Willow (6 page)

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Authors: Julia Hoban

Tags: #Romántico, #Juvenil

BOOK: Willow
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—Perdonad. —Willow se pone en pie. No puede estar más tiempo sentada con ellas—. Tengo que…

—¿Que qué? No se le ocurre ninguna excusa. Pero tampoco importa demasiado. ¿Es su imaginación o se alegran de que se marche? Al fin y al cabo la habían invitado por educación. —Nos vemos en historia —consigue decir Willow—. Claro —asiente Claudia. Willow avanza todo lo rápido que puede a través del jardín hacia el edificio. Aún le queda algo de tiempo antes de la siguiente clase. Pero no sabe dónde ir. Ni la biblioteca ni la cafetería le parecen una buena opción.

No sabe adonde ir, pero sabe perfectamente lo que quiere hacer.

Sin embargo, le preocupan un poco los detalles prácticos. Tiene ya tantas marcas en los brazos que se podría jugar a unir los puntos. Va a tener que esperar a que se le curen algunos cortes antes de volver a ensañarse. ¿Y en las piernas? Lleva tejanos, ¿cómo podría llegar a las piernas? Y si se lo hace en la barriga, ¿se le enganchará el jersey? Willow sacude la cabeza. Debería haberlo tenido en cuenta. Mañana se pondrá una camisa de botones.

Pero, en su desesperación, pensar en esos detalles ya le ayuda a calmarse y a olvidar la vergüenza que acaba de pasar, lo mal que ha sonado todo ese asunto del corte de pelo gratis. Incluso está a punto de olvidar lo triste que resulta que no vaya a apuntarse a un curso de preparación para los exámenes preuniversitarios.

Willow se dirige con determinación hacia el baño, pero dentro le espera una decepción, porque no está vacío. Hay dos chicas fumando. Otra actividad ilícita, aunque mucho más aceptada.

Willow no sabe muy bien qué hacer. Puede esperar a que se vayan, pero es imposible saber cuánto rato van a estar. Mientras Willow piensa en estas cosas, la chica que está más cerca de ella apaga el cigarro en la pila y se enciende otro.

—¿Quieres uno? —le ofrece, mostrándole el paquete.

Willow niega con la cabeza. Resulta irónico, podría perfectamente dedicarse a fumar, ¿por qué no? Pero los cigarrillos, aunque son perjudiciales, también producen placer y además…

Nicotina, eso tarda años en hacerte daño…

Cruza la puerta, que se cierra tras ella. Willow mira arriba y abajo del pasillo, que está completamente vacío.

Empieza a caminar. No sabe hacia dónde. Ni siquiera sabe adonde conduce este pasillo. Solo sabe que necesita moverse o explotará.

Cada vez se mueve más rápido. Le duelen las piernas y se da cuenta de que está corriendo a toda velocidad pasillo abajo. ¡Al diablo con las normas! Le duelen las costillas por el jadeo y por los golpes de la mochila contra su espalda.

Eso es bueno, todo este tipo de cosas son buenas. No tanto como la cuchilla, pero suficientemente molesto como para mantenerla distraída.

Por desgracia, los pasillos no son eternos y la resistencia de Willow tiene un límite. Está furiosa, furiosa, y cuando llega al final se encuentra a sí misma delante de un muro de ladrillos. Si no fuera un estereotipo, empezaría a darle puñetazos a la pared.

Si no fuera un estereotipo y no fuera tan difícil ocultar heridas en las manos.

En lugar de eso se derrumba frente a la pared, siente que se le van a salir los pulmones por la boca. Está en silencio, intentando concentrarse en el dolor de sus costillas, en la posibilidad de que la carrera por el pasillo no haya abierto alguna de las heridas de la pierna.

Con cuidado, se frota la pantorrilla con el pie para sentir si tiene alguna herida abierta. ¡Bingo! Willow baja la mirada. Una pequeña mancha de sangre empieza a extenderse por la tela de sus vaqueros. No es mucho, no es algo que el resto de gente pueda notar pero…

De repente nota una mano en el hombro. Una voz inquisitiva. Willow se gira y se topa con la cara de su profesor de física, el señor Moston.

Parece preocupado.

Willow no quiere hablar con él. Lo que quiere es poder concentrarse en el dolor que le produce la herida de la pierna. Incluso intenta avivarlo tocándose la herida con la punta de la zapatilla. Pero por desgracia, no puede. En algún lugar de sus entrañas sabe que, si no hace un esfuerzo ahora, habrán consecuencias: una charla con un profesor, un sermón. Puede que hasta citen a su hermano. Lo más seguro es que citen a su hermano. Solo de pensarlo, Willow vuelve a la realidad.

—Willow, ¿estás bien? —Su tono de voz es empático, amable y solícito. ¿Es sincero?

No sabría qué decir. Últimamente ha habido tanta gente que le ha hecho la misma pregunta en el mismo tono, que ya no sabe qué pensar.

Ha llegado un punto en el que no soporta este tono.

—¿Estás bien? —El profesor repite la pregunta y Willow hace un esfuerzo por no reírse de lo absurda que suena. ¿Por qué la gente solo te pregunta si estás bien cuando es evidente que no lo estás?

