Vacas, cerdos, guerras y brujas

BOOK: Vacas, cerdos, guerras y brujas
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El propósito de esta original y sorprendente obra de Marvin Harris es dar respuesta a una serie de curiosos enigmas. ¿Por qué un tabú religioso prohíbe a judíos y musulmanes comer carne de cerdo? ¿Cuál es el motivo de que los hindúes adoren a las vacas? ¿Por qué surgen los movimientos mesiánicos? ¿Cómo interpretar el machismo o la belicosidad de ciertas culturas? La estrategia del investigador consiste, en este caso, en descubrir las causas materiales que se ocultan tras la aparente irracionalidad de los estilos de vida de las diversas formaciones culturales.

Marvin Harris

Vacas, cerdos, guerras y brujas

ePUB v1.0

jabo
27.07.11

Prefacio

Había acabado precisamente de intentar convencer a una clase de estudiantes de que existía una explicación racional del tabú hindú sobre el sacrificio de las vacas. Estaba seguro de haber salido al paso de todas las objeciones imaginables. Rebosante de confianza, pregunté si alguien quería formular alguna pregunta. Un joven agitado levantó su mano. "Pero, ¿qué opinaba del tabú judío sobre la carne de cerdo?"

Unos meses más tarde emprendí una investigación que pretendía explicar por qué los judíos y musulmanes aborrecen la carne de cerdo. Tardé cerca de un año antes de disponerme a poner a prueba mis ideas ante un grupo de colegas.

Tan pronto como dejé de hablar, un amigo mío, experto en los indios de Sudamérica, dijo: "Pero, ¿qué opina del tabú de los tapirapé sobre la carne de venado?"

Y lo mismo sucedió con cada uno de los enigmas para los que he intentado encontrar una explicación práctica. Tan pronto como acabo de explicar un estilo de vida o una costumbre previamente inescrutable, alguien contraataca con otra:

—"Bien, quizás esto vale para el potlatch entre los kwakiutl, pero, ¿cómo explica la guerra entre los yanomamo?" —"Creo que puede existir un déficit de proteínas…" —"Pero, ¿qué oponía de los cultos cargo en las Nuevas Hébridas?"

Las explicaciones de los estilos de vida son como las patatas fritas. La gente insiste en comérselas hasta acabar con toda la bolsa.

Esta es una de las razones por las que este libro pasa de un tema a otro. Desde la India hasta el Amazonas, y desde Jesús hasta Carlos Castaneda. Pero persisten algunas diferencias en comparación con la bolsa ordinaria de patatas fritas. En primer lugar, aconsejo no arrancar el primer pedazo que se os antoje. Mí explicación de las brujas depende de la explicación de los mesías, y ésta de la explicación de los "grandes hombres", que a su vez depende de la explicación del sexismo, la cual depende de la explicación del amor a los cerdos, que depende de la explicación del aborrecimiento de los cerdos, que a su vez depende de la explicación del amor a las vacas. No se trata de que el mundo empezara con el amor a las vacas, sino que en mi propio intento por comprender las causas de los estilos de vida, es por donde he empezado… Así que, por favor, no tratéis de coger al azar.

Es importante que los capítulos de este libro se consideren como fundados unos en otros y con un efecto acumulativo. De lo contrario, no tendré ninguna defensa contra la paliza que seguramente querrán propinarme los expertos en una docena de campos y disciplinas. Respeto a los expertos y quiero aprender de ellos, pero pueden ser tanto un estorbo como una ventaja si hay que depender de varios de ellos a la vez ¿Habéis intentado alguna vez preguntar a un especialista en hinduismo sobre el amor a los cerdos en Nueva Guinea, o a una autoridad en Nueva Guinea sobre el aborrecimiento de los cerdos entre los judíos, o a un experto en judaísmo sobre los mesías en Nueva Guinea? Mi justificación para aventurarme a través de disciplinas, continentes y siglos es que el mundo se extiende a través de disciplinas, continentes y siglos. Nada hay en la naturaleza tan completamente diferente como dos conjuntos de juicios de expertos.

