Underworld (24 page)

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Authors: Greg Cox

Tags: #Aventuras, #Fantasía

BOOK: Underworld
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—¡Dejadme hablar con Selene!

Sus ojos se abrieron llenos de alarma. A pesar de que estaba áspera y cascada, reconoció al instante la voz de Michael.
¡Demonios del infierno! ¿Qué le ha hecho venir aquí?

Apartó a Erika con cajas destempladas y entró en la cabina de seguridad, donde sus ojos horrorizados no tardaron en confirmar lo que sus oídos ya le habían dicho. Allí estaba Michael, mirándola con desesperación desde el monitor. Para su consternación, comprobó que parecía aún más enfermo y lleno de pánico que horas atrás.

Han mordido a tu humano,
la asombrosa advertencia de Erika, recibida hacía horas en el archivo, regresó sin ser convocada a la mente de Selene.
Lo ha marcado un licano.

¿Podía ser cierto? ¿Había sido Michael infectado con el funesto mal de Lucian?

Kraven no le dio tiempo a reaccionar. Sumó rápidamente dos y dos y se volvió para enfrentarse a ella. Estaba lívido de furia y apuntó el monitor con un dedo acusador. Las gotas de lluvia resbalaban sobre la imagen de la pantalla, como lágrimas corriendo por la cara del humano.

—¿Ése es Michael?

La única ventaja del ataque de celos de Kraven fue que impidió que se preguntara qué estaba haciendo Selene en la cripta. Ignorando su estallido, ella alargó la mano y ajustó la WebCam digital montada sobre el panel de control para volver hacia sí el ojo implacable de la cámara.

—¿Ése es Michael? —exigió Kraven con un tono agudo que rebelaba que estaba a punto de perder los estribos.

Por supuesto que lo es,
pensó ella, mordaz. La verdadera pregunta ahora era qué iba a hacer.

• • •

Tiritando bajo el frío, Michael esperaba delante de la cámara de seguridad por control remoto, moviendo las piernas en un vano intento por mantenerse caliente. La arremolinada niebla gris parecía penetrar hasta el mismo tuétano de sus huesos y lo helaba por completo mientras esperaba a que alguien de la mansión saliera o se percatara de que estaba allí. A ser posible cierta femme fatale armada hasta los dientes y de orígenes e intenciones inciertos.

Selene.

De repente comprendió que su nombre se debía a la luna, y que era muy apropiado. Como el brillante orbe lunar, ella parecía ejercer un influjo incontenible sobre su mente y su cuerpo, lo atraía a pesar de lo que dictaba el sentido común, y lo mantenía en el último lugar del mundo al que hubiera querido regresar.

¿Cómo voy a quedarme aquí fuera mientras me congelo el culo? Se apretó con fuerza con sus propios brazos, tratando de impedir que lo poco que quedaba de su calor corporal se perdiera en la niebla. A pesar de su impaciencia, sabía que no iría a ninguna parte hasta que averiguara si Selene estaba en el interior del espeluznante edificio de piedra o al menos al otro lado de la cancela de hierro. Estupendo, pensó con sarcasmo, ahora soy un fugitivo y un acosador.

De improviso, un monitor electrónico que había sobre la cámara y que hasta entonces había permanecido apagado cobró vida. El corazón le dio un vuelco. Sus ojos fatigados se abrieron de par en par al ver las facciones luminosas de Selene en la pantalla. ¡Gracias a Dios!, pensó mientras se acercaba a la cámara. Pulsó con un dedo tembloroso el botón del comunicador.

—¡Tengo que hablar contigo! —le gritó con voz frenética al auricular. Una tenue chispa de esperanza se encendió en su interior—. ¿Qué demonios está pasando? ¿Qué me está pasando a mí?

• • •

Selene se inclinó sobre el panel de control en dirección al intercomunicador.

—Ahora mismo salgo —le prometió con voz tensa.

No tenía tiempo ni de tratar de responder alguna de las angustiadas preguntas de Michael. Sabía que su vida dependía de alejarlo de Ordoghaz lo antes posible. Aunque Erika estuviera equivocada y Michael no estuviera convirtiéndose en un licántropo, los absurdos celos de Kraven ponían al humano en peligro mortal.

—¡Si sales con él —le advirtió Kraven mientras se erguía como un gallo hinchando el buche—, por Dios que no volverás a ser bienvenida en esta casa!

Selene le dio la espalda al panel y no pudo resistirse a darle una pequeña sorpresa.

—Ahora que Viktor está despierto —dijo mientras le miraba fijamente los ojos—, puede que tenga algo que decir al respecto.

Nada hubiera podido pagar la expresión de horror que se dibujó en el rostro del regente. Por vez primera en casi seiscientos años, Kraven se había quedado sin palabras. Una perplejidad aturdida hizo que se le hincharan los ojos.

Selene no esperó a que se recobrara de la sorpresa. Salió de la sala de seguridad pasando junto a Erika, que observaba la escena desde el otro lado de la puerta con los ojos muy abiertos. La criada se quedó boquiabierta al ver que Selene se abría paso como un picahielos entre la bandada de vampiresas de la servidumbre.

