Taiko (155 page)

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Authors: Eiji Yoshikawa

BOOK: Taiko
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—Humm, vamos a ver. Vuestras palabras pueden parecer lógicas por la fuerza de la argumentación, pero hay una gran diferencia entre hacernos cargo de un señor de dos años y respetar a un hombre que tiene la edad apropiada y capacidad militar. Recordad que los vasallos que quedamos debemos cargar con la responsabilidad tanto de la moral de la administración como de la política general futura. También los Mori y los Uesugi nos plantean una serie de dificultades. ¿Qué sucederá si tenemos un señor que es un niño? La obra de nuestro señor anterior podría detenerse a medio hacer, y si se queda como está, el dominio del clan Oda podría llegar a reducirse. No, si elegimos una actitud defensiva, nuestros enemigos por los cuatro costados creerán que ha llegado su oportunidad y nos invadirán. Entonces el país volverá a sumirse en el caos. No, creo que vuestra idea es peligrosa. ¿Qué pensáis todos vosotros?

Miró a su alrededor, y sus ojos buscaron partidarios entre los hombres allí sentados. No sólo ninguno le dio una respuesta clara, sino que de repente otros ojos se trabaron con los suyos.

—Katsuie.

Una voz le llamó por su nombre, con una fuerza opositora que era como una estocada en su costado.

—Sí, Nagahide, ¿qué quieres? —replicó Katsuie con disgusto, casi como una acción refleja.

—Llevo algún tiempo escuchando tus prudentes reflexiones, pero no puedo evitar sentirme persuadido por el argumento de Hideyoshi. Estoy realmente de acuerdo con lo que él dice.

Niwa era uno de los veteranos de mayor rango. Al romper el silencio y ponerse claramente al lado de Hideyoshi, Katsuie y todos los asistentes a la conferencia se sintieron agitados de repente.

—¿Por qué dices eso, Niwa?

Niwa conocía a Katsuie desde hacía muchos años, y le conocía bien. Así pues, le habló en tono suave.

—No te enojes, Katsuie —le dijo, mirándole con una expresión amable—. Al margen de lo que pueda decirse, ¿no era acaso Hideyoshi quien más satisfacía a nuestro señor? Y cuando el señor Nobunaga murió en el momento más inoportuno, fue Hideyoshi quien regresó del oeste para atacar al inmoral Mitsuhide.

El semblante de Katsuie no podía ocultar su desdicha, pero no estaba dispuesto a ceder, y su obstinación se manifestaba en su mismo físico.

Niwa Nagahide siguió diciendo:

—En esa época estabas ocupado en la campaña del norte.

Aunque las tropas a tus órdenes no hubieran estado dispuestas, pero hubieras espoleado a tus caballos hacia la capital en cuanto tuviste noticia de la muerte del señor Nobunaga, podrías haber aplastado sobre el terreno a los Akechi..., al fin y al cabo, tu categoría es muy superior a la de Hideyoshi. Pero, debido a tu negligencia, llegaste tarde, y eso fue ciertamente lamentable.

Ésta era una opinión compartida por todos los presentes, y las palabras de Niwa expresaban sus sentimientos más íntimos. Esa negligencia era el punto más débil de Katsuie. El hecho de haber llegado tarde y no haber participado en la batalla por su difunto señor no tenía ninguna excusa. Después de que Niwa lo sacara a la luz, dio su aprobación sin reservas a la propuesta de Hideyoshi, diciendo que era justa y apropiada.

Cuando Niwa terminó de hablar, la atmósfera en la gran sala había cambiado y ahora era sombría.

Como para ayudar a Katsuie en aquella crisis, Takigawa se apresuró a aprovechar la oportunidad para susurrarle algo al hombre que estaba a su lado, y pronto suspiros y voces bajas llenaron la sala.

Iba a ser difícil llegar a una resolución. Podría ser un momento decisivo para el clan Oda. Superficialmente, no había más que el sonido de las voces individuales, pero por debajo del murmullo existía una gran inquietud por el resultado de la confrontación entre Katsuie y Hideyoshi.

En medio de la atmósfera opresiva, entró un maestro de la ceremonia del té e informó discretamente a Katsuie de que era más de mediodía. Katsuie hizo un gesto de asentimiento y le ordenó que trajera algo con que enjugarse el sudor. Cuando uno de los ayudantes le dio un paño blanco y húmedo, lo cogió con su manaza y se enjugó el sudor del cuello.

En aquel momento, Hideyoshi se llevó la mano izquierda al costado. Haciendo una mueca, con las cejas juntas, se volvió a Katsuie y le dijo:

—Tendréis que disculparme un momento, señor Katsuie. Al parecer, sufro de indigestión repentina.

Se levantó de súbito y se retiró a varias habitaciones de distancia de la sala de conferencias.

—Me duele —se quejó, desconcertando a los hombres que le rodeaban.

Tendido en el suelo, su aspecto era el de un verdadero enfermo. Sin embargo, parecía dominarse a la perfección, pues colocó el cojín de cara a la fresca brisa que llegaba del jardín, dio la espalda a los demás y se aflojó él mismo el cuello del kimono empapado en sudor.

