Willow (16 page)

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Authors: Julia Hoban

Tags: #Romántico, #Juvenil

BOOK: Willow
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—Yo no te he prometido nada —dice Willow enfadada.

—Vale. Tienes razón. No, en serio. —Guy sostiene la mano frente a él—. ¿Crees que he estado todo el ralo pendiente del teléfono esperando noticias tuyas? Perdona, pero las cosas no funcionan así conmigo. Yo únicamente pensaba que tú eras de ese tipo de personas que mantienen su palabra, y me alegraba sinceramente que no te hubieras vuelto a hacer daño. —Hace una pausa para tomar aire—. Mira, todo esto me supera. Puedo intentar ser tu amigo, pero para el resto de cosas, estás sola.

—No me he cortado desde la última vez que te vi. —Willow, de repente, necesita desesperadamente convencerle de esto, ganarse su aprobación, que le vuelva a sonreír. No sabe cómo se ha podido girar la conversación, pero está segura de que no le gusta.

—Bien. —Pero en realidad, su voz suena indiferente. Se levanta y empieza a recoger sus cosas.

—Por favor, no te vayas —dice Willow precipitadamente.

—¿Por qué? —Él la mira impávido.

¿Por qué?

Tiene algo de razón, ¿no? ¿Es que ella no quiere estar sola? ¿Es que su primer impulso al conocerlo no fue de rechazo? ¿No estaba ella absolutamente decidida a no sentir nada?

Pero lo cierto es que las últimas veces que se ha reído en los últimos meses ha sido en compañía de Guy. Cuando está con él, ella es capaz de olvidar el deseo de cortarse durante más de cinco minutos seguidos. Y cuando habla con él, realmente tiene la sensación de conectar y no solamente de intercambiar palabras como le ocurre con otras personas.

Pero Willow no está segura de poder explicarle nada de todo esto.

Busca en su interior alguna razón que le pueda dar. Algo que le pueda convencer de quedarse, pero tiene la mente en blanco. El se está apartando, unos segundos más y será demasiado tarde.

—¡Espera! —Le coge de la pierna—. No te vayas, ¿vale? Porque, porque…

—¿Porque qué? —Sigue sin sonar muy amable, pero al menos no se está yendo a ninguna parte.

—Mmm, porque, ¿sabes qué? Aún no me has confesado cuál es tu historia de Sherlock Holmes favorita —balbucea.

Willow cierra los ojos. No puede creerse lo estúpido, lo idiota, que ha sonado eso. Por el amor de Dios, que no se piense que está intentando ser mona o algo así. ¿Por qué tiene que alejarse del único aliado que le queda? Aprieta entre sus manos una de las cuchillas que ha recogido del suelo.

—¿Lo dices en serio? —exclama Guy. Willow abre los ojos y lo mira. Se da cuenta de que se está echando a reír.

—Más o menos —dice, en voz baja.

—Eres…

Rara, patética, una loca.

—Eres tan diferente de los demás. —Se está riendo a carcajadas, pero de buena manera.

¡¿Eso es lo primero que se te ocurre?!

—Bueno. —Guy vuelve a sentarse—. Ya que preguntas,
El perro de los Baskerville.

—¿Qué?

—Mi Sherlock favorito.

—¡Ah! ¡Ah, claro!

—¿Willow?

—Mmm.

—Decía en serio lo de…

—¿Lo de que no sé acabar con las cosas? ¿Lo de que todo esto te supera? No te preocupes, ya me imagino lo…

—No. —Guy la interrumpe. Le coge la mano, la que contiene la cuchilla. No intenta quitársela, solamente cierra su mano sobre la de ella.

—¿Entonces qué? —Willow está desconcertada—. Porque yo…

—Lo de que me alegra que no te hayas hecho daño.

—Oh… —dice Willow unos segundos después. No deja ir la cuchilla, apenas si la suelta un poco, pero pone la otra mano sobre la de él.

8

¡Dios, cómo duele!

Willow hace una mueca de dolor al quitarse el vendaje de Guy de un tirón. Nunca deja de sorprenderle que, a pesar de sus sesiones con la cuchilla, haya pequeñas cosas que sigan causándole dolor.

Está claro, el escozor de la tirita no es nada en comparación con el pinchazo de la cuchilla. Es solamente una pequeña irritación, no es suficiente para darle lo que ella necesita.

Willow examina la herida con actitud crítica. Le sorprende el aspecto inocente de esta herida en comparación con otras de sus laceraciones. Tiene el aspecto de un corte normal que cualquiera podría hacerse a lo largo del día. El resto de heridas que le marcan el brazo no tiene, ni por asomo, este aspecto tan saludable.

Es evidente que Guy sabe un par de cosas sobre cómo hacer curas.

—Willow. —Cathy la llama desde el piso de abajo—. Será mejor que te des prisa o llegarás tarde al instituto.

Sí, sí.

Willow coge su mochila
y
empieza a bajar la escalera. Oye a David trasteando en la cocina y los dulces gorjeos de Isabelle mientras Cathy le da de comer. Se sienta en el tercer escalón para oír mejor.

