—Sí, señor jefe de departamento. Nunca más volveré al distrito veintitrés. A partir de ahora no les ocasionaré ninguna otra molestia. No volveré a deambular por las cloacas. Ya no soy joven y creo que ésta es una buena oportunidad para cambiar de vida —prometió el mono con expresión sumisa.
—Por si acaso, ¿no sería mejor marcarle la cola para, después, poder reconocerlo enseguida? —dijo Sakurada—. Creo que por aquí tenemos la placa eléctrica de las obras con el timbre del distrito de Shinagawa.
—¡No, por favor! No me hagan eso —exclamó el mono al borde de las lágrimas—. Si llevo una marca extraña en la cola, los otros monos recelarán de mí y no se me acercarán. Se lo voy a contar todo sinceramente, sin ocultar nada, pero no me marquen, por favor.
—Deja correr lo de la marca —intercedió el jefe de departamento, señor Sakaki—. Si lleva la marca del distrito en la cola, puede traernos problemas más adelante. Es como si nosotros asumiéramos la responsabilidad.
—Sí, señor. Como usted mande —dijo Sakurada con un deje de decepción en la voz.
—Entonces, dime. ¿Qué cosas malas llevaba consigo mi nombre? preguntó Mizuki mirando fijamente los ojillos rojos del mono.
—Es posible que mis palabras la hieran, señora Mizuki.
—No importa. Habla.
El mono, apurado, reflexionó unos instantes. Varias arrugas surcaron su frente.
—Tal vez sería mejor que no las escuchase.
—Es igual. Quiero saber la verdad.
—De acuerdo —dijo el mono—. En ese caso voy a decírselo sin rodeos. Su madre no la quiere. Jamás la ha querido, ni ahora ni cuando usted era niña. Desconozco las razones. Pero es así. Tampoco su hermana mayor la quiere a usted. Su madre la envió al colegio de Yokohama con la finalidad de sacársela de encima. Porque tanto su madre como su hermana preferían tenerla lo más lejos posible. Su padre no es, en absoluto, una mala persona, pero tiene un carácter muy débil. Y no fue capaz de protegerla. Por esta razón, usted, desde pequeña, ha estado falta de amor. En el fondo, usted siempre lo ha sabido, pero ha intentado ignorarlo intencionadamente. Ha desviado los ojos de esa realidad, la ha ocultado en el fondo de su corazón, ha puesto una tapa encima y ha intentado vivir sin pensar en cosas que puedan hacerla sufrir, sin ver las cosas desagradables. Ha vivido sofocando este sentimiento negativo. Y esta postura defensiva ha pasado a formar parte de su personalidad. ¿No es cierto? Debido a eso, usted ha acabado por no poder amar a nadie de verdad, incondicionalmente, desde lo más hondo de su corazón.
Mizuki permanecía en silencio.
—En el presente, su matrimonio parece feliz, sin problemas. Y tal vez lo sea en realidad. Sin embargo, usted no ama profundamente a su marido. ¿No es cierto? Y, si tuviera un hijo, de seguir las cosas así, sucedería lo mismo.
Mizuki no decía nada. Se acuclilló en el suelo y cerró los ojos. Tenía la sensación de que su cuerpo se había desmembrado. Su piel, sus órganos, sus huesos estaban desunidos, en piezas. Sólo le llegaba el sonido de su propia respiración.
—¿Quién se ha creído este mono que es para hablar así? —exclamó Sakurada sacudiendo la cabeza—. Jefe, ya no puedo aguantarlo más. Déjeme darle su merecido.
—¡Espera! —dijo Mizuki—. Tiene razón. Este mono dice la verdad. Y yo lo he sabido siempre. Pero pretendía no verlo, miraba para otro lado. Cerraba los ojos y los oídos. Este mono no ha hecho más que hablar con sinceridad. Así que les pido que lo perdonen. No digan nada y suéltenlo en la montaña.
Tetsuko Sakaki depositó suavemente la mano en el hombro de Mizuki.
—¿Es esto lo que tú quieres?
—Sí. Con que me devuelva mi nombre, me doy por satisfecha. Y, de aquí en adelante, tendré que aprender a vivir con todo lo que conlleva. Éste es mi nombre y ésta es mi vida.
Tetsuko Sakaki le dijo a su marido:
—El próximo fin de semana podríamos coger el coche, acercarnos a Takao y buscar un lugar apropiado para soltar al mono. ¿Qué te parece?
—Muy bien. Perfecto —respondió el jefe del departamento, el señor Sakaki—. Está a la distancia justa para probar el coche nuevo.
—Les estoy profundamente agradecido —dijo el mono.
—No te marearás en el coche, ¿verdad? —le preguntó Tetsuko Sakaki al mono.
—No. No se preocupe. Ni les vomitaré encima de los asientos nuevos ni haré allí mis necesidades. Me portaré como es debido. No les ocasionaré ninguna molestia —dijo el mono.
En el momento de separarse del mono, Mizuki le dio la chapa de Yôko Matsunaka.
—Esto es mejor que te lo quedes tú —le dijo Mizuki al mono—. Estabas enamorado de ella, ¿no es cierto?
—Sí, lo estaba.
—Entonces guarda bien esta chapa. Y no vuelvas a robarle nunca el nombre a alguien.
—Sí. Esta chapa será lo más preciado que tenga. Y no volveré a robar nunca jamás —prometió el mono mirándola con expresión seria.
—¿Por qué debió de pedirme Yôko Matsunaka antes de morir que le guardase la chapa? ¿Por qué me lo pidió precisamente a mí?
