Authors: Eiji Yoshikawa
Shikanosuke observaba desde la torre vigía.
—Hace más de dos semanas que no llueve —dijo riendo—. Vamos a darles una ardiente recepción.
Dividió a sus soldados en dos grupos, que abandonaron el castillo por la noche. Uno de los grupos prendió fuego en la hierba seca, allí donde el viento soplaba en la dirección del enemigo. Rodeadas por las llamas que consumían los matorrales, las fuerzas de Ukita fueron completamente derrotadas.
La segunda unidad de Shikanosuke entró entonces en acción y avanzó para aniquilarlos. Nadie sabía con certeza el número de enemigos que perecieron en la matanza, pero su jefe, Makabe Harutsugu, y su hermano quedaron sin vida en el suelo.
—Supongo que ahora se desanimarán.
—No, seguirán viniendo.
Las fuerzas de Shikanosuke emprendieron el regreso a Kozuki, entonando cantos de victoria. Sin embargo, un mensajero del campamento principal en Himeji llegó con la orden de Hideyoshi de que abandonaran el castillo y se retirasen a Himeji. Como era de esperar, de las filas alzaron gritos de protesta, desde Amako Katsuhisa, el jefe del clan, hasta el último hombre. ¿Por qué tenían que abandonar un castillo por el que habían luchado con tanto denuedo y que se hallaba en una situación estratégica?
—Sin embargo, es la orden de nuestro comandante en jefe... —dijo Shikanosuke, obligado a consolar al señor Katsuhisa y sus tropas y regresar a Himeji.
Al volver se entrevistó de inmediato con Hideyoshi.
—Si puedo hablaros sin reserva, todos mis oficiales y soldados han recibido con incredulidad vuestra orden. Yo también comparto sus sentimientos.
—A fin de mantener el secreto, no le dije al mensajero el motivo de la retirada, pero os lo diré ahora. El castillo de Kozuki ha sido un buen cebo para atraer a los Ukita. Si lo abandonamos, no hay duda de que los Ukita volverán a aprovisionarlo con alimentos, armas y pólvora. Incluso es probable que refuercen la guarnición. ¡Y será entonces cuando intervengamos! —Hideyoshi se echó a reír. Bajando la voz hasta convertirla en un susurro, se inclinó adelante en el escabel de campaña y señaló con su abanico de guerra en la dirección de Bizen—. Es evidente que Ukita Naoie prevé que volveré a atacar de nuevo el castillo de Kozuki. Esta vez él mismo irá al frente de un gran ejército, y nosotros vamos a superarle en táctica. No os enfadéis, Shikanosuke.
El año llegaba a su final. Los informes de los exploradores eran tal como se había esperado: grandes cantidades de suministros ya estaban siendo transportadas por los Ukita al castillo de Kozuki. El mando del castillo había sido entregado a Ukita Kagetoshi, y en las murallas del castillo se habían apostado tropas de élite.
Hideyoshi rodeó el castillo y ordenó a Shikanosuke y su fuerza de diez mil hombres que se ocultaran en las proximidades del río Kumami.
Entretanto, Ukita Naoie, que había planeado un ataque en pinza contra las tropas de Hideyoshi, actuando de común acuerdo con la guarnición del castillo, se puso personalmente al frente del ejército desde Bizen.
El cebo estaba echado. Cuando Naoie atacó a Hideyoshi, Shikanosuke golpeó como un torbellino, despedazando a su ejército. Naoie escapó con vida por los pelos. Tras haberse ocupado de los Ukita, Shikanosuke se reunió con Hideyoshi para lanzar un ataque a gran escala contra el castillo.
Hideyoshi atacó el castillo con fuego. Fueron tantos los muertos abrasados que el lugar sería conocido por las generaciones posteriores como «el Valle del Infierno de Kozuki».
—Esta vez no os diré que abandonéis el castillo —dijo Hideyoshi a Amako Katsuhisa—. Protegedlo bien.
