Read Saga Vanir - El libro de Jade Online
Authors: Lena Valenti
—¿A sí? —sonrió Daanna. —Serías la primera persona que conozco a la que le da resaca el hidromiel.
Ruth sonrió y se limpió el vestido con las manos.
—Me pitan los oídos —murmuró meneando la cabeza.
Daanna se extrañó al oír eso.
—¿Y Aileen? —preguntó Ruth haciéndose un moño mal hecho. —Debo de estar hecha un guiñapo.
—No estás en tu mejor momento y llevas dos chupetones en el cuello — señaló Daanna cruzándose de brazos. —Aileen desapareció tras esos matorrales de allí —señaló con el dedo, —
siguiendo a mi hermano, por supuesto.
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—Por supuesto —puso los ojos en blanco. —Ah, joder...
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—¿Tan mal te encuentras? —Daanna la ayudó a sentarse. Ruth se tambaleaba.
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—No, nunca me había pasado.
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—¿Qué sientes?
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—Es el pitido este... me molesta mucho —se tapó los oídos.
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—Un pitido...
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—Es como si algo quisiera entrar en mi cabeza. Es como si...
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—Ruth...
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—Daanna —susurró Ruth. —Siento la voz de Aileen...
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—¿Qué? —Daanna se alteró.
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—Ruth... Samael nos ha capturado a Caleb y a mí.
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—¿Qué? Aileen. Es la voz de Aileen —repitió Ruth sosteniéndose la cabeza con dos manos.
—Escúchame, Ruth. Tienes que avisar a mi abuelo y a Daanna ¿Me oyes? Nos han capturado.
Estamos en Glastonbury Tor, creo que estamos en unos túneles... Quedan pocas horas para
amanecer y si no os dais prisa nos van a matar. Ayúdanos, Ruth. Avisa a la gente.
Ruth se levantó como alma que lleva el diablo y cogió a Daanna por los hombros.
—¿Qué sucede, Ruth? No me asustes.
—Aileen... Caleb... Los han capturado. Hay que avisar a los berserkers y darse mucha prisa antes de que salga el sol. Los van a matar.
La mano de Samael le había subido el camisón y arañado el estómago. El vampiro se pasó la lengua por los labios morados y admiró la escultural figura de Aileen.
—¿Quieres ver lo que le hago, Caleb? Me la voy a tirar aquí delante de ti, sólo para verte sufrir.
¿Te gustaría? —sus ojos blancos e inyectados en sangre.
Caleb a duras penas se controlaba. La cruz en la que estaba clavado temblaba debido a la fuerza que contenía el vanirio.
—A mí sí —contestó Aileen poniéndose una máscara de indiferencia. Necesitaba tiempo. Caleb entornó los ojos hacia ella.
—No, Aileen. ¿Qué haces?
Samael la miraba asombrado y Aileen tenía una mirada fría y calculadora. Si no la conociera, Caleb pensaría que ella hablaba en serio. Sin embargo, confiando en ella como ahora confiaba... Aileen tramaba algo. Pero eso la pondría en peligro y él no lo podría permitir. —Basta, Aileen.
—Cállate. Eres penoso, Caleb. Y ya me he cansado de ti. Samael soltó una carcajada de incredulidad.
—Siempre igual —continuó ella. —Eres débil y cometes muchos errores. ¿Por qué hoy me has dejado sola? Sabías que nos iban detrás y me has abandonado. Ni siquiera me has avisado de dónde ibas. Lo has vuelto a hacer, Caleb —a Aileen se le rompía el corazón al ver la cara de dolor de su pareja.
Caleb gimió. Un puñetazo en el estómago no lo habría sorprendido más. ¿Aileen estaba actuando, verdad? Ya no estaba seguro.
—¿Tú me habrías dejado sola hoy, Samael? —lo miró seductoramente.
—Samael, cuidado... —murmuró Mikhail atónito ante la actitud de
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Aileen.
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—Cállate —ordenó Samael. —No te habría dejado sola —afirmó negando con la cabeza. —Yo
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soy un buen líder. No cometo errores.
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—No lo dudo. Te ves seguro y firme. Dime, Samael. ¿Por qué soy importante para ti? —le
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preguntó ella ronroneando.
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Samael dudó. ¿Aileen estaba jugando?
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—¿Qué te propones? —Samael achicó los ojos y dejó de manosearle el estómago.
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Caleb observaba la escena como si aquello no fuera con él. Pero sí que iba con él. Se trataba de
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su cáraid. Y su cáraid estaba coqueteando ahora con el asesino de su padre, y lo estaba
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rechazando a él.
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—Mikhail, explícaselo —ordenó Samael. —Tu padre te lo dirá.
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Aileen se mordió la lengua. Tenía muchas cosas que decirle a su «padre».
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—Hace dos semanas, en la última extracción de sangre que te hicimos, nos dimos cuenta de que tu ADN empezaba a mutar. Ésa era la conversión que esperábamos desde hacía años. Samael ha ido probando tu sangre religiosamente...
