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Authors: Mike Lee Dan Abnett

Tormenta de sangre (17 page)

BOOK: Tormenta de sangre
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—¡Llegas demasiado tarde! —gritó Tz'arkan—. ¡Abandona este lugar antes de que te consuma el hechizo que está lanzando!

Sin embargo, Malus no se resignaba a renunciar, no cuando tenía a la presa tan cerca. Al ver el poder que obraba en la sala del otro lado del agujero, tuvo la certeza de que no era capaz de permitir que su hermana escapara.

El noble se detuvo durante el tiempo suficiente para poner a Silar de pie y ordenarles a los hombres que salieran de allí, y a continuación, se lanzó a través de la abertura irregular.

Dentro de los confines del sanctasanctórum, la tormenta amenazó con dejarlo sin aliento. La luz era cegadora, un cambiante conjunto de visiones y sonidos extraños que aumentaban de potencia a cada momento que pasaba.

El techo de la estancia ya había desaparecido, consumido por las voraces energías que el hechizo de la bruja había dejado en libertad. Ella, ataviada con el ropón, flotaba en medio del aire, rodeada por el torbellino, y en su piel brillaban sobrenaturales dibujos de luz. Nagaira lo vio, y su rostro se iluminó con una sonrisa triunfal. En ese momento, Malus supo que, por una vez, el demonio había hablado con sensatez. Había cometido un terrible error.

—Ahí estás, hermanito —dijo Nagaira, cuya voz era una con la rugiente tempestad—. He estado esperándote. Tengo un regalo para recompensar tu traición.

El aire se cuajó en torno a la bruja... y comenzó a sangrar. Alrededor de ella, adquirió forma un nimbo de energía caótica, hendido por arcos de rayos púrpura en zigzag.

Tz'arkan se retorció dentro de Malus.

—¡Sal de aquí, estúpido! ¡Está invocando a la tormenta del mismísimo Caos!

Malus gruñó, furioso ante la idea de retirarse. Cuando giraba para salir, atisbo un libro encuadernado en cuero que se encontraba al pie de un destrozado diván. Por impulso, saltó hacia él justo en el momento en que un rayo de energía púrpura hendía el espacio que acababa de abandonar. El arco de poder danzó por la pared opuesta, en cuya piedra talló una línea y dejó un demente dibujo de carne, escamas y visceras.

Las manos del noble se cerraron sobre
El tomo de Ak'zhaal
en el momento en que otro rayo convertía los restos del diván en un charco de espeso líquido maloliente. El torbellino que rodeaba a Nagaira se hinchaba y aceleraba. Malus se puso de rodillas y le lanzó la
draich
con una sola mano. El arma estalló en goterones de acero hirviente antes de que el noble pudiera ponerse de pie y dirigirse a la antecámara.

Lo persiguieron más rayos mientras corría, y la voz de la bruja se elevó en un alarido de cólera frustrada. En torno a él, el aire restallaba y gemía. Sintió que el pelo se le marchitaba y fundía con la sangre seca que le cubría la piel.

No se detuvo al llegar a la antecámara; en todo caso, aceleró aún más en dirección a la escalera. El alarido de Nagaira aumentó hasta ser un lamento sobrenatural, y luego calló.

La explosión que siguió volvió el mundo del revés.

Una ola de energía bañó a Malus mientras bajaba con paso tambaleante por la escalera, y sintió que el tejido del mundo se deshacía. Durante un solo, interminable segundo, quedó suspendido sobre una especie de precipicio, colgado al borde del infinito. Universos enteros se extendieron ante él, cada uno más grande y menos cuerdo que el anterior.

Peor aún, atisbo a los seres imposibles que se agazapaban en el vacío que mediaba entre los universos... y por un momento ellos también lo vieron a él.

Malus, enloquecido, gritó de puro terror, y luego la ola se colapso sobre sí misma y toda la parte superior de la torre de Nagaira explotó en una bola de fuego sobrenatural.

La cabeza de Malus golpeó un escalón de piedra y sintió un cegador estallido de bendito dolor que devolvió su conciencia al mundo físico. Malus rebotó contra paredes y escalones, hasta acabar en la arrasada sala de guardia de abajo.

El dolor era intenso y dulce. Le recordaba el lugar que ocupaba en el mundo. Durante un largo rato, lo único que pudo hacer fue abrazar el libro y reír como un loco, agradecido por estar nuevamente ciego ante la espantosa extensión que había más allá del mundo físico.

Malus no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado antes de que se diera cuenta de que no estaba solo. Cuando por fin dejó de reír y sus ojos enfocaron la humosa sala donde se hallaba, vio a Urial de pie ante él. Tenía una expresión extraña en los ojos color latón.

—Se ha ido —fue lo único que pudo decir Malus.

Urial asintió con la cabeza.

—Tal vez sea lo mejor. La pregunta es si volverá.

El pensamiento hizo que Malus se sintiera helado hasta el tuétano.

—Madre de la Noche, imploro que no.

Una vez más, Urial observó atentamente a Malus, y luego sorprendió al noble al inclinarse hacia él y tenderle la mano sana, que era increíblemente fuerte, y levantarlo sin esfuerzo.