Cuando Hideyoshi terminó de limpiar Tajima y Harima, efectuó un regreso triunfal a Azuchi, donde estuvo menos de un mes antes de partir de nuevo al oeste, en el segundo mes del año.
Durante ese respiro, las provincias occidentales se apresuraron a prepararse para la guerra. Ukita Naoie envió un mensaje urgente a los Mori:
La situación es grave. Este asunto no implica solamente a la provincia de Harima. En la actualidad, Amako Katsuhisa y Yamanaka Shikanosuke ocupan el castillo de Kozuki con el apoyo de Hideyoshi. Ello tendrá graves repercusiones que el clan Mori no podrá pasar por alto. ¿Qué otra cosa puede ser esto sino un primer paso de los vengativos y vehementes Amako, que fueron destruidos por el clan Mori, hacia la recuperación de sus tierras perdidas? No deberíais manteneros al margen, sino enviar cuanto antes un gran ejército y aniquilarlos ahora. Nosotros, los Ukita, iremos en vanguardia y os recompensaremos por vuestros numerosos favores en el pasado.
Los generales en los que más confiaba Mori Terumoto eran los hijos de su abuelo, el gran Mori Motonari, conocidos como «los dos tíos de los Mori». Ambos habían heredado en buena medida las cualidades de Motonari. Kobayakawa Takakage era un hombre de amplios conocimientos, mientras que Kikkawa Motoharu tenía un gran dominio de sí mismo y poseía virtud y talento.
En vida, Motonari había aleccionado a sus hijos de la siguiente manera:
—En general, probablemente nadie causará tantos desastres al mundo como el hombre que aspira a gobernar la nación pero carece de la habilidad de gobernar. Cuando un hombre así, aprovechándose de los tiempos, intenta hacerse dueño del imperio, la destrucción será inevitable. Debéis reflexionar en vuestra propia condición y quedaros en las provincias occidentales. Bastará con que estéis resueltos a no quedar detrás de otros.
El consejo de Motonari siempre había sido respetado, y por ello los Mori carecían de la ambición que caracterizaba a los Oda, Uesugi, Takeda o Tokugawa. Así pues, aunque dieron refugio al shogun depuesto, Yoshiaki, se comunicaron con los monjes guerreros del Honganji e incluso entraron en alianza secreta con Uesugi Kenshin, su único motivo al obrar así fue la protección de las provincias occidentales. Ante los avances de Nobunaga, las fortalezas de las provincias bajo su control solamente se usaban como primera línea defensiva de su propio dominio.
Pero ahora el mismo occidente sufría un ataque violento. Una esquina de aquella línea defensiva ya se había desmoronado, demostrando que incluso las provincias occidentales eran incapaces de mantenerse fuera del torbellino de los tiempos.
—El ejército principal debería estar formado por las fuerzas combinadas de Terumoto y Takakage, y tendrían que atacar juntos Kozuki. Yo dirigiré a los soldados de Inaba, Hoki, Izumo e Iwami, me uniré por el camino con los soldados de Tamba y Tajima y, de un solo golpe, avanzaré sobre la capital, actuaré de común acuerdo con el Honganji y golpearé directamente el cuartel general de Nobunaga en Azuchi.
Esta audaz estrategia fue propuesta por Kikkawa Motoharu, pero ni Mori Terumoto ni Kobayakawa Takakage la aprobaron, argumentando que el plan era demasiado ambicioso. Decidieron atacar primero el castillo de Kozuki.
En el tercer mes, un ejército de Mori formado por treinta y cinco mil hombres marchó hacia el norte. Poco antes Hideyoshi había ido al castillo de Kakogawa en Harima, pero su ejército no contaba más de siete mil quinientos hombres. Aunque incluyera a sus aliados en Harima, sus tropas no podían compararse con las de Mori.
