Durante aproximadamente un mes, todos los que se cruzaban con él le escupían.
A SYP le traía sin cuidado. Si te metes con SYP, te cataloga las retinas y pasas a formar parte de su lista. Los insurgentes lo han intentado todo, pero lo único que consiguen es destrozarle la ropa. Y luego acaban en la lista.
SYP es una máquina construida para ser dura como una roca y dócil como un conejo. No puede hacer daño a nadie. Por eso funciona.
Por eso funcionaba, al menos.
Lo siento, pero lo que explica parece impropio del ejército que yo conozco. ¿Me está diciendo que tenemos como soldados a robots humanoides que no luchan?
No hay diferencia entre el populacho en general y nuestro enemigo. Son la misma gente. El tipo que vende kebabs un día es el mismo que entierra un dispositivo explosivo improvisado al día siguiente. Lo único que quieren nuestros enemigos es matar a unos cuantos soldados estadounidenses. Luego esperan que los votantes nos echen de aquí.
Nuestros soldados solo atraviesan la ciudad de vez en cuando, como un huracán. Siempre en una misión y con un objetivo concreto. Es difícil matar a un soldado estadounidense cuando nunca ves a uno, señora.
Los únicos blancos viables son los robots SYP. Son los únicos robots bípedos del arsenal de Estados Unidos, y no luchan. Matar es una profesión especializada. Matar es para las minas, las plataformas de tiro móviles, los aviones radiodirigidos, etc. A los humanoides no se les da tan bien. Los SYP están diseñados para comunicarse. Eso es lo que hacen mejor los humanos. Hacemos vida social.
Por eso un SYP Uno nunca hace daño a nadie. Es su misión. Intenta ganarse la confianza de la gente. Habla el idioma del lugar, viste su ropa, recita sus oraciones… todas las pamplinas que los soldados no quieren o no pueden aprender. Al cabo de un tiempo, la gente deja de escupirle. Dejan de preocuparse cuando él aparece. Puede que incluso les caiga bien porque es la policía, solo que nunca se deja sobornar. Algunos días, el SYP apenas pisa el suelo porque lo llevan en taxi gratis por toda la ciudad. La gente quiere tenerlo cerca, como si les diera suerte.
Pero esa ingeniería social no funcionaría sin la confianza desarrollada al tener a un centinela pacífico recorriendo las calles, siempre vigilando y acordándose de todo. Requiere tiempo, pero hay que desarrollar esa confianza.
Y por eso los insurgentes atacan la confianza.
Lo que nos lleva al incidente…
Está bien. Como he dicho antes, SYP no lucha. No lleva pistola ni cuchillo, pero si decide detenerte, sus dedos serán más fuertes que unas esposas. Y los insurgentes lo saben. Por esa razón siempre están intentando conseguir que haga daño a alguien. Cada dos semanas más o menos, hacen algo peligroso para que funcione mal, pero siempre fracasan. Siempre.
Por lo visto, esta vez no fue así.
Bueno, deje que llegue a ese punto.
Normalmente yo no entro en la ciudad. SYP vuelve andando a la zona protegida cada pocos días y lo reparamos. Yo accedo a la ciudad con los pelotones armados y peino la zona en busca de miembros de la lista, pero nunca sin refuerzos. Refuerzos humanos, ya sabe.
Los SYP son unos corderitos, pero nuestras tropas se han vuelto más temibles. La gente no tarda en descubrir que solo los humanos aprietan el gatillo, y, sinceramente, somos impredecibles comparados con los robots. Los ciudadanos prefieren a un robot con normas de conducta estrictas antes que a un chico de diecinueve años que se ha criado jugando a los videojuegos en tres dimensiones y que lleva un rifle semiautomático.
Me parece lógico.
El caso es que aquel día fue raro. Perdimos el contacto por radio con SYP Uno. Cuando los Raptors identificaron su último paradero conocido, estaba en una intersección de una zona residencial de la ciudad, sin moverse ni establecer comunicación.
Esa es la parte más peligrosa de mi trabajo: la recuperación y la reparación.
¿Qué provocó esa situación?
Eso mismo me pregunto yo. Lo primero que hago es revisar las últimas transmisiones de SYP Uno. Identifico lo que parece una conducta de supervisión normal. A través de los ojos de Syppy, vi que se encontraba en esa intersección, observando el tráfico continuo de coches y examinando las retinas de los peatones y los conductores.
Son unos datos un poco extraños, porque Syppy analiza los aspectos físicos de la situación. Hace anotaciones sobre lo rápido que se movían los coches y la potencia con que avanzaban: detalles por el estilo. Pero desde el punto de vista del diagnóstico, parecía funcionar bien.
Entonces aparece uno de los malos.
¿Uno de los malos?
Una coincidencia retinal con un insurgente conocido. Además, es un objetivo valioso. El procedimiento operativo estándar exige que Syppy detenga al individuo en lugar de catalogar su último paradero conocido. Pero ese tipo sabe perfectamente que va a ocurrir eso. Está poniendo un cebo a Syppy, intentando que cruce la calle para que lo atropelle un coche. SYP es resistente. Atropellarlo sería como arrollar una boca de incendios.
