Tormenta (35 page)

Read Tormenta Online

Authors: Lincoln Child

Tags: #Aventuras, Intriga

BOOK: Tormenta
10.94Mb size Format: txt, pdf, ePub

Crane actuó sin pensárselo dos veces. Después de inmovilizar al otro marine con una patada en la rodilla, se metió en el ascensor de un salto y pulsó indiscriminadamente los botones. La reja metálica desgarro su bata de laboratorio. El teléfono móvil se soltó del clip y resbaló por el suelo.

Se encendieron las luces de emergencia. Gracias al resplandor naranja, Crane vio que Hoskins intentaba sentarse. Tenía sangre en la nariz y la boca, por un corte en el cuero cabelludo, pero ya se había levantado y su expresión no auguraba nada bueno. Levantó el rifle y apunto, al mismo tiempo que empezaban a sonar sirenas de alarma a lo lejos. Crane se escondió detrás de la puerta del ascensor, que se estaba cerrando. Una bala pasó zumbando. Justo después se cerraron las puertas y sintió que subía.

51

Gordon Stamper, operario de primera clase, bajaba del nivel nueve saltando de dos en dos los escalones. Su traje amarillo de bombero pesaba tanto que se le pegaba a la espalda y a los hombros. Los ganchos, la radio portátil y el resto del equipo que llevaba en el cinturón de nailon hacían ruido a cada paso. Detrás de Stamper iba el resto de la brigada de rescate, con bombonas de oxigeno, red tubular, picos y otras herramientas.

Según el aviso emitido por el canal de emergencia no era un simulacro, pero Stamper no sabia que pensar. Era evidente que algo había ocurrido (la brutalidad de la explosión hablaba por si misma, sin olvidar el breve corte eléctrico), pero las luces volvían a estar encendidas, y no parecía que le hubiera sucedido nada al Complejo. Stamper estaba convencido de que las autoridades eran perfectamente capaces de montar todo aquel cirio solo para ver si los de Operaciones de Rescate estaban alerta. Los jefazos siempre buscaban alguna manera de tocarle los huevos a la tropa.

Abrió de par en par la puerta del nivel ocho. Al otro lado había un pasillo vacio con dos hileras de puertas cerradas. No le extraño, por que faltaba poco para que se acabara el turno y la mayoría de los administradores e investigadores que trabajaban en aquel nivel debían de estar en otro lugar, comiendo en Central, o más probablemente en las salas de reuniones del nivel siete, haciendo balance del día.

El micrófono de su radio portátil estaba sujeto con un clip en un galón del hombro. Pulsó el botón con el pulgar.

—Stamper llamando a Rescate Uno.

La radio emitió una serie de crujidos.

≪Rescate Uno. Te recibo≫.

—Estamos en el nivel ocho.

≪Recibido≫.

Stamper apago la radio con una especie de satisfacción malhumorada. Seguro que esta vez no se quejaban de la rapidez, por que solo hacia cuatro minutos del aviso y ya habían llegado.

Su objetivo era Control Ambiental, en la otra punta de la planta. Echó un vistazo a sus hombres para comprobar que no faltara nadie y dio la señal de seguir.

- Cuanto más lo pensaba, más seguro estaba de que era un simulacro, un ejercicio. La llamada (una sola, por lo que le constaba, frenética, bastante incoherente y con interrupciones) decía algo de una brecha de agua. Aquello demostraba que se trataba de un simulacro. Todo el mundo sabía que entre el Complejo y el Atlántico había una cúpula de protección, con un espacio presurizado y seco en medio. En todo caso, si no era un ejercicio probablemente se tratara de una simple cañería rota. Aquel nivel estaba lleno de científicos y chupatintas sin sangre en las venas; de esos que se desmayaban o gritaban socorro a la primera gota de condensación.