—Deliciosa, por cierto. ¿No estás de acuerdo, Caleb? —Samael encaró a Caleb y se echó a reír. Caleb ya no hablaba. Simplemente se limitaba a escuchar.
—La última extracción que te hicimos confirmó nuestras sospechas — explicó Mikhail. —
Después de años de búsqueda y de experimentos por fin lo tenemos.
—¿El qué?
—Tu sangre es un antídoto a nuestra foto-dermatitis —dijo Samael centrándose de nuevo en ella.
—¿Mi sangre? —repitió ella sin poder creerse lo que intentaban decir.
—Experimenté con berserkers. —Samael volvió a levantar su camisón y acarició sus muslos. —
Ellos no eran humanos y sin embargo podían salir de día. Pensé que su sangre podría darme las respuestas que necesitaba —acercó su cara a su estómago e inhaló. —Hueles tan bien...
—Continúa, por favor —suplicó Aileen todavía seduciéndolo.
—Los berserkers no nos dieron los resultados que buscábamos —aseguró Mikhail observando la piel de alabastro de Aileen.
—Experimenté con humanos —Samael lamió la zona del ombligo de Aileen y esta dio un respingo que él malinterpretó como placer. Sonrió complacido. —Los humanos son más débiles que nosotros, su sangre no nos potencia los poderes, simplemente nos sacia el hambre. Entonces, cuando ya estaba en un estado de desesperación absoluto, apareció Jade —Samael acarició la mejilla contra el interior del muslo derecho.
—Mi madre —asintió Aileen.
—Ya sabes la historia. Víctor tuvo que contártela antes de que lo matarais. —¿Te enamoraste de ella? Samael dudó en la respuesta.
—Ella me tenía la mente comida. Era tan seductora. Su manera de caminar, de sonreír, de apartarse el pelo de la cara. Su tono de voz, lánguido... arrastraba las palabras. Yo la espiaba. La seguía. La escuchaba a escondidas. Me volvió loco.
—Pero apareció mi padre —dijo Aileen alzando las cejas y observando la reacción de Mikhail.
—Ese mal nacido de Thor... —musitó Samael soltando su pierna con un gruñido. —Se la quedó
él.
—Mi madre lo escogió, dirás. Tú nunca te presentaste. Nunca te hiciste conocer. Fuiste un
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cobarde.
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Ja
—Es su manera de actuar —contestó Caleb desafiándolo. Samael cogió el bisturí y sin avisar se
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lo clavó en el muslo a Aileen. Ésta se tensó, apretó los ojos y gritó hasta que no le quedó voz ni
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aire. —Déjala, Samael... Te mataré —gritó Caleb.
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—Te he dicho que no juegues conmigo, Caleb. No tengo paciencia. Esto es por desafiarme
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antes—retorció el bisturí en la pierna de Aileen. —Mikhail, inyéctale un tranquilizante.
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Aileen apretó los labios. No quería darle el gusto de que supiera que estaba haciéndole
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muchísimo daño.
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Mikhail se acercó a Caleb y le clavó con rabia una aguja en el centro del pecho.
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—Sa... Samael —le dijo Aileen entre labios. —Déjalo. Es... es un necio y un perdedor. No me
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castigues a mí por sus errores.
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Samael alzó la vista y quiso averiguar si Aileen decía o no la verdad. Le desclavó el bisturí y
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observó ensimismado como su sangre salía a chorros de su piel.
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Mikhail gruñó ante el olor, pero Samael lo advirtió con la mirada de que si intentaba probarla antes que él era hombre muerto.
—Cuando Jade y Thor huyeron yo los seguí. Más tarde descubrí que estaban esperando un niño. Me lo dijeron los humanos que tenemos trabajando en los Cárpatos. Quise llevarte conmigo nada más nacer, pero los clanes de allí estaban muy bien organizados y gozabas de la protección de todos sus miembros. Thor se enteró de todo lo que había alrededor de los vanirios y los berserkers. Descubrió nuestra organización y regresó decidido a advertir a los clanes y a unirlos a todos. Por suerte, los intercepté antes.
—Yo los intercepté —rectificó Mikhail.
—Eso no importa —aseguró Aileen. —Los matasteis.
—Con el tiempo —explicó Samael. —La primera extracción de tu sangre me dio una pequeña muestra de lo que podrías hacer cuando mutaras.
—¿Qué puedo hacer?
—Así que viendo que Jade y Thor habían creado algo como tú —ignoró su pregunta. Realmente hablaba orgulloso de sus proezas, —los obligué a tener más niños mientras estaban en cautividad. Ambos se negaban con uñas y dientes, nunca mejor dicho. Quería verificar lo que tenía entre manos y a ti podría pasarte cualquier cosa, así que... ¿Por qué no hacer más Aileens?
—No pudieron —las lágrimas inundaron sus ojos lilas.
