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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Una campaña civil (41 page)

BOOK: Una campaña civil
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De todas formas, ella no quería volver. No quería saber menos, no quería ser más pequeña. No deseaba esas palabras no dichas. Su mano apretó espasmódicamente la carta contra su pecho, y luego alisó con cuidado las arrugas contra la mesa. Sólo quería que el dolor cesara.

La próxima vez que lo viera, ¿tendría que responder a su desastrosa pregunta? O, al menos, ¿sabría cuál era la respuesta? ¿Habría otra forma de decir
te perdono
o
Sí, para siempre
, alguna tercera vía? Quería desesperadamente una tercera vía en la que apoyarse.

No puedo responder a esto ahora mismo. No puedo
.

Cucarachas mantequeras. Podía hacer cucarachas mantequeras ahora mismo…

El sonido de la voz de su tía, llamándola, rompió el círculo sin fin de los pensamientos de Ekaterin. Sus tíos tenían que haber regresado tras cenar fuera. Rápidamente guardó la carta en el sobre y la escondió de nuevo en su chaquetilla, y se frotó los ojos con las manos. Trató de poner una expresión, cualquier expresión, en su rostro. Todas parecían máscaras.

—Ya voy, tía Vorthys —dijo, y se levantó para recoger su pala, llevar los hierbajos a la basura y entrar en la casa.

12

El timbre de su apartamento sonó mientras Ivan alternaba entre dar sorbos a su primer café de la mañana y abrocharse las mangas del uniforme. ¿Compañía, a esa hora? Alzó las cejas, lleno de asombro y, con cierta curiosidad, se dirigió hacia la entrada para atender la llamada.

Bostezaba cubriéndose la boca con la mano cuando la puerta se deslizó para mostrar a Byerly Vorrutyer, así que fue demasiado lento para pulsar el botón de cierre antes de que By metiera la pierna. El sensor de seguridad, lástima, detuvo la puerta en vez de aplastar el pie de By. Ivan lamentó que la puerta tuviera un borde de goma en vez de, digamos, el filo de una navaja.

—Buenos días, Ivan —rezongó By a través de la estrecha abertura.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí tan temprano? —preguntó Ivan, receloso.

—Tan tarde —dijo By, con una sonrisita.

Bueno, eso tenía un poco más de sentido. Estudiado con atención, By parecía un poco cansado, con una sombra de barba y los ojos enrojecidos.

—No quiero saber nada más de tu primo Dono —dijo Ivan con firmeza—. Lárgate.

—La verdad es que venía por tu primo Miles.

Ivan contempló la espada de su uniforme de gala, plantada en un paragüero hecho con una vieja bomba de artillería. Se preguntó si clavársela en el pie de By sería suficiente para hacerlo retroceder y poder cerrar la puerta. Pero el paragüero estaba fuera de su alcance.

—Tampoco quiero saber nada de mi primo Miles.

—Es algo que creo que necesita saber.

—Bien. Ve y díselo, entonces.

—Yo… preferiría que no, considerándolo todo en conjunto.

Los afinadísimos detectores de mierda de Ivan empezaron a parpadear en rojo, en algún rincón de su cerebro que normalmente no estaba activo a esa hora.

—¿Sí? ¿Qué consideras en conjunto?

—Oh, ya sabes… delicadeza… respeto… sentimientos familiares…

Ivan hizo un ruido grosero con los labios.

—… el hecho de que controla un voto valioso en el Consejo de Condes… —continuó By serenamente.

—Dono va detrás del voto de mi tío Aral —señaló Ivan—. Técnicamente. Regresó a Vorbarr Sultana hace cuatro noches. Ve a acosarlo a él.

Si te atreves
.

By mostró los dientes en una sonrisa compungida.

—Sí, Dono me contó la grandiosa entrada del Virrey, y la escapada general. No sé cómo conseguiste salir ileso de la catástrofe.

—Hice que el soldado Roic me abriera la puerta trasera.

