—Es muy desordenada la sueca —le dijo, un poco más animado—. Bastante desordenada pero alegra la casa.
—¿Cómo vino a dar aquí, darling?
—Ernesto, mi hijo, la conoció en Londres y decidió invitarla. Cosa de muchachos de este tiempo. Lo cierto es que ahora no le hace mucho caso... Más bien los menores andan muy alborotados...
Susan volteó a mirar hacia donde Juan Lucas, en la distancia, recogía un vaso de whisky y continuaba su charla con la sueca. No necesitó abrir la boca para que Ernesto Pedro comprendiera que también Juan Lucas estaba muy alborotado y que ya hace rato que había dejado de ser menor. Sabe Dios por qué, de Altamira decidió soltar una frase larguísima y en perfecto alemán, pero no pudo terminarla porque un músculo en su hombro tiró cerrándole el ojo izquierdo desde allá abajo, al ver que el rostro de Susan, que no entendía ni papa, reflejaba sin embargo cierto fastidio, pues se imaginaba que Ernesto Pedro, utilizando algún texto literario, pretendía resumir el destino de las mujeres que se casan con tipos como Juan Lucas. Le dio una pica terrible a Susan; miró a de Altamira que continuaba con el ojo medio cerrado y, recordando a Nilda, estuvo a punto de decirle ¡ojalá te dé un aire y te quedes tuerto para siempre! Pero le dio flojera molestarse.
—Darling, aunque tú no lo creas, Juan y yo somos muy...
Ernesto Pedro sintió que la palabra felices era de color anaranjado, que se le mezclaba horriblemente con el celeste eléctrico de la pastillita y el mundo empezó a írsele a la mierda, Monterrico incluido. Se le vino a la cabeza que tendría que despedirse de sus invitados sin dentadura, lo iban a ver con la cara reducida, más arrugado y pasado mañana es domingo después de almuerzo. Casi se arroja por el cerro con dentadura y todo, pero se contuvo porque el hombre es más fuerte que la mujer y, en nombre de la raza blanca, volteó a mirar su gran casa, su gran patio misteriosamente iluminado, tal vez esa visión lograría salvarlo del terrible decaimiento: había unos hombres de saco blanco, perfecto, que rodeaban como moscas que no se te paran a otros hombres de oscuros ternos y corbatas plateadas sobre fondo perfecto color blanco o marfil de camisas de seda; éstos no veían las moscas, las moscas eran unas moscas tácitas y deseadas, parte de un ordenamiento natural, color celeste eléctrico, como también lo era el patio tan hermosamente iluminado donde Juan Lucas, señor, jugaba con la rubia, todo elevado sobre Lima, en Monterrico, y la posibilidad de viajar en cualquier momento a Europa o sanar de la neurastenia y llenar la casa hacienda de invitados un día en que ni yanaconas ni peones anaranjados aparezcan por ahí, ni el administrador anaranjado pero celeste me busque en la oficina que es hermosa y donde quedo muy bien, claro, claro, claro, voltear ahora donde Susan sintiéndose mejor, encontrarla junto a mí... Le hizo mucho bien la miradita al patio a Ernesto Pedro. Se sintió mejor. Y se sintió mucho mejor cuando vio que el primer grupo de invitados se acercaba a despedirse: «Los acompaño, señores, los acompaño», les decía de Altamira e iba poniendo sus dedos arios sobre los codos azules de sus invitados, empujándolos ligerísimamente a través del patio encantado, del living increíble, del vestíbulo glorioso, etc. Otros más se le acercaron también a despedirse mientras avanzaba, y él les dijo señores, sonriente y pensando: «Ya son más los que se marchan, si la cosa sigue así lograré quitarme la dentadura antes de las diez y media y hay la pastilla azul de las once para dormir y mis hijos mis propiedades mi todo y Alemania...»
—¡Susana, mujer! —llamó Juan Lucas, españolísimo.
Casi la mata del susto. Susan, linda, volteó, pero se dejó el mechón caído sobre la cara al ver a la sueca.
—Hola Ramón del Valle Inclán —dijo, pero Juan Lucas ya había agarrado vuelo y la burla se filtró en él convertida en piropo y más España.
—Hay un mozuelo llamado Julius que nos espera —soló faltó er Niño de Triana y sus guitarras flamencas.
