Read Todos nacemos vascos Online
Authors: Óscar Terol,Susana Terol,Diego San José,Kike Díaz de Rada
Tags: #Humor
El vasco goza de fama mundial de buen cliente entre las prostitutas. Ellas prefieren irse con un vasco antes que con cualquier otro. Es lógico, el vasco no les da mucho trabajo, se conforma con pocos lucimientos y encima paga con propina. Recordemos que para el vasco los orgasmos son como la Primera Comunión: con mucho esfuerzo llegamos a terminar la primera, y encima no conocemos a nadie que haya ido a por la segunda.
Con clientes así, no se ha conocido caso de quiebra de un bar de alterne en el País Vasco.
10. La culpa de todo la tiene la parienta
Todo grupo de superhéroes tiene que luchar con un
supervillano
para dar sentido a su existencia. La Patrulla X se enfrenta a los mutantes de Magneto, y los tripulantes del
Enterprise
a los orcos, por ejemplo. Pues bien, los chiquiteros de la cuadrilla, héroes con superpoderes de tolerancia al vino tinto y un hígado de titanio, tienen al acecho a sus parientas. Ellas son las culpables de todo.
¿Que alguno no puede acudir a la cita de la cuadrilla? Eso es la parienta, que lo trata como a un niño. ¿Que Antxon está raro? Eso es la parienta, que le ha puesto a régimen. ¿Que ha subido el precio del chiquito? Me cago en la parienta del camarero. La parienta siempre por medio.
En ese sentido, la cuadrilla recupera hábitos sociales propios de cuando salíamos en pandilla con los compañeros de clase. A nadie le gusta que la parienta aparezca cuando está con la cuadrilla como cuando de pequeños nos avergonzaba que nuestras madres se acercaran a nuestra pandilla de amigos. No hay nada más duro para un chiquitero que ver cómo aparece su mujer para atarle un botón de la camisa o limpiarle un lamparón de tinto delante del resto de los chiquiteros.
La diferencia respecto a la Patrulla X o la nave
Enterprise
es que, en el tema de las cuadrillas, la parienta siempre gana. Y es que el vasco pudo frenar la llegada de los franceses o resistir la invasión mozárabe, pero aún no ha encontrado la manera de incumplir las órdenes de la mujer vasca.
Hasta la publicación de este manual, muchas personas no sabían que eran vascas. Usted mismo lo desconocía. De haberlo sabido, ¿habría cambiado el rumbo de su vida? Probablemente el hecho de saberlo ha arrojado luz sobre ciertos aspectos de su comportamiento que hasta ahora permanecían entre tinieblas. Esto misino ha ocurrido con numerosos personajes famosos. Usted es un afortunado, pero hay muchas personas que no lo saben todavía y se rebelan ante la fuerza de un origen desconocido.
Es como un arquetipo del perfecto vasco: folla poco, huye de la madre como de la peste y tiene problemas de relación con las mujeres tan grandes que ha terminado casándose con su hija, adoptada sí, pero hija. Ahora suponemos que follará algo más. Ha tenido que distraerse con su clarinete él sólito. Músico, como Guridi. Vive obsesionado con la muerte, como cualquier vasco. Lo único que le atenúa su
vasquitud
es que va mucho al psicoanalista, cosa que un vasco nunca haría, siempre preferiría ir al callista. Pero hace cine, como los vascos. Hay una película que demuestra que Woody Allen es vasco:
Todo lo que usted siempre quiso saber sobre sexo y nunca se atrevió a preguntar
, donde muestra su preocupación por el tema. Eso sí, de haber nacido en Euskadi, habría dirigido cosas como
La rosa púrpura de Ajuria Enea
.
La gran cuestión… que no he sido capaz de responder, a pesar de mis treinta años de estudio del alma femenina, es «¿Qué quieren las mujeres?».
S
IGMUND
F
REUD
Este hombre, aparte de haberle hecho tanto daño a Woody Allen, también era vasco, porque teorizó mucho sobre el sexo. Tanto, que le faltó un poco más de práctica.
Eso le llevó a inventar mil y un complejos sexuales, como el complejo de Electra y el de Edipo, donde el niño idealiza la figura de la madre y la tiene presente toda la vida, igual que en el matriarcado vasco. Todo lo que sonara a pelotas le traía de cabeza, como a cualquier vasco. Por lo menos, supo hacer de su trauma una razón de vida. Un vasco virtuoso. Ah, y no iba al psicoanalista.