—¿Puedo hacer algo por ti? —continúa.

A Willow le preocupa que lo próximo sea ofrecerse a acompañarla a la enfermería, o incluso peor, llamar a David. Mejor será que empiece a hablar, y rápido.

—No, gracias —logra responder finalmente—. Estoy bien, de verdad. Solo estaba un poco… —No termina la frase, esperando que Moston ya se dé por satisfecho de oírla hablar y no le pida respuestas más convincentes.

—¿Quieres acompañarme a preparar el laboratorio de física? —le pregunta el señor Moston. Se dirige a ella como si se tratara de una niña de cinco años y él le estuviera ofreciendo un helado. Es evidente que la intención de él es buena, pero la situación le sobrepasa. El señor Moston es un chico joven, probablemente sea más joven que David. Willow ha oído decir que este es su primer trabajo como profesor. Está segura de que nunca ha tenido que tratar con una alumna con su misma problemática.

A Willow le da igual que el señor Moston no sepa cómo ayudarle. Le basta con que él no sepa todos los detalles de su situación. Probablemente solo la considera una chica frágil. Quizás hayan dado un toque de atención sobre ella en la sala de profesores:
Dadle tiempo, no le presionéis, necesitará espacio…

—Vale. —Willow consigue contestar en pocos segundos—. Te ayudo a montarlo. —Al fin y al cabo, su siguiente clase es física, y no tiene nada que hacer. No tiene adónde ir. Willow se incorpora. Puede notar una gota de sangre que le baja por la pierna y tiene que concentrarse en seguir al profe-sor hacia el laboratorio.

Moston abre la puerta y Willow entra en el aula, que huele a cerrada. La clase aún no ha empezado, pero ya hay una chica allí, chapuceando en el laboratorio.

—¡Hola, Vicki! ¿Cómo va el experimento? —le pregunta Moston.

La chica levanta la mirada sobresaltada.

—Mmm… Bueno, no está perfecto —habla tartamudeando, se nota que está nerviosa—, pero creo que esta vez me va a salir.

—De acuerdo —asiente el señor Moston—, en ese caso te dejo que trabajes. —Se pone a rebuscar entre sus papeles con el ceño fruncido—. Willow —levanta la mirada— pensaba que llevaba los deberes de la semana pasada corregidos, pero parece que me los he dejado en el despacho. ¿Quieres acompañarme o estarás bien aquí?

—Estaré bien —asegura Willow, pero se siente avergonzada. La está tratando como si ella fuera un caso especial y, aunque seguramente lo sea, no tiene ninguna intención de gritarlo a los cuatro vientos. Se gira hacia Vicki, pero por suerte la chica está demasiado ocupada con su trabajo para prestarles demasiada atención. Seguramente ni siquiera ha oído nada.

Willow tira su bolsa sobre la mesa. El señor Moston se va y ella se sienta en uno de los taburetes con un suspiro. Ahora ya puede volver a explorar la herida que tiene en la pierna.

Apoya la barbilla en las manos y mira distraída cómo Vicki va de aquí para allá. Es importante mantener una expresión tranquila, que su cara no la delate. Tiene que parecer que no está haciendo nada por debajo de la mesa. Tiene que parecer que no está intentando abrirse la herida, no tiene que notarse que está manchando la punta de la zapatilla de sangre.

Se siente como una mujer haciendo piececitos con su amante por debajo de la mesa.

Le duele la pierna. Es sorprendente que una herida de cinco centímetros pueda dolerle tanto. Realmente, es fácil abrirla antes de que se cure, solo hay que encontrar algo liso, como la punta de la zapatilla, e intentar abrirla unos centímetros más.

Ahora que ya tiene su dosis, ahora que el dolor fluye por su sangre como una droga, Willow ya puede pensar en otras cosas. Intenta fijarse en lo que hace Vicki pero el experimento en el que trabaja no le suena de nada. Se pregunta si debería reconocer lo que está haciendo. A lo mejor también va mal en esta clase.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunta Willow—. Eso no será parte de los deberes de esta semana, ¿no?

—¡Ah, no! —Vicki apunta algo en su cuaderno de laboratorio sin levantar la vista—. Solo lo hago para subir nota. Casi… casi suspendí el año pasado y este semestre tengo que ponerme las pilas. —Se sonroja un poco al contarle esto—. Moston me ha dicho que haciendo un par de trabajos por mi cuenta podría conseguirlo. —Vicki cierra el cuaderno bruscamente y casi tira una parte del material del equipo.

—¿De qué va el experimento? —le pregunta Willow. La pierna ya le duele bastante y, por tanto, ya la puede dejar en paz.

—Oh, estoy intentando pillar lo de la aceleración bajo gravedad. O sea, ¿qué más da? Yo lo único que quiero es… Hola, Guy. —Vicki corta la frase al oír que se abre la puerta. Antes de girarse Willow sabe que debe de tratarse del mismo Guy que conoció en la biblioteca. Claro que podría ser otro. Él no va a su clase de física, así que no hay ninguna razón para que sea él, pero ella sabe que sí lo es. ¿Y qué? No tiene nada de lo que avergonzarse. Después de todo, a él no le ha preguntado nada de gatos.

