Tormenta de Espadas (20 page)

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Authors: George R. R. Martin

Tags: #Fantástico

BOOK: Tormenta de Espadas
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—El Usurpador está muerto —dijo.

—Pero su hijo reina en su lugar. —Ser Jorah levantó la vista y clavó los ojos oscuros en los de ella—. Un hijo obediente paga las deudas de su padre. Hasta las deudas de sangre.

—Ese niño, Joffrey, seguramente me quiere muerta... si se acuerda de que estoy viva. ¿Qué tiene eso que ver con Belwas y con Arstan Barbablanca? El anciano ni siquiera lleva espada. Ya lo habéis visto.

—Sí, sí. Y he visto con qué destreza maneja su bastón. ¿Recordáis cómo mató a aquella manticora en Qarth? Le hubiera resultado igual de fácil aplastaros la garganta.

—Por supuesto, pero no lo hizo —señaló ella—. El aguijón de aquella manticora estaba destinado a matarme. Me salvó la vida.


Khaleesi
, ¿no habéis pensado en la posibilidad de que Barbablanca y Belwas pudieran haber estado de acuerdo con el asesino? Tal vez fue un ardid para ganarse vuestra confianza.

La risa súbita de Dany hizo sisear a
Drogon
y
Viserion
se posó, agitando las alas, en su percha encima de la escotilla.

—El ardid ha funcionado bien.

—Son las naves de Illyrio —insistió el caballero exiliado sin devolverle la sonrisa—, los capitanes de Illyrio, los marineros de Illyrio... y tanto Belwas el Fuerte como Arstan son hombres suyos, no vuestros.

—El magíster Illyrio me ha protegido en ocasiones anteriores. Belwas el Fuerte dice que lloró al conocer la muerte de mi hermano.

—Sí —dijo Mormont—, pero ¿lloró por Viserys, o por los planes que había hecho conjuntamente con él?

—Sus planes no tienen por qué cambiar. El magíster Illyrio es amigo de la Casa Targaryen y es rico...

—No nació rico. En el mundo, como he podido comprobar, ningún hombre se hace rico mediante la bondad. Los hechiceros dicen que la segunda traición será por oro. ¿Hay algo que Illyrio Mopatis ame más que el oro?

—Su pellejo. —Al otro lado del camarote,
Drogon
se movió, le salía vapor por la nariz—. Mirri Maz Duur me traicionó. La quemé por ello.

—Mirri Maz Duur estaba en vuestro poder. En Pentos, estaréis en poder de Illyrio. No es lo mismo. Conozco a Illyrio tan bien como vos. Es un hombre listo y taimado...

—Si pretendo conquistar el Trono de Hierro, necesito a hombres listos a mi alrededor.

—Aquel vendedor de vino que intentó envenenaros también era un hombre listo. —Ser Jorah sonrió, burlón—. Los hombres listos alimentan planes ambiciosos.

—Vos me protegeréis. Vos y los jinetes de sangre. —Dany recogió las piernas bajo la manta.

—¿Cuatro hombres?
Khaleesi
, creéis conocer muy bien a Illyrio Mopatis. Pero habéis insistido en rodearos de hombres a los que no conocéis, como ese eunuco hinchado y el escudero más anciano del mundo. Tomad ejemplo de lo ocurrido con Pyat Pree y Xaro Xhoan Daxos.

«Sólo quiere mi bien —se repitió Dany para sus adentros—. Todo lo que hace, lo hace por amor.»

—Me parece que una reina que no confía en nadie es tan tonta como una reina que confía en todo el mundo. Cada hombre que tomo a mi servicio significa un riesgo, eso lo entiendo, pero ¿cómo voy a conquistar los Siete Reinos sin correr riesgos así? ¿Conquistaré Poniente con un caballero exiliado y tres jinetes de sangre dothraki?

—Vuestro camino está lleno de peligros, no voy a negarlo. —La mandíbula de Ser Jorah se había tensado en gesto terco—. Pero si confiáis ciegamente en cada mentiroso y farsante que aparece, acabaréis como vuestros hermanos.

