Simulacron 3 (14 page)

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Authors: Daniel F. Galouye

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Simulacron 3
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Sólo un proceso de inversión llevado a cabo rápidamente y con éxito, seria capaz de devolvernos a Chuck.

Hastson se revolvió y entreabrió los ojos, o mejor dicho los de Whitney.

Se alzó nervioso:

—¡No pueden mandarme allí otra vez!

Le cogí por los hombros y le contuve.

—Todo irá bien, Phil. Vamos a dejar el sistema de Unidad de Contacto. Lograremos reorientarle. Nunca sabrá que su mundo no es real.

—¡Oh, Dios! —gritó—. ¡Prefiero que no sea así! ¡No quiero saberlo! ¡Pero tampoco quiero saberlo!

Le obligué a que se tumbara de nuevo sobre el sillón. Pero se volvió a levantar.

—Aquí —gritó—. Estoy un paso más cerca de la verdadera realidad. ¡Tiene que dejarme continuar hasta que encuentre el mundo material!

—¿Qué quiere decir con eso? —le pregunté con ánimo de seguirle lo que casi me parecía una broma. Si no se le trataba con excesivo cuidado podría llegar a un estado totalmente irracional, hasta llegar a obligarnos a barrerle totalmente del simulador.

Se echó a reír de un modo histérico:

—Condenados imbéciles. Sois todavía peores que yo. Yo sé dónde está el fin y de qué se trata. ¡Pero vosotros no!

Le zarandeé gritando al mismo tiempo: —¡Déjese de tonterías, Hastson!

—No. ¡Ustedes son los que tienen que dejar de hacer tonterías! Ustedes son los que tienen que despertar de su complaciente sueño de realidad. Yo mentí. Hablé con Cau Non antes de que se le eliminara del sistema. Pero no le quise decir nada porque tenía miedo de que pudiera desmoralizarse totalmente y destruir su simulador.

Puse los cinco sentidos en acción:

—¿Qué fue lo que dijo Cau Non?

—¿Usted no sabe cómo averiguó que su mundo no era más que un mundo contrahecho, verdad? —Hastson se estaba riendo como si celebrara un triunfo fantástico—. Pues porque se lo dijo el doctor Fuller. No, no se lo dijo de modo directo.

Se limitó a dejarlo marcado en el subconsciente de Cau Non, de forma tal que estaba seguro de un modo u otro llegaría un día que lo encontraría. Pero tal información no murió con Non. Antes la aplicó a su propio mundo.

—¿De qué información está hablando? —pregunté excitado.


¡De que su mundo tampoco existe!
Que no es más que un complejo de fuerzas variables en un simulador... y ni más ni menos que un complejo de fuerzas variables, como reflejo de un proceso simuelectrónico mucho mayor.

Sollozó y rió al mismo tiempo y yo quedé paralizado. ¡Nada! ¡Nada! —farfulló—. ¡No somos nada!, ni usted ni yo. ¡No somos más que bazas y triunfos de la brujería electrónica! ¡Sombras simuelectrónicas!

Volvió a ponerse en pie de nuevo:

—¡No me envíe allí otra vez! Trabajemos juntos. Quizá consigamos llegar al fondo de la absoluta realidad. ¿No conseguí avanzar un paso, no?

Le volví a dejar fuera de combate una vez más. No porque no le pudiera controlar, sino por las abyectas burlas y estupideces que había dicho y que me habían puesto nervioso. Y entonces, mientras mis ojos miraban sin ver sobre la silueta de Chuck Whitney tendida sobre la alfombra, algo en mi interior me gritaba que era verdad.

Todo era tal como Hastson lo había presentado.

Yo, todo lo que me rodeaba, el aire que respiraba, todas y cada una de las moléculas de mi universo... no eran más que una realidad falseada. Un medio ambiente simulado, diseñado y regido por un mundo mucho mayor de existencia absoluta.

CAPÍTULO X

Aquellas apreciaciones hacían estremecer y desequilibrar hasta los más profundos cimientos de la razón. Cada persona y cada objeto, las paredes que me rodeaban, el suelo que pisaba, las estrellas que cubrían sin número el infinito... todo, todo aquello no eran más que maquinaciones y estratagemas ingeniosas. Un medio ambiente análogo. Una creación simuelectrónica. Un mundo de ilusiones intangibles. Un conjunto equilibrado de cargas electrónicas que saltaban incesantemente de ánodos a cátodos.

Casi temblando ante aquel súbito universo, hostil y horrible, contemplé sin experimentar sensación alguna, la escena en que los ayudante de Whitney se llevaban el cuerpo inconsciente de Hastson. Estuve presente, aunque paralizado por la emoción y la angustia, mientras procedían a la retransmutación completa, que por fin se llevó a cabo con éxito.

Volví a mi despacho cabizbajo, apesadumbrado, hundido ante tal cúmulo de sorprendentes ideas. Fuller y yo habíamos realizado una reacción subjetiva que nunca llegarían a saber que su universo material no era auténtico. Y que nuestro universo, todo él, era simplemente el producto simuelectrónico de un Mundo más elevado.

