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—Aquí Rebelde Cero. Unos bizcos van hacia ti. Tengo dos contactos.

—Oh, más buenas noticias… Gracias, Cero. Bien, considérate en tu casa. —Corran estiró el cuello para ver dónde estaban Tycho y la lanzadera, pero no consiguió localizarlos—. Estoy totalmente desnudo, así que te rogaría que me los quitaras de encima.

—Imposible, Nueve. Sintoniza tus sensores en 354,3.

—¿Qué? —Corran frunció el ceño mientras veía cómo el TIE se iba aproximando—. Eh, te recuerdo que me he convertido en un hutt paralítico.

—Ya me lo has indicado, Nueve. Sintoniza tus sensores. Corran introdujo el código de frecuencia en el teclado que había debajo de su mano izquierda.

—Hecho, Cero.

—Buena cacería, Nueve.

La pantalla de puntería de Corran cobró vida de repente, y su monitor empezó a mostrarle datos de telemetría procedentes de la
Prohibido
. Más allá del diagrama, Corran vio cómo los TIE intentaban librarse de la lanzadera, pero Tycho consiguió mantener sus miras centradas en el primer interceptor a pesar de que estaba pilotando una nave más lenta y menos ágil.

La caja de puntería pasó al rojo y Corran canturreó una imitación de la nota de centrado de Silbador. Después apretó dos veces el gatillo de su palanca de control, enviando dos torpedos contra el primer enemigo.

—Ya me he ocupado de la vanguardia, Cero. Pásame al número dos.

La pantalla emitió un parpadeo, y después Corran describió un viraje y lanzó dos torpedos más contra el TIE enmarcado en rojo dentro de su pantalla táctica. Los pilotos imperiales estaban tan concentrados en su intento de despistar a la lanzadera que los seguía que no tuvieron ninguna posibilidad de reaccionar ante los torpedos que acababan de ser disparados contra ellos.

El primer piloto murió sin haber podido llegar a ejecutar ni siquiera la más básica de las maniobras de evasión. Los torpedos protónicos se abrieron paso a través de la bola de la cabina, haciendo pedazos la nave y convirtiendo el combustible de los motores iónicos en una enorme bola de fuego. El segundo par de torpedos atravesó aquella bola de llamas y arrancó un ala a su objetivo. El segundo interceptor salió despedido en una loca serie de giros a través del espacio. Fragmentos del fuselaje revolotearon por el vacío y luego el TIE estalló en una deslumbrante explosión, ocultando la imagen del lnterdictor en el mismo instante en que éste alcanzaba la velocidad lumínica.

—Unos disparos magníficos, Nueve.

Corran meneó la cabeza.

—Y un pilotaje todavía más magnífico, Nueve. Yo me encargué de la parte más fácil.

—Las victorias son tuyas, Corran. Tres presas confirmadas, y eso te conviene en el mejor del día.

El piloto corelliano se encogió de hombros.

—Bueno, puede que hoy no haya sido un día tan desgraciado después de todo…

—Me alegro de que pienses eso, Nueve.

—¿Por qué, capitán?

—Eres el que ha obtenido más victorias. Eso quiere decir que cuando lleguemos al sitio al que vamos, todas las rondas de bebidas correrán por tu cuenta.

14

Corran desbloqueó los cierres de seguridad de su cabina después de que el yate hubiera apagado sus impulsores de maniobra y la espesa neblina hubiese descendido sobre las dos naves. El yate había vuelto a aparecer en Chorax para recogerle, usando garras de descenso que se cerraron sobre el tren de aterrizaje del ala-X. Eso dejó su nave suspendida del casco dorsal del vate, aferrada a él como una avispa-dauber instalada sobre la espalda de un pájaro. A Corran no le gustaba demasiado aquella situación, pero la distancia que separaba Chorax de Talasea, en el sector de Morobe, era francamente grande y la idea de tener que dejar abandonados a su caza y a Silbador le gustaba todavía menos que la de ser transportado hasta un puerto.

Había desconectado todos los sistemas salvo los de apoyo vital, por lo que no podía comunicarse con el piloto del yate. Corran había quedado impresionado ante la elegante suavidad del descenso en aquel primitivo espaciopuerto. Una espesa niebla lo ocultaba casi todo, y lo poco que había podido distinguir gracias a la claridad desprendida por los impulsores de maniobra parecía estar recubierto por una especie de hiedra de color verde oscuro. Corran vio formas borrosas que parecían edificios, pero la mayoría de ellas estaban cubiertas por tanta vida vegetal que el corelliano se preguntó si la Nueva República no habría cultivado la base en vez de construirla.

Se puso en pie y se estiró, y luego se quitó el casco y los guantes y los dejó encima del asiento de pilotaje. Después salió de la cabina y aterrizó pesadamente sobre el casco del yate. «Hay más gravedad de lo que me esperaba…». Corran buscó una escalerilla para bajar al suelo, pero no consiguió encontrar ninguna. Al final acabó echando a andar por la curvatura del ala, y luego saltó al suelo desde el punto más bajo.