—No. No pudieron —afirmó como si diera la hora. —Cuando me encargué de tu madre personalmente intenté acostarme con ella, ella no me dejó y yo simplemente me descontrolé. Sólo recuerdo que había hundido mi puñal en su vientre. Después de eso no pudo volver a tener hijos.
—¿Qué... qué puede hacer mi sangre? Dímelo.
—Como ellos ya no me sirvieron —prosiguió haciendo oídos sordos, —tenía que encontrar la manera de engendrar más híbridos. Por eso rapté tanto a vanirios como a berserkers y los obligué
a mantener relaciones. Nacieron cinco híbridos más y los separamos de sus padres para estudiarlos. No aguantaron las pruebas. Simplemente murieron a los pocos días. Ni Aileen ni Caleb podían creerse lo que oían. Aquello era horroroso y estremecedor. Caleb dejó
de moverse. Sus músculos ya no respondían. Sus ojos era lo único que podía utilizar.
—¿Qué descubriste la primera vez que... que tomaste de mi sangre? — tenía ganas de vomitar.
—Pude salir bajo el sol unos cinco minutos —aclaró él mirando de reojo a Caleb.
—Dios mío... ¿Y qué crees que hará ahora mi sangre?
—Tu sangre, Aileen, nos inmuniza ante el sol —explicó finalmente. —Contigo podemos volver a
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salir de día siempre que nos alimentes como es debido.
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Caleb abrió los ojos con sorpresa y buscó la mirada de Aileen. Cuando entraron en contacto un
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millón de palabras atropelladas se quedaron por el camino.
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Samael cogió el bisturí ensangrentado y le hizo dos cortes verticales en ambas muñecas. La
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sangre empezó a manar de ellas y Mikhail se encargó de poner recipientes que la recogieran.
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Aileen sintió la piel lacerarse, había hundido tanto el bisturí que seguramente había cortado un
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tendón. Le dolía hasta el hueso.
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—Vamos a hacer la prueba —Samael apretó más las muñecas.
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—Pero yo... —los cortes le dolían. —No soy suficiente para todos.
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—No lo eres. Pero tu sangre será suficiente ahora para mantenernos bajo el sol y hacer lo que
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queremos hacer. Está a punto de amanecer y los vanirios no pueden salir. Los berserkers todavía
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duermen y descansan después de la luna llena. Los niños son nuestros. Ellos serán los próximos
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que nos suministren la sangre que necesitamos. Los educaremos y cuando sean suficientemente mayores como para tener hijos los utilizaremos para conseguir a los híbridos que nos mantengan de día. Seremos invencibles.
—No... —gritó Caleb explotando viendo como desangraban a Aileen. —No lo permitiré... —el suelo tembló ligeramente. Una sacudida pequeña pero notable.
—Caleb, detente...
—¿Cuántas veces hay que repetírtelo? —preguntó Samael riñendo a Aileen rabioso. Agarró el puñal y se dirigió a Caleb. Tres estocadas firmes en el estómago. El puñal se hundió hasta la empuñadura las tres veces y Caleb quedó sin respiración.
—No, no, Caleb... —Aileen lloraba y gritaba, pero no había modo de librarse de todo aquello. Era una pesadilla.
—¿No me habías dicho que querías que yo te lo hiciera delante de él? — Samael la agarró del pelo y tiró de él con fuerza. Aileen echó el cuello hacia atrás y Samael inclinó la cabeza hacia su pecho. La mordió con dureza y al sacar los colmillos la desgarró. Aileen quedó temblorosa y pálida al sentir lo que le hacían los dientes.
—Así aprenderás —le escupió Samael. —No llores. Luego yo te curaré.
—Vas a morir, Samael —le pronosticó Caleb con la lengua casi dormida. —Yo te mataré. Lo juro
—su voz llena de fuerza y afilada como sus colmillos que habían explotado en su boca.
—¿Lo matamos ya? —preguntó Mikhail llenando el décimo vaso.
—No, espera. Me gusta ver cómo sufre por ella.
Aileen estaba perdiendo el conocimiento y su piel palidecía por segundos. Sus ojos lilas se quedaban sin expresión y sus labios que antes eran rosados y suculentos ahora estaban morados y secos.
—Aileen... —Caleb la llamaba dolorido por las puñaladas. —Aguanta, Aileen...
—Llévate a veinte de mis hombres. Dales de beber. Dentro de media hora —le dijo Samael a Mikhail— saldrá el sol. Su sangre nos cubrirá unas dos horas, más o menos, debemos darnos prisa. Mikhail asintió.
—¿Puedo beber yo? —preguntó Mikhail mirando hambriento uno de los vasos llenos.
—Puedes —le dio la espalda y procedió a desatar a Aileen, que cayó sobre su hombro como peso muerto.
—Ruth... Ruth... Los niños. Proteged a los niños. Lleváoslos de allí
—no sabía si lo que enviaba a Ruth le llegaba de alguna manera. Pero lo que sí supo fue que aquel iba a ser el último mensaje
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