—Hay un mozuelo llamado Julius que nos espera —lo imitó Susan, y hubiera zapateado burlona, pero la sueca, sabe Dios cómo, introdujo ambas manos en los bolsillos posteriores del pantalón y sus senos crecieron insolentes bajo la camisa blanca, obligando a Susan a cerrar los ojos, como si alguien le hubiera encendido dos faros en la cara. Quiso volar al oriente misterioso pero perdió también ese avión y fue peor porque balbuceó algo, no llegó a decir nada y se notó que podía ponerse colorada.
—Me llama Dita —dijo la sueca, extrayendo del bolsillo la mano probablemente aplastada y extendiéndosela a Susan.
Juan Lucas iba a empezar a zapatear pero se sintió hijo de puta y se limitó a pegar un taconazo, en el preciso instante en que Susan sentía como si hubiera tomado una Coca-Cola helada y extendía el brazo para llevarse el mechón hacia atrás, hizo esperar a la sueca y recién ahora le daba la mano, dejándola completamente adolescente y en pantalones sucios.
—¿Quieres venir a comer con nosotros? —le preguntó entre reina de Inglaterra y Greta Garbo—. Vamos a comer al Aquarium.
—No sé, no cree que puoda —contestó la sueca, entre la Cenicienta y taquimecanógrafa.
Susan firmó el documento con una sonrisa, mientras Juan Lucas, copa en mano, se rascaba la nuca completamente hijo de puta y decidía que lo mejor era dejar a la muchacha con los de Altamira y marcharse porque Julius debía estar galgo de hambre. Abandonaron los tres el mirador y avanzaron sonrientes entre los pocos grupos de invitados que aún charlaban en el patio. El arquitecto de moda volvió a enamorarse de Susan, al verla pasar conversando en inglés con la sueca que avanzaba disminuidísima y con veinte años de belleza menos que Susan. Sentía que no sabía nadar la pobre, y hubiera querido tanto que Susan le enseñara, más aún hubiera querido no tener una costra enorme en el codo. «Me va», les dijo despidiéndose, y corrió a su dormitorio: tal vez la costra estaba ya seca y podría arrancársela, presentarse limpia donde Juan Lucas, pero de dónde iba a sacar un vestido que no fuera la camisa de Ernestito Pedro de Altamira, «¡lo adio!», gritó la nadadora.
Mientras tanto Susan, linda, y Juan Lucas, entre playboy y el niño pródigo besaban agradecidísimos la mejilla izquierda, inmaculada de Finita y le preguntaban por Ernesto Pedro, para despedirse también de él. «Ahí viene», dijo Finita, siempre un momento antes de desmayarse, y Juan Lucas vio que Ernesto Pedro se acercaba con el ojo completamente cerrado y mirando su reloj pulsera, faltaban tres minutos para las diez y había envejecido tanto que Susan lo recibió en sus brazos, rogándole que no se molestara en acompañarlos hasta la puerta.
Minutos después el Jaguar descendía el cerro abandonando velozmente la propiedad privada de Ernesto Pedro de Altamira. La sueca, desnuda en su habitación, había descorrido ligeramente una enorme cortina y miraba perderse el automóvil en la noche, a través de uno de los vidrios que era una pared de la casa maravillosa, iluminada. En el patio, unas treinta y cinco personas azules continuaban conversando interesadísimas, sin haber logrado descubrir de dónde provenía la misteriosa luz que encantaba ese modernísimo patio, la aceptaban simplemente, de la misma manera que aceptaban que ellos, sólo ellos, pudiesen dejar un vaso caer en el aire y que el aire se convirtiera rápidamente en azafate de plata labrada. Conversaban felices, protegidos por la casa de cristal y sus muros transparentes; lo que decían se perdía entre la música, entre la noche elegante allá arriba con sus estrellas, fumaban y el humo se iba enredando, iba formando arabescos entre los rayos misteriosos de los reflectores ocultos, bebían whisky y sentían y era verdad que flotaban en una isla sobre el mundo, avanzaban sabe Dios hacia dónde pero felices, anaranjadamente felices.
La última curva lo convenció de que nada asustaría esa noche a Susan. Traía ganas de correr así, como loco con el
Jaguar, desde tiempo atrás, pero nunca pensó que ésta sería la noche ideal. Y que ella estaría a su lado, entregada al viento, dejando que sus cabellos volaran libremente. El Jaguar devoraba las distancias y las curvas aparecían siempre antes de que hubiera podido alcanzar el máximo de su velocidad, las veía a último momento. Juan Lucas había penetrado por sectores aún no construidos, oscurísimos de Monterrico, y Susan debía haber cerrado los ojos porque continuaba muda e inmóvil, dejando siempre que sus cabellos volaran hacia atrás con el viento.
