Simulacron 3 (7 page)

Read Simulacron 3 Online

Authors: Daniel F. Galouye

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Simulacron 3
10.09Mb size Format: txt, pdf, ePub

Dorothy interrumpió nuestra conversación en el intercomunicador.

—Míster Hall, míster Whitney está preparando una programación de un nuevo grupo de unidades de reacción. Quiere saber si puede ir usted allí.

Yendo hacia el departamento de funciones generativas, me encontré en el pasillo con Avery Collingsworth.

—Acabo de darle a Whitney el visto bueno final sobre el estado psicológico de esas cuarenta y siete nuevas unidades ID me dijo—. Aquí tienes un esquema, por si quieres verificarlas.

Le dije que no merecía la pena: —No será necesario. Nunca he puesto en duda sus apreciaciones.

—Alguna vez me podría equivocar —sonrió.

—Estoy seguro de que no. Quedó dudando un momento, y yo traté de marcharme sin darle tiempo a pensar si me habría recobrado de lo ocurrido en el fumadero. Me cogió por el brazo amablemente:

—¿Te encuentras ya bien?

—Desde luego —dije forzando una sonrisa—. De lo de anoche en Limpy's..., creo que bebí mucho mientras le esperaba.

Hizo una mueca de agrado y continuó su marcha por el pasillo.

Antes de llegar al departamento de Whitney, quedé envarado, totalmente erguido, y fui a dar contra el muro. Allí estaba de nuevo... el zumbido de un mar embravecido estallando en mis oídos, latidos arrítmicos en mis sienes... Pero hice cuanto pude para no perder el conocimiento. Por fin los muros, parecieron recobrar su verticalidad, y me quedé inmóvil y asustado. Miré hacia ambos lados del pasillo por si alguien me había visto, y continué mi marcha hacia la sala de funciones generativas.

Chuck Whitney, me recibió con alegría:

¡Las cuarenta y siete unidades ID se han integrado de maravilla! —exclamó.

¿Se integraron con facilidad?

—Sin el menor atisbo de duda o vacilación. Simulador de población común: nueve mil ciento treinta y seis.

Tomamos el ascensor para ir a una de las naves ID del segundo piso. Me acerqué al reducto de unidades más próximo. Al mirar hacia la parte que contenía las recién añadidas entidades, me detuve, un tanto impresionado.

Contemplé las miríadas de luces de función positiva, que refulgían sobre dos de los paneles. Sus bombillas correspondientes parecían encenderse y apagarse en perfecta armonía. Y me fijé en un par de unidades de reacción en análogo contacto. Quizá fueran, un hombre y una mujer. Habían nacido codo a codo. Y tal vez estarían pensando en la estructura de realidad que nosotros les habíamos dado.

Ahora comprendía, sin lugar a dudas, por qué Fuller se refería siempre a aquellos caracteres de su generador en los términos de «mi gentecita».

Chuck interrumpió mis pensamientos:

—Puedo mostrarle otros circuitos de distintas características —sugirió—, si quiere proseguir la verificación.

Desde uno de los altavoces de la pared, llegó hasta nosotros la voz de Dorothy Ford:

—Míster Hall, está aquí el capitán de Policía Farnstock que quiere verle. Le está esperando en la sala de funciones.

Tomamos el ascensor de bajada, y Farnstock, mostrando sus credenciales se acercó hacia nosotros:

—¿Hall? —preguntó mirando a Whitney.

—No —corrigió Chuck—. Yo soy Whitney. Éste es Hall.

Quedé sorprendido, aunque sólo de momento, al ver que no me había reconocido. Al fin y al cabo, el teniente McBain, una hora antes, ¿no había actuado como si nunca hubiera oído hablar de mí?

Chuk salió de la habitación y el capitán dijo:

—Quería hacerle unas cuantas preguntas acerca de la muerte del doctor Fuller.