Hideyoshi mantenía una calma externa y afirmaba que, en caso necesario, llegarían refuerzos. Sin embargo, tanto sus tropas como los aliados estaban muy inquietos por la pequeñez de su número en comparación con el de Mori. La primera señal de descontento no tardó en llegar: Bessho Nagaharu, el señor del castillo de Miki y principal aliado de Nobunaga en el este de Harima, se pasó al enemigo. Bessho difundió falsos rumores sobre Hideyoshi para justificar su traición, al tiempo que invitaba a los Mori a su castillo.
Por esa época, Hideyoshi recibió la inesperada noticia de la muerte de Uesugi Kenshin de Echigo. Todo el mundo sabía que Kenshin era bebedor empedernido, y se suponía que podía haber sido víctima de una apoplejía. Pero algunos propusieron la teoría de que lo habían asesinado. Aquella noche Hideyoshi permaneció en el monte Shosha, con la mirada perdida en las estrellas, reflexionando en el carácter y la vida extraordinarios de Uesugi Kenshin.
El castillo de Miki tenía una serie de castillos filiales en Ogo, Hataya, Noguchi, Shikata y Kanki, y cada uno de ellos había seguido la iniciativa de Miki y desplegado la bandera de la rebelión. Sus jefes se mofaban de Hideyoshi y su pequeño ejército.
Entonces Kanbei sugirió a Hideyoshi una nueva estrategia.
—Podríamos vernos obligados a aplastar esos pequeños castillos uno tras otro, pero creo que tomar el castillo de Miki eliminando las pequeñas piedras que lo rodean es la estrategia más cómoda.
Hideyoshi tomó primero el castillo de Noguchi, obligó a Kanki y Takasago a la rendición e incendió sistemáticamente los pueblos vecinos. Había subyugado a medias al clan Bessho cuando le llegó una carta urgente de Shikanosuke desde el asediado castillo de Kozuki.
Un gran ejército de Mori ha rodeado el castillo. Nuestra situación es desesperada. Enviad refuerzos, por favor. Los soldados de Kobayakawa son más de veinte mil, mientras que Kikkawa está al frente de unos dieciséis mil hombres. Además, el ejército de Ukita Naoie se les ha unido con unos quince mil hombres, de modo que el total de la fuerza no puede ser inferior a cincuenta mil soldados. A fin de cortar las comunicaciones entre Kozuki y sus aliados, el ejército enemigo está abriendo una larga frontera en el valle y levantando estacadas y barreras. También disponen de unos setecientos barcos de guerra que navegan por los mares de Harima y Settsu, y parecen preparados para enviar refuerzos y suministros a tierra.
Era inevitable que este informe detuviera la trayectoria que estaba siguiendo Hideyoshi. Se trataba de un problema realmente grave y urgente, pero no fue una sorpresa completa, porque había considerado de antemano en sus planes la movilización de los Mori.
Hideyoshi tenía el ceño muy fruncido, una manifestación de sus sentimientos siempre que se encontraba en dificultades. Como había previsto la situación actual, ya había solicitado refuerzos a Nobunaga, pero aún no recibía noticias de la capital. No tenía la menor idea de si los refuerzos estaban ya en camino o si no llegarían.
El castillo de Kozuki, ahora defendido desesperadamente por Amako Katsuhisa y Shikanosuke, se encontraba en el lugar donde se unían las provincias de Bizen, Harima y Mimasaka. Aunque sólo era un pequeño castillo cerca de un pueblo de montaña, ocupaba una posición estratégica muy importante.
Para quien quisiera penetrar en la zona de Sanin, Kozuki era la primera barrera que debería controlar. Nada más natural que los Mori reflexionaran seriamente en ello, y a Hideyoshi le impresionó el astuto entendimiento que el enemigo tenía de la situación. Pero carecía de fuerzas suficientes para dividir a su ejército en dos.
Nobunaga no era tan estrecho de miras como para negarse a delegar tareas importantes en los hombres bajo su mando, pero la regla general era que todo debía estar en sus propias manos. El principio por el que se guiaba era que si alguien amenazaba con disputarle el control, esa persona no era en absoluto merecedora de confianza. Hideyoshi había aprendido bien esta lección, y aun cuando su señor le había dado la responsabilidad del comandante en jefe en la campaña, nunca tomaba por sí mismo las decisiones importantes.
