Read Saga Vanir - El libro de Jade Online
Authors: Lena Valenti
—Vaya turca vas a coger, Daanna —comentó Ruth mientras le volvía a llenar la copa.
—Bienvenida sea —alzó la copa de nuevo y todas las vanirias, incluidas Beatha y Aileen la imitaron. —Por un mundo sin trípodes que nos amarguen la vida —exclamó mirando a los hombres que reían y jugaban entre ellos.
Beatha se echó a reír con Daanna y entonces, cuando abrazó a la hermana de Caleb muerta de
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la risa, Aileen divisó su tatuaje. En el hombro derecho, había un precioso tribal circular de color
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marrón oscuro, del tamaño de una moneda. En el centro del intrincado dibujo había una especie
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de gema de color amarillo. Sin duda era un sello hermoso.
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—¿Te gusta su tatuaje, Aileen? —preguntó Ruth observando el diseño.
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Beatha se giró hacia ellas y sonrió orgullosa.
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—Es mi sello.
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—¿Gwyn lo tiene igual? —preguntó Aileen maravillada por el dibujo.
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—Oh, sí —asintió Beatha mirando a Gwyn a lo lejos. Gwyn percibió que Beatha lo observaba, se
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giró y le guiñó un ojo. —Él me pertenece.
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Aileen miró a la pareja y sintió un poco de envidia por la aceptación que había entre ellos.
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—Creo que lleváis muy lejos lo de la pertenencia —musitó Aileen por encima de su copa.
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—A ti también te sucederá —Beatha se encogió de hombros y bebió de su copa. —¿No estás marcada aún?
—No.
—¿No me quieres preguntar nada? —la miró de reojo con complicidad. —No sé...
—¿Quieres saber si te dolerá?
—¿Me dolerá? —frunció el cejo oscureciendo sus ojos lilas.
—Sí —intentó no echarse a reír.
—Fantástico —replicó desganada. —¿Y a él?
—Oh, a él también. Pero se os pasará.
—Basta, no os aguanto —les dijo Daanna. —Tomad otra copa por las que no tienen a nadie a quien arrimarse, me estáis dando ganas de vomitar. Brindemos por mí —levantó su copa de nuevo y todas la imitaron.
—¿Es un club nuevo? —preguntó Ruth. —¿Me puedo apuntar? —miró de soslayo al grupo de hombres formado por berserkers y vanirios. Entre ellos estaba el desagradable de Adam. —¿No traen a sus mujeres?
—¿Quiénes? ¿Los berserkers? —dijo Daanna señalándolos con la cabeza. —No pueden. Es luna llena y necesitan descansar para lo que les espera.
—¿El qué? —preguntó Aileen curiosa.
—Son noches de acoplamiento. ¿Es que no te ha contado nada tu abuelo?
—No sobre eso.
—Cuenta, Daanna —Ruth la animó a proseguir mientras miraba divertida al enorme berserker que ahora la miraba a ella con desdén. Ruth parecía caerle tan bien como él a ella.
—De hecho, es todo un detalle que los machos berserkers estén hoy aquí. Supongo que se irán porque sus hembras los necesitan. Necesitan acoplarse con ellos, culpa de la luna —se encogió de hombros y ella misma volvió a llenarse un nuevo vaso de hidromiel. —Se pasan toooodo el día cardando —sonreía divertida.
—¿Y tú cómo lo sabes? —preguntó Beatha intrigada.
—Una noche vi a una pareja en acción —confesó algo avergonzada. —Hace años. Era luna llena. No os podéis imaginar lo salvajes que son...
—¿Ah, sí? —Ruth alzó una ceja y volvió a mirar a Adam desde lo lejos. Éste la observó
completamente quieto mientras vaciaba su hidromiel. Devolvió el vaso a Caleb, le dijo algo y el vanirio volvió a llenarle el vaso.
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—Cariño —Beatha puso una mano sobre el hombro de Daanna, —cuando encuentres a tu
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cáraid verás que los vanirios no es que estén muy domesticados en ese aspecto —luego miró a
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Aileen y le guiñó un ojo.
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Aileen sonrió mientras bebía y luego controló los movimientos de Caleb. Quería verlo. Quería
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estar con él.