Armstrong
, en castellano «brazo fuerte», ya es un apellido vasco por su significado. Y si tenemos en cuenta además que los Armstrong han hecho de la resistencia física su reto, enfrentándose al típico desafío vasco de «esto lo consigo yo por mis cojones», estamos ante tres vascos ejemplares. Esta máxima le ha llevado a uno de los Armstrong a ganar seis Tours de Francia seguidos, a otro a pisar la Luna en el 1969, y al tercero a sujetar la trompeta durante décadas sin que le temblase la mano.
Ahí es nada. No hacen falta más datos, Lance Armstrong, que cuenta en su haber con tantos Tours como Indurain y uno más, o sea seis, es un vasco por pelotas. Y cuentan que su homónimo Neil, estando una noche mirando al cielo, señaló a la Luna y le preguntó a su mujer:
—¿Alguien ha ido allá?
—No.
—Prepara las maletas.
Así fue como en un
ti-ta
, el astronauta vasco pisó la Luna, esa bola blanca que parece una pelota de mano (hay que ver cómo nos tira a los vascos todo lo que tenga forma de bola). Y gracias a que no se le ocurrió adelantarse a Iñaki Perurena, el levantador de piedra, que si ve esa mole esférica abandonada, va, la coge, la levanta y nos quedamos sin mareas en un momento.
Y no por mencionarlo en último lugar es por ello menos vasco el tercer Armstrong, el trompetista Louis Armstrong. Soplaba como nadie, era noble, trabajador y amigo de sus amigos. Compuso el famoso tema
What a wonderful world (Qué mundo más maravilloso)
… así lo vemos los vascos.
No me importa cuánto hablan mis ministros, con tal de que hagan lo que les digo.
M
ARGARET
T
HATCHER
La Dama de Hierro era como las del norte, así que cualquiera se le acercaba para pedirle nada. Era la que llevaba los pantalones en su casa. Menudo carácter. El perejil de todas las salsas. ¿Se puede ser más vasca? Además, tenía pinta de practicar menos el sexo que una solterona de Balmaseda. Una vasca elegida.
Gusto por el comer como el que más, aunque últimamente ha dejado el fuet por el chuletón vasco y está pensando en vender su masía para comprarse un caserío en el Gohierri. Visita mucho la tierra vasca y queda con vascos cada vez que puede. Amigo de sus amigos, le gusta el juego con apuesta fuerte; como buen vasco que es, tiene espíritu de «todo o nada». Sólo una pega: habla demasiado de política. En cualquier caso, un vasco con
label
. Seguro que no tarda en hacer su primer largo de cine autobiográfico. Se especula con un el posible título de
Catalán Connection
,
Salto al vacío II
o
Un vasco en la corte del rey Juan Carlos (Los caballeros del hemiciclo)
.
Un vasco ejemplar. Cantaba con sus hermanos, como los de Mocedades. Luego se independizó, igual que Sergio y Estíbaliz. Gran empresario, sin cooperativa, pero con mucha visión de negocio. Y cabezón como él solo: se veía blanco y no paró hasta conseguirlo. Si es que cuando a un vasco se le mete una cosa en la cabeza, es capaz de enmendar la plana hasta a la madre Naturaleza.
Hemos dicho mil y una vez en este libro que todos somos vascos. Pero como en toda regla, norma o ley universal, hay excepciones. La Naturaleza, fiel y rebelde al mismo tiempo, nos ha obsequiado con especímenes de una rareza tan sublime, que resulta imposible catalogarlos como vascos.
No podía ser vasco aunque lo intentara, ese movimiento de cadera no era vasco ni por asomo, vamos, que si movía así la pelvis, tenía que follar como un campeón, de hecho, le salieron hijos secretos por todas partes. El rey del rock las volvía locas a todas. Además, se rumorea que a Elvis lo congelaron, como a Walt Disney. Definitivamente, un vasco irredento, en Euskadi no se congela ni el pan. Conclusión: Walt Disney tampoco es vasco.
Pudiera parecer que estamos ante un vasco de libro, ya que tuvo una mujer que le duró toda la vida. Y es posible que llegaran a celebrar las bodas de oro, uno de los inventos vascos fundamentales. Pero la poca importancia que le daba a la comida (a veces, ni comía, y, cuando comía, no hablaba de comida), hizo que perdiera su
vasquitud
por momentos. Si hubiera nacido en Euskadi, habría sido de Elkarri. Una pena, eso de no comer…
Podríamos intentar sumergirnos en su árbol genealógico para ver si le encontramos algún antepasado vasco. De hecho, aunque los españoles descubrieron América, fueron los vascos quienes le sacaron partido como nadie a México. Pero Mario Moreno es el único latinoamericano que no tiene ni un solo apellido vasco en las diecisiete últimas generaciones. La pregunta surge por sí sola: ¿Cantinflas es de este mundo, o vino con los Beatles en la misma nave extra terrestre?