Avanzaron por el pasillo armando ruido con el equipo. No se pararon hasta un cruce en forma de T. Por la izquierda se iba al sector administrativo, un complicado laberinto de despachos y estrechos pasillos. A la derecha, cruzando los laboratorios de investigación, podrían llegar más deprisa a Control Ambiental y…

Se oyó un golpe metálico, seguido por un coro de voces agitadas. Procedía de la zona de laboratorios. Stamper se paro a escuchar. De momento era un simple murmullo, pero se acercaba.

Hizo bocina con una mano.

—Eh!

Se callaron.

—Somos operativos de rescate!

Otra vez las voces atropelladas. Stamper oyó un ruido de pasos. Gente corriendo. Se volvió hacia sus hombres, indicando hacia las voces con un gesto de la mano.

Los vio a la vuelta de la siguiente esquina, al penetrar en el sector de investigación. Eran cinco o seis científicos que corrían hacia el con los ojos muy abiertos y la ropa y las batas puestas de cualquier manera. Había una mujer madura que lloraba en voz baja. El jefe del grupo (alto, delgado y rubio, con el pelo rizado) estaba medio empapado de agua.

Al fondo del pasillo, como a unos quince metros, alguien había cerrado la escotilla estanca.

Stamper fue al encuentro del grupo, que llego corriendo.

—Gordon Stamper, jefe de la brigada —dijo con toda la autoridad que pudo—. ¿Que ha ocurrido?

—Tenemos que salir de aquí! !Todos! —dijo sin aliento el hombre alto.

El llanto de la mujer se hizo más fuerte.

—¿Pero que ha pas…?

—No hay tiempo de explicarlo! —interrumpió el hombre alto a Stamper, con voz aguda y entrecortada, al borde de la histeria—. Hemos cerrado todas las compuertas que podíamos, pero hay demasiada presión. No aguantaran. En cualquier momento se…

—Un momento, un momento —dijo Stamper—. Tranquilícese y cuéntenos que ha pasado.

El líder se volvió hacia los demás científicos.

—Subid lo más deprisa que podáis al nivel nueve.

No hizo falta repetirlo. Impulsado por el pánico, el grupo dejó atrás a la brigada de rescate y corrió por el pasillo en dirección a la escalera.

Stamper los vio huir sin inmutarse. Después se volvió hacia el rubio.

—Le escucho.

El hombre trago saliva. Se notaba que hacia un esfuerzo para controlarse.

—Estaba en el pasillo, al lado del laboratorio del sonar sismoacustico; tenia una reunión de final de turno. Justo cuando consultaba el numero de sala de reunión para bajar al nivel siete ha habido… —Le falló la voz. Se limpio la boca con una manga—. Ha habido una explosión enorme que me ha tirado al suelo. Al levantarme he visto… una pared de agua que inundaba toda la parte de Control Ambiental, al final del pasillo. En el agua había sangre y trozos de personas. Muchos trozos.

Volvió a tragar saliva.

—Un colega y yo hemos corrido a la compuerta exterior de Control Ambiental, y después de cerrarla hemos vuelto por el pasillo para avisar a toda la gente que encontrásemos en los laboratorios. Justo cuando nos íbamos se ha reventado la compuerta que habíamos cerrado; ha empezado a entrar agua y a inundar los laboratorios de investigación. Al irnos hemos dejado cerradas las compuertas internas del sector de investigación, pero la presión es demasiado fuerte. Fallaran en cualquier momento y…

De repente su voz se perdió tras un pavoroso impacto. Procedía de la zona que tenían delante.

El científico dio un respingo y grito de miedo.

—¿Lo ve? !Se ha reventado la escotilla! !Tenemos que salir! !Ahora mismo!

Dio media vuelta y corrió hacia la escalera.

Tras observar su huida, Stamper encendió otra vez muy lentamente su micrófono.

—Stamper a Rescate Uno.

≪Rescate Uno, la señal llega perfectamente≫.

—Informando que hemos encontrado a personal que huye del sector de investigación. Han subido por la escalera bravo dos. Según información obtenida en el nivel ocho, hay una gran rotura cerca de Control Ambiental.