—¡Espera! —le gritó Erika—. ¿Qué estás haciendo?

La única respuesta que recibió fue el eco de las pisadas de Selene mientras se perdía por el pasillo de mármol. ¿Habrá Kraven entrado ya en la cripta?, se preguntó Selene con malicia, ¿o estará todavía tratando de recuperar el control?

Era una pena que no pudiera quedarse para averiguarlo.

• • •

Las puertas de hierro se abrieron automáticamente y un sedán gris oscuro salió a toda prisa al camino. Selene no había mentido, comprendió Michael, cuando había dicho que saldría enseguida. No habían pasado ni cinco minutos desde que desapareciera de la pantalla del monitor.

Abrió la puerta del copiloto.

—¡Sube! —exclamó con una urgencia que aterrorizó al joven norteamericano.

Michael no podía dejar de recordar que la última vez que se había metido en un coche con aquella mujer casi habían terminado en el fondo del Danubio. Para esto he venido, tuvo que recordarse. Lanzó una mirada insegura hacia la mansión. ¿No?

Tragó saliva y subió al coche.

• • •

¿Viktor… despierto?

Kraven no daba crédito a sus oídos.
No puede decirlo en serio
, pensó con desesperación.
Debe de haber sido un chiste.

Pero lo cierto es que Selene no era famosa por su sentido del humor.

El agitado regente mandó a Soren a buscar al centinela desaparecido y a continuación salió de la sala de control y se dirigió a la cripta. Temía mortalmente lo que pudiera encontrar en ella pero no podía vivir con la incertidumbre un solo instante más. El aire gélido de la cámara rivalizaba con el miedo helado que le atenazaba el corazón mientras sus ojos buscaban la losa de bronce que señalaba la tumba enterrada de Viktor.

¡Allí! ¡Gracias a la fortuna!
El alivio lo inundó como un calmante baño de sangre al ver que la tapa del sarcófago de su amo seguía donde debía. Al mirar con más detenimiento descubrió que la tumba de Marcus también parecía intacta, así como la vacía que aguardaba ahora a Amelia. Todo marcha bien, concluyó, mientras se tomaba un momento para recuperar la compostura. Aspiró profundamente y exhaló el aire poco a poco. Selene sólo había estado jugando con él. ¡Maldita zorra manipuladora!

Se volvió para salir de la cripta, urdiendo ya en su mente los diabólicos castigos que le infligiría a Selene si osaba volver a asomar su engañosa cara por la mansión de nuevo y se sobresaltó al encontrar una de las criadas frente a él. Su rostro esbelto y rubio estaba pálido, hasta para ser una vampiresa, y temblaba nerviosamente como si una manada entera de licántropos estuviera salivando sobre su carne desnuda. Unos orbes violetas llenos de pánico lo miraron.

¿Y ahora qué pasa?,
se preguntó con irritación.

—Se lo advertí —balbuceó la muchacha casi sin aliento. Las palabras abandonaban sus labios como un torrente—. Se lo advertí pero no quiso escucharme. Nunca escucha… a nadie. —Kraven asumió que se estaba refiriendo a Selene—. Lo siento. Tendría que habértelo dicho antes. Tendría que…

Kraven le lanzó una mirada suspicaz.

—¿Decirme el qué?

—El humano. Michael. —Se encogió mientras hablaba y su cabeza se fue agachando hacia sus hombros—. En realidad no es humano. Es un licano.

La compostura que Kraven acababa de recobrar se evaporó en un mero instante mientras la pasmosa revelación de la pequeña doncella prendía fuego a su temperamento. La sangre enrojeció sus ojos y su cara mientras las venas hinchadas empezaban a latir violentamente en sus sienes. La criada se apartó temblando, temiendo la tormenta que se avecinaba.

—¿QUÉ? —rugió como un león agraviado, sin saber que a sólo unos metros de distancia, en el interior de la oscura cámara de recuperación, unos oídos muy antiguos habían reparado en su grito de furia… y estaban escuchando con mucha atención.

Capítulo 18

E
l oscuro bosque húngaro pasaba a toda velocidad ante las ventanas del sedán mientras Selene mantenía pisado a fondo el acelerador. Las ruedas levantaban remolinos de hojas caídas tras ellos, hojas que se remontaban sin descanso sobre el asfalto empapado de lluvia. La vampiresa conducía aferrando el volante con las manos y corriendo como un murciélago huyendo del infierno, aunque sin ser consciente de la ironía.

—Mira —dijo con voz tensa y sin apartar un solo instante los ojos castaños del asfalto—. No debes regresar allí nunca. Nunca. Te matarán. ¿Lo comprendes?

—¿Matarme? —La estridente confusión que se oía en la voz de Michael dejaba bien claro que no tenía idea de lo que estaba pasando—. ¿Pero quiénes sois vosotros?

¿Por dónde empezar?,
se preguntó, sin saber lo mucho o poco que podía contarle a aquel agitado mortal… si es que era un mortal. Se arriesgó a lanzar una mirada a su izquierda y vio los desgarros que Michael tenía en la chaqueta por encima del hombro derecho. Oh, mierda, pensó con el corazón en un puño. Espero que eso no signifique lo que creo que significa.