—¿Por qué? —respondí sorprendido—. El médico forense dijo que había sido un accidente, ¿no es eso?

El capitán se mostraba impasible.

—No solemos conformarnos con eso. Le seré sincero, míster Hall. Está dentro de lo posible que lo que le ocurrió a Fuller, no fuera un accidente. Y ya sé que usted tenía unos días de descanso por aquellas fechas.

Empecé a pensar. No porque estaba siendo interrogado por la policía, acerca de un caso que hasta entonces no habían mostrado ningún interés, iba yo a ser un asesino.

Más bien pensé que quizás algunas de las pruebas, empezaban a revelarse ahora como sospechosas, y todo comenzaba a salir a la luz de un modo insospechado.

Fuller estaba muerto; Lynch, desaparecido; desaparecido y olvidado. Y todo a causa de cierta información «básica» de la que estaba yo tratando de saber el máximo posible. Y entretanto, casi me habían matado a mí. Y ahora esto... una repentina investigación por parte de la policía. ¿No era todo aquello una primorosa maniobra para quitarme de enmedio? ¿Pero cómo? ¿Y quién era el responsable de todo ello?

—¿Y bien? —intervino nuevamente Farnstock.

—Pues ya se lo dije. Estuve en la cabaña que tengo cerca del lago.

—¿Qué quiere decir con eso de que ya me lo dijo?

—Nada, nada. Estuve en mi cabaña.

—¿Y había alguien con usted?

—No.

—Entonces no tiene usted ningún medio de probar que se hallaba lejos de aquí cuando el doctor Fuller murió. O de que no se movió de la cabaña.

—¿Y por qué tengo yo que demostrar nada? Fuller era mi mejor amigo. Él sonrió de un modo un tanto burlesco:

—¿Como un padre?

Miró a su alrededor como si quisiera alcanzar con la vista todo el edificio, y no solamente la sala de funciones generativas:

—¿Le va bien a usted aquí, eh? Director técnico. Un buen cargo, en una de las mejores empresas del siglo veintiuno.

Tratando de hablar con el mayor sosiego dije: —Hay un almacén de aprovisionamientos a media milla de la cabaña, donde yo compraba las cosas que necesitaba, casi todos los días. El registro de ventas le demostrará cuándo y cuántas veces hubo que hacer un cargo a mi cuenta particular.

—Ya lo veremos —respondió—. Entretanto no se aleje mucho de los lugares donde sabemos que podemos ir a buscarle.

CAPITULO V

Pasaron un par de días antes de que yo pudiera efectuar una nueva investigación en el
Simulacron-3
. Aparte de estar inundado de trabajo, tenía que tranquilizar a Siskin, que me pedía constantemente los planos preliminares para convertir el complejo simuelectrónico en una base de orientación política.

Entretanto, no podía apartar de mi mente, la renovada investigación policial. ¿Iba aquello por cauces normales? ¿O era Siskin el que movía las cuerdas de aquel embrollo, para demostrarme lo que me podría ocurrir si no decidía seguirle los pasos a él y su partido?

En una ocasión, aprovechando una conversación videofónica con Siskin, hice alusión al asunto de la visita del capitán Farnstock. Y comprendí que mis sospechas no iban muy descaminadas, al ver la escasa sorpresa que le causó, el repentino interés de la policía por la muerte de Fuller.

Para hacerme ver que saldría ganando si me quedaba de su parte se limitó a decir:

—Si cree que le molestan demasiado, dígamelo. Decidí entonces probarle por otro lado:

—No creo que nos deba molestar que la policía insista sobre ello. Al fin y al cabo, Lynch, dejó bien aclarado que la muerte de Fuller no había sido accidental.

—¿Lynch? ¿Lynch? Insistí de un modo ambiguo:

—Morton Lynch. El hombre que desapareció en su reunión.

—¿Lynch? ¿Que desapareció? ¿De qué está usted hablando, hijo?

