CONSEJOS PRÁCTICOS PARA HOMBRES PRÁCTICOS QUE AMAN A UNA MUJER
Cuando os preguntemos: «¿Qué tal me queda?», la respuesta correcta puede y debe ser algo así: «Oh, mi vida,
estás maravillosa…
a ver, déjame que te vea por detrás… increíble, estás increíble».
Si lo que nos hemos puesto os parece un horror siempre podéis añadir: «¿Sabes qué me muero por verte puesto?». Y ahí introducís la prenda que creéis que nos quedaría mejor que lo que llevamos puesto. Pero no se os ocurra descojonaros de lo que llevamos. Jamás. Nos arreglamos para vosotros, no nos hagáis sentir mal.
Y si tardamos tanto es porque lo hacemos con mimo. Las ultrafeministas alemanas tardan menos, pero no creo que queráis ir a cenar con una…
Cuando os preguntemos: «¿En qué piensas?», debéis tener una pequeña lista de respuestas preparadas. No puedo entender cómo tras más de dos mil años después de Cristo no lo habéis entendido… Os lo vamos a seguir preguntando. Nos interesa.
Listado de posibles respuestas
«Pienso en lo mucho que me gustaría estar ahora mismo contigo en una cabañita junto al mar, en las Seychelles… y en que nuestro vuelo sale en tres horas. No hagas maleta, compramos todo allí.» (Esto no falla. Te venerará de por vida, y sus amigas llorarán lágrimas de sangre de la envidia.)
«En que cada día te veo más guapa…», un clásico que no falla. Recomendada para esos momentos en los que, realmente, vuestro cerebro está recibiendo el riego sanguíneo justo. Deberíais ser capaces de decirla incluso en sueños, o si os despertáis de forma precipitada porque hay un incendio. En ese caso, quizá os pasemos por alto que cambiéis la respuesta por algo más útil, como: «En que tenemos que salir rápido de aquí y llamar a los bomberos». Pero si podéis, que no cuesta trabajo, decidle también lo de que cada día está más guapa.
«Pienso en lo bien que combinan tus apellidos con los míos.» Sí, estas cosas nos encantan, somos así de ñoñas… Haremos ver que no lo habíamos pensado mientras nuestro cerebro llora emocionado.
«Estaba acordándome de que ayer, viniendo a casa, vi que en aquella tienda que te encanta tenían el bolso del que te enamoraste… rebajado al 50 por ciento.» Esta es una respuesta de emergencia que hará que ella vuele hacia la calle antes incluso de que acabéis de pronunciar «por ciento». Os dará un par de horas para hacer lo que realmente estáis haciendo cada vez que os preguntamos «¿en qué piensas?»: pensar en nada. Y nosotras no os lo reprocharemos… porque, realmente…, necesitábamos un bolso más.
El
¡HOLA!
, sí. El
MARCA
, no. El
¡Hola!
amplía nuestra imaginación sobre cómo son las cosas y las vidas bonitas. Ver el apartamento de Tamara Falcó nos da ideas sobre cómo poner las cortinas (… también sobre qué animales están en extinción y alguna pista del por qué). Ver a Angelina y a Brad en compañía de sus seis hijos nos hace creer en la familia, mientras que el Marca os separa de nosotras. Leed el
Marca
en horarios libres de nosotras, por favor. Y sí, el baño vale.
Cuando os pongamos los pies helados en vuestro calen tito cuerpo no gritéis ni nos apartéis bruscamente, nos gusta calentarnos con vosotros, vosotros lo hacéis continuamente con nosotras… Es justo.
Si cuando nos preguntáis: «¿Qué te pasa?», contestamos:
«Nada…»,
es que, sin duda, nos pasa algo. Y ese algo tiene que ver con vosotros; de lo contrario os contaríamos qué es lo que nos pasa. Si volvéis a leerlo despacio lo entenderéis. Lo mejor es que no insistáis y que vayáis a buscar el bolso que habéis visto rebajado al 50 por ciento.
Por favor, si vais a hacer algo en casa, hacedlo con cara de ilusión. No nos vale que coloquéis el contenido del lavavajillas mientras juráis en hebreo entre dientes. Y si no sois capaces de programar la lavadora, aunque sacasteis con matrícula de honor aquella ingeniería aeroespacial, o habéis olvidado los pasos para hacer una tortilla de patatas… o tenéis serias dudas a la hora de separar la ropa blanca de la de color… para todo eso…
LLAMAD A VUESTRA SANTA MADRE.
Que para eso está.
Cuando le pedí a
Imanol Arias
que escribiese una receta para este libro se echó a reír y me dijo: «Sí, ¡quiero!». Palabras que dichas por él suenan fenomenal. Un «Sí, quiero» de Imanol no es cualquier cosa…
Imanol es un hombre de esos que impresionan al tenerlo delante, es seductor hasta el desmayo y él lo sabe, te mira fijamente como hacen los valientes y no hay manera de no sentirse atractiva a su lado. La presencia de Imanol te hace sentir mujer y bella. Es pura vida. Pura sonrisa. Un hombre al que le gusta ser hombre. Y eso se nota.