—¡Hola, Vicki! Willow. —Les sonríe—. ¿Está Moston por aquí? Quería entregarle un informe del laboratorio.

—Volverá enseguida —responde Vicki. Ata un peso a un cilindro metálico y hace que se balancee.

Willow no puede evitar pensar que no cabe duda que Vicki necesite trabajos extra. La chica no se entera de nada. No hace falta ser un experto para darse cuenta de que el experimento está tan mal montado que se aguanta con alfileres. La pequeña bolita de metal se balancea peligrosamente junto a unas probetas. Algunas de ellas, llenas de líquido, deben ser parte del trabajo de otra persona.

Está a punto de sugerirle a Vicki que coloque las probetas lejos de su experimento, pero antes de llegar a pronunciar una palabra el peso ya ha chocado contra una de ellas. Willow ve cómo algunas de las probetas caen al suelo con un gran estruendo y quedan hechas añicos. Un líquido azul viscoso empieza a extenderse por las baldosas. —¡Oh, Dios mío! —exclama Vicki.

—No es tan terrible. —Guy intenta consolarla mientras se acerca a valorar los daños. —¿Que no? —Vicki le mira con escepticismo—. ¿Estás loco? ¡Es un desastre!

Solamente estoy haciendo este ejercicio porque estoy muy atrasada respecto al resto de la clase. Lo último que necesito es cargarme el experimento de otra persona. ¡Me va a matar!

—Quizá deberíamos limpiarlo antes de que vuelva Moston —afirma Willow mientras se aproxima a ellos, cojeando un poco—. Espera. —Coge unas esponjas que hay junto al fregadero y le pasa una a Guy—. Tenemos que ir con cuidado con los cristales. —Se coloca a cuatro patas y empieza a limpiar el líquido azul.

—¡Oh! ¿Para qué? —gimotea Vicki, retorciéndose las manos.

A Willow le sorprende que la chica esté a punto de llorar. ¿Es que no sabe que un par de probetas rotas y un experimento de física fallido no son razón para llorar? Willow se pone de cuclillas y sostiene la esponja sin hacer nada mientras observa a la chica. ¿De verdad que no se da cuenta de lo afortunada que es al poder decir que lo peor que le puede pasar en su vida es cargarse parte del material del laboratorio?

Lágrimas, auténticas lágrimas empiezan a brotar de los ojos de Vicki y a caerle por las mejillas.

¿Por unas probetas rotas?

Willow no se lo puede creer. No puede evitarlo, a lo mejor debería ser más benévola, pero no puede sentir nada más que desprecio por alguien tan débil.

—¿Qué está pasando aquí?

El señor Moston acaba de entrar. Está detrás de Willow observando el estropicio que hay en el suelo.

Los tres se quedan callados por unos minutos. Vicki ha logrado apartar la cara para que Moston no se dé cuenta de que está llorando.

Willow se da cuenta de que Vicki está haciendo acopio de valor para explicarle la verdad al señor Moston.

—Ha sido todo culpa mía.

Willow se sorprende al oír su propia voz.

Tira la esponja al suelo y se pone en pie para mirar al señor Moston a la cara.

—Le pedí a Vicki que me enseñara el experimento —continúa Willow, evitando deliberadamente encontrarse con las miradas de Guy y Vicki—. Intentaba ajustar el peso y mientras estaba en ello. —Willow señala el suelo con la mano— parece ser que se me cayó todo.

Willow no sabe muy bien por qué ha salido en defensa de Vicki. Tal vez sea porque piensa que ella, como es la chica nueva, no puede meterse en problemas. O tal vez porque sabe que Moston ya está suficientemente preocupado por ella para hacerle pasar un mal rato. O quizá sea porque, si es honesta consigo misma, se da cuenta de que lo que le inspira Vicki no es desprecio.

Es envidia.

Porque, si lo piensa detenidamente, ¿realmente es tan horrible que lo peor que pueda ocurrir en la vida de Vicki sean unas cuantas probetas rotas? ¿No deberían ser así las cosas?

No hace tanto que unas probetas rotas también podían ser lo peor que le podía ocurrir a Willow…

—Está bien —asiente Moston lentamente—. No os preocupéis de limpiarlo, no quiero que os hagáis daño con los cristales rotos. Parece que tú ya te has cortado en la pierna, "Willow.

Willow se sorprende. Debe haberse abierto la herida aún más de lo que pensaba. Espera que no le sugiera ir a la enfermería.

—Em… No es nada, de verdad. Me lo he hecho antes… afeitándome las piernas —balbucea, y se pone roja.

¿Afeitándome las piernas?

—Si tú lo dices… —contesta Moston con escepticismo—. De todos modos, no quiero que nadie más se corte. Voy a buscar a alguien de mantenimiento para que se encargue de esto. Guy, ¿puedes acompañarme? —Recoge el informe de laboratorio que tiene Guy en la mano—. No quiero que llegues tarde a tu próxima clase, pero voy a necesitar ayuda para llevar material.

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