Así pues, enviaba despachos con peticiones y siempre solicitaba el consejo de Nobunaga, aun cuando pudiera parecer que pedía a Azuchi instrucciones por cualquier bagatela. Enviaba a sus servidores como mensajeros para que efectuaran informes detallados de la situación, de modo que Nobunaga tuviera una comprensión clara de lo que estaba ocurriendo.
Tras haber tomado una decisión a su manera habitual, Nobunaga ordenó de inmediato los preparativos para su partida. Sin embargo, los demás generales le amonestaron a coro. Nobumori, Takigawa, Hachiya, Mitsuhide... todos eran de la misma opinión.
—Harima es un lugar con montañas y caminos difíciles, un campo de batalla sembrado de montañas y colinas. ¿No deberíais primero enviar refuerzos y esperar a ver lo que hace el enemigo?
Otro general continuó la argumentación.
—Y si la campaña de Su Señoría en el oeste se prolonga inesperadamente, el Honganji puede incomunicarnos con la retaguardia y amenazar a nuestros hombres por tierra y mar.
Estos argumentos persuadieron a Nobunaga, el cual pospuso su partida. Pero no hay que pasar por alto las emociones que los generales experimentaban hacia Hideyoshi cada vez que se convocaba un consejo de guerra. Sin decirlo así, parecían preguntar por qué Hideyoshi había sido nombrado comandante en jefe, dando a entender así que era una responsabilidad excesiva para él. Y mientras circulaban estas insinuaciones, había otra más en el fondo de todas ellas: si Nobunaga iba en persona, seguiría siendo Hideyoshi quien se llevara todo el mérito.
Al frente de unos refuerzos que sumaban aproximadamente veinte mil hombres, Nobumori, Takigawa, Niwa y Mitsuhide abandonaron la capital y llegaron a Harima a comienzos del quinto mes. Más adelante Nobunaga envió a su hijo, Nobutada, a reunirse con ellos.
Entretanto Hideyoshi, que había aumentado su ejército principal con el grupo avanzado de refuerzos al mando de Araki Murashige, trasladó la totalidad de sus fuerzas al monte Takakura, situado al este del castillo de Kozuki. Desde aquella altura examinó la posición de Kozuki y comprobó que sería difícil en extremo establecer contacto con los hombres atrapados dentro del castillo.
El curso principal y los afluentes del río Ichi fluían alrededor de la montaña en la que se alzaba el castillo. Además, éste se hallaba cerrado al noroeste y el sudoeste por los riscos inaccesibles de los montes Okami y Taihei. Sencillamente, no existía ninguna ruta abierta para aproximarse.
La única carretera estaba bloqueada por los Mori. Más allá, en cada río, valle y montaña aparecían las fortificaciones y banderas del enemigo. Un castillo con semejantes defensas naturales podía ser defendido, pero la misma naturaleza de su posición dificultaba en extremo el acceso de los refuerzos.
—No podemos hacer nada —se lamentó Hideyoshi.
Eso era tanto como confesar que, pese a su rango de general, no tenía la menor idea de estrategia.
Finalmente, cuando anocheció, ordenó a sus hombres que encendieran hogueras de gran tamaño. Pronto unas llamas enormes pudieron verse desde el monte Takakura hasta las inmediaciones del monte Mikazuki, alzándose por encima de las cimas y los valles. Durante el día colgaron innumerables banderas y estandartes entre los árboles del terreno más elevado, lo cual por lo menos mostraba al enemigo que el ejército de Hideyoshi estaba presente al tiempo que animaba a la pequeña fuerza del castillo. Así continuaron hasta el quinto mes, cuando llegaron veinte mil soldados de refuerzo a las órdenes de Nobumori, Niwa, Takigawa y Mitsuhide.