«Me trata como si fuera una niña.» La obstinación del caballero la irritaba.

—Belwas el Fuerte no podría tramar un complot ni para ir a desayunar. ¿Y qué mentiras me ha contado Arstan Barbablanca?

—No es lo que pretende ser. Os habla con un descaro impropio de un escudero.

—Habló con franqueza porque se lo ordené. Conoció a mi hermano.

—Muchísimos hombres conocieron a vuestro hermano. Alteza, en Poniente el Lord Comandante de la Guardia Real es miembro del Consejo Privado y sirve al rey con su talento, lo mismo que con su acero. Si yo soy el primero de vuestra Guardia, os ruego que me escuchéis. Tengo un plan que presentaros.

—¿Un plan? Contádmelo.

—Illyrio Mopatis os quiere de regreso en Pentos, bajo su techo. Muy bien, id con él... pero en el momento que os convenga, y nunca sola. Veamos cuán leales y obedientes son en verdad esos nuevos súbditos vuestros. Ordenad a Groleo que cambie el curso y se dirija a la Bahía de los Esclavos.

Dany no estaba segura de que aquello le hiciera gracia. Todo lo que había oído sobre los mercados de carne en las grandes ciudades esclavistas de Yunkai, Meereen y Astapor era brutal y daba miedo.

—¿Y qué iré a buscar en la Bahía de los Esclavos?

—Un ejército —dijo Ser Jorah—. Si Belwas el Fuerte os cae tan bien, podréis comprar centenares como él en los reñideros de Meereen... aunque yo pondría proa a Astapor. En Astapor podréis comprar Inmaculados.

—¿Los soldados de los cascos de bronce con una púa? —Dany había visto guardias Inmaculados en las Ciudades Libres, apostados ante las puertas de magísteres, arcontes y dinastas—. ¿Para qué necesito Inmaculados? Ni siquiera montan a caballo, y la mayoría son obesos.

—Los Inmaculados que debéis de haber visto en Pentos y Myr eran guardias domésticos. Es un servicio sin muchos peligros, y de todos modos los eunucos tienden a la obesidad. El único vicio que se les permite es comer. Juzgar a todos los Inmaculados a partir de unos pocos esclavos domésticos viejos es como juzgar a todos los escuderos a partir de Arstan Barbablanca, Alteza. ¿Conocéis la historia de los Tres Mil de Qohor?

—No. —La manta se resbaló del hombro de Dany y ella volvió a colocarla en su lugar.

—Fue hace cuatrocientos años o más, cuando los dothrakis cabalgaron por primera vez hacia el este, saqueando y quemando toda aldea o ciudad que hallaron en su camino. El
khal
que los guiaba se llamaba Temmo. Su
khalasar
no era tan grande como el de Drogo, pero sí bastante considerable. Por lo menos cincuenta mil hombres. La mitad de ellos, guerreros con trenzas llenas de campanillas.

»Los qohorienses sabían que Temmo se aproximaba. Reforzaron sus murallas, duplicaron el número de sus guardias y contrataron además a dos compañías libres, los Banderas Luminosas y los Segundos Hijos. Y casi como si se les hubiera ocurrido a última hora, mandaron a un hombre a Astapor a comprar tres mil Inmaculados. Sin embargo, la marcha de regreso a Qohor fue muy larga, y cuando se aproximaron vieron el polvo y el humo, y oyeron el retumbar lejano de la batalla.

»Cuando los Inmaculados llegaron a la ciudad, el sol se había puesto. Lobos y cuervos se daban un festín bajo las murallas con los restos de los pesados caballos de los qohorienses. Los Banderas Luminosas y los Segundos Hijos habían huido, como hacen habitualmente los mercenarios cuando se enfrentan a situaciones desesperadas. Al caer la noche, los dothrakis se retiraron a su campamento, para beber, comer y festejar, pues ninguno albergaba dudas de que por la mañana retornarían para destrozar las puertas de la ciudad, asaltar las murallas y violar, saquear y esclavizar a quien quisieran.