—Eso yo no lo sé —respondió el mono—. Pero, en todo caso, gracias a ello hemos podido encontrarnos y hablar. Tal vez haya sido un designio de la fortuna.
—Sí, seguro que sí —dijo Mizuki.
—¿La ha herido lo que le he dicho?
—Sí —respondió Mizuki—. Creo que sí. Muy hondo.
—Lo siento mucho. La verdad es que yo no quería hablar.
—No importa. En el fondo de mi corazón, yo eso ya lo sabía. Y en realidad tenía que enfrentarme a este hecho antes o después.
—Me siento aliviado al oírlo —dijo el mono.
—Adiós —le dijo Mizuki al mono—. No creo que volvamos a vernos.
—Cuídese mucho —dijo el mono—. Y muchas gracias por haberme salvado la vida.
—Oye, tú. No vuelvas a poner los pies en el distrito de Shinagawa —espetó Sakurada dándose golpecitos con la porra en la palma de la mano—. Hoy te has salvado gracias a la consideración del jefe, pero si te vuelvo a ver, te aseguro que no saldrás con vida.
Y el mono sabía que no era una simple amenaza.
—¿Y qué, la semana que viene? —le preguntó Tetsuko Sakaki a Mizuki, de vuelta en el consultorio—. ¿Hay algo más de lo que quieras hablarme?
Mizuki negó con la cabeza.
—No. Gracias a usted, doctora, mi problema se ha solucionado por completo. Le estoy muy agradecida.
—¿Y no necesitas hablar conmigo de lo que te ha dicho el mono?
—No. Creo que podré sobrellevarlo sola. Antes que nada, tengo que reflexionar sobre ello con calma.
Tetsuko Sakaki asintió.
—Sí, creo que eres muy capaz de enfrentarte a ello sola. Si te lo propones, seguro que te fortalecerás.
Mizuki dijo:
—Pero, si me encontrara en un callejón sin salida, ¿podría volver?
—Por supuesto —respondió Tetsuko Sakaki. Y una amplia sonrisa dividió en dos su rostro flexible—. Y, entonces, entre las dos, volveremos a atrapar algo.
Se dieron la mano y se separaron.
Al volver a su casa, Mizuki metió dentro de un sobre marrón la vieja chapa donde ponía
MIZUKI ÔSAWA
y el brazalete con el nombre
MIZUKI (ÔSAWA) ANDÔ
grabado, cerró el sobre y lo guardó dentro de la caja de cartón del armario. Había recuperado su nombre. A partir de aquel momento, volvería a vivir con ese nombre. Las cosas quizá le irían bien. O tal vez no. Pero, en todo caso, ése era su nombre, el único que tenía.
HARUKI MURAKAMI,
(村上 春樹)
(Kioto, 1949) es el autor japonés más reconocido de la actualidad. Su obra, merecedora de numerosos premios, ha cautivo a millones de lectores en todo el mundo. Ha merecido premios como el Norma, el Tanizaki, el Yomiuri, el Franck O´Connor y el Franz Kafka.
[1]
Elegante barrio de Tokio famoso por sus restaurantes, bares y discotecas.
(N. de la T.)
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[2]
Torre de acero de 333 metros de altura. Desde 1958 es la estructura metálica más alta del mundo (la Torre Eiffel de París tiene 320 metros).
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[3]
Mueble donde, en este caso, los niños dejan los zapatos tras quitárselos antes de entrar en la escuela.
(N. de la T.)
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[4]
Los japoneses suelen tomar el baño por la noche.
(N. de la T.)
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[5]
Nombre de un famoso equipo de béisbol de Tokio.
(N. de la T.)
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[6]
Especie de gramínea.
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[7]
Año 1950.
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[8]
Té de cebada tostada.
(N. de la T)
<<
[9]
Año 1943.
(N. de la T)
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[10]
Pescado largo y delgado de unos cuarenta y cinco centímetros de largo parecido al atún.
(N. de la T.)
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[11]
Bolas de arroz rellenas de diversos alimentos.
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[12]
Especie de tortilla.
(N. de la T.)
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[13]
Año 1946.
(N. de la T.)
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[14]
Año 1947.
(N. de la T.)
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[15]
Era que va del año 794 al 1185. De este periodo datan importantísimas obras literarias como, por ejemplo, Kokinwakashû o Genji Monogatari.
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[16]
Nombre con que popularmente se conoce al Kokinwakashû, una recopilación de poemas que se llevó a cabo alrededor del año 905.
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[17]
Pasta de judías azucarada.
(N. de la T.)
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[18]
Seis tatami equivalen a 9,9 metros cuadrados.
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[19]
Fideos chinos.
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[20]
Establecimiento donde se sirven fideos de trigo sarraceno, soba.
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[21]
En inglés en el original.
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[22]
En Japón, de desearlo el cliente, en las librerías ponen una cubierta de papel a los libros al adquirirlos. En ésta no figura el título del libro, obviamente, sino el nombre de la librería.
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[23]
Estas iniciales corresponden a United States Marine Corps.
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[24]
La secta budista Jôdo (Tierra Pura) surgió en el siglo
XII
.
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[25]
«Los designios de la piedra de sacudir al médico». Aquí hay un juego de palabras entre tres palabras que suenan igual:
ishi
(médico),
ishi
(piedra) y
ishi
(designio). Cada una de las palabras se escribe, sin embargo, con un carácter diferente.
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[26]
Tren bala.
(N. de la T.)
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