Todo parece normal, todo está bien. Así es como las cosas deberían ser: una familia normal preparándose para afrontar un nuevo día.

Willow no soporta unirse a ellos porque sabe que, en el preciso instante en que ella entra en la cocina, esa ilusión desaparece. Su presencia les recuerda que no son una familia normal con sus problemas del día a día. Son una familia diferente, una familia rota.

Sigue sentada en la escalera, retrasando todo lo que puede el momento.

—¡Willow! —Ahora la voz de Cathy suena irritada.

Willow se levanta de un salto. Sabe que Cathy tiene mil cosas que hacer —dar de comer a Isabelle, prepararse para ir al trabajo—, y lo último que desea Willow es hacerle la vida más difícil.

—Buenos días.

David levanta la mirada al oírle entrar en la cocina.

—Buenos días —murmura Willow. Mientras se prepara los cereales con leche no aparta los ojos de su hermano. Como de costumbre, está rodeado de libros. Se pregunta qué estará leyendo, pero la experiencia de ayer sigue viva en su memoria. Está claro que hablar con David de libros ya no es una opción.

—¿Cómo va el tema ese en el que estabas trabajando? —le pregunta Cathy mientras limpia la boca a Isabelle con una servilleta.

Obviamente, Cathy no tiene problemas para hablar con David.

—¿Va como esperabas? —continúa entre sorbo y sorbo de café.

—Mmm, es difícil de decir. —David cierra el libro que está leyendo con un suspiro—. Tengo que echarle una ojeada a otra fuente de información antes de seguir. Por desgracia, encontrar algunos de los libros que necesito está resultando simplemente imposible, ya que llevan mucho tiempo descatalogados.

—¿Y en la biblioteca? —Cathy vuelve a estar centrada en Isabelle. Willow se da cuenta de que la está escuchando a medias, pero ella misma, Willow, no pierde una aunque se mantenga apoyada en la encimera como si estuviera concentrada en los cereales. —Tienen casi todo lo que busco menos un libro en particular que necesito ahora mismo —dice David disgustado—. Me han dicho que el préstamo interbibliotecario tardará semanas.

—Seguro que lo puedes encontrar por internet —le contesta Cathy.

Desata el babero que lleva Isabelle y la coge en brazos.

—No te creas —niega David con la cabeza—. La mayoría de webs que trabajan con libros descatalogados no tienen este tipo de información.

Willow está segura de que ella podría encontrar cualquiera que sea el libro que su hermano está buscando. Pasando de internet. La manera más fácil es ir al centro, a su librería favorita. La misma sobre la que estuvieron hablando con Guy. La que le enseñó su padre hace años, cuando él aún estaba en primaria. Allí tienen todo lo que existe, esté o no descatalogado.

¿Es posible que David haya olvidado ese lugar?

¡Pues claro que no lo ha olvidado!

Willow sabe por qué no va allí. Seguramente es demasiado doloroso, levantaría demasiados recuerdos. Sus acciones no tolo Les han privado de sus padres. Prácticamente todo lo que envuelve su día a día ha cambiado por su culpa. Ahora, una simple visita a la librería es algo imposible para David.

—Tengo que prepararme —dice Cathy—. Perdona, Willow. —Deja su taza de café y los platos de Isabelle en el fregadero, y se dirige a la puerta de la cocina con la niña en brazos—. ¿No tienes clase está mañana? —Se para un momento para darle un beso a David—. ¿No deberías ir yendo?

—Tienes razón. —David echa atrás la silla—. Será mejor que me dé prisa.

—¿Y tú, Willow? —Cathy se vuelva hacia ella—. ¿Trabajas esta tarde o llegarás pronto a casa?

—Trabajo —dice Willow. Se aparta de en medio para que David pueda dejar los platos en el fregadero. Espera a que David deje su pila de libros y apuntes sobre la mesa de la cocina mientras se va a afeitar o a hacer lo que sea.

—Nos vemos en la cena, entonces —le dice Cathy con una sonrisa.

—Hasta luego —le dice David de espaldas. Sale de la cocina detrás de Cathy.

Willow deja su bol de cereales y se acerca a hurtadillas a la mesa. Si tiene suerte, el bloc de notas en el que David ha estado escribiendo todo el rato le podrá dar alguna pista de lo que su hermano está buscando.

Mira por encima del hombro. Lo último que quiere es que David venga y la pille husmeando en sus asuntos, pero parece que no hay moros en la costa, y coge el bloc. Hay un montón de cosas apuntadas, y no solo eso, además la letra de David es ilegible. Aun así, Willow se pone a pasar las páginas, para ver si es capaz de sacar algo en claro.
¿Qué es esto?

Parece una lista de obras de referencia. David ha apuntado abajo los títulos de varios artículos con algunas anotaciones, su disponibilidad. Uno de ellos está subrayado con fuerza en rojo. Willow está convencida de que ha dado en el clavo.

¿Un estudio sobre los orígenes sociales de la religión griega? ¿Publicado en 1927? Pues parece que esto es lo que está buscando.