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Allí estaba ese hombre, haciendo de anfitrión de los que hasta hacía unos días eran aciagos
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enemigos de su raza. Noah le había golpeado y, sin embargo, ahora hablaba con él y el berserker
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parecía que le prodigaba un enorme respeto.
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Los coches rodeaban el claro del bosque donde estaban celebrando. Cahal se dirigió al suyo,
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abrió la puerta del piloto y encendió su equipo de música.
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Inmediatamente la canción
No fear
, de The Rasmus, sonó alto y claro, a una gran escala de
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decibelios.
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—Que empiece la fiesta... —gritó eufórico con el cuello echado hacia atrás. Aileen sintió una profunda emoción al ver lo que allí sucedía. Las mujeres corrieron para ubicarse en el centro de las hogueras y empezaron a mover sus caderas sinuosamente. No atendían a los hombres, les daba igual si las miraban.
Estaban disfrutando de su sensualidad juntas, entre ellas, y no se avergonzaban ante el público. Los berserkers las miraban embobados ante su coqueta desinhibición. Los vanirios enseguida se animaron a bailar con ellas, cogiéndolas en brazos, entrelazando piernas, caderas con caderas... Ellas gritaban divertidas y achispadas por el hidromiel. Ruth no tardó en unirse a ellas.
—Ven, Aileen... —la animó.
Aileen observó a Caleb a lo lejos y pudo comprobar que él la controlaba de reojo mientras hablaba con Adam.
—Sí, ahora iré —le contestó mientras se acercaba al corrillo de hombres entre los que se encontraba él.
—Vale... —inmediatamente un enorme berserker tomó a Ruth de la mano para que bailara con él. Era atractivo. —No hace falta ni que me lo pidas, guapo —le sonrió encantadoramente mientras se cogía a sus hombros y se dejaba llevar.
Aileen se echó a reír al ver a su mejor amiga tan divertida. A medio camino su abuelo As se detuvo a saludarla.
—¿Lo pasas bien, pequeña? —le preguntó.
Aileen se alegró al verlo en un momento tan animoso y lo abrazó.
—Hola, abuelo —frotó su mejilla contra su pecho. —También has venido.
—Caleb nos invitó a tomar hidromiel. No podía rechazar la invitación —la tomó de la cara con ambas manos. Sus ojos parecían desafiantes. —¿Te está tratando bien, Aileen? Si no es así, dímelo y yo...
—No, no, abuelo —se apresuró a cortarlo. —Él... La verdad es que sí.
—Yo no quería forzarte a que estuvieras con él. ¿Me crees? No quería obligarte, pero... Es un tema delicado y él realmente es tu pareja y yo...
—Abuelo —tomó su inmensa y callosa mano entre las suyas, —lo comprendo. Me está
costando entender este mundo. No es sencillo. Me educaron como a una humana y tengo unos patrones mentales muy cerrados, pero...
—¿Sí?
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—Pero también está en mi naturaleza aceptar todo lo que me sucede ahora. Yo formo parte de
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esto —miró encantada todo lo que les rodeaba. —Rituales, hechizos, dioses, magia, guerra...
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colmillos. No me parece tan descabellado y, cada día que pasa, lo entiendo mejor.
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—Entonces, no es tan horrible, ¿no?
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—No —contestó mirando a Caleb, que ahora tenía los ojos velados de incertidumbre. ¿Desde
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cuándo se mostraba tan transparente con ella? —Creo que no.
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—Tenía miedo de que estuvieras resentida conmigo por imponerte tu relación con él —As se
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giró y lo saludó con un gesto de la cabeza. —Es un hombre de honor, Aileen. Él te tratará como te
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mereces y yo estaré tranquilo si permaneces a su lado.
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—Abuelo —se abrazó a él. —No puedo estar enfadada contigo ni siquiera con él —se
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sorprendió al reconocer eso en voz alta. —Todo lo que me ha pasado me ha revelado quién soy.
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—Eres valiente —dijo As con admiración. —Como tu madre lo fue al arriesgarse por amor.
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—Tú... ¿Tú la has perdonado?
As apretó la mandíbula y bajó la mirada.
