Taiko (160 page)

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Authors: Eiji Yoshikawa

BOOK: Taiko
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Frecuentaba una serie de lugares (la mansión de un noble cortesano, reuniones, inspecciones), y recientemente se había dirigido en varias ocasiones hacia la zona norte de Kyoto. Era allí donde había ordenado que comenzara un enorme proyecto de construcción. Dentro de los terrenos del templo Daitoku, había empezado a levantar otro templo, el Sokenin.

—Debe estar terminado el séptimo día del décimo mes. Terminad de limpiar la zona el octavo día y completad los preparativos para todas las ceremonias el noveno. No debe quedar nada pendiente por hacer el décimo día.

Dio estas órdenes con mucha firmeza a Hikoemon y a su cuñado, Hidenaga. Fuera cual fuese el proyecto de construcción emprendido por Hideyoshi, no cambiaría la fecha límite.

El servicio fúnebre tuvo lugar en un santuario iluminado por lámparas que medía ciento ochenta y cuatro varas de anchura. El dosel de brillantes colores centelleaba, los millares de faroles parecían estrellas y el humo del incienso se deslizaba entre los estandartes ondeantes, creando nubes purpúreas sobre las cabezas de los asistentes.

Sólo entre los sacerdotes, asistieron venerables sabios de los cinco templos Zen principales, así como sacerdotes de las ocho sectas budistas. Los coetáneos que contemplaron la ceremonia la describieron como si los quinientos
arhats
y los tres mil discípulos del Buda estuvieran reunidos ante sus ojos.

Tras las ceremonias de lectura de sutras y diseminación de flores delante del Buda, los abades de los templos Zen presentaron sus respetos. Finalmente el abad Soken recitó la
gatha
de despedida y gritó: «
Kwatz!
» con todas sus fuerzas. Por un instante se hizo un silencio absoluto. Luego, cuando sonó de nuevo la música solemne, cayeron las flores de loto y, uno tras otro, los participantes ofrecieron incienso en el altar.

Sin embargo, cerca de la mitad de los familiares de Oda que indudablemente deberían haber asistido no se presentaron. Samboshi no había aparecido, como tampoco Nobutaka, Katsuie o Takigawa.

Pero quizá lo más insondable de todo eran las intenciones de Tokugawa Ieyasu, el cual, tras el incidente en el templo Honno, se encontraba en una posición extraordinaria. Nadie era capaz de juzgar cuáles eran sus pensamientos o cómo sus fríos ojos contemplaban los acontecimientos presentes.

LIBRO NUEVE

DÉCIMO AÑO DE TENSHO

1582

INVIERNO

Personajes y lugares

Fuwa Hikozo
, servidor de alto rango de Shibata

Kanamori Gorohachi
, servidor de alto rango de Shibata Katsuie

Sassa Narimasa
, servidor de alto rango de Oda y aliado de Shibata Katsuie

Sakuma Yasumasa
, hermano de Genba

Menju Shosuke
, paje de Shibata Katsuie

Yamaji Shogen
, servidor de Shibata Katsutoyo

Maeda Toshinaga
, hijo de Inuchiyo

Echizen
, provincia del clan Shibata

Kitanosho
, castillo principal del clan Shibata

Fuchu
, castillo de Maeda Toshinaga

Ise
, provincia de Oda Nobuo

Las nieves de Echizen

Nevaba día y noche en la fría Echizen, sin dejar resquicio alguno a través del cual uno pudiera liberar su corazón. Pero aquel año, tras los muros del castillo de Kitanosho, hacía más calor que de costumbre. Esta circunstancia insólita se debía a la presencia de la señora Oichi y sus tres hijas. Pocas veces se veía a la dama, pero las hijas no soportaban el encierro en sus aposentos. La mayor, Chacha, tenía quince años, la mediana once y la más pequeña sólo nueve. Para ellas incluso la caída de las hojas era causa de asombro, y sus risas resonaban por los corredores de la ciudadela.