Éste era el descubrimiento básico al que había llegado Fuller. Y a consecuencia de ello, había sido eliminado. Pero habla dejado tras él el dibujo de la tortuga y Aquiles, y había hecho partícipe de su información a Lynch.

¡Y todo lo que había ocurrido hasta entonces había sido el resultado de una reprogramación para ocultar el descubrimiento de Fuller!

Ahora sí que comprendía el comportamiento de Jinx. Ella había averiguado la verdad de nuestra realidad gracias a las anotaciones de su padre, las cuales después destruyó. Pero se dio cuenta de que su esperanza de salvación residía en ocultar lo que sabia.

Y
Ellos
ayer descubrieron que ella estaba enterada. Y
Ellos
le hicieron desaparecer temporalmente. Y al hacerlo, activaron su circuito de actividad durante la noche, para proporcionarle una reorientación especial.

Por eso se había mostrado y comportado de un modo tan normal y tan natural al hablar conmigo por el vídeo aquella misma mañana.

Pero entonces, me pregunté, no sin desesperación, ¿por qué me habrían orientado ellos de forma que me instigaba a realizar averiguaciones acerca de la desaparición de Lynch?

Quise darme cuenta de la realidad, pero al mismo tiempo algo me decía que todo cuanto veían mis ojos era subjetivo, una simple ilusión simuelectrónica.

De todos modos, aún en el caso de que fuera un mundo material físico, dejaría al fin y al cabo de ser... nada. Billones de años luz que nos separaban de la estrella más alejada, dejando entre nosotros un mar casi vacío, no impedían que nuestro mundo quedara compuesto como se podía demostrar por un concienzudo análisis, por partículas subatómicas, que en consecuencia no eran más que cargas inmateriales.

¿Estaría este concepto tan próximo al descubierto por el doctor Fuller, según el cual la materia y el movimiento no eran más que reflejos de las cargas electrónicas en el simulador?

Me giré rápidamente al oír la puerta que se abría.

Collingsworth estaba bajo el dintel mirándome fijamente:

—Estuve observándote esta tarde a primera hora cuando rescataron a Chuck del
Simulacron-3

¿A primera hora de la tarde? Miré hacia el exterior. Estaba oscureciendo. Me había pasado varias horas dando vueltas y más vueltas a mis pensamientos encontrados.

Atravesó la habitación, y se detuvo con aire solícito ante mí.

—Doug, ¿has vuelto a tener problemas verdad?

Inconscientemente, asentí. Quizá la razón de mi asentimiento pudiera buscarla en que me hubiera gustado recibir el consuelo y aliento que me pudiera ofrecer, como había hecho en otra ocasión. Pero de pronto me detuve. ¡Dios santo, no se lo podía decir! Si lo hacía, quizá fuera él el próximo candidato a una desaparición o a un accidente.

—¡No! —respondí alzando la voz—. ¡Todo va muy bien! ¡Déjeme solo!

—De acuerdo lo intentaremos de otra manera —acercó una silla—. Cuando estuvimos hablando en mi estudio la otra noche, deduje que eras víctima de un complejo de culpabilidad, que tenias un grave pesar por el hecho de manejar unidades reaccionales, que se imaginan que son reales, que existen. A partir de entonces he pensado bastante en todo ello, y sobre todo en el alcance que podría tener aquel complejo.

La luz reflejaba sobre su cabellera blanca, dándole una apariencia sobria y benigna.

Y al final deduje, qué tipo de obsesión podría resultar, o quizá haya resultado, ya de tales circunstancias.

—¿Ah, sí? —alcé la vista, remotamente interesado.

La próxima sensación será para ti, que empezarás a creer que del mismo modo que manejas tus unidades ID, hay un simuelectronista más
grande
, en un mundo mucho mayor, que te maneja a ti... y a todos nosotros.

Me quedé terriblemente sorprendido:

—¡Pero usted lo sabe! ¿Cómo lo descubrió?

Pero se limitó a sonreír diciendo:

—Ahí está precisamente el quid, Doug, ¿cómo lo descubriste?

Aún a sabiendas de que el saber tales cosas podría poner en peligro a Avery también, le expliqué palabra por palabra lo que Hastson me había contado en mi despacho en la persona de Chuck Whitney. A alguien se lo tenía que decir.

Cuando terminé murmuró:

—Muy ingenioso. Nunca hubiera podido concebir un método mejor de autodecepción.

—¿Acaso me insinúa usted que Hastson no dijo que este mundo era una ilusión?

—¿Tienes acaso algún testigo que demuestre que sí que lo dijo? —hizo una pausa—. ¿No es muy extraño que el común denominador de todas tus experiencias es que ninguna de ellas se puede demostrar?

¿Por qué trataba de derribar cualquier estructura de razonamiento que yo erigiera?

¿Había tenido él también acceso al «descubrimiento básico» de Fuller? ¿Intentaba tal vez de mantenerme en la ignorancia para salvarme?

Pero lo que era digno de tener en cuenta es que si tanto él como Jinx habían llegado a poseer la fatal información, ¿por qué se había llevado a cabo una especie de purga en ella dejando que él continuara sin sufrir una reprogramación?