Quitó una mano del volante y de un tirón brusco dejó al descubierto el vendaje manchado de sangre que el norteamericano tenía debajo de la chaqueta y la camiseta. Sus dedos se introdujeron debajo de la ensangrentada gasa y arrancaron con impaciencia el vendaje del hombro desnudo de Michael.

—¡Oye! —gritó éste con sorpresa, pero Selene no estaba prestándole atención. En aquel momento sólo le interesaba la fea herida, que consistía en una gruesa costra de la sobresalían varios pelos negros. ¡No!, pensó desesperada. La visión de la cicatriz había sido como el impacto de un rayo de sol. Aunque estaba empezando a curarse, el salvaje mordisco de un licántropo era inconfundible.

Erika había dicho la verdad. Michael se estaba convirtiendo en uno de ellos.

Selene dio un puñetazo en el salpicadero y el plástico endurecido se agrietó. ¡No es justo!, pensó, enfurecida. ¡Él no! ¡Michael no!

Él la miraba sin comprender lo que estaba ocurriendo. La inocencia de su ingenuo rostro norteamericano estuvo a punto de partirle el corazón.

¿En qué demonios me he metido?

El sedán aceleró por la nocturna campiña y se encaminó a velocidad de vértigo en dirección a Budapest… y a un futuro que Selene ni siquiera se atrevía a imaginar.

¿Y ahora qué hago?

• • •

En la cripta, Kraven estaba fuera de sí.

—¿Cómo ha podido preferir a un asqueroso licano antes que a mí? —rugió. La mera idea hacía que le hirviera la sangre—. ¡Es… inconcebible!

Enfurecido, se volvió hacia la hermosa portadora de las increíbles noticias.

—Espera un momento —dijo, mientras se le ocurría una idea esperanzadora. Lanzó una mirada suspicaz a la acobardada sirvienta que, si la memoria no le fallaba, se llamaba Erika—. Tú eres la que está celosa, ¿no?

¿Podía ser aquél un intento torpe, por no mencionar carente de todo gusto, por privar a Selene de su afecto?

Sin embargo, la necia vampiresa reaccionó con espanto a la acusación implícita de sus palabras.

—¡No! ¡Os lo juro, mi señor, yo nunca os mentiría!

Por desgracia, Kraven la creía, así que no le quedaba más remedio que aceptar la obscena realidad de que, entre todas las criaturas, Selene había elegido precisamente a un licano para emparejarse.
Esta vez ha ido demasiado lejos,
pensó con indignación.
Ejecutor o no, ningún vampiro tenía derecho a confraternizar con el enemigo sin recibir un castigo.

A excepción de su alianza secreta con Lucian, por supuesto.

Se disponía a abandonar la cripta cuando lo frenó en seco una voz reseca y susurrante que emergió de repente de las sombras que cubrían la parte trasera de la cámara subterránea.

—¿A qué viene este tumulto? —exigió la voz.

El rostro de Kraven se heló.
¡No, no puede ser!
En la comprensible furia provocada por el comportamiento criminal de Selene, había olvidado por completo lo que había dicho sobre Viktor al despedirse. Creí que sus palabras no eran más que una presunción vacía.

Tanto Erika como él se volvieron hacia la voz, que parecía emanar de la sombría cámara de recuperación. Kraven tragó saliva al ver que una figura esquelética salía arrastrando los pies de la parte trasera de la cámara y se acercaba a la pared de plexiglás que la separaba de la cripta. Un jadeo involuntario escapó de la garganta de la criada ante la visión grotesca que tenía ante sí.

Viktor, con el cuerpo demacrado envuelto en una túnica de seda, los estaba mirando desde el otro lado de la transparente barrera. Unos ojos fríos y blancos, como de cuarzo pulido, contemplaban la escena con intensidad desde la sombría oquedad de sus cuencas oculares. Su rostro momificado lucía una expresión fría y autoritaria. Una intrincada red de tubos de plástico salía de su cuello y sus hombros y lo mantenía conectado a un mecanismo de alimentación suspendido por encima de su cabeza, de tal modo que parecía una marioneta demoníaca. Por los tubos intravenosos fluía brillante sangre arterial, que nutría al recién despertado Antiguo y restauraba sus fuerzas.

¡Es un error!,
protestó Kraven para sus adentros al ver cómo se desmoronaban sus cuidadosamente preparados planes delante de sus ojos. Se suponía que Viktor debía de estar en aquel mismo momento enterrado, no en pie y despierto cuando Kraven estaba a punto de alcanzar su mayor victoria.
¿Todavía puede salvarse el plan,
se preguntó,
o todas mis meticulosas y arriesgadas maquinaciones han quedado reducidas a nada?

Erika cayó de rodillas junto a Kraven, lo que recordó a éste que debía hacer lo mismo. Con un remolino de pensamientos y su glorioso futuro arrojado de repente a la incertidumbre, el aterrado vampiro cayó de rodillas frente a su oscuro amo y señor.

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