—Estamos perdidos —le dijo Juan Lucas, de pronto.
—Piérdete un rato más, darling.
Al hablar, Susan había volteado a mirar a Juan Lucas; también él quiso mirarla, registrar su expresión, pero el viento enmarañaba en ese instante sus cabellos sobre su rostro, ocultándoselo completamente.
—Piérdete un rato más —volvió a decir Susan.
El hubiera deseado verle la cara, quería acusarla de haberse pasado largo rato conversando con Ernesto Pedro.
—Darling de Altamira —probó, entre preocupado y burlón, pero la imagen de la sueca, modernísimamente salvaje con sus pantalones sucios y tan apretados, irrumpió derrumbando su frase, sus palabras perdieron fuerza conforme las pronunciaba y se ocultaron turbias entre el rugido del motor.
—Darling de Altamira —insistió, alcahuetísimo y fingiendo unos celos que ahí nadie tenía; nuevamente sus palabras desaparecieron tragadas por el rugido nocturno del Jaguar.
—Darling de Neanderthal —lo cagó Susan, con tremenda alusión a la sueca adolescente; luego volvió a mirar muy tranquila hacia adelante, abandonándose valiente al vértigo de la velocidad, y dejando que el viento arrastrara nuevamente sus cabellos hacia atrás, ahora volaba también su mente. Juan Lucas apretó el acelerador a fondo, se alocó el Jaguar, pero ya todo en Monterrico había desaparecido para Susan... me lo dijo Cinthia: eres la más bonita del colegio, Susan, no quiero irme de Londres, Cinthia, yo tengo que regresar a Buenos Aires, ¿cuándo te volveré a ver, Susan?, mi primera hija llevará tu nombre, te lo prometo, Cinthia, la mía también se llamará como tú, Susan, siete años que estamos internas, Cinthia, por fin cómo te llamas, ¿Susana o Susan?, nunca lo he sabido bien: daddy me llama Susan y mami Susana, yo firmaba Susana pero en Londres nadie me ha vuelto a llamar así, sólo mami en sus cartas, ya hasta me suena extraño, Cinthia, será terrible separarse de ti, Susan, no llores, Cinthia, lloro siempre, soy una tonta, a ti nunca te he visto llorar, Susan, es extraño, es verdad, Cinthia, eres la única que no ha soltado una lágrima durante la graduación, Susan, adiós, adiós, sí, me quedaré en el aeropuerto, su avión llega dentro de media hora, debió llegar para la graduación, se ha atrasado, hace tres años que no lo veo, no llores, adiós, Cinthia, qué pena no haberlo visto esta vez, Susan, ¡daddy!, ¡daddy!, ¡daddy!, ¡qué lindo eres, daddy!, ¡mi hijita!, ¡eres una mujercita, Susan!, se acabó el internado, daddy, la peruanita solitaria, mi pobre Susan, nunca sufrí, no se notaba, mi inglés es perfecto, mejor que mi castellano, mami se queja siempre, ¿cómo está?, perdona mis errores de ortografía, mami, tus cartas tienen cada vez más errores, te estás olvidando de tu idioma, ¿qué vas a hacer cuando regreses a tu patria, Susan?, no quiero regresar, daddy, pero Susan, unos meses más, daddy, el avión que hace escala en Nueva York, esta noche a las ocho, Susan, no pongas esa cara, son sólo unos mesecitos, daddy, miss Stone se ocupará de todo, Susan, encantada, miss Stone, le tengo listo un departamiento al lado de mi casa, en Stahope Gardens, señorita, ¡mío!, ¡mío!, ¡mío!, ¡soy feliz!, nadie se mete conmigo, Cinthia, escríbeme siempre, cuéntame todo, Susan, completamente independiente, sin ninguna profesora para prohibirme las cosas, me he cortado el pelo chiquitísimo, sería perfecto si no estuviera al lado la pesada de miss Stone, no vuelva nunca tarde, señorita, no se preocupe, miss Stone, no fume usted tanto, señorita, no se meta, miss Stone, ¡qué se ha creído, señorita!, ¡váyase al diablo miss Stone!, le escribiré, le contaré todo, se enterará de todo, señorita, no le creas, daddy, ¿cómo es posible que hayas sido tan grosera con miss Stone, Susan?, es marimacha, daddy, se limitará