»Pero cuando llegó la aurora y Temmo y sus jinetes de sangre sacaron a su
khalasar
del campamento, encontraron a los tres mil Inmaculados desplegados ante las puertas, con el estandarte de la Cabra Negra tremolando sobre sus cabezas. Podrían haber atacado fácilmente a una fuerza tan pequeña por los flancos, pero ya conocéis a los dothrakis. Aquéllos eran hombres de a pie, y los hombres de a pie sólo sirven para aniquilarlos.

»Los dothrakis se lanzaron a la carga. Los Inmaculados unieron los escudos, bajaron las lanzas y se mantuvieron firmes. Contra veinte mil guerreros vociferantes con campanillas en el cabello, se mantuvieron firmes.

»Dieciocho veces se lanzaron los dothrakis a la carga para estrellarse contra aquellos escudos y lanzas, como si se tratara de una orilla rocosa. Tres veces ordenó Temmo disparar a los arqueros, y las flechas cayeron como lluvia sobre los Tres Mil, pero los Inmaculados se limitaron a levantar los escudos sobre las cabezas hasta que el chaparrón pasó. Al final, sólo quedaron seiscientos... pero en aquel campo yacían muertos doce mil dothrakis, incluyendo al Khal Temmo, a sus jinetes de sangre, sus
kos
y todos sus hijos. En la mañana del cuarto día, el nuevo
khal
llevó a los supervivientes ante las puertas de la ciudad en procesión solemne. Uno por uno, todos los hombres se cortaron las trenzas y las tiraron a los pies de los Tres Mil.

»Desde aquel día, la guardia urbana de Qohor está formada únicamente por Inmaculados, cada uno de los cuales porta una lanza de la que cuelga una trenza de cabello humano.

»Eso es lo que encontraréis en Astapor, Alteza. Desembarcad allí y seguid por tierra hasta Pentos. Os tomará más tiempo, sí... pero cuando compartáis el pan con el magíster Illyrio, tendréis mil espadas detrás de vos, no sólo cuatro.

«Es un consejo sabio, sí —pensó Dany—, pero...»

—¿Cómo voy a comprar mil soldados esclavos? Lo único que tengo de valor es la corona que me dio la Hermandad de la Turmalina.

—En Astapor, los dragones serán una maravilla tan grande como lo fueron en Qarth. Quizá los traficantes de esclavos os abrumen con regalos, como hicieron los de Qarth. Si no... estas naves llevan algo más que a vuestros dothrakis y sus caballos. Cargaron mercancías en Qarth. He revisado las bodegas y las he visto. Rollos de seda y balas de pieles de tigre, tallas de ámbar y de jade, azafrán, mirra... Los esclavos son baratos, Alteza. Las pieles de tigre son caras.

—Son las pieles de tigre de Illyrio —objetó ella.

—E Illyrio es amigo de la Casa Targaryen.

—Razón de más para no robar sus bienes.

—¿Para qué sirven los amigos acaudalados si no pueden poner sus riquezas a vuestra disposición, reina mía? Si el magíster Illyrio os las negara, no sería más que un Xaro Xhoan Daxos con cuatro papadas. Y si es sincero en su devoción a vuestra causa, no os echará en cara tres naves de mercancías. ¿Qué mejor uso para sus pieles de tigre que compraros la semilla de un ejército?

«Es verdad.» Dany sintió una excitación creciente.

—En una marcha como ésa habrá peligros...

—También hay peligros en el mar. Por la ruta del sur hay corsarios y piratas, y al norte de Valyria, los demonios han encantado el mar Humeante. La próxima tormenta podría hacer que nos fuéramos a pique o dispersarnos, un kraken podría arrastrarnos al fondo... o podríamos encontrarnos con otra calma chicha y morir de sed mientras esperamos a que se levante el viento. Una marcha tendrá peligros diferentes, mi reina, pero ninguno mayor.

—¿Y qué pasa si el capitán Groleo se niega a cambiar el rumbo? ¿Y qué harán Arstan y Belwas?

—Quizá sea el momento de que lo averigüéis. —Ser Jorah se puso de pie.