Sus voces atraían a Katsuie a los aposentos femeninos, donde confiaba en olvidar sus muchas preocupaciones entre las alegres risas, pero cada vez que él se presentaba los semblantes de las niñas se oscurecían y ni reían ni sonreían. Incluso la señora Oichi se mostraba solemne y callada, bella y fría.

—Pasad, mi señor, por favor —le decía, invitándole a sentarse junto al pequeño brasero de hierro colado.

Incluso después de su matrimonio, se hablaban entre ellos con la formalidad de un servidor que se dirige a un miembro de la familia de su señor.

—Vuestra soledad debe de ser mayor al ver la nieve y sentir el frío de este lugar por primera vez, mi señora —le dijo Katsuie, solidarizándose con ella.

—No tanto, mi señor, no tanto —replicó Oichi, pero era evidente que anhelaba un clima más cálido—. ¿Cuándo empiezan a fundirse las nieves de Echizen?

—Esto no es Gifu o Kiyosu. Cuando allí florecen las flores de colza y empiezan a caer las de cerezo, estas montañas siguen cubiertas de nieve en fusión.

—¿Y hasta entonces?

—Es así a diario.

—¿Queréis decir que nunca se funde?

—¡Hay demasiada nieve acumulada! —respondió Katsuie bruscamente.

Al recordar el largo tiempo en que la nieve cubriría Echizen, su corazón se llenaba de pesar. Y así era incapaz de pasar siquiera un momento de ocio con su familia.

Katsuie regresó a la ciudadela con tanta celeridad como la había abandonado. Acompañado por sus pajes, caminó a grandes zancadas a lo largo del corredor cubierto por un tejado a través del cual soplaba el viento cargado de nieve. En cuanto se hubo marchado, las tres niñas salieron a la terraza para cantar canciones, no de Echizen sino de su Owari natal.

Katsuie no miró atrás. Antes de entrar en la ciudadela principal, ordenó a uno de sus pajes:

—Diles a Gozaemon y Gohei que vayan a mi habitación en seguida.

Ambos hombres eran servidores importantes del clan Shibata, veteranos en los que Katsuie confiaba.

—¿Has enviado un mensajero a Maeda Inuchiyo? —preguntó Katsuie a Gozaemon.

—Sí, mi señor, partió hace poco —replicó el hombre—. ¿Queríais añadir algo al mensaje, mi señor?

Katsuie asintió en silencio, sumido en sus pensamientos. La noche anterior un consejo de todo el clan había discutido un asunto importante que se resumía en una sola palabra: Hideyoshi, y su decisión no había sido pasiva. Takigawa Kazumasu conseguiría la adhesión de Ise. Nobutaka persuadiría a Gamo Ujisato para que se uniera a ellos y solicitara la ayuda de Niwa Nagahide. El mismo Katsuie escribiría a Tokugawa Ieyasu para sondear sus intenciones, y ya había sido enviado un mensajero al viejo e intrigante shogun, Yoshiaki. Finalmente, confiaban en que, cuando llegara el momento, los Mori atacaran a Hideyoshi desde la retaguardia.

Ése era el plan, pero la actitud de Ieyasu no estaba nada clara. Y aunque era fácil tentar la inconstancia de Yoshiaki, las esperanzas de persuadir a los Mori para que se unieran a su causa parecían muy escasas. No sólo eso, sino que Gamo Ujisato, el hombre a quien debía atraer Nobutaka, ya era aliado de Hideyoshi, mientras que Niwa se mantenía discretamente en el centro, declarando que no podía tomar partido por ninguno de los antiguos servidores de su señor y que sólo defendería al heredero legítimo, el señor Samboshi.

Por entonces Hideyoshi estaba celebrando en Kyoto el magnífico servicio fúnebre en honor de Nobunaga, que había atraído la atención del país entero. La creciente fama de Hideyoshi hacía pensar al orgulloso Katsuie en si debía actuar y con qué rapidez, pero las montañas de Echizen respondían a sus planes con nieve. Planeaba grandes campañas, pero no podía mover a su ejército para librarlas.