—Ella huyó de mí porque temía que no entendiera su relación con Thor. Lo que más odio es reconocer que Jade tenía razón. Yo la habría castigado y repudiado por ello, Aileen. Entonces no sabíamos nada de lo que sabemos ahora —suspiró y observó a su nieta con ojos llorosos. —Ella fue valiente al luchar por lo que quería, se dejó de objeciones sociales entre nosotros, de prejuicios y racismo, y al final su valentía dio un fruto maravilloso. Aileen tragó saliva para aliviar el nudo que sentía en la garganta.
—Tú, Aileen—prosiguió, —nos has abierto los ojos y nos has dado la posibilidad de hacernos más fuertes. Eres el recuerdo viviente de mi hija y te quiero por lo que estás consiguiendo y por la mujer que eres.
—Gracias —se abrazó fuertemente a él. No quería llorar y le costó mucho encarcelar a las lágrimas para que no se derramasen sobre sus mejillas. —Gracias.
—A ti, cariño —besó su cabeza y se alejó un poco. —Entonces, ya me voy —sonrió
avergonzado. —¿Vas a estar bien, verdad?
—Sí. Estaré bien.
—Cualquier cosa, ya sabes dónde estoy.
—Sí, pesado —se echó a reír.
—Bien —sonrió abiertamente.
—Bien —le dio un beso en la mejilla.
—Anda, vete.
As se alejó de ella. Le dio la mano a Caleb para despedirse, le dijo algo al oído y éste asintió
solemnemente para luego mirarla a ella con ojos encendidos.
Aileen sintió un escalofrío al ver a Caleb acercarse a ella. Grácil, masculino, seguro y elegante. Poderoso, pensó mientras pasaba alrededor de las llamas que cercaban la zona. El vanirio no le quitaba los ojos de encima. Hacía rato que quería escoltarla toda la noche, explicarle qué significaba un día así para ellos, pero todos se la robaban. Cuando no le quedaba más que cinco pasos para llegar a ella, Noah se cruzó en su camino. Aileen agrandó los ojos al verlo y le regaló una enorme sonrisa de complacencia.
—¿Bailas conmigo? —le preguntó el berserker haciéndole una reverencia. Aileen se puso de puntillas para mirar a Caleb. Éste frunció el ceño. —Pues es que...
—Es sólo un baile, Aileen. Luego me iré —Noah inclinó el cuello a un lado y le sonrió
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pícaramente. —Por favor. Aileen sacudió la cabeza y sonrió. —Está bien, sólo uno.
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Caleb se apartó mientras ambos iban juntos a esa pista improvisada donde todos bailaban
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desinhibidos. No se hubiera imaginado que unos seres tan letales y agresivos pudieran tener tanto
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sentido del ritmo.
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Sonaba de fondo la canción de
All Good Things Come To An End
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Noah la cogió de la cintura mientras se movían al son de la música con gracia y elegancia.
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—Y dime —le susurró Noah al oído, —¿cómo te va con el colmillos?
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Aileen se aclaró la garganta.
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—Bien, gracias. Se llama Caleb.
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—¿Te trata bien? —le dio una vuelta para luego volver a cogerla de la cintura. —¿Es bueno
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contigo?
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—Es muy bueno —lo miró censurándolo.
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—¿Todavía sigues enfadada conmigo por lo que le hice?
Aileen recordó con amargura los latigazos que prodigó Noah a Caleb.
—Debía de haber un castigo por lo que te hizo, Aileen. ¿Me entiendes? —sus ojos la miraron rogando perdón.
—No me apetece hablar de eso ahora.
—¿Y bien?
—No. No estoy enfadada. No apruebo esas acciones. Me... me sacude por dentro tanta violencia.
—Lo hice por ti —ahora Noah la mecía más suavemente con sus manos dulces y ligeras.
—Bueno... no sé si darte las gracias —apoyó una mano en su hombro para guardar las distancias.
—Cuando llegaste a la manada...
—Cuando me recogisteis, hace apenas unos días —rectificó ella dulcemente. —No somos animales, recuérdalo.
—Sí. Pensé que ibas a ser para mí. Mi... pareja. Aileen se paró en seco y lo miró asombrada.
—Sigue bailando —la animó él arrastrándola. —Yo creí que era mi momento de emparejarme
—se encogió de hombros. —Y de verdad que no me importaría hacerlo contigo.
