Underworld (46 page)

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Authors: Greg Cox

Tags: #Aventuras, #Fantasía

BOOK: Underworld
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Pero no se avecinaba ningún ataque. Asombrados por la victoria que acababan de presenciar, los espectadores de las pasarelas y vías no parecían ansiosos por desafiar a Selene o a aquel ser híbrido de aspecto letal. Los vampiros, los licanos y los hombres-lobo los observaban desde las sombras, pero ninguno se atrevió a hacer un movimiento.

Monstruos listos,
pensó Selene.

Lentamente y con poco ruido, las diversas criaturas de la noche se dispersaron y regresaron a la segura oscuridad del laberíntico inframundo. Al cabo de pocos minutos, el bunker parecía tan vacío como los humanos de la superficie creían que debía de estar.

Selene los vio marchar con alegría. Ya se había derramado demasiada sangre aquella noche. Recuperó el colgante de Lucian de los restos de Viktor y se lo puso a Michael en la mano. Después de todo, él era ahora el custodio de los recuerdos y el legado del gran licano. Cogidos de las manos, Michael y ella cruzaron la inundada cámara y emprendieron el largo camino de regreso al mundo de la superficie.

Mientras se quitaba el pelo manchado de sangre de los ojos, Selene sonrió al recordar que, sólo dos noches atrás, había considerado con notables reservas la posibilidad de la paz. Le había tenido miedo a una inmortalidad sin enemigos a los que destruir.

Michael volvió a adoptar forma humana. Selene le apretó la mano, sintió su calidez. Él le sonrió y ella se rió entonces de sus necios miedos.

La guerra había terminado, pero había encontrado algo nuevo por lo que vivir.

Puede que para toda la eternidad.

Epílogo

H
abían pasado horas en la silenciosa cripta. El cuerpo del científico licano, Singe, había experimentado ya el rigor mortis, pero su sangre inmortal seguía reptando lentamente por el suelo de mármol de la sala subterránea, en dirección a los intrincados diseños que contenían las sagradas tumbas de los Antiguos.

La marea de sangre pasó junto al vacío nicho de Viktor y luego junto al de Amelia. Y sin embargo, con perversa inevitabilidad, fue a detenerse sobre la placa de bronce lustroso que lucía la M esculpida.

De Marcus.

Un riachuelo de sangre licana se filtró por las rendijas de la losa y se introdujo en la sepulcral cavidad en la que Marcus, el último Antiguo superviviente, dormía cabeza abajo, como un murciélago. El vigorizante fluido se vertió sobre el cuerpo marchito de Marcus y resbaló sobre él hasta llegar a los finos y quebrados labios de un rostro semejante a una calavera.

Pasaron varios minutos hasta que un corazón adormecido empezó a latir con creciente fuerza. Un suspiro escapó de los agrietados labios rojizos y un par de ojos hambrientos se despertaron en el fondo de los hundidos nichos de las cavidades oculares.

Ojos negros como la brea, idénticos a los de la criatura en la que Michael Corvin se había convertido.

Ojos híbridos.

FIN

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