Kraven se desplomó aullando de agonía. Mientras caía, la hoja se revolvió en su herida y se partió por la mitad. Otro espasmo de dolor recorrió el cuerpo convulso del regente vampiro.
Al mirar por encima del cuerpo caído de Kraven, los ojos de Selene se encontraron con los de Lucian. La mirada del agonizante licano pasó de Selene a Michael y volvió a ella. Una expresión de extrema nostalgia se dibujó en el rostro del temible guerrero y Selene se preguntó si habría oído lo que se había dicho durante los últimos minutos.
Su propia mirada se vio atraída irremisiblemente hacia el colgante que Lucian llevaba alrededor del cuello. El pendiente de Sonja. Ahora que había oído la historia sabía lo que era. Michael se la había contado apresuradamente mientras salían de la enfermería. Lucian y Sonja. También ellos habían desafiado los deseos draconianos de Viktor para amarse el uno al otro a pesar del abismo que separaba a sus dos razas y habían pagado un precio terrible por su pasión, igual que Michael y ella estaban haciendo.
¿Era Lucian consciente de que la historia se estaba repitiendo?
Puede que sí.
—Muérdelo —dijo con voz áspera.
Al principio, ella no comprendió a qué se refería. Entonces recordó lo que el científico licano al que habían capturado les había explicado.
—Medio licano y medio vampiro, pero más fuerte que ambos.
¿Podía ser cierto? ¿Había todavía esperanza? En teoría, la sangre de Michael poseía la asombrosa capacidad de absorber tanto los atributos de los licanos como los de los vampiros pero, ¿estaba dispuesta a arriesgarse a envenenarlo todavía más basándose en la palabra de un científico loco licano? Su rostro se contrajo de incertidumbre y lanzó una mirada a Lucian, quien imploró con urgencia:
—Hazlo… es la única manera de salvarle la vida.
Una sonrisa agridulce se dibujó en los rasgos doloridos de Lucian al ver que Selene asentía y se volvía hacia Michael. Apenas a unos centímetros de distancia, tirado igualmente sobre el mugriento suelo de cemento, Kraven se encogió con fuerza mientras extraía la hoja rota de Lucian de su pierna. Sus ojos llenos de dolor parpadearon con sorpresa al ver que Selene dirigía los colmillos hacia el cuello desnudo de Michael.
Rendida a un profundo anhelo que no se había atrevido a reconocer antes, ni siquiera a sí misma, Selene abrió la boca y hundió los dientes en la garganta de Michael.
¡Sí!,
pensó, extasiada.
¡Al fin!
• • •
—¿Qué demonios estás haciendo? —le gritó Kraven. La cólera horrorizada de su voz fue música para los oídos de Lucian.
—Puede que me hayas matado, primo —se burló Lucian de él con sus últimas fuerzas—, pero pesar de ello se ha hecho mi voluntad.
Ojalá Viktor pudiera estar aquí para compartir también este momento,
pensó. Completada al fin su guerra, se dejó ir. Podía sentir que el nitrato de plata estaba terminando de hacer su funesto trabajo. El corazón le ardía como si fuera pasto de las llamas. Finos zarcillos de humo amarillento salían de su nariz y sus labios mientras sus órganos internos se incendiaban.
Ha
llegado la hora, mi amor,
pensó, en paz a pesar del ardiente dolor que lo estaba consumiendo. Con el ojo de su mente, podía ver el rostro radiante de la incandescente princesa vampírica que le había robado el corazón hacía siglos.
Ya no tienes que seguir esperándome. Volveremos a estar juntos.
No contento con dejar que Lucian muriera envenenado, Kraven recogió la pistola de nitrato de plata del lugar en el que había caído y apunto a Lucian con ella.
¡Blam!
Lucian, campeón de los licanos, estaba muerto. Esta vez sin duda.
• • •
La sangre caliente de Michael bajaba por su garganta. Aun teñida de nitrato de plata, que era completamente inocuo para ella, su sabor inflamó sus sentidos. Apretó los labios contra su yugular con mucha fuerza mientras su lengua lamía el líquido carmesí que brotaba de su cuello. Hundió sus colmillos lo más profundamente posible y tuvo que luchar para contener la tentación de beberse hasta la última gota de sangre de su cuerpo.
¡Por el Ancestro!,
se maravillo. Por fin comprendía lo que significaba ser un vampiro.
¡Nunca pensé que pudiera ser así!
Tenía que recordarse que la idea no era dejar seco a Michael sino infectarlo con la variante vampírica de la mutación original. A regañadientes, sacó los colmillos y lo miró con ansiedad
. ¿Había sido bastante?
No estaba segura. Nunca había intentado cambiar a un mortal y mucho menos a un licano.
¿Lo he salvado o he acelerado su muerte?
Antes de que tuviera ocasión de comprobarlo, una mano poderosa la agarró por el cuello y la apartó de Michael. Un segundo más tarde, esa misma mano la arrojó con fuerza contra el generador. Chocó con el voluminoso mecanismo metálico antes de caer al suelo. El continuado rumor de la maquinaria se vio secundado por el repentino palpitar de sus oídos.