—Noah, yo...
—Pero creo que Caleb ha llegado antes que yo, ¿verdad? —le sonrió con tristeza.
—Sí.
—No has dudado ni un segundo —hizo una mueca de disgusto.
—No, no he dudado —afirmó ella observando el bello rostro de su amigo.
—¿Lo amas?
—¿Mmm?
—Lo amas.
—Yo no he dicho...
—Bien —exhaló el aire bruscamente. —Ahora que estoy seguro de que estás convencida ya me puedo ir de esta fiesta de borrachos. Pero, Aileen...
Aileen todavía estaba confundida por la afirmación tan rotunda de Noah acerca de sus sentimientos por Caleb.
—¿Qué?
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—Si te cansas de él, siempre puedes venir a mí —un brillo de diversión relampagueó en sus ojos
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ambarinos.
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—Oh, cállate —le golpeó en el pecho con fuerza.
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—Tienes mi número —le hizo el gesto del teléfono con las manos. —Llámame, cariño.
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—Seguro —levantó el dedo corazón.
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Cuando Noah se fue, arrastró con él a Adam, que seguía mirando furioso a Ruth, y ésta lo
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despedía besando su dedo corazón y deletreando la palabra gilipollas con los labios mientras
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meneaba el trasero rozando la entrepierna de uno de los de su manada.
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Aileen hizo negaciones con la cabeza. Se odiaban.
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Luego observó a Daanna, que bailaba rodeada de vanirios. Intocable. Lejana. Inalcanzable para
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todos. Y Menw no le sacaba el ojo de encima. Qué complicado parecía todo entre ellos.
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Más tarde, sus ojos se detuvieron ante el espectáculo que ofrecían Beatha y Gwyn. Aquello era sexo implícito en cada uno de sus movimientos. Gwyn dejaba que ella se agitara y se moviera entre sus brazos, él aprovechaba y le olía el pelo, le besaba el cuello, le lamía la oreja... El quería tocarla, pero ella no le dejaba. Mantenía sus manos lejos de ella y lo provocaba. Y cuando se miraron, no sólo había deseo, sino adoración. Habían perdido a dos niños por el camino, pero tenían una vida inmortal juntos para resarcirse. Ambos se amaban y su amor era más fuerte que nada.
Un amor como el que ella sentía por Caleb. Sí. No iba a negarlo más. Aileen buscó al vanirio con los ojos y lo vio alejándose de las hogueras y cruzando unos matorrales que lo ocultaron por completo.
Aileen aceleró el paso y lo siguió. ¿Por qué se iba?
Cuando cruzó los matorrales, se encontró en una planicie oculta por árboles, en cuyo centro había unas piedras enormes a modo de altares. No había rastro de Caleb.
—¿Caleb? —preguntó alzando la voz.
—¿Te estás divirtiendo, princesa?
La voz venía de su espalda. Cuando se giró lo encontró a apoyado en uno de los árboles con las manos en los bolsillos de sus pantalones negros de piel. La cintura del pantalón le quedaba por debajo del ombligo y su piel dibujaba todos los músculos a la luz de la luna. Su torso desnudo, como el de todos los vanirios en una noche como ésa. Medio pelo recogido en una coleta y varias trenzas delgadas le caían por los hombros. En su mejilla derecha, tres líneas perfectas de igual medida resaltaban de color negro y hacían que sus ojos parecieran mucho más claros de lo que ya eran.
Aileen lo miró de arriba abajo y se quedó hipnotizada. Pero cuando se centró en sus ojos esmeraldas, tembló de emoción, de anticipación ante lo que podría suceder entre ellos.
—Hoy todos querían hablar contigo, por lo visto —se acercó a ella pero no la tocó.
—Sí.
—Y tu abuelo As.
—Y Noah —murmuró entre dientes.
—Sí, Noah también —contestó ella achicando los ojos. No parecía muy tierno, precisamente.
—Has bailado con él y te has reído con él —le levantó la barbilla. —¿Por eso te has ido?
—Me he ido para dejaros intimidad. Parece que la necesitabais. Dime, Aileen, ¿él te gusta? Si yo no hubiera estado aquí, ¿te habrías ido con él?