Pero SYP no pica el anzuelo. Sabe que no puede moverse o pondrá en peligro a los coches. No puede actuar, así que no lo hace. No da señales de haber visto al insurgente. Evidentemente, el insurrecto piensa que SYP necesita más motivación.
Cuando quiero darme cuenta, la pantalla se apaga y empieza a reiniciarse. Un bulto gris atraviesa su campo de visión. Tardo un segundo en descubrirlo, pero alguien ha tirado un ladrillo a mi Syppy. En realidad, no es tan extraño. El daño es mínimo. Pero durante el reinicio, SYP deja de comunicar. Se queda quieto como si estuviera confundido.
Entonces me doy cuenta de que vamos a tener que ir a buscarlo.
Inmediatamente reúno un equipo de cuatro hombres. La situación es grave. Una emboscada. Los insurgentes saben que iremos a recuperar el dispositivo y probablemente ya están preparándose, pero la policía local no se ocupa de los robots averiados. Eso es responsabilidad mía.
Para colmo de males, los Raptors no identifican ningún blanco próximo en los tejados o en los callejones. Eso no significa que no haya un montón de insurgentes armados con AK-47; simplemente indica que no sabemos dónde están.
¿Está diciendo que el incidente fue resultado de un golpe en la cabeza del robot? La máquina sufre traumatismos con regularidad, y sin embargo nunca había respondido de esta forma. ¿Por qué esta vez sí?
Tiene razón. Lo que lo provocó no fue un golpe en la cabeza. En mi opinión, fue el reinicio. Fue como si el robot se despertara de la siesta y decidiera no seguir recibiendo órdenes. Nunca hemos visto un comportamiento semejante. Es prácticamente imposible que alguien haya reescrito sus instrucciones y le haya hecho desobedecer.
¿De verdad? ¿No podría haber accedido a la máquina algún insurgente, un hacker? ¿Podría haber sido esa la causa?
No, no lo creo. He revisado las actividades del último mes de SYP y he descubierto que no se conectó con nada salvo con el ordenador de diagnóstico. Nadie tuvo ocasión de jugar con él físicamente. Y si descubrieras cómo acceder a él, tendrías que hacerlo en persona. La radio de SYP no se puede utilizar para reescribir sus programas con el fin de evitar situaciones como esa.
Y considerando lo que pasó después, no creo que accedieran a él, al menos esos tipos.
Los insurgentes no habían acabado con Syppy, ¿sabe? Le tiraron el ladrillo para llamarle la atención, pero él se quedó allí parado. Así que unos minutos más tarde se envalentonaron.
Presencio el siguiente ataque gracias a las imágenes tomadas por una unidad aérea en el vídeo portátil mientras estamos en el vehículo blindado de transporte. Vamos tres soldados y yo. Las cosas estaban yendo muy deprisa. Eso es bueno, porque no puedo creer lo que estoy viendo.
Un hombre con un trapo negro que le tapa la cara y unas gafas de sol de espejos sale de una casa a la vuelta de la esquina. Tiene un AK-47 cubierto con cinta reflectante en una mano y lleva la correa colgando. Todos los transeúntes huyen de la zona al ver a ese tipo. Desde arriba, veo un montón de civiles corriendo en todas direcciones. El pistolero está dispuesto a matar; se detiene en mitad de la manzana y dispara una ráfaga rápida a SYP Uno.
Eso por fin capta la atención de SYP.
Sin vacilar, el robot arranca una señal de tráfico metálica de un poste. La coloca delante de su cara y avanza hacia el hombre. Es una conducta nueva. Insólita.
Al pistolero le pilla totalmente desprevenido. Dispara otra ráfaga que sacude el poste. A continuación intenta huir, pero tropieza. SYP suelta la señal y agarra al tipo por la camisa. Con la otra mano, cierra el puño.
Solo le da un puñetazo.
El tipo cae con la cara hundida, como si llevara una máscara de Halloween aplastada. Algo horrible.
Entonces contemplo la vista cenital de nuestro vehículo blindado llegando al lugar. Miro a través de la estrecha ventanilla a prueba de balas y veo a Syppy muy cerca alzándose sobre el cuerpo del pistolero.
Los cuatro nos quedamos mudos por un segundo, mirando por las ventanillas del vehículo. Entonces SYP Uno coge el arma del tipo abatido.
El robot se gira a un lado y lo veo claramente de perfil: con la mano derecha, sujeta la empuñadura, y con la izquierda, usa la palma para introducir bien el cargador, y luego desbloquea el arma para cargar un cartucho en la recámara.
¡Nosotros jamás hemos enseñado a SYP a hacer eso! Yo ni siquiera sabría por dónde empezar. Tiene que haber aprendido él solo observándonos.
A esas alturas la calle está vacía. SYP ladea la cabeza un poco, todavía con el casco antidisturbios puesto. Gira la cabeza a un lado y a otro, registrando la calle arriba y abajo. Desierta. Entonces se dirige al centro de la vía y empieza a registrar las ventanas.