Pero el médico y los asistentes estaban alarmados. Sus servidores también acudieron inquietos, uno tras otro, para ver cómo estaba. Hideyoshi no miró a su alrededor. Seguía de espaldas a ellos, agitando una mano para que le dejaran en paz, como podría ahuyentar a una mosca.

—Es algo que me ocurre continuamente. Dejadme en paz y pronto estaré bien.

Los asistentes prepararon en seguida una decocción de olor dulzón que Hideyoshi se tomó de un solo trago. Entonces volvió a tenderse y pareció quedarse dormido, por lo que los asistentes y los samurais se retiraron a otra habitación.

La sala de conferencias estaba a cierta distancia y por ello Hideyoshi no sabía lo que había sucedido después de que se excusara. Sin embargo, se había marchado cuando los asistentes anunciaban el mediodía, por lo que su salida probablemente había dado a los generales la oportunidad de hacer un alto para comer.

Pasaron dos horas. Durante ese tiempo, el sol de la tarde del séptimo mes brilló implacable. El castillo estaba tan apacible como si no ocurriera nada.

Niwa entró en la habitación.

—¿Cómo os sentís, Hideyoshi? —le preguntó—. ¿Os ha pasado el dolor de estómago?

Hideyoshi se volvió hacia él y se irguió apoyándose en un codo, Al ver el rostro de Niwa, pareció volver rápidamente en sí y se enderezó.

—¡Disculpadme, os lo ruego!

—Katsuie me ha pedido que venga a buscaros.

—¿Y la conferencia?

—No se puede reanudar sin vos. Katsuie ha dicho que continuaremos cuando volváis.

—He dicho todo lo que tenía que decir.

—Tras descansar una hora en sus habitaciones, el estado de ánimo de los vasallos parece haber cambiado. Incluso Katsuie se lo ha pensado mejor.

—Vamos.

Hideyoshi se puso en pie. Niwa sonrió, pero Hideyoshi, completamente serio, salía ya de la estancia.

Katsuie le saludó mirándole directamente a los ojos, mientras los hombres reunidos parecían un tanto aliviados. La atmósfera de la sala de conferencias había cambiado. Katsuie declaró definitivamente que había cedido y aceptaba la proposición de Hideyoshi. Se había llegado al acuerdo de nombrar a Samboshi heredero de Nobunaga. Con la conciliación de Katsuie, las nubes de mal agüero desaparecieron en seguida de la sala de conferencias. Empezaba a alzarse un armonioso espíritu de paz.

—Todo el mundo ha acordado que el señor Samboshi debe ser considerado como el jefe del clan Oda, y yo no pongo objeciones —repitió Katsuie.

Al ver que su opinión había sido rechazada por todos, Katsuie se había apresurado a retirar sus observaciones anteriores, pero apenas había superado su decepción.

Sin embargo, todavía se aferraba a una esperanza, relacionada con el siguiente asunto a discutir en la conferencia: el destino del antiguo territorio de Akechi, o, en otras palabras, el problema de cómo se dividiría el dominio entre los servidores de Oda supervivientes.

Puesto que se trataba de un problema importante, que afectaba directamente a los intereses de todos los generales, era una dificultad, incluso todavía más que el problema de la sucesión, que nadie esperaba poder evitar.

—Este asunto deberá ser decidido por los vasallos veteranos.

Hideyoshi, que había obtenido la primera victoria, expresó así su modesta opinión, con lo cual suavizó en gran manera el ambiente de la conferencia.

—Bien, ¿qué opina nuestro principal vasallo veterano?

Niwa, Takigawa y los demás salvaron ahora al abrumado Katsuie del descrédito, dándole la posición central en la conferencia.

Sin embargo, era difícil pasar por alto la presencia de Hideyoshi, y finalmente le entregaron también el borrador de la propuesta. Al parecer, no podía concluirse sin preguntarle primero su opinión.

—Dadme un pincel —ordenó.

Mojó el pincel en la tinta, trazó una tosca línea sobre dos o tres cláusulas y escribió sus propias opiniones. Tras hacer esta revisión, devolvió el borrador.

Cuando Katsuie lo recibió y leyó, pareció disgustado. Reflexionó en silencio unos instantes. La cláusula que contenía sus esperanzas estaba aún humedecida por la tinta con que había sido tachada. Sin embargo, Hideyoshi también había tachado la sección que le concedía el castillo de Sakamoto, el cual había sustituido por la provincia de Tamba.

Al mostrar esa falta de egoísmo, proponía que Katsuie exhibiera la misma cualidad. Finalmente, una porción considerable del dominio de los Akechi fue asignada a Nobuo y Nobutaka, y el resto fue asignado a los hombres de acuerdo con sus méritos en la batalla de Yamazaki.

—Mañana habrá más asuntos a discutir —dijo Katsuie—, y tras esta larga conferencia con semejante calor, estoy seguro de que todos estáis cansados. Yo, desde luego, lo estoy. ¿Levantamos la sesión, señores?

Al final Katsuie se negó a responder con rapidez a las nuevas propuestas de Hideyoshi. No había ninguna objeción a ello. El sol de la tarde brillaba intensamente y el calor era cada vez más severo. La primera jornada había concluido.