—Sí —decidió ella—. ¡Lo haré! —Dany se quitó la manta y saltó de la litera—. Veré enseguida al capitán, le ordenaré que tome rumbo a Astapor. —Se inclinó sobre su baúl, levantó la tapa y agarró la primera prenda que encontró, unos anchos pantalones de seda basta—. Dadme el cinturón con el medallón —ordenó a Jorah mientras se subía la seda por las caderas—. Y mi chaleco... —comenzó a decir mientras se volvía.

Ser Jorah la envolvió entre sus brazos.

—Oh —fue lo único que logró decir Dany cuando la atrajo hacia sí y pegó sus labios a los de ella. Olía a sudor, a sal y a cuero, y los remaches de hierro de su jubón se le clavaban en los pechos desnudos mientras él la estrechaba contra su cuerpo. Una mano la sostenía por el hombro y la otra había descendido por su espalda casi hasta el final, y la boca de Dany se abrió para recibir la lengua de Ser Jorah, aunque ella no se lo había ordenado.

«Me pincha con la barba —pensó—, pero su boca es dulce. —Los dothrakis no llevaban barba, sólo largos mostachos, y el único que la había besado antes era Khal Drogo—. No debería hacer eso. Soy su reina, no su hembra.»

Fue un beso largo, aunque Dany no habría podido decir cuánto. Al terminar, Ser Jorah la soltó y ella dio un rápido paso atrás.

—Vos... No habéis debido...

—No he debido esperar tanto tiempo —terminó la frase por ella—. Debí haberos besado en Qarth, en Vaes Tolorro. Debí haberos besado en el desierto rojo, cada día y cada noche. Habéis nacido para que os besen, cada instante.

Tenía los ojos clavados en los pechos de Dany, que se los cubrió con las manos antes de que los pezones pudieran traicionarla.

—Esto... no ha sido adecuado. Soy vuestra reina.

—Mi reina y la mujer más valiente, más dulce y más bella que he visto en mi vida. Daenerys...

—¡Alteza!

—Alteza —aceptó él—. «El dragón tiene tres cabezas», ¿os acordáis? Desde que lo oísteis de labios de los hechiceros en el Palacio de Polvo, os habéis preguntado qué significa. Pues aquí tenéis lo que quiere decir:
Balerion, Meraxes
y
Vhagar
, montados por Aegon, Rhaenys y Visenya. El dragón de tres cabezas de la Casa Targaryen: tres dragones y tres jinetes.

—Sí —dijo Dany—, pero mis hermanos están muertos.

—Rhaenys y Visenya fueron esposas de Aegon, además de sus hermanas. Vos no tenéis hermanos, pero podéis tomar maridos. Y en verdad os digo, Daenerys, no hay un hombre en el mundo entero que os pueda ser ni la mitad de fiel que yo.

BRAN (1)

El gran risco se elevaba abruptamente del terreno, como un largo pliegue de roca y tierra con la forma de una garra. De sus laderas bajas colgaban pinos, fresnos y matorrales de espino, pero más arriba la tierra estaba desnuda y su silueta nítida se recortaba ante el cielo nublado.

Podía sentir la llamada de la gran piedra. Fue subiendo, al principio trotaba tranquilamente; después, más deprisa; sus fuertes patas devoraban la pendiente a medida que ascendían. Cuando pasaba corriendo, los pájaros abandonaban las ramas y se abrían paso hacia el cielo con patas y alas. Podía oír el viento que suspiraba entre las hojas, las ardillas que intercambiaban leves chillidos y hasta el sonido de una piña al caer al suelo del bosque. Los olores eran una canción en torno suyo, una canción que llenaba el hermoso mundo verde.

Al recorrer los últimos metros para detenerse en la cima, la gravilla le salía disparada de debajo de las patas. Sobre los altos pinos, el sol se alzaba, enorme y rojo, y debajo de él los árboles y las colinas se extendían hasta el infinito, tan lejos como podía ver u oler. En lo alto un milano real describía círculos, oscuro ante el cielo rosado.

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