El vasco siempre ha tenido vocación de especialización, ha consagrado su vida a los altos hornos, a la empresa, a la cocina, a lo que sea, pero se ha especializado en un oficio que ha desarrollado hasta el límite de sus capacidades. Sin embargo, a Cantinflas le hemos conocido como bombero, como padrecito o como superagente, y todo lo ha hecho con una torpeza inenarrable. Vamos, nada más lejano a la especialización propia del vasco.
Además, esa manera de contornear la cintura con cada sílaba, esos aspavientos al hablar y esa forma de andar son signos de llevar al diablo dentro. Se han visto incendios en el País Vasco donde ha salido gente en llamas que se movía menos que Cantinflas pidiendo un café.
Alguien podría alegar que en estas páginas hemos defendido la personalidad vasca del bigote, que caracterizó a sus futbolistas en la década de los ochenta, y cómo para Cantinflas no hubo nada más singular que su peculiar bigote. He ahí el error. El bigote de Cantinflas no era ni medio normal. Desconocemos qué clase de afeitadoras venden en México, pero aquella minúscula hilera de pelos colocada a ambos lados del labio no la ha tenido un vasco ni después de beberse una taza de chocolate directamente del
cancarro
.
Y todo esto sin recurrir aún al argumento definitivo: su manera de hablar, que parece que le sale medio diccionario de María Moliner cada vez que abre la boca. Mario Moreno puede emplear más palabras para pedir un taxi que un vasco en todo su matrimonio.
No, definitivamente un actor como Mariano Moreno jamás podría haber sido vasco. Aunque llegados a este punto, someteremos esta teoría a la prueba del algodón. Cantinflas era actor, así que situámoslo en una película de Montxo Armendariz, a ver qué ocurre. Pongamos por ejemplo que Cantinflas, como actor vasco, hubiera aparecido en
Secretos del corazón
. El crío protagonista le pregunta de dónde vienen los niños y Cantinflas le responde:
—Ay, pues,
chamaquito
mío, ¿cuál que no sabes qué hacen un viejo y una vieja así
apapachaditos
? Que cuando te viene la mamacita así toda riquísima cerca de ti y frotan en la recámara bien rico y bien bueno…
No, definitivamente esto deja de ser una película de Montxo Armendariz. Cantinflas no era vasco. Además, era gracioso.
Si usted hace un viaje a las islas Cananas desde la Península, sabe que tiene que atrasar una hora el reloj para entenderse con los nativos. De la misma manera que si usted viaja a Londres en coche, debe conocer la estúpida manía que tienen los ingleses de conducir por el lado izquierdo (a pesar de recordar este dato, nunca se va a entender con ellos). Pues para viajar al País Vasco o para convivir con un vasco reconocido, es necesario estar informado de algunas peculiaridades referidas al sistema métrico decimal y otros métodos de medición. ¡Ah! Y con un vasco se va a entender siempre, a pesar de lo que digan en algunas tertulias de las radios.
Una de las grandes aportaciones del vasco a la historia de la humanidad es la libre interpretación de los sistemas de medición. Para el resto de los mortales, las medidas son las que son. Queremos decir con esto que son universales y comúnmente aceptadas por todos. De hecho, es impensable una discusión en Japón, por ejemplo, sobre la longitud de un metro. Un metro mide un metro, y punto, nadie lo discute. Son conceptos que nos enseñan en el colegio y que nadie se cuestiona a lo largo de la vida. ¿Nadie? El vasco sí. Y no sólo se los cuestiona, sino que los interpreta a su manera.
El vasco piensa que las medidas están hechas para servir al hombre, y no para esclavizarlo. Además, ya lo dijo Einstein: «Todo es relativo». Un gran vasco este Einstein. Y es cierto, no es lo mismo un litro de vino que un litro de agua. En ambos casos, lo llamamos
litro
, pero no es correcto. Un litro de vino se puede beber en unos minutos y gozar al mismo tiempo. Para beber un litro de agua, se necesitan semanas y una prescripción médica. Por lo tanto, podemos concluir que un litro es un litro si hablamos de vinos, refrescos y licores. Si el líquido que se mide es agua, podríamos afirmar que todo lo que sobrepase al vasito de tomar la pastilla, se considera inundación, o pantano.
EQUIVALENCIA VASCA |
Para refrigerios, vinos y livores: |
Para agua del grifo o mineral: |