—¿Dónde está? —exigió Viktor—. ¿Dónde está Kraven?
El Antiguo estaba sobre ella, ataviado con el atuendo majestuoso de un señor de la guerra del Medioevo. Una enorme espada colgaba de su cinto y lo acompañaban tres guardaespaldas no-muertos que se habían colocado en la entrada.
Condicionada para obedecer a Viktor a pesar de todo lo que acababa de oír, Selene registró el cuarto con la mirada en busca de Kraven, pero el escurridizo ex-regente no estaba a la vista. Sólo quedaba un fragmento roto de la hoja de Lucian donde Kraven había estado unos momentos atrás.
¡Maldito sea!,
pensó Selene con furia. Debía de haber escapado mientras ella mordía a Michael.
¡Ese bastardo mentiroso tiene más vidas que un gato!
Los ojos inmisericordes de Viktor también estaban escudriñando la sala. Su expresión saturnina se ensombreció al comprobar que Kraven había desaparecido. Con el ceño fruncido, dirigió su atención a Michael. El moribundo norteamericano seguía tendido en el suelo, impotente, con los ojos en blanco. Las heridas de su pecho supuraban nitrato de plata y sus miembros se convulsionaban de manera espasmódica. La marca del beso de Selene despedía un fulgor húmedo sobre la garganta del hombre.
Viktor miró la herida durante largo rato. Entonces se volvió y clavó la mirada en Selene. Una expresión de completa decepción arrugó sus labios patricios. Su mirada entristecida evidenciaba con claridad meridiana que creía que había vuelto a fallarle.
—Muy bien —dijo con voz apesadumbrada—. Lo haré yo mismo.
Dio un paso hacia Michael, con un letal brillo reptiliano en la mirada. Perdido en su batalla privada contra la plata que estaba extendiéndose por su organismo, Michael no hizo ningún esfuerzo por salvarse. De hecho, ni siquiera era consciente del peligro.
—¡No! —gritó Selene. Se interpuso de un salto entre los dos pero el poderoso Antiguo la apartó de si con un golpe hercúleo que la lanzó contra la pared opuesta. Se golpeó la cabeza contra los ladrillos y su cabeza empezó a sangrar. Aturdida, se desplomó.
Siseando como una serpiente, Viktor cogió a Michael por la garganta y lo levantó en vilo con una sola mano. Con los colmillos al descubierto, el Antiguo golpeó salvajemente a Michael contra la pared de ladrillo que separaba el cuarto del generador de la sala principal. Se oyó un crujido de huesos y ladrillos destrozados mientras, de un solo movimiento, Viktor arrojaba contra el muro a Michael y éste lo atravesaba haciendo un agujero que daba al inundado bunker.
Horrorizada, Selene vio cómo caía Michael junto con una avalancha de hormigón destrozado al suelo de la cámara central, varios metros más abajo. Oyó un chapoteo… y un golpe sordo acompañado por un crujido de huesos.
Viktor sonrió y se limpió las manos, como si hubiera terminado con una tarea sumamente desagradable. Se volvió de nuevo hacia Selene, con los ojos llenos de odio. La estupefacta vampiresa se encogió al ver que se acercaba a ella. Lo miró con odio, profundamente herida, como una niña inocente a la que acaba de pegar un padre borracho. Viktor se detuvo, abatido por la expresión consternada de su rostro y los ríos de sangre que resbalaban por sus mejillas. Sus facciones se ablandaron y la furia abandonó poco a poco su cara.
—Perdóname, chiquilla —murmuró. Alargó la mano con la intención de acariciarle la frente con suavidad, pero ella se apartó.
Selene recordó todo lo que había aprendido allí en el inframundo. Le devolvió una mirada desafiante.
—¡No fueron los licanos! —lo acusó—. ¡Fuiste tú!
A
unque estaba casi en coma, Michael sintió el tremendo impacto de su caída contra el suelo del bunker. Sus exhaustos pulmones se quedaron sin aliento y su cuerpo entero se vio recorrido por una sacudida casi eléctrica. Casi sumergido en un charco grasiento, lanzó una mirada semiinconsciente a su alrededor, mientras una nueva oleada de temblores cataclísmicos sacudía su cuerpo.
Su sangre burbujeaba y fermentaba en sus venas y arterias. Los huesos rotos se retorcían y sacudían como si estuvieran poseídos por demonios. Una sensación pulsante de enorme intensidad discurría desde las doloridas marcas de colmillos de su cuello hasta las profundidades de su cuerpo roto. El lobo herido que había dentro de su cerebro aullaba más fuerte que las explosiones y disparos que resonaban por las interminables cavernas artificiales. Sintió que el Cambio empezaba.
Y sin embargo, en medio de aquel tumulto, pudo oír la voz de Selene que gritaba algo desde las alturas.
—¡No fueron los licanos! —le dijo a un adversario desconocido, puede que el mismo que acababa de arrojarlo contra el sólido muro de ladrillos—. ¡Fuiste tú!