El impacto le dobló las rodillas, y Corran se encontró a cuatro patas.

—O la gravedad es superior a lo que me esperaba, o ese combate me ha dejado realmente agotado.

Mientras se erguía y empezaba a quitarse el barro de las rodillas de su mono de vuelo rojo, Corran comprendió que probablemente se trataba un poco de ambas cosas. «Tengo mucha suerte de estar vivo».

Una escotilla se abrió con un siseo en la quilla del yate y una rampa de abordaje descendió lentamente del hueco. Corran se volvió hacia la rampa, limpiándose las manos en los muslos mientras lo hacía. Un sullustano descendió por la rampa, seguido por un androide de mantenimiento de estructura insectoide fabricado en Verpine. Corran les saludó con una inclinación de la cabeza, pero los dos le ignoraron y se pusieron a esperar junto a la base de la rampa.

Corran supuso que estarían esperando al capitán de la nave, dando por sentado que tenía que tratarse de un hombre porque entre los contrabandistas independientes había muy pocas mujeres. Cuando el capitán bajó por la rampa, el primer atisbo de unas piernas tan largas como hermosas terminadas en botas y de un mono de vuelo azul oscuro ceñido al cuerpo hizo que la teoría de Corran saltara por los aires. Un cinturón-pistolera rodeaba la esbelta cintura de la recién llegada, y una larga cabellera negra caía sobre el centro de su espalda. La mujer se agarró al soporte delantero de la rampa y luego giró en un movimiento lleno de despreocupada agilidad para encararse con Corran, y el corelliano quedó muy agradablemente impresionado por la sonrisa que iluminaba su hermoso rostro.

—Gracias por el viaje —dijo, volviendo a limpiarse las manos en el mono de vuelo.

La mujer le devolvió la sonrisa mientras acortaba la distancia que los separaba.

—Gracias por la operación de salvamento en el espacio.

—Fue un placer. —El corelliano le ofreció la mano—. Me llamo Corran Horn.

Un destello vagamente peligroso ardió en los ojos castaños de la mujer.

—¿Tienes alguna clase de parentesco con Hal Horn?

—Es… Era mi padre. ¿Por qué?

—Porque persiguió implacablemente a mi padre e hizo que lo enviaran a Kessel. —La mujer clavó un dedo en el pecho de Corran, hincándolo justo allí donde la palanca de control había producido unos cuantos morados—. Si hubiera sabido quién eras, te hubiese dejado allí.

Corran retrocedió, muy sorprendido, y por primera vez vio la insignia de tela que cubría el hombro del mono de vuelo de la mujer. La insignia mostraba una raya de mar corelliana con una barra allí donde hubiesen tenido que estar sus ojos. A causa de la hebra polarizada utilizada para bordar la barra negra, ésta quedaba atravesada por una pequeña línea blanca vertical que iba de un extremo a otro. «Conozco esa insignia… ¡Ya sabía que esta nave me resultaba familiar!».

—Es el
Patinaje del Pulsar
, ¿verdad? Si hubiera sabido que estaba siendo transportado por la nave de Toberas Terrik, me habría quedado allí.

—Veo que ya se han conocido.

Corran giró sobre sus talones y se apresuró a saludar a Wedge.

—Sí, señor.

La mujer apoyó los puños en sus esbeltas caderas.

—No me dijiste quién era este piloto porque sabías que en ese caso no le hubiese transportado, ¿verdad?

Wedge sonrió.

—Sospechaba que en ese caso quizá hubiese habido una cierta fricción, si… ¿Qué tal te han ido las cosas últimamente, Mirax?

—A duras penas consigo ganar lo suficiente para pagar los repuestos y el combustible, Wedge. —Mirax besó al comandante en la mejilla—. También he estado coleccionando historias sobre ti procedentes de todos los rincones de la galaxia. Tus padres se habrían sentido muy orgullosos…

Wedge asintió solemnemente.

—Me gusta pensar que así habría sido.

Los verdes ojos de Corran se entrecerraron.

—Señor, debería saber que el
Patinaje del Pulsar
es una nave con una ampliamente documentada historia de contrabando y que Toberas Terrik es uno de los contrabandistas más famosos que han usado Corellia como base.

El comandante de Corran sonrió.

—Lo sé todo sobre el
Patinaje
, teniente Horn. Tenía quince años cuando ayudé a sustituir la cámara de fusión de ese motor de estribor. El padre de Mirax utilizaba regularmente la estación de aprovisionamiento de mis padres para repostar y hacer reparaciones.

—Pero es que Toberas se dedicaba al contrabando de brille…

Wedge le interrumpió con un fruncimiento de ceño.

—También me ayudó a dar con los piratas que destruyeron la estación de aprovisionamiento y mataron a mis padres…, unos piratas que la destruyeron mientras estaban huyendo de la Fuerza de Seguridad de Corellia, y a los que dicha Fuerza de Seguridad jamás consiguió capturar.

—¿Y eso le convierte en un defensor de la ley?