—Será mejor que guardes las plegarias para después —dijo con expresión inescrutable—. Los soldados del vaulkhar han entrado en la torre para restablecer el orden, y les han ordenado que nos escolten hasta la torre del drachau. Da la impresión de que tenemos que dar algunas explicaciones.

10. El poder del hierro

La torre de Nagaira continuaba ardiendo, con las plantas superiores envueltas en llamas blancas que se alzaban a más de treinta metros hacia el cielo nocturno. El sobrenatural resplandor de la torre incendiada brillaba como blancas auroras boreales en las claraboyas de cristal del arqueado techo de la corte interior del drachau. Proyectaba elaborados dibujos de luz y sombra sobre el suelo, nudos de luz blanca que se retorcían, y profundas sombras que apartaban la atención de Malus del indiscutido señor de Hag Graef. Cada vez que se ponía a la tarea de concentrarse en el hombre que presidía desde la tarima situada en el centro de la gran sala, las sombras se retorcían y contorsionaban en la periferia de su campo visual. En ellas veía indicios de una pauta, de un significado, donde no debería haberlo habido.

Malus y Urial habían sido llevados a presencia del drachau, sólo para hacer que esperaran mientras él recibía los informes de sus tenientes, y hasta la llegada del vaulkhar. Malus apenas podía tenerse en pie; tenía el cuerpo vapuleado y lastimado, y el corte del cuero cabelludo le había sangrado tanto que se sentía mareado y débil. Pero el drachau no le ofreció auxilio ninguno, ni jamás se le habría ocurrido a él solicitarlo. La debilidad no era tolerada en presencia del drachau, ya que sólo los fuertes eran dignos de estar a su sombra y aguardar su capricho.

El noble no podría haber dicho durante cuánto tiempo permaneció en silencio, librando una desesperada batalla por permanecer de pie y consciente. En algún momento, oyó que las altas puertas dobles se abrían de par en par, y el señor de la guerra de Hag Graef entró precipitadamente, ataviado con su roja armadura esmaltada y con la espada antigua,
Desgarradora
, colgada a un lado. El hecho de que la feroz presencia de Lurhan no colmara la gran corte como un mar turbulento demostraba la majestad de la estancia. De todos modos, Malus sintió una tensión eléctrica en el aire cuando su padre se acercó, y supo que el infame vaulkhar hervía de cólera.

Uthlan Tyr, drachau de Hag Graef, también llevaba una armadura de excelente factura; no era la grandiosa reliquia que se ponía para ceremonias como el Hanil Khar y para ir al campo de batalla, sino el atavío mundano que era adecuado para cada día y valía lo que el rescate de un noble. Mientras que el vaulkhar llevaba el yelmo debajo de un brazo, el drachau había decidido no ponerse el gran casco de dragón propio del cargo, y lucía el largo cabello negro apartado de la cara mediante una diadema de oro, y suelto sobre los hombros. Tenía un rostro delgado, casi adolescente a pesar de tener cerca de ochocientos años de edad, y sus pequeños ojos brillaban como esquirlas de ónice bajo la imponente frente. Él y Lurhan eran primos lejanos, y compartían la afilada nariz patricia de sus ancestros, así como el gesto desafiante del ahusado mentón. A diferencia de lo que sucedía con el vaulkhar, la mano de Tyr descansaba sobre el pomo de una espada desnuda, cuya punta afilada se apoyaba en el suelo de madera de la tarima. Era una
draich
similar a la que Malus había usado en la torre, pero la esbelta espada curva lucía el sello de un maestro artesano y la hoja tenía grabadas runas de poder que cortaban acero con la misma facilidad que piel. Entre los nobles de Hag Graef se decía que Lurhan había luchado en más batallas que pelos tenía en la cabeza, pero Uthlan Tyr había matado a muchos más hombres que él. Para el drachau, derramar sangre era tan natural y necesario como respirar. Malus tenía pocas dudas de que su vida —y posiblemente incluso también la de Urial —estaba en precario equilibrio sobre la afilada hoja de esa espada.

El vaulkhar subió los escalones de la tarima y se arrodilló ante su señor.

—Mis hombres han tomado la torre —dijo Lurhan con la voz ronca a fuerza de gritar órdenes por encima del estruendo de la batalla—. Los guardias de Nagaira lucharon hasta la muerte en lugar de rendirse. Sólo un puñado de esclavos quedaron vivos en la torre, y mis hombres se los han llevado para interrogarlos. La... cámara... de debajo de la torre es una sepultura. Al parecer, allí mataron a no menos de doscientos esclavos, muchos de ellos claramente deformados por los efectos de poderosa brujería. Peor aún, abajo se han encontrado unos sesenta nobles asesinados por espadas envenenadas o por las
draichs
de los ejecutores del templo. —Lurhan se volvió para mirar a Urial con frialdad—. Cuando llegamos, los cuerpos estaban siendo mutilados por un grupo de Novias de Khaine.

Urial fijó los ojos en los de su padre con una mirada impasible. Transcurrido un momento, el vaulkhar se volvió hacia su señor.