Si os atrevéis, preparadle un día a vuestra chica la siguiente receta y contadle que os la ha pasado Imanol…
MENÚ SENSORIAL
Por Imanol
Arias
Para empezar, sopa de tofú y verduras con tostas a la yema de huevo trufada.
Preparación: cocer un caldo de verduras clásico y mezclarlo al 50 por ciento con una sopa de tofú japonesa.
Antes de servir la sopa resultante, se colocan en el plato dos rebanadas pequeñas de pan tostado con pasas. Sobre cada una de las tostas se coloca una yema de huevo, sin la clara. A continuación, se añade medio tomate raf con tomate cassé, que es un tomate maduro pelado y picado a taquitos pequeños. Hay quien le quita las semillas antes de picarlos, eso va en gustos. Añadir la trufa cortada en lascas (cuatro o cinco, aproximadamente) sobre las yemas. Verter el caldo muy caliente sobre las yemas y la trufa.
Como segundo, sashimi de atún rojo de almadraba con condimento oriental trufado.
Preparación: cortar en finas lascas el atún, que viene congelado, por lo que utilizaremos un buen cuchillo para afinar en el corte. Se come acompañado con salsa de soja trufada con viruta de trufa y wasabi.
Recomiendo acompañar con champagne y aguas minerales.
Se me ocurre que otra de las cosas que a las mujeres y humanos en general nos gustan también son las escapadas sorpresa, ese momento en el que alejarnos de lo que nos rodea habitualmente para tener como escenario un decorado nuevo, algo así como que todo esté sin estrenar… así que deja que te presente a
Màxim Huerta,
al que yo llamo Máximo porque le define mucho mejor, es un hombre atractivo de esos que todas las madres quieren tener de yerno, es culto y divertido, y cuando digo divertido me refiero a uno de esos hombres con los que puedes coger un Elle y despellejar a todas y cada una de las modelos que aparecen, a un hombre con el que puedes improvisar una escapada a París, un hombre que sabe hablar de amor.
Cuando le pedí que fuera mi invitado en este libro no se lo pensó dos veces, comenzó a proponer temas con el entusiasmo del que sabe jugar con las palabras y le regalan un Scrabble… Y me regaló esto:
PICNIC ERÓTICO
Por Màxim
Huerta
A mí la semana se me estaba atragantando. La báscula se había vuelto loca y se empeñaba en marcar más de lo que peso. ¡Más! Decidí meterla bajo la cama arrastrándola con el pie y me volví al baño satisfecho de haber escondido a la miserable cortesana de los kilos. A mí me gusta que me mientan. Que me digan que estoy más guapo, que estoy más brillante, que estoy más delgado, que estoy más maduro, que estoy, en definitiva… mejor. La báscula sobraba en este episodio de mi vida.
Desayuné una tostada de pan con aceite de oliva, uno que tengo de Francesc Bargalló de oliva arbequina y que se obtiene de la primera extracción en frío. Así lo pone en la etiqueta. Uno que está buenísimo y que me hace creer que soy el rey de la dieta mediterránea. Tostada con aceite, café solo fuerte y un poco de jamón dulce enrollado como si fuera a fumármelo en alguna zona prohibida por la ley. Cuando me monté en el ascensor el espejo de cuerpo entero que hace compañía en la soledad de los cinco pisos me dijo que debía dar un paso más en mi relación.
Así fue: «Vamos, chico, adelante, vete a París de fin de semana. Improvisa un capítulo que te haga sentir vivo». Quinto piso. «¿Tú crees que debo irme ya de escapada? Apenas nos conocemos de cuatro fines de semana.» Cuarto piso. «Por supuesto, si no arriesgas… qué más te da jugar por una vez a películas francesas, haz una locura…» Tercer piso. «Sería bonito. Los dos. Plan romántico. Desayuno en el Café de Flore de Saint-Germain. Café en Hotel Costes. Comida en Le Bourgogne de Place des Vosges y cena a todo trapo en el Georges Pompidou.» Segundo piso. «No seas cursi, por el amor de Dios.» Primer piso. «¿Cadaqués?» Planta baja, se abre la puerta, me giro hacia el espejo y me susurra su voz: «Ya me dirás».
Me pasé la mañana imaginando el viaje a la Costa Brava. Es un lugar imposible y poco práctico porque no hay manera de llegar si no es con coche. Había que coger un avión hasta Barcelona y allí alquilar un vehículo hasta mi destino. Muchas horas de trayecto que me servirían, pensaba yo, para ir charlando, preguntando cosas, poniendo música, eligiendo temas de conversación y, sobre todo, callando. Cuando callas y compruebas que no estás incómodo es que la cosa va estupendamente bien. Voilà! Cadaqués.