A pesar del dolor y el trauma de su transformación, el alma de Michael respondió a la voz de la mujer. Su acosada consciencia, perdida en el primario corazón de la oscuridad, reptó penosamente hacia la luz.
¡Selene!
Los párpados se abrieron lentamente. Unos ojos inhumanos despidieron un fulgor azul cobalto.
• • •
—¡Todo esto es culpa tuya! —acusó a Viktor.
Por vez primera desde hacía eras, una mirada de incomodidad, puede que hasta de culpa, se aposentó en las facciones del Antiguo. Se volvió hacia los Ejecutores que lo escoltaban.
—¡Dejadnos!
Los obedientes vampiros salieron sin rechistar y cerraron la puerta tras de sí. Selene se encontró a solas con su inmortal señor.
Se puso de pie y lo miró sin miedo. Michael había desaparecido, arrojado a una muerte segura delante de sus mismos ojos, así que, ¿qué podía temer?
—¿Qué vas a hacer? —lo desafió con voz cascada—. ¿Matarme, igual que mataste a mi familia? —Los siglos de odio dirigido a un objetivo equivocado teñían su voz de un estruendoso fervor—. ¿Cómo pudiste llevarme contigo después de haber matado a mi familia?
Viktor dio un paso al frente con una luz de simpatía en los ojos.
—Sí, te he quitado mucho —confesó—. Te he herido. Pero te he dado mucho más. ¿No es un trato justo por el don que te concedí? ¿El don de la inmortalidad?
La sorpresa que le produjo su confusión rompió sobre ella como una amarga marejada.
—¿Y la vida de tu hija? —le espetó—. ¿De tu propia carne y tu propia sangre?
Sus palabras golpearon a Viktor con más fuerza que las garras de un hombre-lobo. El pesar hizo más profundas las sombrías arrugas de su rostro y se volvió hacia el cadáver de Lucian, tendido todavía sobre el suelo. El Antiguo se inclinó sobre su antiguo adversario y le quitó el colgante de la mano.
Selene casi sintió lástima por él.
• • •
El Cambio volvió a hacer presa de Michael, igual que había ocurrido en el coche patrulla hacía pocas horas. Su cuerpo se retorció y se contorsionó en una serie de paroxismos que redujeron sus empapadas ropas a jirones. Los huesos fracturados volvieron a soldarse formando configuraciones nuevas. Los músculos y la piel se expandieron y su masa y densidad aumentaron a velocidad sobrehumana. Un lustroso pelo negro brotó en la piel pulsante de Michael mientras los colmillos crecían en sus encías. Salieron garras afiladas de las yemas de sus dedos y sin darse cuenta de ello empezó a arañar el suelo de roca que había bajo el charco. Su columna se estiró y retorció. Sintió que su cuerpo entero adoptaba la forma de un animal. El aullido de su bestia interior ahogó el mundo.
• • •
Viktor se levantó con lentitud junto al cuerpo del licano muerto. Lanzó una mirada al brillante colgante que descansaba en la palma de su mano. Antiquísimos remordimientos, enterrados desde hacía siglos, salieron a la superficie de sus ojos y su voz llenos de dolor.
—Yo quería a mi hija —declaró—, pero la abominación que estaba creciendo en su vientre era una traición para mí y para el aquelarre entero. —Se volvió con mirada vengativa hacia el cadáver de Lucian y pareció que sus ojos llenos de odio iban a incinerar los restos sin vida del amante de su hija—. No tenía elección.
Selene se apartó de él, sospechando que no tardaría mucho en reunirse con Sonja y Lucian en la otra vida.
• • •
Michael Corvin había desaparecido. En su lugar, había un hombre-lobo completamente transformado sobre el suelo del bunker. La lluvia bautizó al recién nacido monstruo y lo inició a una existencia nueva y alterada en sus fundamentos.
Pero la transformación no era completa.
El monstruo lupino se convulsionó violentamente y su espalda se arqueó de agonía. Sus hirsutos brazos se hundieron bajo la superficie iridiscente del charco y el agua salió despedida en todas direcciones. Un rugido de angustia brotó de las poderosas mandíbulas del monstruo mientras el Cambio empezaba a revertirse y conducía a Michael por las singulares mutaciones genéticas que había tras la evolución de vampiros y licántropos.
El aullido incorpóreo del interior de su cráneo se vio secundado por el invisible batir de unas alas coriáceas. Michael lanzó un grito con unas cuerdas vocales en plena mutación mientras sufría las contracciones natales de una forma de vida completamente nueva.
• • •
Los ojos de Viktor estaban húmedos, pero su voz era fría.
—Hice lo que tenía que hacer para proteger a nuestra especie —dijo sin remordimientos—. Como me veo obligado a hacer de nuevo.
Desenvainó la espada, manchada todavía con sangre recién derramada, y avanzó hacia Selene. Pero en ese momento llegó un aullido espeluznante desde el bunker. El horripilante grito ascendía desde el suelo de la cámara central, muchos metros por debajo de la sala del generador.