Respeto la obra de los estudiosos individuales que amplían y perfeccionan pacientemente sus conocimientos de un solo siglo, tribu o personalidad, pero pienso que estos esfuerzos deben ser más sensibles a los problemas de ámbito general y comparativo. La incapacidad manifiesta de nuestro superespecializado "establishment" científico para decir algo coherente sobre las causas de los estilos de vida no tiene su origen en ninguna anarquía intrínseca de los fenómenos de los estilos de vida. Más bien creo que es el resultado de otorgar recompensas como premio a especialistas que nunca amenazan un hecho con una teoría. Una relación proporcional como la que existe desde hace algún tiempo entre la magnitud de la investigación social y la profundidad de la confusión social sólo puede significar una cosa: la función social global de toda esa investigación es impedir que la gente comprenda las causas de su vida social.

Las autoridades del "establishment" del saber insisten en que este estado de confusión se debe a una falta de estudios. Pronto se celebrará un seminario en el cielo basado en diez mil nuevos viajes de campo. Pero sabremos menos, no más, si estos estudios se hacen con la suya. Sin una estrategia que pretenda llenar el vacío entre las especialidades y organizar los conocimientos existentes siguiendo líneas teóricamente coherentes, la investigación adicional no conducirá a una mejor comprensión de las causas de los estilos de vida. Si buscamos realmente explicaciones causales, debemos tener al menos alguna idea aproximada de a dónde mirar entre los hechos potencialmente inagotables de la naturaleza y la cultura. Espero que algún día se descubrirá que mi propia obra ha contribuido al desarrollo de estrategia, mostrando a dónde mirar.

Prólogo

Este libro trata de las causas de estilos de vida aparentemente irracionales e inexplicables. Algunas de estas costumbres enigmáticas aparecen entre pueblos sin escritura o "primitivos". Por ejemplo, los jactanciosos jefes amerindios que queman sus bienes para mostrar cuán ricos son. Otras pertenecen a sociedades en vías de desarrollo, entre las cuales mi tema predilecto es el de los hindúes que rehúsan comer carne de vaca aun cuando se estén muriendo de hambre. Sin embargo, otras aluden a mesías y brujas que forman parte de la corriente principal de nuestra propia civilización. Para confirmar mi punto de vista, he elegido deliberadamente caso raros y controvertidos que parecen enigmas insolubles.

Nuestra época afirma ser víctima de una sobredosis de intelecto. Con un espíritu vengativo, los estudiosos trabajan afanosamente en intentar mostrar que la ciencia y la razón no pueden explicar variaciones en los estilos de vida humanos. Y así se ha puesto de moda insistir en que los enigmas examinados en los capítulos que siguen no tienen ninguna solución. Quien preparó el terreno para gran parte de este pensamiento actual sobre los enigmas de los estilos de vida fue Ruth Benedict con su libro Patterns of Culture. Para explicar las sorprendentes diferencias entre las culturas de los kwakiutl, los dobuanos y los zuñi, Benedict recurrió a un mito que atribuyó a los indios digger. El mito decía: "Dios otorgó a cada pueblo una taza, una taza de arcilla, y de esta taza bebieron su vida… Todos hundían las tazas en el agua, pero cada taza era diferente." Desde entonces esto ha significado para mucha gente que sólo Dios sabe por qué los kwakiutl queman sus casas, por qué los hindúes se abstienen de comer carne de vaca, o los judíos y musulmanes aborrecen la carne de cerdo, o por qué algunas gentes creen en mesías mientras otras creen en brujas. El efecto práctico a largo plazo de esta sugerencia ha sido desalentar la búsqueda de otro tipo de explicaciones. Pero una cosa está clara: si pensamos que un enigma no tiene una respuesta, nunca la encontraremos.