Hubo una pausa.

≪Puede repetir lo ultimo, ¿por favor? Cambio≫.

—Una gran rotura. Recomiendo sellar toda la zona y mandar brigadas de contención para arreglar la rotura y aislar el nivel.

Otra pausa.

≪Lo ha comprobado personalmente≫.

—No.

≪Por favor, haga un reconocimiento visual e informe. Cambio y corto≫.

Mierda.

Stamper miró hacia la compuerta cerrada del fondo del pasillo. No estaba exactamente nervioso. Después de tantos simulacros, incluso ahora le costaba no vivirlo como una rutina. Sin embargo, en el miedo que exudaba el grupo de científicos y en la mirada de pavor del hombre rubio había visto algo que…

Se volvió hacia sus hombres.

—Vamos.

Justo después de que saliera la ultima palabra de su boca, percibió un sonido procedente de la zona de investigación, la que tenían delante. Era una especie de gorgoteo, un rumor de presión que no se parecía a ningún ruido conocido. De repente aumento mucho de volumen, y el vello de la nuca de Stamper se erizo.

Dio un paso atrás sin querer, casi sin darse cuenta.

—¿Stamper? —dijo a sus espaldas uno de los miembros de la brigada.

De pronto, con un chirrido casi animal, las grapas que mantenían cerrada la escotilla saltaron, en una sucesión de lo que parecían disparos de pistola; la compuerta salió disparada del marco como un tapón de champan y apareció una masa de agua viva que se les echaba encima.

Al principio Stamper se quedó petrificado, mirando fijamente el agua.

Que aterradora era su forma de ir hacia ellos con una obcecación hambrienta de depredador… Se lo comía todo a su paso, con un siseo, una succión, un chorro… Stamper nunca habría imaginado que el agua pudiera hacer un ruido así. Por si fuera poco tenia un color horrible: un negro rojizo y viscoso con una espuma color sangre que se deshacía en el aire. Era de una brutalidad espantosa. En el agua bailaba un vaivén de cosas, de sillas y mesas de laboratorio, de instrumentos, de ordenadores y de otras sustancias que prefirió no mirar. Su olor le invadía el olfato, un efluvio frio y salino, con toques de cobre, que de algún modo, insinuando grandes y negras profundidades, aun aterrorizaba más que la visión del agua.

Y de repente se rompió la hipnosis. Stamper retrocedió sin mirar, tropezando consigo mismo y con el resto de la brigada. Entre patinazos y palabrotas, corrió como un loco, a trompicones, hacia la escalera, para huir del espanto que se les echaba encima.

Le estaban diciendo algo por la radio, pero no lo escucho. Se oyó un golpe seco de metal. Era uno de los miembros de la brigada de rescate, que acababa de cerrar y asegurar la escotilla de comunicación con el pasillo del fondo. Stamper no se molesto en volverse. Por el que cerrasen media docena de escotillas. Al final daría lo mismo. Ahora ya tenia claro que seria imposible sellar la brecha, o aislar el nivel ocho.

52

Crane corría lo más deprisa que podía por los pasillos del nivel seis. Cada vez que llegaba a una bifurcación se paraba un instante, y en cuanto estaba al otro lado arrancaba otra vez a correr. Casi no había nadie. Se cruzó a un empleado de mantenimiento con un carrito, y a dos científicos que hablaban en voz baja, pero no daba la impresión de que el ruido de hacia unos minutos, el que acababa de sacudir con tanta fuerza el Complejo, hubiera hecho cundir la alarma. Ya no sonaban las sirenas, ni había nerviosismo en las pocas caras que vio.

Tenia delante el corredor sin salida donde estaba el laboratorio de física marina aplicada. Se detuvo ante la puerta y miró el corredor. Seguía sin haber nadie. Tampoco se oía nada dentro del laboratorio. Abrió la puerta y entro con sigilo.

Hui Ping estaba al lado de la mesa de laboratorio.