Su reacción fue sincera. Y ello me sugirió que Siskin, como todo el mundo, excepto yo, había olvidado por completo a un hombre que había desaparecido en su jardín. De lo contrario era un excelente actor.

—Lynch —mentí— era un tipo que no hacía más que importunarme, haciéndome ver la conveniencia de liquidar a Fuller, para así poder ocupar su puesto.

Cuando por fin encontré un momento libre, para llevar a cabo la verificación que me había sugerido Whitney, me sorprendió descubrir en mí mismo que me iba a someter a aquella experiencia con más ganas de las que, desde un punto de vista técnico hubiera tenido que tener.

Chuck me acompañó a la sala de pruebas, y me condujo al sillón de reposo, especialmente concebido para tales demostraciones, más próximo.

—¿Qué tipo de visión desea tener? —me preguntó— ¿un circuito de vigilancia?

—No, algo más simple.

—¿Alguna unidad ID en particular?

—Escójala usted mismo. Evidentemente ya había pensado en ello:

—¿Qué le parece Thompson... IDU-7412?

—De acuerdo. ¿Cuál es su ramo?

—Pilota un carromato. Precisamente lo cogeremos ahora trabajando. ¿Dispuesto?

—Adelante.

Puso el casco de transmisión sobre mi cabeza, y luego bromeó:

—Ahora está en mis manos. Como me cause el menor problema le meto una buena descarga.

No me reí. Fuller había teorizado que el traspaso de un modulador podría ser rechazado y transmitido recíprocamente. Mientras un observador ego, se situaba temporalmente dentro de una unidad ID, esta última podía impresionarse y apoderarse del cerebro del observador en un instantáneo y violento cambio de fuerzas.

Eso no quería decir que la transmisión recíproca, no pudiera hacerse volver más tarde a su situación normal. Pero si entre tanto le ocurriera algo a la
imagen
de la unidad ID, teóricamente el observador quedaría atrapado entre tinieblas.

Haciendo todos los posibles por relajarme sobre el sillón de cuero, vi a Chuck que iba hacia el panel de transmisión, que realizaba los últimos preparativos, y que se dirigía hacia el botón de activación.

Hube un estremecimiento breve pero agudo que se reflejó en todos mis sentidos, una luz kaleidoscópica, una discordancia de sonidos, una afluencia instantánea de sabores, olores, y hasta de sensaciones táctiles.

De pronto me hallé en el otro lado. Y hubo en mí unos instantes de confusión y temor, mientras mi proceso conceptual se ajustaba a las facultades perceptivas de D. Thompson IDU-7412.

Estaba yo sentado ante los mandos de un carromato aéreo, contemplando la ciudad que se abría a mis pies. Me daba cuenta hasta del jadear de mí (el de Thompson) pecho, y el calor de los rayos del sol que entraban por la cabina.

Pero todo ello era una asociación pasiva. Yo podía solamente mirar, escuchar y sentir.

Pero no tenía autoridad motriz. Ni había tampoco ningún medio de que mi unidad subjetiva se percatase del acoplamiento de que era objeto.

Descendí hasta lo más profundo de sus pensamientos, y me encontré con lo que en aquellos instantes expresaba su consciente:

Me fastidiaba que me trataran como a un simple objeto de inventario. Pero, ¡qué demonios! a mí (IDU-7412), me importaba un comino. Podía ganar casi el doble en cualquier otra firma de transportes.

Complacido, por el perfecto acoplamiento realizado, yo (Douglas Hall) me evadí de mí mismo para situarme en otra posición perceptiva, y vi, a través de los ojos de Thompson, en el momento en que contemplaba al hombre que estaba sentado en el otro asiento.

Y, me pregunté a mí mismo, si su ayudante sería una unidad ID, o simplemente uno de los tipos «de sostén». De estos últimos habíamos conseguido crear cientos de miles, para que nos provocaran la verdadera sensación de un medio ambiente simulado.