Aileen sintió cómo si alguien le echara un cubo de agua helada por encima.
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—No me lo puedo creer... Claro —le espetó provocándolo. —En cuanto te dieras la vuelta —
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levantó la barbilla desafiándolo. Los ojos le brillaban por las lágrimas. La rabia se dejaba ver en sus
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palabras.
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—Dímelo, Aileen. Y no juegues conmigo —le cogió de los brazos apretándolos con fuerza. —¿Es
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por eso? ¿Por eso no me dejas entrar en ti? No sé ni lo que piensas ni lo que sientes por él.
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Dímelo... Sé que a él le gustas.
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—Jódete, Caleb. Te odio. Te odio... Cerdo... Te odio... —le golpeó el pecho con fuerza para
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alejarlo de ella.
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¿Cómo se atrevía a insinuar algo así? ¿Cómo podía siquiera pensarlo?
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—Por favor, Aileen —la apretó contra él abrazándola con fuerza. Ella seguía peleando con él, —
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me estoy volviendo loco. Necesito el contacto contigo y no sé si lo que me dices es verdad. No
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tengo modo de comprobarlo.
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—Entonces, confía en mí... —volvió a golpearlo en el pecho. —No puede ser tan difícil...
—Pero...
—Tienes que confiar en mí, Caleb... Tienes que hacerlo... Si no... Si no me respetas y no aceptas este desafío, nada funcionará entre nosotros —le dijo desesperada sin ninguna posibilidad de detener el torrente de lágrimas. —Tienes que esforzarte igual que yo me esfuerzo en comprenderte.
—Aileen, no está en mi naturaleza hacer las cosas así.
—Sí lo está... Jodido cobarde... ¿Crees que yo no quiero fundirme contigo? —sus mejillas estaban rojas de la ira y la frustración.
—¿Lo quieres? —preguntó él tembloroso.
—Claro que lo quiero, Caleb... Pero necesito saber hasta qué punto puedo confiar en ti otra vez. Necesito estar segura de que no te guardas nada para ti.
—Pero lo de anoche...
—Anoche fue genial —replicó ella apretando los puños. —Pero no es suficiente. No para mí. Tú
te abres mientras me manoseas y te corres... pero sólo lo haces en ese momento. Ayer, además, estabas drogado. Cuando todo eso se te pasa, luego, vuelves a desconfiar de mí. A guardarte cosas. Esta mañana has vuelto a hacerlo y me he visto obligada a tratarte mal, Caleb, y no me gusta.
—Pero a ti te gusta lo que te hago. Disfrutas conmigo.
—Tenemos que separar lo que sucede entre nosotros en la cama de lo que sucede fuera de ella. Tienes que ser mi mejor amigo, no sólo mi amante —se puso la mano sobre la frente y exhaló
con fuerza. —Quiero un compañero que no dude en dármelo todo, porque yo no dudaré en dártelo todo.
—Aileen...
—Daanna me dijo que tenías muchas corazas. Es cierto —le señaló con el dedo obligándolo a que él retrocediera. —No quieres que nadie escarbe en ellas, que nadie las derrumbe, porque crees que eso te hace vulnerable. Pero yo no soy tu enemiga, Caleb. ¿Me entiendes? No soy tu enemiga —gritó furiosa clavándole el dedo índice en el pecho. —No voy a ceder hasta que vea que realmente te abres a mí. Esfuérzate. Háblame y explícamelo todo. Y hazlo no sólo porque yo me meta a la fuerza en tu cabeza y averigüe las cosas, sino porque realmente te apetece decirlas. Caleb temblaba de la ira y la impotencia que lo recorría. —Pero no somos humanos —gruñó. —
Las parejas vanirias no se comunican así.
—A la mierda las parejas vanirias... Vas a tratarme como yo me merezco, como yo te digo... Has
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sido horrible, Caleb. Desde el principio. Tú apareces, coaccionas y lo ocupas todo. Y la única que ha
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cedido y es flexible aquí soy yo. Yo... yo no puedo respirar.
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—Yo tampoco —explotó. —¿Crees que me gusta ver cómo otras parejas se sienten tranquilas
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entre ellas porque tienen un contacto del que me priva mi mujer? Lo odio... Me has vuelto loco...
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