—Ah, ya veo. Muy prudente, sin duda. Pero en cualquier caso, el conde Vorkosigan ha hecho saber que confía en la discreción de su hijo en nueve casos de cada diez.

—Es un asunto suyo. No mío.

—¿Tienes un poco de café para mí? —By miró ansioso la taza que Ivan tenía en la mano.

—No —mintió Ivan.

—Entonces tal vez serías tan amable de prepararme un poco. Vamos, Ivan, apelo a tu humanidad. Ha sido una noche muy larga y tediosa.

—Estoy seguro de que podrás encontrar algún lugar abierto en Vorbarr Sultana que te venda café. Camino de casa —tal vez no debería dejar la espada en la vaina…

By suspiró, y se apoyó contra el marco de la puerta, cruzándose de brazos como si esperara una conversación larga. No movió el pie.

—¿Qué has oído de tu primo el lord Auditor en los últimos días?

—Nada.

—¿Y qué piensas de ello?

—Cuando Miles decida qué debo pensar, estoy seguro de que me lo dirá. Siempre lo hace.

By hizo una mueca, pero consiguió no sonreír.

—¿Has intentado hablar con él?

—¿Parezco tan estúpido? Ya sabes lo de la fiesta. El hombre se estrelló. Estará imposible durante días. Mi tía Cordelia puede sostenerle la cabeza bajo el agua esta vez, gracias.

By alzó las cejas, quizá tomando esta última observación por una metáfora divertida.

—Vamos, vamos. Según Dono, la pequeña cagada de Miles no fue irremediable, y lo considero a él más experto en mujeres que nosotros —la expresión de By se volvió seria y sus ojos se ensombrecieron extrañamente—. Se trata de lo que va a pasar si no hacemos nada.

Ivan vaciló.

—¿Qué quieres decir?

—Café, Ivan. Y lo que tengo que decirte no es, decididamente, para decirlo en un pasillo público.

Voy a lamentar esto
. A regañadientes, Ivan pulsó la apertura de la puerta y se hizo a un lado. Luego le sirvió a By el café y le dejó sentarse en su sofá. Probablemente un error estratégico. By bebía lo suficientemente despacio, podría alargar su visita por un tiempo indefinido.

—Voy camino del trabajo, te lo advierto —dijo Ivan, ocupando el cómodo sillón frente al sofá.

By dio un sorbo agradecido.

—Seré rápido. Sólo mi sentido del deber Vor me impide estar ya en la cama.

En interés de la velocidad y la eficiencia, Ivan se guardó los comentarios. Indicó a By que continuara, a ser posible sucintamente.

—Anoche fui a una cena privada con Alexi Vormoncrief —empezó a decir By.

—Qué interesante —gruñó Ivan.

By agitó los dedos.

—Demostró tener momentos de interés. Fue en la mansión Vormoncrief. Me invitó el tío de Alexi, el conde Boriz. Una de esas reuniones de conspiradores que dan mala fama a la política, ya sabes. Parece que mi complaciente primo Richars se enteró por fin del regreso de lord Dono y corrió a la ciudad para investigar cuánta verdad había en los rumores. Lo que descubrió lo alarmó lo suficiente para, ah, empezar a aplicarse a ganar su voto en la inminente decisión del Consejo de Condes. Como el conde Boriz influye en una parte significativa de los votos del partido conservador, Richars, que no es tonto del todo, empezó su campaña con él.

—Ve al grano, By —suspiró Ivan—. ¿Qué tiene todo esto que ver con mi primo Miles? No tiene nada que ver conmigo: los oficiales en activo no pueden jugar a la política, ya lo sabes.

—Oh, sí, soy bastante consciente de ello. También estaban presentes, por cierto, el cuñado de Boriz, Sigur Vorbretten, y el conde Tomas Vormuir, que al parecer tuvo un pequeño encontronazo con tu primo en sus actividades como Auditor hace poco.

—¿El lunático de la fábrica de bebés que Miles cerró? Sí, he oído hablar de eso.