—No, teniente, pero permite ver las cosas desde una nueva perspectiva. —Wedge deslizó un brazo sobre los hombros de Mirax y se los apretó afectuosamente—. Mirax no es su padre. Desde que él se retiró, Mirax ha transportado un montón de suministros para la Alianza. —Se volvió hacia la mujer y clavó los ojos en su rostro—. Y Corran tampoco es su padre, desde luego. Si él no hubiera introducido ciertas modificaciones en el curso que estábamos siguiendo, no habríamos acabado llegando al sistema de Chorax justo a tiempo para salvarte.

Mirax bajó la mirada hacia el suelo. La ira que había estado impregnando su expresión perdió un poco de intensidad, algo a lo que ayudó bastante la aparición del rubor que tiñó sus mejillas.

—Tienes razón, Wedge. Todavía estoy bajo los efectos de la tensión que sentí cuando cayeron sobre mí… El
Áspid Negro
surgió del hiperespacio justo en mi vector de salida, y me atrapó con sus haces gravitatorios. Alguien me ha traicionado.

Corran soltó un bufido.

—Los ladrones no tienen ningún sentido del honor.

Wedge le miró y volvió a fruncir el ceño.

—La explicación más probable es la de que unos cuantos créditos imperiales hayan conseguido comprar más lealtad que la promesa de entregar unos créditos hecha por la Alianza.

Mirax se encogió de hombros.

—Algunos de nosotros pensamos que las promesas de los rebeldes encierran menos peligro que el permitir que el Imperio nos convierta en sus marionetas. —Extendió la mano hacia Corran—. Quiero pedirle disculpas por mi conducta, teniente.

Corran se la estrechó.

—Disculpas aceptadas, pero yo también le pido que me disculpe. Todavía no me he recuperado de la impresión que supone el que todo un crucero dispare contra ti. Mi R2 ha dejado de funcionar, y estoy un poquito preocupado…

Mirax sonrió, y una parte de la tensión que había estado oprimiendo el pecho de Corran se disipó.

—Comprendo. Si puedo serte de alguna ayuda…

—Te agradezco la oferta. —Corran volvió la mirada hacia Wedge—. Probablemente debería hacer que descargaran el ala-X y empezaran a reparar a Silbador.

—Dentro de unos momentos, teniente. Antes quiero hablar con usted. —Wedge señaló el
Patinaje del Pulsar
con un pulgar—. ¿Sabes adónde tenía que ir tu envío, Mirax?

—Se suponía que debía acudir a una cita con una nave para llevar a cabo una transferencia de coordenadas. —Se encogió de hombros—. Según el manifiesto de carga, se trataba de un montón de materiales primarios para establecer una base. Probablemente, casi todo os resultaría de bastante utilidad aquí.

—No lo dudo. —Wedge sacó un comunicador cilíndrico de un bolsillo de su traje de vuelo y lo activó con un movimiento del pulgar—. Antilles a Emetrés.

—Aquí Emetrés, señor. He estado intentando ponerme en contacto con usted desde que llegamos…

Wedge alzó los ojos hacia el cielo.

—Estoy seguro de ello, pero ahora no tengo tiempo para hablar. Necesito que nos envíes un equipo de recuperación provisto de una grúa para que se encarguen del ala-X y la unidad R2 de Horn. También tendrás que obtener el manifiesto de carga del
Patinaje del Pulsar
. Entérate de adónde tenía que ir ese envío de suministros, y averigua si puedes conseguir que lo que necesitamos se quede aquí.

—Sí, señor. Como le estaba diciendo, señor…

—Fin de la transmisión. —Wedge apagó el comunicador y volvió a metérselo en el bolsillo—. Tycho me dijo que no había tenido ningún problema con el androide durante el trayecto hasta aquí, pero soy incapaz de imaginarme por qué.

Mirax volvió la cabeza hacia Wedge y arqueó una ceja.

—Así que le enviaste aquí para que hablara conmigo, ¿eh?

—No es ni con mucho el peor androide de protocolo de que disponemos, créeme. —Wedge le guiñó un ojo—. Limítate a entregarle la tarjeta de datos, y luego retírate al
Patinaje
y amenaza con pegarle un tiro.

—Y asegúrese de disparar dos veces.

—Procuraré no olvidarlo, teniente. —Mirax suspiró—. ¿No sería mucho más sencillo para todos que le transmitiera el manifiesto a vuestro ordenador central?

Wedge torció el gesto.

—En estos momentos Emetrés es nuestro ordenador central.

—Cierto, pero tampoco nos encontramos en la periferia del borde. Este sitio hace que los mundos exteriores parezcan civilizados.

—Me alegro de que lo comprendas. —Wedge le dedicó un saludo abreviado—. Ya hablaremos más tarde, Mirax. Teniente, si tiene la bondad de seguirme…

Corran echó a andar junto a su comandante.

—¿Quería decirme algo, señor?

—Nunca volverá a ser exactamente igual que esa primera vez. —Wedge sonrió—. Enfrentarse a una escuadrilla de cazas enemigos es una cosa, pero tener que luchar bajo la sombra de un navío de guerra de gran tamaño… Bueno, eso puede poner nervioso a cualquiera.

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