qué es tan vieja ella? ¿Está hecha para parecerse a alguien, y si es así, a qué mujer fallecida corresponde su cara?
El hombrecillo se balancea a un lado y a otro, apartando el pelo de la cara de Mikiko con la mano. Toca la parte derretida de su rostro y lanza un grito. No alza la vista hacia mí ni tiene intención de hacerlo. Le caen lágrimas por las mejillas que se mezclan con la sangre reseca. Cuando vuelvo a pedirle perdón, no reacciona de ninguna forma. Tiene la mirada fija en las inexpresivas cámaras manchadas de rímel de la criatura que sostiene con ternura sobre su regazo.
Finalmente me marcho. Una sensación desagradable se instala en lo más profundo de mi estómago. Tengo muchas preguntas en la cabeza. Muchos remordimientos. Pero, por encima de todo, me gustaría haber dejado al señor Nomura en paz, no haber alterado la estrategia que ha desarrollado para sobrevivir a la pena infligida por este mundo. Y por los que lo habitan.
Al marcharme, oigo al señor Nomura hablando con el androide.
—Todo irá bien, Kiko —dice—. Te perdono, Kiko. Te perdono. Te arreglaré. Te salvaré. Te quiero, mi princesa. Te quiero. Te quiero, mi reina.
Sacudo la cabeza y vuelvo al trabajo.
Takeo Nomura, reconocido en retrospectiva como uno de los mejores técnicos de su generación, se puso a trabajar inmediatamente para averiguar por qué le había atacado su querida Mikiko. Lo que el anciano soltero descubrió a lo largo de los siguientes tres años afectaría de forma significativa a los acontecimientos de la Nueva Guerra y alteraría irrevocablemente el curso de la historia de los humanos y las máquinas
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CORMAC WALLACE, MIL#EGH217
SYP Uno, soy el especialista Paul Blanton. Retírate y desactívate inmediatamente. ¡Obedece ahora mismo!
Especialista PAUL BLANTON
VIRUS PRECURSOR + 5 MESES
Esta transcripción fue tomada durante una sesión del Congreso celebrada después de un incidente especialmente macabro en el que se vio envuelto un robot militar estadounidense en el extranjero. La videoconferencia supuestamente segura entre Washington, D.C., y la provincia de Kabul, Afganistán, fue grabada en su totalidad por Archos. No me parece ninguna casualidad que el soldado sometido a interrogatorio resultara ser el hijo del agente Blanton de Oklahoma. Los dos hombres desempeñarían un importante papel en la futura guerra
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CORMAC WALLACE, MIL#EGH217
(Golpe de mazo.)
Se abre la sesión a puerta cerrada. Soy la congresista Laura Pérez, miembro superior del Comité de Servicios Armados de la Cámara, y voy a presidir esta sesión. Esta mañana nuestro comité inicia una investigación que podría tener consecuencias para todas las fuerzas armadas. Un robot destinado a la seguridad y la pacificación, comúnmente conocido como SYP, ha sido acusado de matar a seres humanos cuando estaba de patrulla en Kabul, Afganistán.
El objetivo de esta investigación es determinar si el ataque se podría haber previsto o si podría haber sido impedido por las agencias militares y los individuos implicados.
Contamos con la presencia del especialista Paul Blanton, el soldado encargado de supervisar las acciones del robot de seguridad y pacificación defectuoso. Le pediremos que describa su función con la unidad SYP y que nos proporcione su versión de los hechos tal como estos sucedieron, especialista Blanton.
Los horribles actos perpetrados por esa máquina han mancillado la imagen de Estados Unidos en el extranjero. Le pedimos que tenga presente que hoy estamos aquí por un solo motivo: conocer todos los hechos para poder evitar que algo parecido vuelva a ocurrir.
¿Lo entiende, especialista Blanton?
Sí, señora.
Empiece informándonos de su trayectoria. ¿Cuáles son sus funciones?
El nombre oficial de mi trabajo es «enlace cultural», pero básicamente me dedico a pelearme con los robots. Mis responsabilidades principales consisten en supervisar el funcionamiento de mis unidades SYP al tiempo que mantengo un canal de comunicación abierto con las autoridades nacionales locales. Al igual que el robot, hablo dari. Pero a diferencia de él, yo no tengo que llevar la ropa afgana tradicional, entablar amistad con los ciudadanos locales o rezar a la Meca.
Los SYP son robots humanoides destinados a la seguridad y la pacificación desarrollados por la empresa Foster-Grumman y utilizados por el ejército de Estados Unidos. Los hay de varios tipos. El 611 Hoplite normalmente carga suministros para los soldados en marcha. Hace pequeñas exploraciones. El 902 Arbiter sigue la pista de otros robots. Es una especie de comandante. Y mi SYP, el 333 Warden, está diseñado para hacer reconocimientos y desactivar minas o dispositivos explosivos improvisados. La labor de mi SYP consiste en patrullar a diario unos cuantos kilómetros cuadrados de Kabul a pie, respondiendo a las preocupaciones de los ciudadanos, examinando retinas para identificar a combatientes y detener a personas de interés para que la policía local trate con ellas.
Me gustaría subrayar un punto. El principal objetivo de un SYP es no hacer daño a un civil afgano inocente, por mucho que los insurgentes intenten engañarlo.
Y permita que le diga una cosa, señora: esas personas saben engañar.
¿Puede describir el rendimiento de la unidad antes del incidente?