a darte tu mensualidad, no la dejes entrar a tu departamento, iré a verte en cuanto pueda, Susan, gracias, mil gracias, linda tu carta, eres un amor, daddy, los negocios me obligan a ir postergando el viaje, Susan, y me corté el pelo más chiquito, te mando cinco fotos, / love you, daddy, tu madre reclama tus cartas, Susan, no me preocupa escribir, no hago nada, no tengo tiempo para hacer nada, soy feliz, David, déjame abrazarte, Susan, no quisiera que nadie se meta conmigo, quisiera sentirme siempre libre, David, ¿son todas las peruanas como tú, guapa?, ¿crees, David?, los más bellos dieciséis años, guapa, diecinueve, David, mentirosa, eres una peruana guapa y mentirosa, Susan, suelta mi pasaporte, idiota, ¿vienes a la fiesta, guapa?, mi pasaporte, imbécil, en la fiesta, te lo daré en la fiesta, Susan, ¡suéltame, imbécil! ¿qué pasa?, oiga, ¡suéltela, imbécil!, ¡calienta pingas!, ¡loca de mierda!, ¡suéltalo, Paul!, larguémonos de aquí, un poco de aire fresco, cógete de mi cintura, Sue, sí, Paul, ¿has ido en motocicleta, antes, Sue?, corre más, corre más, Paul, cerraron los Pubs, Sue, Stanhope Gardens, corre más, Paul, ¿otro whisky, Sue?, no quisiera que nadie se meta conmigo, quisiera sentirme siempre libre, Paul, good-by, baby, ¡Paul!, ¡regresa, Paul!, mocosa loca pequeña Sue, voy a traer más hielo, tampoco lloré, tampoco lloré esa noche, sí, esa noche fue, Elizabeth, ¿cuánto tiempo has estado con él, Susan?, casi un año, Elizabeth, ¿qué vas a hacer con tu daddy, Susan?, esa imbécil de miss Stone, su hija ha desaparecido de Londres, se ha marchado sin avisarme, señor, me escribe desde Francia, dice que está muy contenta, miss Stone, estoy en el deber de comunicarle que su hija se ha marchado en motocicleta con un desconocido, señor, me escribe desde Suecia, jura que está con una amiga, una llamada Elizabeth, has tenido suerte de encontrarme aquí, Susan, me harté de Paul, si vuelves a coquetear con ese maldito sueco te mato, Susan, casi se matan, Elizabeth, tengo dinero suficiente para las dos, Susan, te pagaré en Londres, los giros de daddy deben esperarme allá, los debe tener la bruja esa, miss Stone, que vendrá, que vendrá para llevársela, eso me ha dicho su padre, señorita, estoy perfectamente bien, te mando siete fotos, ya me creció el pelo, quiero estudiar, no me niegues esta oportunidad, te lo ruego, con todo mi amor, Susan, ¡lo convencí!, toma tu dinero, Liz, y tú sigues en pantalones, no tardan en llegar y tú toda desarreglada, Susan, ¿no podré ir así?, me da flojera cambiarme, ¿quiénes son, Liz?, la pareja JJ, dos de Oxford, John y Julius, una fiesta en nuestra casa de Sarrat, ¿no conoces?, al norte de Londres, no hay tiempo para que te cambies, te quedan mejor que un traje de baile tus pantalones, vamos, Susan, ¡déjenlo que corra más!, ¡más!, ¡déjalo que corra, John!, ha bebido demasiado, no corras tanto, Julius, ¿peruana, Susahna?, sí, y no te mostraré mi pasaporte, borrachín, peruana como Santiago, John, compañeros de universidad, tu gran amigo, ¿no Julius?, de Lima, dueño de medio Perú, cuando sea presidente nos mandará su avión, ¡armaremos la gran juerga en el palacio!, John, entra más despacio, Julius, la vez pasada me volé la puerta jajajaja, ¿cuántos años tienes, Susahn-a?, ¿cuántos whiskys has bebido, Julius?, me encantaría besarte, pero antes necesito otro trago, entremos, a ver si con otro trago me atrevo a decirte que te adoro, Susahna-a, me gusta, Liz, te invitará a salir, se emborrachará, te olvidará, tendrás que regresar en taxi, pasa siempre, Susan, nos estamos emborrachando todos, Carol, como siempre en las fiestas de Julius, ¿a qué hora llegará el hijoeputa de tu compatriota, Susahn-a?, no había vuelto a pensar en él, Liz, tuviste suerte