Para explicar pautas culturales diferentes tenemos que empezar suponiendo que la vida humana no es simplemente azarosa o caprichosa. Sin este supuesto, pronto se vuelve irresistible la tentación de renunciar a la tarea cuando afrontamos una costumbre o una institución que persiste en su carácter inescrutable. Con los años he descubierto que los estilos de vida que otros consideraban como totalmente inescrutables tenían en realidad causas definidas y fácilmente inteligibles. La principal razón por la que se han pasado por alto estas causas durante tanto tiempo es la de que todo el mundo está convencido de que "sólo Dios conoce la respuesta".

Otra razón por la que muchas costumbres e instituciones parecen tan misteriosas estriba en que se nos ha enseñado a valorar explicaciones "espiritualizadas" de los fenómenos culturales en vez de explicaciones materiales de tipo práctico. Sostengo que la solución de cada uno de los enigmas examinados en este libro radica en una mejor comprensión de las circunstancias prácticas. Y mostraré que un estudio más minucioso de las creencias y prácticas que parecen más raras revela que éstas se hallan fundadas en condiciones, necesidades y actividades ordinarias, triviales, podríamos decir "vulgares". Entiendo por solución trivial o vulgar la que se apoya en tierra y está integrada por tripas, sexo, energía, viento, lluvia y otros fenómenos palpables y ordinarios.

Esto no significa que las soluciones que vamos a presentar sean en cierto sentido simples o evidentes. Ni muchos menos. La identificación de los factores materiales pertinentes en los acontecimientos humanos es siempre una tarea difícil. La vida práctica utiliza muchos disfraces. Cada estilo de vida se halla arropado en mitos y leyendas que prestan atención a condiciones sobrenaturales o poco prácticas. Estos arropamientos confieren a la gente una identidad social y un sentido de finalidad social, pero ocultan las verdades desnudas de la vida social. Los engaños sobre las causas mundanas de la cultura pesan sobre la conciencia ordinaria como láminas de plomo. Nunca es una tarea fácil penetrar o levantar esta carga opresora.

En una época ávida por experimentar estados de conciencia alterados, fuera de lo corriente, tendemos a pasar por alto hasta qué punto nuestro estado mental ordinario es ya una conciencia profundamente mistificada —una conciencia aislada de un modo sorprendente de los hechos prácticos de la vida—. ¿A qué obedece esto?

En primer lugar a la ignorancia. La mayor parte de la gente sólo es consciente de una pequeña parte de la diversidad de alternativas en los estilos de vida. Si queremos pasar del mito y la leyenda a la conciencia madura, tenemos que comparar toda la variedad de culturas pasadas y presentes. En segundo lugar al miedo. Ante sucesos como el envejecimiento y la muerte, la conciencia falsa puede ser la única defensa eficaz. Y finalmente al conflicto. En la vida social ordinaria algunas personas siempre controlan y explotan a otras. Estas desigualdades se presentan tan disfrazadas, mistificadas y falseadas como la vejez y la muerte.

La ignorancia, el miedo y el conflicto son los elementos básicos de la conciencia cotidiana. El arte y la política elaboran con estos elementos una construcción onírica colectiva cuya función es impedir que la gente comprenda qué es su vida social. Por consiguiente, la conciencia cotidiana no puede explicarse a sí misma. Su misma existencia depende de una capacidad desarrollada de negar los hechos que explican su existencia. No esperamos que los soñadores expliquen sus sueños; tampoco debemos pues, esperar que los participantes en los estilos de vida expliquen sus estilos de vida.

Algunos antropólogos e historiadores adoptan el punto de vista opuesto.

Argumentan que la explicación de los propios protagonistas constituye una realidad irreductible. Nos advierten que no debemos tratar jamás la conciencia humana como un "objeto", y que el marco científico adecuado para el estudio de la física o de la química no es pertinente para el estudio de los estilos de vida. Algunos profetas de la moderna "contracultura" sostienen incluso que la excesiva "objetivación" es responsable de las injusticias y desastres de la historia reciente. Uno de ellos afirma que la conciencia objetiva siempre conduce a una pérdida de "sensibilidad moral", equiparando así la búsqueda del conocimiento científico con el pecado original.

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