—Yo conocía un poco a Vormuir, de antes. Lady Donna solía ir a disparar al blanco con su condesa, en tiempos más felices. Eran unas chismosas, esas chicas. En cualquier caso, como era de esperar, Richars abrió su campaña con la sopa y, para cuando sirvieron la ensalada, ya había llegado a un acuerdo con el conde Boriz: un voto para Richars a cambio de la alianza con los conservadores. Esto dejó el resto de la cena, desde las entradas hasta los postres y durante los vinos, libre para tratar otros temas. El conde Vormuir se explayó a sus anchas sobre lo insatisfecho que estaba con su Auditoría Imperial, lo cual puso a tu primo, como si dijéramos, sobre la mesa.

Ivan parpadeó.

—Espera un momento. ¿Qué estabas haciendo tú con Richars? Creí que estabas en el otro bando de esta guerra.

—Richars cree que estoy espiando a Dono para él.

—¿Y es verdad?

Si Byerly estaba jugando con los dos extremos de la cuerda, Ivan esperaba cordialmente que acabara quemándose ambas manos.

Una sonrisa de esfinge asomó a los labios de By.

—Mm, digamos que le digo lo que necesita saber. Richars está bastante orgulloso de su astucia, por haberme plantado en el campo de Dono.

—¿No sabe que hiciste que el lord Guardián del Círculo de Oradores le impidiera tomar posesión de la mansión Vorrutyer?

—En una palabra, no. Conseguí esconderme detrás de las cortinas en ese asunto.

Ivan se frotó las sienes, preguntándose a cuál de los dos primos le estaba mintiendo By en realidad. No eran imaginaciones suyas. Hablar con aquel tipo le estaba produciendo dolor de cabeza. Esperaba que By tuviera resaca.

—Continúa. Acelera.

—Se hicieron algunos típicos comentarios conservadores sobre el coste de las reparaciones del espejo solar komarrés. Que los komarreses lo paguen, ellos lo rompieron, lo de costumbre.

—Lo pagarán. ¿Es que no saben cuántos de nuestros ingresos por impuestos vienen del comercio komarrés?

—Me sorprendes, Ivan. No sabía que prestaras atención a ese tipo de cosas.

—No lo hago —negó Ivan rápidamente—. Es del dominio público.

—La discusión sobre el incidente komarrés sacó a colación, de nuevo, a nuestro lord Auditor favorito, y el querido Alexi se sintió conmovido para hacernos partícipes de su agravio personal. Parece que la Bella Viuda le dio calabazas. Después de muchas molestias y gastos por su parte, también. Las tarifas de la Baba, ya sabes.

—Oh —Ivan sonrió—. Bien por ella.

Ekaterin estaba rechazando a todo el mundo. ¡El desastre doméstico de Miles no era probablemente culpa suya, menos mal!

—Sigur Vorbretten, nada menos, ofreció a continuación una versión deformada de la reciente cena de Miles, completa, con una vívida descripción de la señora Vorsoisson saliendo de estampida después de la calamitosa propuesta pública de matrimonio que le hizo Miles —By ladeó la cabeza—. Incluso haciendo más caso a la versión de Dono que a la de Sigur, ¿qué mosca le picó al pobre hombre? Siempre creí que Miles era más tranquilo.

—Pánico —dijo Ivan—. Creo. Yo estaba en el otro extremo de la mesa —meditó un instante—. Nos puede pasar a los mejores —frunció el ceño—. ¿Cómo demonios se enteró Sigur de la historia? Desde luego yo no la he contado. ¿Ha estado chismorreando lord Dono?

—Sólo conmigo, espero. Pero, Ivan, había diecinueve personas en esa cena. Más los soldados y los criados. Está en boca de toda la ciudad, y se hace más dramático y delicioso con cada relato, estoy seguro.

Ivan podía imaginarlo. Ivan podía imaginar que llegaba a oídos de Miles, y el humo saliendo de ellos. Dio un respingo.

—Miles… Miles querrá matar a alguien.