de que no te encontrara borracha, Susan, me había ido a sentar al borde de la lagunita, hacía siglos que no escuchaba hablar español, la sueca estaba de espaldas, sentada sobre el borde, jugando en la lagunita, se acercó Juan Lucas, hacía siglos que no oía español, tenía que ser Santiago: Julius me envía conocerte, Susan, ¿Santiago?, espérate no te muevas, quédate como estás, Susan, me había vuelto a crecer el pelo, darling, ¿largo como ahora, mami?, sí, Cinthia, ¿papi te dijo eso?, ¿que te dejaras caer siempre el mechón de pelo? ¿que repitieras ese gesto? ¿que lo alzaras con la mano? ¿papi se enamoró de ti por eso, mami?, casi no había pensado, en todo caso te había imaginado distinto, Santiago, ¿desilusionada?, Julius me dijo que eras dueño de medio Perú, Santiago, lo mismo me dijeron de ti, Susan, te había imaginado moreno, enorme, Santiago, ¿desilusionada, Susana?, años que nadie me llamaba así, era bajo, rubio, pero repitió desilusionada, es tan irónico, tiene la barba espesísima, no pude soportar su mirada, es más bajo que yo, lo noté cuando bailamos, me encanta, me dejaba sentada al borde de la lagunita, iba por otro whisky, la sueca lo miraba abriéndome un agujero con el dedo en el mechón, de repente le dije darling, me miró con tal ironía, me sentí una salvaje, toda sucia en pantalones, salida de las cuevas de Altamira o de las cuevas darling Neanderthal, no toleraba su mirada, casi lloro de amor, daddy, pertenece a una gran familia, lleva el mismo nombre que su padre, mi gran amigo, Susan, veintisiete de septiembre de mil novecientos treinta y siete, te adoro, Santiago, vamos a celebrarlo, mi automóvil nos espera impaciente, ¿dónde vives, Susana?, Stanhope Gardens, Santiago, pensé dormir en Sarrat, tengo mis cosas en la maletera del auto, Susan, ¡y tiene una bata de seda color rojo vivo!, ¡es un dandy!, ¡unas pantuflas azules maravillosas y su nombre bordado en seda!, y te mira y hay que bajar los ojos, Liz, te llegó la hora, no más la libre peruanita, Susan, te adoro, Santiago, vas a cumplir diecinueve años, volveremos a Lima, nos casaremos, Susan, quedémonos más tiempo en Londres, por favor, Santiago, imposible, tengo que ponerme a trabajar, tenemos que volver a Lima muy pronto, Susana, querido Julius: Santiago vive ocupadísimo, no puede escribirte, voy a tener mi segundo hijo, tendrá que llamarse Roberto, Bobby, como un tío que va a ser su padrino, si es mujercita se llamará Cinthia como mi amiga argentina (nunca la volví a ver), tal como voy parece que serán muchos, cumpliremos la promesa, el próximo se llamará como tú, con todo mi amor, Susan, casémonos aquí, quedémonos un tiempo más, Santiago, imposible, Susana, hasta luego, miss Stone, espero que haya hecho usted una buena elección, señor Santiago, ¿tú qué piensas, Susan?, ¡váyase a la mierda, miss Stone!, para mí es un placer que se la lleve usted, señor Santiago, en Lima no podrás portarte así, Susana, la sueca prefiero que me llames Susan, Santiago, querido Julius: nuestro cuarto hijo acaba de nacer, es hora de que cumplamos nuestra promesa, se llamará Julius como tú, espero poder abandonar el trabajo pronto, no me siento nada bien, quisiera viajar a Londres para consultar con un médico, nos volveremos a ver entonces, Julius, mi querida Susan: la vida es terrible, cuánto diera por verte, nunca creí que no lo volvería a ver, por favor escríbeme, Susan, darling: unas líneas para describirte a Julius: orejoncísimo, graciosísimo, Julius se debe estar muriendo de hambre en el hotel, regresaremos a más tardar a las diez, Julius, ¿quién es ese señor, mami?, no voy a llorar la sueca fastidiarlo darling de Neanderthal te llevará a pasear en su carro de carrera, éste es Julius, Juan Lucas... «¡Susan Susan!»