Dé pronto vi claro en la espesura: Collingsworth sabia de mis sospechas acerca de la verdad de nuestro mundo. Pero no las creía. Y de ahí nacía y se derivaba su aparente inmunidad.

Pero yo... yo no había rechazado aquel conocimiento que podía ser normal. Y sin embargo, allí estaba sentado... vivo, sin sufrir nueva reprogramación, ni nueva reorientación. ¿Por qué?

Collingsworth entrecruzó los dedos de las manos y quedó pensativo:

—Tus procesos de racionalización son lentos, Doug. En este mismo momento voy a añadir una particularidad más a tu estructura de obsesión pseudoparanoide.

Yo quedé sorprendido:

—¿De qué se trata?

—Recuerdo que querías racionalizar tus lapsus de memoria.

Pensé en las repetidas ocasiones en que me debatía ante el temor de llegar a perder el conocimiento:

—¿Y qué?

—Que creo que lo has conseguido.

Pensé en aquella cantidad de veces que me había debatido contra una casi pérdida del conocimiento:

—¿Y ahora qué?

Se encogió de hombros:

—Si yo me dejara arrastrar por el remo de tu fantasía, me atrevería a decir que los lapsus de conciencia eran los efectos de un mundo simuelectrónico, que intentaba lograr un acoplamiento. Un falso acoplamiento. Eso lo has visto en tu propio simulador. La unidad ID se da cuenta de que algo ocurre.

Me volví hacia él con gritos que hubieran podido parecer de triunfo:

—¡Eso es Avery! ¡Eso es exactamente! ¡Eso es lo que explica que no me hayan hecho desaparecer todavía!

Hizo una mueca que parecía expresar eso-yo-no-te-lo-he-dicho y pacientemente respondió:

—¿Sí, Doug? ¡Continúa!

—¡Pero si todo está muy claro! La última vez que estuve próximo a perder el conocimiento fue anoche. ¿Sabe qué es lo que estaba pensando en aquel momento? Pues estaba casi por completo convencido de que todo cuanto me había sucedido había sido una alucinación, como usted mismo me dijo.

Collingsworth asintió, aunque no sin añadir con cierto sarcasmo:

—¿Entonces el Gran Simuelectronicista se apercibió de que no tenía que preocuparse de ti por más tiempo, de no tener que volver a reprogamarte?

—Exactamente. Yo mismo me había reprogramado gracias a mi propio escepticismo.

—¿Y cuál es la siguiente deducción razonable en esta cadena de situaciones lógicas, Doug?

Me detuve a pensar por un momento, y luego añadí: —Que estaré a salvo hasta que él decida llevar a cabo una nueva exploración y verificación y constaten si es que he vuelto a mis anteriores convicciones.

Se dio una palmada en la pierna de un modo triunfal.

—Eso es. Y en tal caso deberías sospechar que eso es la parte todavía racional de Douglas Hall admitiendo que sería mejor mantenerse firme en sí mismo, antes de que las obsesiones se convirtieran en incontrolables.

—¡Yo sé lo que vi! —protesté—. ¡Yo sé lo que oí!

No disimuló su mal humor:

—Tomatelo como quieras. Es algo que no puedo evitar.

Me acerqué a la ventana y quise profundizar entre las sombras de la noche salpicadas de estrellas que ya nos eran familiares.

Y aquellas luces estaban a cientos de años luz en el espacio a billones y billones de kilómetros. Suponiendo que pudiera atravesar aquella dimensión del universo, ¿descubriría que toda la creación estaba comprimida en un edificio de Realidad Superior que era solamente, de unos doscientos pies de largo por cien de ancho, de acuerdo con las medidas correspondientes a aquel Mundo Más Alto?

Allí, la Osa Mayor. Si yo no viera más que a través de la ilusión, ¿no estaría en este momento no viendo otra cosa que un generador de función? ¿Y allá lejos en Cassiopesia? ¿O su vecina Andrómeda?

La mano de Collingsworth se posó suavemente sobre mi hombro.

—Puedes continuar luchando si quieres, Doug. Lo único que te queda por hacer es convencerte de los imposibles que son tus obsesiones.

Desde luego, tenía razón. No tenía más remedio que convencerme de que todo aquel recital de Phil Hastson, no habían sido más que imaginaciones mías, al igual que su insistencia en que mi propio mundo no era más que un falseamiento simuelectrónico.

—No lo puedo remediar, Avery —dije finalmente—. Todo concuerda demasiado bien.

—Hastson me lo dijo. Y esa era la información que Fuller había sabido ocultar tan bien en su simulador.

—Muy bien, hijo —dijo arqueando los hombros—. Si no te puedo convencer, te ayudaré terminando mis trabajos tan rápidamente como me sea posible.

Al ver que yo permanecía en silencio, continuó:

—No es muy difícil llegar a la conclusión de lo que vas a hacer ahora. Pero como a ti te va a costar tres o cuatro días decidirte por el próximo paso a dar, te voy a ahorrar tiempo. De momento darás a la analogía un nuevo impulso. Si esto es una creación simuelectrónica, entonces deberá haber alguien que posea un conocimiento total del asunto.

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