Sí, señora. SYP Uno llegó en una caja hará cosa de un año. La unidad SYP tiene la forma de una persona. Un metro y medio aproximadamente de estatura, metálico y reluciente como el oro. Pero solo tardamos cinco minutos en revolcarlo en el barro y presentarle Afganistán como es debido. El ejército no envió ropa ni equipo, así que le buscamos un traje de hombre y unas botas. Luego le añadimos los accesorios de la policía afgana que encontramos. No puede usar nuestro equipo porque se supone que no tiene que parecer un soldado.
Llevaba un chaleco antibalas. O tal vez dos. No me acuerdo. Cuanto más ropa lleve, mejor. Le poníamos cualquier cosa: túnicas, pañuelos, camisetas. Llevaba calcetines de Snoopy. En serio.
A primera vista, SYP parece una persona de la zona. Y también huele como ellos. Le pusimos un casco antidisturbios azul celeste en la cabeza que le daba un aspecto todavía más militar. Tiene un visor de plexiglás rayado para protegerle los ojos. Tuvo que ponérselo porque los condenados niños no paraban de pintarle las cámaras con espray. Creo que al cabo de un tiempo se convirtió en una especie de juego para ellos. Así que le pusimos ese gran casco ridículo…
Eso es destrucción del armamento militar. ¿Por qué no se defendía la máquina? ¿Por qué no se protegía?
Las cámaras son baratas, señora. Además, Syppy sabe cuidarse de los aviones Raptor. O utilizar imágenes tomadas por satélite en tiempo real. O las dos cosas. Los sensores más importantes y más caros (como los magnetómetros, el dispositivo de medición inercial, la antena y el inhibidor de frecuencia) están todos alojados dentro de su cubierta. Y SYP está construido como un tanque.
Durante los doce meses antes de que tuviera lugar el incidente, ¿la máquina fue dañada o sustituida alguna vez?
¿SYP Uno? Nunca. Aunque sí que se sobrecargaba. Ocurría continuamente, pero los del departamento de reparaciones eran unos putos animales. Perdone, señora.
Los estudios demuestran que cuanto menos tardamos en volver a colocar al mismo SYP en las calles después de un incidente, más desmoraliza al enemigo y reduce las posibles nuevas molestias.
Por ese motivo, SYP hace continuamente copias de seguridad. Incluso si quedara hecho trizas, cogeríamos la ropa y las partes que quedaran y se las pondríamos a una unidad de repuesto y volveríamos a mandarlo a las calles. El «nuevo» robot recordaría las mismas caras, saludaría a las mismas personas, recorrería la misma ruta y citaría los mismos pasajes del Corán. Prácticamente sabría las mismas cosas que el «viejo» robot.
Desmoralizar, dicen los estudios.
Además, normalmente se producen daños colaterales cuando los malos intentan destruirlo. Créame, a la gente de la zona no le hace gracia que sus amigos y familiares vuelen por los aires para que un estúpido robot desaparezca una tarde. ¿Y el robot? Es inofensivo. A SYP no se le permite hacer daño a nadie. Así que si se produce una explosión que hiere a un civil, el mullah de la zona lo soluciona. Y entonces no vuelve a ocurrir en un futuro próximo.
Es como revertir la guerra de guerrillas.
No lo entiendo. ¿Por qué no secuestran al robot los insurgentes? ¿Por qué no lo entierran en el desierto?
Eso pasó en una ocasión. A la segunda semana de trabajo, unos bárbaros acribillaron a balazos a SYP Uno y lo metieron en la parte de atrás de un todoterreno. Los proyectiles le hicieron pedazos casi toda la ropa. Le dejaron unas cuantas abolladuras en la cubierta, pero nada grave. Como él no tomó represalias, creyeron que estaba averiado.
Ese fue su error, señora.
Un avión Raptor detectó el incidente segundos después de que SYP se desviara de la ruta. Los tipos del todoterreno recorrieron el desierto durante unas dos horas antes de llegar a una especie de piso franco.
Pensaban que era un lugar seguro.
Los Raptors esperaron a que los insurgentes salieran del vehículo para pedirle permiso a sus ejecutores para lanzar misiles Brimstone. Una vez que todos los que había en el piso franco quedaron chamuscados, los Raptors se aseguraron bien de que nadie se escabullía por la puerta de atrás, y el bueno de SYP Uno se sentó en el asiento delantero del vehículo y volvió en coche a la base.
SYP estuvo desaparecido unas ocho horas en total.
¿Sabe conducir?
Se trata de una plataforma humanoide de uso militar, señora. Se desarrolló a partir de los viejos programas para exoesqueletos de la Agencia de Investigación de Programas Avanzados de Defensa. Esas unidades se mueven como personas. Se mantienen en equilibrio, andan, corren, se caen, hacen de todo. Pueden manejar herramientas, hablar en lenguaje de signos, hacer la maniobra de Heimlich, conducir vehículos o simplemente estar quietos sujetando una cerveza. Prácticamente lo único que SYP Uno no puede hacer es despegar esas puñeteras pegatinas que a los niños les encanta ponerle.
Y SYP no contraataca, pase lo que pase. Esas son sus órdenes. Sus piernas han sido cercenadas por minas. Le disparan cada dos semanas. La gente de la zona lo ha secuestrado, le ha lanzado piedras, lo ha atropellado, lo ha tirado de un edificio, le ha golpeado con bates de béisbol, le ha pegado los dedos, lo ha arrastrado con un coche, lo ha cegado con pintura y le ha echado ácido.