Al día siguiente Katsuie presentó un compromiso a los servidores de alto rango. La noche anterior había reunido a sus propios servidores en sus aposentos y entre todos discutieron las modificaciones. Sin embargo, Hideyoshi también rechazó la nueva propuesta.

Aquel día, una vez más, la cláusula que contenía la distribución del territorio se interpuso entre los dos hombres, y la oposición entre ellos pareció intensificarse, pero la tendencia general apoyaba ya a Hideyoshi. Por mucho que Katsuie perseverase, al final se aceptaban las condiciones de Hideyoshi.

A mediodía hubo una pausa, y a la hora del carnero las decisiones fueron presentadas a todos los generales.

El territorio distribuido era la tierra confiscada a los Akechi así como el dominio personal de Nobunaga.

El primero en la lista para la división de las provincias de Oda era el señor Nobuo, el cual recibió toda la provincia de Owari, seguido por el señor Nobutaka, a quien dieron la de Mino. Una era la cuna del clan Oda; la otra, el segundo hogar de Nobunaga.

Sin embargo, había dos cláusulas que aumentaban considerablemente la propuesta original: Ikeda Shonyu recibía Osaka, Amagasaki y Hyogo, que valían ciento veinte mil fanegas. Niwa Nagahide recibía Wakasa y dos distritos de Omi, mientras que Hideyoshi recibía la provincia de Tamba.

La única concesión de Katsuie era el castillo de Hideyoshi en Nagahama, el cuello de botella estratégico en el camino que conducía desde la provincia natal de Katsuie, Echizen, a Kyoto. Katsuie había solicitado la provincia enérgicamente, y había confiado en otros tres o cuatro distritos, pero Hideyoshi había tachado todas las demás concesiones. La única condición de Hideyoshi era que Nagahama fuese concedido a Katsutoyo, hijo adoptivo de Katsuie.

La noche anterior, los servidores del clan Shibata rodearon a Katsuie y le pidieron que protestara por una distribución tan humillante. Incluso le alentaron para que rechazara las condiciones y se marchara, y Katsuie era de la misma opinión hasta que dio comienzo la segunda jornada de la conferencia. Sin embargo, cuando se enfrentó a los hombres sentados allí, resultó evidente que la tendencia general era no aceptar que sólo él fuese exigente.

—No sería correcto que me humillara, pero tampoco debo ser considerado un egoísta. De todos modos, la mayoría aprobará estos artículos, por lo que si me muestro reacio a ellos, las cosas podrían empeorar más adelante.

En vista de las opiniones de los asistentes a la conferencia, no podía hacer más que refrenarse.

«Si pudiera quitarle a Hideyoshi la zona estratégica de Nagahama...», pensaba. Al final, confió en llevar a cabo sus intenciones secretas otro día, y aceptó las condiciones tal como estaban.

En contraste con la vacilación de Katsuie, la actitud de Hideyoshi parecía ser despreocupada. Desde la época de la campaña en las provincias occidentales hasta la victoria de Yamazaki, Hideyoshi había tomado la iniciativa en las políticas militar y administrativa, y la gente pensaba naturalmente que esperaría recibir más que los otros. Pese a todo, lo único que recibió fue la provincia de Tamba. Cedió su dominio de Nagahama y entregó Sakamoto a Niwa, aunque todo el mundo habría considerado lógico que se lo quedase.

Y Sakamoto era la llave de Kyoto. ¿No quiso Sakamoto a propósito, confiando en que así indicaría que no deseaba en absoluto tomar las riendas del gobierno? ¿O simplemente sentía que debía dejar unos asuntos tan pequeños a las opiniones del grupo, porque caerían en manos de la persona adecuada? Nadie comprendía aún lo que guardaba en su corazón.

Advertencia nocturna

La conferencia acordó finalmente asignar trescientas mil fanegas a Samboshi, el heredero de Nobunaga, en la provincia de Omi. Los protectores del joven señor serían Hasegawa Tamba y Maeda Geni, pero les ayudaría Hideyoshi. Azuchi había sido destruido por las llamas, y hasta que se levantara un nuevo castillo, la residencia de Samboshi sería el castillo de Gifu.

Los dos tíos de Samboshi, Nobuo y Nobutaka, actuarían como sus tutores. Además de redactar estos artículos, la conferencia estableció la estructura de la administración. Katsuie, Hideyoshi, Niwa y Shonyu tendrían la responsabilidad de enviar generales a Kyoto como representantes de los Oda.

La aceptación de las proposiciones fue rápida. En una ceremonia final, se firmaron y juraron compromisos de lealtad ante el altar en honor de Nobunaga.

Era el tercer día del séptimo mes. La ceremonia que señalaba el primer aniversario de la muerte de Nobunaga debería haberse celebrado el día anterior. Si la conferencia se hubiera desarrollado sin tropiezos, la ceremonia podría haber tenido lugar el mismo día, pero debido a las reservas de Katsuie, había pasado la noche y el servicio fúnebre se había pospuesto hasta el día siguiente.

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