Para entonces los soldados y yo nos hemos recuperado de la sorpresa.
Empieza la fiesta.
Salimos en tropel del vehículo blindado con nuestras armas listas para disparar. Ocupamos posiciones defensivas detrás del vehículo blindado. Los chicos me miran a mí primero, así que ordeno a gritos a Syppy: «SYP Uno, soy el especialista Paul Blanton. Retírate y desactívate inmediatamente. ¡Obedece ahora mismo!».
SYP Uno no me hace caso.
En ese momento un vehículo dobla la esquina. La calle está desierta y en silencio. El pequeño coche blanco avanza hacia nosotros. SYP se da media vuelta y aprieta el gatillo. Una bala atraviesa el parabrisas, lo hace añicos y ¡zas!: el conductor se desploma sobre el volante sangrando por todas partes.
El tipo no podría haber sabido lo que le atacó. El robot va vestido con ropa afgana y está en plena calle con un AK-47 colgado de la cintura.
El coche avanza por la calle y se estrella contra el lado de un edificio.
Entonces abrimos fuego sobre SYP Uno.
Vaciamos nuestras armas sobre la máquina. Su túnica, su chal y su CTEP —chaleco táctico externo perfeccionado— se mueven como si ondearan al viento cuando las balas lo acribillan. Es sencillo, casi aburrido. El robot no reacciona. Ni gritos, ni tacos, ni intento de huida. Solo el chasquido sordo y repetitivo de nuestras balas al penetrar las capas de Kevlar y de cerámica que rodean el metal apagado. Como disparar a un espantapájaros.
En eso SYP se da la vuelta lenta y suavemente, con el rifle en ristre, como una serpiente. Empieza a escupir balas de una en una. La máquina es tan fuerte que el rifle ni siquiera da culatazos. Ni un centímetro. SYP dispara otra vez y otra, mecánicamente y con una puntería perfecta.
Apunta, aprieta, bang. Apunta, aprieta, bang.
El casco me salta de la cabeza. Es como si un caballo me hubiera dado una coz en la cara. Me pongo en cuclillas, a salvo detrás del vehículo blindado. Cuando me toco la frente, la mano está limpia. La hija de puta de la bala ha mandado el casco por los aires, pero no me ha alcanzado.
Contengo la respiración e intento observar con detenimiento. Al estar agachado de esa forma, me dan calambres en las piernas y me caigo hacia atrás, pero me sostengo con la otra mano. Entonces noto que algo va muy mal. Cuando aparto la mano del suelo, está mojada y caliente. Al mirarla, apenas entiendo lo que pasa.
Tengo la palma cubierta de sangre.
No es mía, sino de otra persona. Miro a mi alrededor y veo que los soldados que me acompañaron en el vehículo blindado están todos muertos. SYP solo ha disparado unas cuantas veces, pero cada bala ha sido mortal. Tres soldados yacen tumbados boca arriba en el suelo, todos con un agujerito en una zona de la cara y sin la parte de atrás de la cabeza.
No puedo olvidar sus caras. Parecían muy sorprendidos.
Con aire ausente, caigo en la cuenta de que estoy solo allí fuera y en una situación delicada.
Y el AK-47 está disparando otra vez, un tiro tras otro. Me asomo por debajo del chasis del vehículo blindado para localizar visualmente a la unidad SYP. El cabrón sigue en medio de la calle polvorienta, al estilo del Oeste. Hay trozos de plástico, tela y Kevlar desperdigados alrededor de él.
Veo que está disparando a los civiles que miran desde las ventanas. Mi radio de auricular crepita: vienen más tropas. Los Raptors están siguiendo de cerca la situación. Aun así, me estremezco al oír cada disparo, pues ahora sé que cada bala disparada pone fin a una vida humana.
De lo contrario, SYP no habría apretado el gatillo.
Entonces me percato de algo importante. El AK-47 es la máquina más delicada que hay allí fuera. Es el objetivo prioritario. Con los dedos temblorosos, levanto la mira telescópica de mi rifle y ajusto el selector a una ráfaga de tres tiros. Normalmente, es un desperdicio de munición, pero tengo que destruir esa arma y dudo que tenga una segunda oportunidad. Asomo el cañón por un lado del vehículo blindado con mucho cuidado.
Él no me ve.
Apunto, inspiro, contengo la respiración y aprieto el gatillo.
Tres balas arrancan el rifle de las manos de SYP en medio de una lluvia de metal y madera. La máquina se mira las manos donde antes estaba el arma y procesa la información por un instante. Desarmado, se aleja pesadamente hacia un callejón.
Pero yo ya le estoy apuntando. Los siguientes disparos van dirigidos a las articulaciones de las rodillas. Sé que no tiene Kevlar más allá de la ingle. No es que la protección de la ingle le sirva de mucho a una máquina, pero así son las cosas. He reconstruido SYP muchas veces y conozco todos y cada uno de sus puntos débiles.