Y, como diría Bibiana Fernández: «Yo no quiero amor propio, quiero amor ajeno». Así que me lancé con el siguiente sms: «Hola, ve haciendo la maleta, nos vamos este fin de semana fuera de Madrid». Le di a enviar y a cancelar al mismo tiempo. Ni un cariño, ni un beso, ni un te apetece, ni un muak. Nada. Era el peor sms que jamás he escrito. El sms menos romántico de la historia de las parejas españolas y animales. Catorce palabras gélidas sin un puto gesto tierno, afectuoso, cálido, apasionado, enamorado, simpático al menos. Era puro fax de recepcionista. Vamos, al leerlo en frío me pareció que enviaba a mi pareja a hacer maniobras en Beirut. Pero estaba enviado.
Bip, bip. Bandeja de entrada. 1 mensaje recibido.
«¡Perfecto! ¡Vámonos!» Una respuesta enérgica, feliz y con sus acentos y sus admiraciones y todo. Algo muy poco habitual últimamente. El amor te descoloca y los nervios te hacen actuar de la manera más atropellada posible. De hecho, si todo te sale muy ordenado es que no estás enamorado del todo. Esa es mi teoría. El desenfreno del enamoramiento perturba y desconcierta.
Más relajado y sin perder mi atropello habitual con las parejas, volví a mirar la pantalla del móvil y le di a la tecla de responder. «Qué bien. Te quiero.»
Ya sé que no está bien poner te quieros por el móvil, ya sé que es mucho mejor decirlo, que hay que ser menos trasnochado y vivir en el siglo
XXI
. Que los tequieros deben ser para una cena, un beso o un abrazo intenso a la salida del cine. Porque lo malo de poner un «te quiero» en sms es que te quedas mirando y esperando a que se encienda la pantalla del móvil con su bip, bip correspondiente y leas un «yo también». El riesgo es desesperante y la pantalla de mi iPhone no se encendía ni así la conectaran a la central eléctrica de Cofrentes.
En ese momento de silencio uno hace como que no le importa, como que no hace falta que respondan a todo, como que a lo mejor se le ha acabado la batería del móvil, que le falla la cobertura o que está currándose un sms de esos que van a hacer historia. Ni una cosa ni la otra. Aquello se quedó sin iluminar un sms respuesta. Menos mal que al llegar a casa me besó como si fuera a acabarse el mundo, porque si no… estaría de morros hasta la curva ciento diecisiete de Cadaqués.
Nos quedamos en casa de un amigo que tiene una masía preciosa pegada al mar y en la que he pasado más de una Nochevieja perdiendo la cabeza y el bañador; pero cada vez que vuelvo la casa parece distinta y Cadaqués se muestra diferente. Creo que es un lugar con magia en el que la vida va a otra velocidad, más pausada, más serena. La vida da una tregua cada vez que pones un pie en la terraza que hay frente al casino y te pides una cerveza, otra cerveza, una más… y se hace de noche frente a las barcas. Si en este momento de la lectura estáis empezando a escuchar el susurro de las caracolas y a sentir ese fresquito que siempre da en los atardeceres de los pueblos marineros… estamos ya conectados.
El mar de Cadaqués es una pequeña bahía salpicada de barquitos que emociona por su sencillez. No es una playa de tomar el sol y jugar a castillos, es una playa de nadar y quedarse en la orilla de la cala sobre una tela, armado de cosas para picar y vino con esa poca de luz que hace suave el alcohol y esa música que prepara al amor.
Lo sé, parezco Betty Missiego.
La cama la deshicimos en cuanto llegamos a la casa. Luego abrimos la ventana y dejamos que el aire entrara en el salón. A mí me apetecía bajar a la playa para pasear por la zona de los arcos, donde hay un barcito muy chulo en el que puedes tomarte un vino de media tarde. Pero ya que estaba la cama revuelta y las sábanas pedían guerra nos quedamos una hora más, dos, no recuerdo bien, en la cama revolviendo todo eso que se había quedado atascado en mi mensaje de móvil. Qué más da un te quiero en algunos momentos de pasión y fogosidad mediterránea. La batería del móvil estaba cargada. Y yo también.
La cena no la preparé yo. Elegimos bien. Bueno, dejé que eligiera porque cuando sales te gusta que pidan por ti. Yo me encargué del vino, que para eso he nacido en Utiel y tengo las viñas pegadas a la retina.
Cocina mediterránea cien por cien de l’Empordà. Una ensalada de tomate. Una fritura de pescado del día, sabroso como entrante… Y como plato, un rape con unas patatas y una salsa ligera que no recuerdo muy bien de qué era. Y postre para compartir, un trozo de calabaza asada y un poco de flan de higos.