Si ir a la librería resulta demasiado doloroso para David, entonces Willow lo hará por él. Por supuesto, a ella también le resultará difícil, pero no le importa. Desea tanto poder hacer algo por David que se atrevería casi con cualquier cosa. Y al menos esto tendrá un significado para él. A diferencia de sus anteriores intentos de animarle, ahora ha encontrado algo que él quiere de verdad y necesita.

Si se salta la última clase tendrá tiempo de bajar hasta allí antes de fichar en la biblioteca. No es que saltarse clases sea la mejor idea del mundo, pero últimamente el instituto no ocupa un lugar muy alto en su lista de prioridades.

Willow sonríe mientras arranca una página del bloc y escribe la referencia. No sabe muy bien cómo lo hará para darle el libro, pero no se puede imaginar que no vaya a estar contento.

Por fin, algo que puede hacer por su hermano.

—Oh, ¿Willow?

Y ahora, ¿qué?

Willow se para en seco. Ha salido pitando de la clase de francés en cuanto ha sonado el timbre, algo inusual en ella, pero es que se muere de ganas de ir en busca del libro de David.

—¿Sí? —Willow se vuelve lentamente. Mira a la señora Benson con detenimiento intentando imaginar qué es lo que quiere. ¿No será que sospecha que Willow va a saltarse la siguiente clase? ¿O que Willow se corta?

—Te has ido de clase tan rápido —dice la señora Benson. Su voz es agradable pero su expresión es más bien seria—, que no he tenido tiempo de darte esto. —Le da el control que hicieron la semana pasada.

¿Eso es todo?

Willow se siente aliviada hasta que mira el control con más atención. No se lo puede creer. Simplemente, no se lo puede creer. Justo cuando había encontrado la manera de ayudar a David…

—No es nada de lo que debas preocuparte, estamos a principio de semestre y tienes aún tiempo de mejorar la nota. Sin embargo, la normativa de la escuela dice que cuando un alumno suspende un control, este debe ser firmado por uno de los… —La señora Benson no termina la frase. Es evidente que se siente mucho más incómoda que Willow—. Debe ser firmado —dice un momento después—. Solo quiero que sepas que esto no tiene por qué afectar tu nota final. Hay un montón de trabajos extra que podemos pensar para solucionar las cosas. Si me pudieras traer esto firmado mañana sería genial. El viernes como muy tarde, ¿vale?

—Claro —dice Willow, aunque es incapaz de mirar a su cara. No puede apartar la mirada del papel que tiene en la mano, de la «F» escrita en rojo arriba de todo.

No es por haber suspendido el examen —que ya es malo, pues nunca antes había suspendido uno—, sino que es más bien por haberle fallado a su hermano. La idea de enseñárselo a David, de presentarle una prueba más de que la está cagando resulta insoportable. No puede darle otra preocupación, volverle a recordar que él es ahora el padre. ¿Qué sentido tiene encontrar el libro si va a tener que enseñarle esto al mismo tiempo?

Le va a tocar hacer una pequeña falsificación. Es extraño que le dé reparo cometer una falta tan leve.

Después de todo, un pequeño juego de manos no es nada en comparación con un asesinato.

—Te lo traeré —afirma—, mañana, sin problemas.

—Perfecto —dice la señora Benson antes de desaparecer entre la multitud de estudiantes que invaden el pasillo.

Willow sale rápidamente del instituto a la calle. Lo más probable es que la manera más rápida de llegar a la librería sea a pie y camina hacia el centro tan rápido como sus piernas se lo permiten.

Está tan abstraída pensando en su objetivo que apenas se da cuenta de que hay más gente en la calle. Willow atraviesa la calle en zigzag evitando a la gente cuando puede, aunque la mayoría de veces choca con alguien. Pero no le importa, siempre que… —Podrías disculparte, ¿no? —Una voz indignada interrumpe sus pensamientos—. Oh, eh, Willow, ¿verdad? —Chloe se calma un poco al reconocer a Willow—. ¿Adónde vas con tanta prisa?

—Lo siento mucho —dice Willow casi sin aliento—. Es que… Tengo que ir al centro, no me estaba fijando por dónde iba. —Mira a Chloe y a Laurie.

—Nosotras también íbamos hacia allí —dice Laurie entre sorbo y sorbo de café helado—. De compras —susurra, como si fuera un secreto—. Hay un par de zapaterías interesantes en el centro.

—¿Zapaterías? —Willow mira a Laurie confundida. Jamás la hubiera tomado por el tipo de estudiante que se salta una clase para ir a comprar zapatos—. ¿No tenéis clase? —Tenemos una hora para estudiar tres veces por semana al final del día. Teóricamente estamos en la biblioteca, pero les da igual si nos vamos —explica Laurie.

—Nos pasamos todo el año pasado intentando planear una manera de conseguirlo — añade Chloe con una carcajada.

Privilegios de los mayores. —Laurie se encoge de hombros—. ¿Quieres venir con nosotras?

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