Durante la conferencia había llegado una carta de Kazumasu en la que sugería a Katsuie que la mejor estrategia sería esperar hasta la primavera y completar su gran empresa en una sola campaña. Hasta entonces, decía Kazumasu, Katsuie tendría que hacer las paces con Hideyoshi. Katsuie reflexionó en este consejo y decidió que era la manera correcta de enfrentarse a la situación.

—Si queréis decir algo más al señor Inuchiyo, enviaré otro mensajero —repitió Gozaemon, al observar la expresión preocupada de Katsuie.

Katsuie confió sus dudas a aquellos hombres.

—En la conferencia accedí a enviar dos servidores de confianza junto con Inuchiyo para que negociaran la paz con Hideyoshi, pero ahora no sé...

—¿Qué queréis decir, mi señor? —le preguntó uno de los servidores.

—No sé qué pensar de Inuchiyo.

—¿Os preocupan sus habilidades como enviado?

—Conozco bien sus habilidades, pero cuando Hideyoshi era todavía un soldado de a pie, eran amigos íntimos.

—No creo que debáis preocuparos por eso.

—¿Estás seguro?

—Desde luego —afirmó Gozaemon—. Tanto la provincia de Inuchiyo en Noto como la de su hijo en Fuchu están rodeadas por vuestras tierras y los castillos de vuestros servidores. Así pues, no sólo está geográficamente aislada de Hideyoshi, sino que tendrá que dejar a su esposa e hijos como rehenes.

Gohei era de la misma opinión.

—Nunca ha habido ninguna discordia entre los dos, mi señor, y el señor Inuchiyo os ha servido fielmente en toda la larga campaña del norte. Hace muchos años, cuando era un joven samurai en Kiyosu, el señor Inuchiyo tenía una reputación de alocado, pero ya no es el mismo y ahora su nombre se asocia con integridad y honestidad, la gente reconoce en seguida la fe que tiene en él. Así pues, en vez de preocuparos, me pregunto si no es el hombre más apropiado que podríamos enviar.

Katsuie empezó a creer que tenían razón. Ahora podía reír, sabiendo que sus sospechas eran infundadas. Pero si por alguna razón el plan salía mal, toda la situación se volvería con rapidez contra Katsuie. Además, estaba inquieto porque su ejército no podría moverse hasta la primavera. El aislamiento de Nobutaka en Gifu y el de Takigawa en Ise le turbaban todavía más. En consecuencia, la misión del enviado era esencial para el éxito de su estrategia.

Pocos días después Inuchiyo llegó a Kitanosho. Aquel año cumpliría cuarenta y cuatro años, uno menos que Hideyoshi. Su larga experiencia en el campo de batalla le había atemperado, y a pesar de la pérdida de un ojo conservaba su aplomo y seguridad en sí mismo.

La recepción de que fue objeto por parte de Katsuie, excesivamente cálida, le hizo sonreír. La señora Oichi también estaba presente para saludarle, pero Inuchiyo le dijo con galantería:

—Debe de seros desagradable permanecer en esta fría habitación con un grupo de ásperos samurais, mi señora.

Ante la insistencia para que se retirase, la señora Oichi regresó a sus aposentos. Katsuie lo tomó por deferencia, pero Inuchiyo lo había hecho como un gesto de simpatía hacia Oichi, en quien veía a Nobunaga, el hermano muerto de la dama.

—Veo que respondéis a vuestra antigua reputación —le dijo Katsuie—. Tenía entendido que erais experto en esto.

—¿Os referís al sake?

—Me refiero a grandes cantidades de sake.

Inuchiyo se rió de buena gana. Su único ojo brillaba a la luz de las velas. Era todavía el hombre apuesto a quien Hideyoshi conociera en su juventud.

—Hideyoshi nunca ha sido muy bebedor —comentó Katsuie.

—Es cierto. En seguida se le enrojecía la cara.