Esperé con impaciencia a que Chuck, me sometiera a la prueba del estímulo. Aquel día, quería salir temprano de la oficina, puesto que había quedado citado con Jinx en su casa para cenar, y echar una ojeada a los papeles del doctor Fuller.

Por fin, llegó el estímulo. Thompson había estado mirándolo durante unos buenos diez segundos, antes de que yo me diera cuenta de la finalidad perseguida.

En el tejado de uno de los grandes edificios que se abrían a nuestros pies, había un enorme tablero horizontal, que se encendía y apagaba constantemente:

SCOTCH SOROPMAN

PERFECTAMENTE ELABORADO... SUAVE

¿SABE USTED DE ALGÚN PRODUCTO

DE DESTILACION MEJOR QUE ESTE?

Era un medio de conseguir que nuestras unidades subjetivas expresaran su opinión.

Thompson, que había estado sujeto al equivalente simuelectrónico del Scotch Soropman, durante un lapsus de tiempo que a él le pareció de años, reaccionó de un modo reflexivo:

¡Maldito veneno! pensé (IDU-7412). No sería demasiado malo, si tuviera edad suficiente como para tener solera. Pero... Scotch, ¿en una botella en forma de pelota?

En el mismo momento, la reacción de miles de entidades ID, idéntica a la experimentada por Thompson, estaba siendo analizada y comprobada. Con el simple cambio de posición de un conmutador, se podrían obtener resultados comparativos extraordinarios, referentes a la edad, el sexo, la ocupación, y hasta la afiliación política.

En el transcurso de unos segundos, el simulador del medio ambiente de Fuller, había llevado a efecto lo que de otro modo hubiera costado largos meses de esfuerzos a todo un ejército de monitores de reacción. Lo que ocurrió a continuación, me cogió totalmente desprevenido, y fue una suerte que el acoplamiento efectuado fuese solo en un sentido, es decir, de mi cerebro al de Thompson. De no haber sido así, Thompson, se hubiera dado cuenta de que no estaba solo en sus pensamientos.

Un terrible relámpago pareció cubrir el cielo. Tres enormes bolas de fuego, parecía que iban a caer sobre nuestras cabezas. Empezaron a aparecer nubes por todas partes, hasta que casi ocultaron por completo la luz del día, y desataron un verdadero torrente de granizo. Súbitamente, un cúmulo de llamas, se apoderó de dos edificios.

Perplejo, rechacé la posibilidad de que Chuck se estuviera entreteniendo, o jugueteando en aquellas circunstancias.

Aunque una cosa similar podía ser llevada a efecto, hasta incluso sin un gran esfuerzo, por las unidades ID, bajo la apariencia de «un aborto de la naturaleza», Whitney no se hubiera atrevido nunca a arriesgarse a distorsionar el equilibrio de nuestra delicada balanza.

No cabía más que otra posibilidad: ¡Que algo no hubiera funcionado bien en nuestro complejo simuelectrónico! Una avería, algún aparato que no funcionara bien, un desequilibrio inesperado en el proceso generador, o cualquier otra cosa de entre las mil que constituían el sistema de racionalización automática. Algo había ocurrido en el circuito, y Chuck no me había hecho volver a mi yo, porque el retroceso de un acoplamiento de inspección tenía que ser voluntario, o bien debía efectuarse en un intervalo de la programación. De no ser así, se podían perder una cantidad ingente de sujetos
ego
.

Vi como los ojos de Thompson se abrían de par en par, y noté su enorme preocupación junto con su reacción de perplejidad al leer el mensaje que emitían intermitentemente las luces de neón:

Other books

Soulstone by Katie Salidas
The Eye of the Hunter by Frank Bonham
Darkest Fire by Tawny Taylor
4-Bound By Danger by SE Jakes
Death in the Haight by Ronald Tierney
Ice Storm by Anne Stuart
A Connoisseur of Beauty by Coleridge, Daphne
See Me by Pauline Allan