—No se trataba de simples nobles. Eran los hijos y las hijas de algunos de tus más poderosos aliados. Cuando la noticia llegue a sus familias, la sangre correrá por las cunetas; recuerda lo que te digo.

Los ojos del drachau pasaron con desprecio sobre Malus y se detuvieron sobre Urial.

—Explícate —ordenó.

Un noble inferior se habría acobardado bajo la asesina mirada feroz de Tyr, pero Urial permaneció impertérrito.

—No me hallo ante ti como vasallo, sino como agente del templo de Khaine —replicó—. Esto es un asunto del templo: si juegas con él, acepta los peligros.

La cara de Lurhan se puso blanca de furia, pero Malus se sintió conmocionado al ver que el vaulkhar mantenía la cólera bajo control. El único signo de tensión que se apreció en el propio drachau fue que apretó ligeramente el puño de la espada con la mano.

—Continúa —dijo con un tono de voz tranquilo.

—El templo de Khaine ha extirpado un cáncer que crecía en el corazón mismo de la ciudad. El culto de Slaanesh había extendido su corrupción a través de los más altos estamentos de la nobleza de Hag Graef, incluida a la hija del vaulkhar, Nagaira.

—¡Ten cuidado, Urial! Ahora eres tú quien danza sobre el filo de una navaja —dijo Lurhan con voz serena cargada de amenaza.

«¿Teme verse implicado también él? —pensó Malus—. ¿O sabe que la contaminación del culto penetra aún más profundamente en su casa y teme lo que dirá el drachau? Ha estado tan absorto en sus propias conspiraciones que no se había dado cuenta de lo perjudiciales que podían ser, políticamente hablando, los acontecimientos de esta noche.» Unas pocas palabras bien escogidas de Urial, y el vaulkhar podría encontrarse arrodillado ante un ejecutor, en el patio del templo. El drachau no tendría más alternativa que ordenar la muerte de Lurhan, aunque sólo fuera para evitar correr la misma suerte si la noticia llegaba a oídos del Rey Brujo.

La idea devolvió un poco de ardor a las venas de Malus. Lurhan y el drachau tenían motivos para estar asustados, y eso le confería a Malus una pequeña cantidad de poder sobre ellos.

—Éstas son graves acusaciones —dijo Tyr con cuidado—. ¿Qué pruebas tienes?

¿Urial miraba al drachau con el ceño fruncido?

—¿Pruebas? Somos los ungidos de Khaine. No necesitamos aportar pruebas. —El antiguo acólito alzó una mano para detener la airada protesta del drachau—. Dicho esto, me doy cuenta de que estos acontecimientos te han puesto en una posición precaria, así que voy a darte una cierta cantidad de detalles.

Indicó a Malus con un gesto de la cabeza.

—Todo esto comenzó con tu orden de torturar a mi hermano hasta la muerte por sus recientes indiscreciones. Después de que el vaulkhar hubiese atormentado a Malus hasta más allá de la resistencia del druchii más fuerte, se decidió que había satisfecho tus deseos al máximo de su capacidad. Entonces fue puesto en libertad y se le dejó al cuidado de su hermana.

El drachau le lanzó una mirada severa al señor de la guerra, y luego devolvió su atención a Urial.

—Eso ya lo sé —dijo con tono tétrico.

Urial asintió con gesto ausente de la cabeza y expresión vaga, concentrado en la cadena de acontecimientos que tenía grabada en la mente.

—Mientras Malus era tratado por Nagaira, tratado tanto con drogas como con brujería ilegal, debo añadir, ella se aprovechó de que estaba debilitado e intentó seducirlo para que ingresara en el degradado culto del que era miembro. —Los ojos de Urial se aclararon y miró a Malus con frialdad—. Malus y Nagaira han sido compañeros, algunos dirían que más que compañeros, desde hace algún tiempo. Ella ha usado sus conocimientos prohibidos para ayudarlo en más de una ocasión. Yo creo que ya hace algún tiempo que tenía intención de subvertirlo.

Tyr lanzó un bufido de asco.

—¿A este libertino? ¿Con qué objeto? ¡No tiene nada que ofrecer!

—Eso parece —dijo Urial con voz neutra—, y sin embargo es un hecho que el culto dio una fiesta en su honor poco después de que se recuperara, y que fue llevado ante el hierofante e invitado a unirse a ellos.

Urial se volvió hacia Malus, y la pronunciada cojera fue lo único que denunció el agotamiento que sentía el tullido.

—En cuanto tuvo una oportunidad, Malus acudió a mí con esta información, como era debido. Me presentó un plan para usar su supuesta iniciación como trampa destinada a eliminar el núcleo del culto de la ciudad.

—¡Por derecho, debería haber acudido primero a mí! —gruñó Lurhan—. El honor de nuestra casa...

—El honor de tu casa o de cualquier otra está en segundo lugar respecto a los asuntos del templo —contestó Urial con sequedad—. Es deber nuestro mantener puras las almas de los druchii, libres de la debilidad de nuestros traidores parientes de Ulthuan. Esto no es solamente una orden de Khaine, sino el deseo del propio Malekith. ¿Quieres discutir eso?

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