—Pero recuerdo que, cuando erais jóvenes, a menudo los dos os pasabais la noche entera bebiendo juntos.

—Sí, el libertinaje nunca fatigaba a aquel joven Mono. Era un experto. En cuanto a mí, cuando bebía más de la cuenta me tendía a dormir en cualquier parte.

—Supongo que seguís siendo amigos íntimos.

—La verdad es que no. Nadie es menos digno de confianza que un antiguo compañero de bebida.

—¿De veras?

—Sin duda os acordáis, señor Katsuie, de aquellos días dedicados a comer, beber y cantar hasta el amanecer. Los amigos se rodeaban mutuamente los hombros con sus brazos y revelaban cosas de las que ni siquiera hablarían con sus propios hermanos. En tales momentos uno cree que esa persona es el mejor amigo que ha tenido jamás, pero luego ambos intervenís en el mundo real y tenéis un señor o una esposa e hijos. Al mirar atrás y examinar los sentimientos que teníais cuando estabais juntos en el cuartel, descubres que han cambiado mucho. La manera de ver el mundo, los ojos con los que miras a los demás... Has evolucionado, tu amigo no es el mismo y tú tampoco. Los amigos realmente fieles, puros y abnegados son los hombres que conocemos en medio de la adversidad.

—En ese caso, tenía una impresión errónea.

—¿Qué queréis decir, mi señor?

—Creía que vos y Hideyoshi teníais una relación más profunda, y estaba a punto de pediros que me hicierais un favor.

—Si vais a pedirme que luche con Hideyoshi, no alzaré mi lanza contra él, pero si vais a celebrar conversaciones de paz, me gustaría estar en la vanguardia. ¿O se trata de algo diferente?

Inuchiyo había dado en el clavo. Sin decir nada más, sonrió y alzó su taza.

¿Cómo se había filtrado el plan hasta llegar a sus oídos? En los ojos de Katsuie se revelaba su confusión. Pero tras reflexionar un momento, se dio cuenta de que él mismo había puesto a prueba a Inuchiyo sobre la cuestión de Hideyoshi desde el mismo principio.

Aunque viviera en las provincias, Inuchiyo no era la clase de hombre que vive en un rincón. Sabía ciertamente lo que sucedía en Kyoto y comprendía con claridad el problema existente entre Katsuie y Hideyoshi. Además, Inuchiyo había recibido la llamada urgente de Katsuie y acudido con presteza, a pesar de la nieve.

Al reflexionar en el asunto, Katsuie tenía que revisar su opinión de Inuchiyo a fin de saber cómo dominarlo. Inuchiyo era un hombre cuyo poder iría en aumento con los años. Al igual que Sassa Narimasa, estaba bajo el mando de Katsuie por orden de Nobunaga. Durante los cinco años de la campaña del norte, Katsuie había tratado a Inuchiyo como uno de sus propios servidores, e Inuchiyo había obedecido a Katsuie. Pero ahora que Nobunaga estaba muerto, Katsuie se preguntaba si la relación seguiría inmutable. Todo se reducía a que la autoridad de Katsuie había dependido de Nobunaga. Tras el fallecimiento de éste, Katsuie no era más que un general entre otros muchos.

—No tengo ningún deseo de luchar con Hideyoshi —dijo Katsuie riendo—, pero me temo que los rumores digan otra cosa.

Cuando un hombre madura, se vuelve experto en una manera de reír que corre un velo sobre sus verdaderos sentimientos. Katsuie siguió diciendo:

—Sé que parece extraño el despacho de un enviado a Hideyoshi cuando no estamos en guerra, pero he recibido varias cartas del señor Nobutaka y Takigawa instándome a enviar a alguien. Han pasado menos de seis meses desde la muerte del señor Nobunaga, y ya corren rumores de que sus servidores supervivientes están luchando entre ellos. Es un estado de cosas ignominioso. Además, no creo que debamos dar a los Uesugi, los Hojo y los Mori la oportunidad que están esperando.

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