—Es curioso que digas eso. —By dio otro sorbo de café y miró a Ivan, tan tranquilo—. Sumando la investigación de Miles en Komarr, la muerte del administrador Vorsoisson en mitad del caso, la subsiguiente proposición de Miles a su viuda, y el teatral (en la versión de Sigur, aunque Dono dice que se portó de manera bastante digna, dadas las circunstancias) rechazo de ella, más cinco políticos conservadores Vor con ganas de desquitarse de Aral Vorkosigan y todas sus obras, y varias botellas de buen vino del Distrito Vormoncrief, nació una Teoría. Y evolucionó rápidamente, en una especie de equilibrio inestable, para convertirse en una Calumnia en toda regla mientras yo estaba delante. Fue fascinante.

—Oh, mierda —susurró Ivan.

By le dirigió una aguda mirada.

—¿Te me adelantas? Cielos, Ivan. Qué profundidad de pensamiento. Puedes imaginarte la conversación; yo tuve que soportarla. Alexi rezongando contra el maldito mutante que se atrevía a cortejar a la dama Vor. Vormuir opinando que era condenadamente conveniente que el marido hubiera muerto en un supuesto accidente en medio del caso de Vorkosigan. Sigur diciendo pero no hubo ninguna acusación, y el conde Boriz mirándolo como si fuera el penoso alelado que es y respondiendo que no podría haberla: los Vorkosigan han tenido a SegImp en la palma de la mano durante treinta años, la única pregunta era si fue planeado entre la esposa y Vorkosigan. Alexi saltó en defensa de su enamorada… el pobre no entiende lo que es una insinuación, y declaró que era inocente y no sospechó nada hasta que la burda propuesta de Vorkosigan le abrió los ojos. Su veloz marcha fue la ¡Prueba! ¡La Prueba!… la verdad es que lo dijo tres veces, pero ya estaba bastante bebido a esas alturas… de que ella, al menos, se daba cuenta ahora de que Miles había eliminado a su amado esposo para tener el camino despejado, y ella debía saberlo, pues no estaba allí. ¡Y apostaba a que estaría dispuesta a reconsiderar su propuesta ahora! Como Alexi es un idiota conocido, los demás no quedaron muy convencidos de sus argumentos, pero estuvieron dispuestos a conceder a la viuda el beneficio de la duda por bien de la solidaridad familiar. Y así continuaron.

—Santo Dios, By. ¿No pudiste detenerlos?

—Intenté inyectar cordura hasta el límite posible sin volar mi cobertura, como decís los militares. Estaban demasiado entusiasmados con su creación para prestarme mucha atención.

—Si presentan ese cargo por asesinato contra Miles, barrerá el suelo con todos ellos. Te garantizo que no tolera esas idioteces.

By se encogió de hombros.

—No es que a Boriz Vormoncrief no le gustara una sentencia contra el hijo de Aral Vorkosigan, pero como les hice ver, no tienen suficientes pruebas, y… por las razones que sean, no es probable que obtengan ninguna. No. Una acusación se puede rebatir. Te puedes defender. Puede provocar un desagravio legal. No habrá ningún cargo.

Ivan no estaba tan seguro.

—Pero un guiño —continuó By—, un susurro, una mueca, un chiste, una anécdota deliciosamente horrible… ¿quién puede evitar eso? Sería como tratar de luchar contra la niebla.

—¿Crees que los conservadores se lanzarán a una campaña para desacreditarlo utilizando este sistema? —dijo Ivan lentamente, helado.

—Creo… que si el lord Auditor Vorkosigan desea ejercer algún tipo de control de daños, tiene que movilizar sus recursos. Cinco lenguas viperinas están durmiendo la mona esta mañana. Pero esta noche volverán a entrar en funcionamiento. Yo no presumiría de aconsejar estrategias a milord Auditor. Ya es un chico mayor. Pero, por, digamos, cortesía, le daría la ventaja de ofrecerle información a tiempo. Lo que haga con ella es cosa suya.

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