—¿De donde vienes? —preguntó—. Estaba segura de que te había pasado algo. Y ahora esta explosión…

—Lo siento, Hui, me han retenido. ¿Aquí que tal?

—Tranquilo, hasta hace un minuto. —Hui sonrió sin alegría—. Aunque tampoco es que haya perdido el tiempo. Durante la espera creo que he descifrado la primera señal, la de debajo del Moho. Cuando veas…

—No tenemos tiempo. Hay que salir a toda prisa de aquí. A estas alturas seguro que ya me han localizado las cámaras de seguridad.

—¿Las cámaras de seguridad? ¿Que ha ocurrido?

—Korolis. Ha tomado el mando del Complejo.

—¿Y Spartan?

—A saber que le ha pasado. Pero aun no sabes lo peor: Korolis insiste en mantener el calendario de excavaciones. Parece una obsesión. Hasta se ha empeñado en tripular personalmente la Canica Tres. Creo que empieza a afectarle la enfermedad. Cuando he intentado detenerle me ha mandado arrestar.

—¿Que?

—He conseguido escapar antes de que me metieran en el calabozo, pero tenemos que llegar al nivel doce. He movilizado a algunos de los mejores científicos, que se reunirán en el centro de conferencias. Pienso explicárselo todo: la excavación, los descubrimientos de Asher, lo de Korolis… Todo. Tenemos que ponernos en contacto con la superficie y conseguir que nos escuche alguien capaz de parar esta locura…

Enmudeció de golpe.

—Oh, no… Mierda…

Se le encorvaron los hombros.

La mirada de Hui se había vuelto interrogante.

—La Barrera! —exclamo Crane.

Con tantas prisas se le había olvidado el puesto de control entre la zona de libre circulación y el área restringida. Los vigilantes probablemente aun estarían advertidos sobre Ping, y a el era más que evidente que debían de buscarlo.

—Maldita sea! —Se volvió y dio un puñetazo de rabia a la mesa del laboratorio—. Jamás cruzaremos la Barrera.

Dio otra media vuelta, y al mirar a Ping se llevó una sorpresa. La informática había palidecido ligeramente. ¿Habrían cometido los dos el mismo olvido? Parecía difícil.

—¿Que pasa?

La respuesta fue casi inaudible.

—Hay otro camino, o al menos una posibilidad. Una salida de emergencia en el nivel dos.

—¿Una salida de emergencia? ¿Del Complejo?

De pronto Crane se acordó de que al cruzar la pasarela para ver llegar la Bañera había visto que en el casco del Complejo había escalerillas por fuera.

—¿Esta vigilada?

—No creo. Es una escotilla de un solo sentido. Como no se puede entrar, no existe el riesgo de que alguien quiera saltarse la Barrera. En realidad la conoce poca gente. Yo lo se por que queda en la zona de mantenimiento que hay justo debajo de mi laboratorio.

Crane no espero ni siquiera un segundo.

—Vamos.

Siguió a Ping por el mismo camino que habían usado hacia unas horas para llegar desde el laboratorio de ella. ≪¿Es posible que solo hayan pasado siete horas?≫, se preguntó amargamente. Teniendo en cuenta todo lo que habían descubierto (y todo lo que había ocurrido en el Complejo), parecía una eternidad.

Al llegar a la escalera bajaron en silencio y con prudencia; se paraban antes de cada rellano para comprobar que aun estuvieran solos y no les viera nadie. Dejaron atrás el nivel tres, donde se oían claramente los cazos y sartenes de la cocina del Bajo, y llegaron al siguiente. Hui cogió con la mano la barra de salida, respiro hondo y la empujo.

Other books

Enchanted by Patti Berg
Rage of Eagles by William W. Johnstone
Shadow Dragon by Marc Secchia
Blood Water by Dean Vincent Carter
The Secret Cooking Club by Laurel Remington
Rule by Crownover, Jay
Scent of a Witch by Bri Clark
Destined to Last by Alissa Johnson