Willow (7 page)

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Authors: Julia Hoban

Tags: #Romántico, #Juvenil

BOOK: Willow
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—No pasa nada —responde Guy a Moston, aunque Willow puede sentir que no le quita los ojos de encima—. De todos modos, tengo una hora libre.

Los dos salen del laboratorio, y Vicki y Willow se quedan a solas.

—No puedo creerme lo que acabas de hacer —dice Vicki. En sus ojos brilla una especie de admiración.

Willow no ha cargado con las culpas para ganarse la admiración de la chica. Pero la mirada de Vicki, en fin, es difícil no sentirse ni que sea un poco bien… Hacía mucho tiempo que nadie la miraba sin sentir lástima.

—Olvídalo —contesta Willow, encogiéndose de hombros—. Yo ya sabía que no me iba a caer ninguna bronca —dice con una sonrisa a Vicki mientras regresa a su asiento—. Claro, ya lo sé —dice Vicki, siguiéndola—. Bueno, aparte de que tú no has provocado varios desastres en el laboratorio como yo, Moston no te haría pasar un mal rato por nada del mundo. Debe de sentirse mal por ti, ya sabes, con todo eso de que no tienes padres.

—¿Perdón? —Willow está buscando una tirita en su bolsa, porque no quiere que nadie más se percate de la herida que tiene en la pierna, pero se detiene en seco y mira a Vicki a la cara.

—Porque tú eres huérfana, ¿no? ¿Tus padres no murieron el año pasado o algo así? ¿Verdad? Seguramente puedes aprovecharte de eso hasta que te gradúes.

Willow se siente como si le acabaran de pegar una bofetada. La frase que Vicki acaba de soltar casualmente acaba con los buenos sentimientos que empezaban a aflorar en su interior. Esta chica le ha defraudado, al igual que las otras.

Aunque, en realidad, no debería enfadarse. Vicki no habla con malicia. Simplemente es demasiado insensible para darse cuenta, es tan torpe hablando como manejando el equipo del laboratorio.

El señor Moston y Guy regresan con un montón de material. Un grupo de estudiantes entran tras ellos. La clase va a empezar.

Willow mira cómo Guy ayuda al señor Moston a organizar-lo todo. Piensa en el modo en que él reaccionó cuando se lo dijo.

Se quedó pálido. No le salió con las frases típicas. No le dijo nada cruel. No había nada que decir y tuvo suficiente sentido común para no hacerlo.

Willow se siente tan agradecida al recordarlo que desearía poder levantarse y decírselo, seguirle cuando salga de clase y explicarle cuánto ha significado para ella que fuera tan considerado.

Por un instante sus miradas se encuentran. Willow nota que se está sonrojando pero no sabe muy bien por qué. Seguramente él no tiene ni idea de lo que está pensando y, de todos modos, aquello ya está pasado. Ella no tiene ninguna intención de agradecerle nada, o ni siquiera de hablar con él. Ya ha aprendido la lección. Lo mejor será no hablar con nadie de momento.

Es incapaz de hablar con la gente, y por lo visto, los demás lo pasan igual de mal hablando con ella.

Si vuelve a hablar con Guy, es posible que él ya no sea tan amable. Quizás haya oído cosas sobre ella que le hayan hecho cambiar de idea, o a lo mejor es, simplemente, que aquel día en concreto se sentía así.

Sea lo que sea, nunca lo sabrá. Sin embargo, cuando lo ve salir, se le hace un nudo en el estómago. Se da cuenta de que es la única persona que ha conocido en los últimos siete meses que no ha dicho algo estúpido o insensible sobre el hecho de que sus padres estén muertos.

Y también el único que ha hablado de
Tristes trópicos
con ella.

5

¿No podría hablar un poco más bajo?
Piensa Willow mientras se estira boca abajo y entierra la cabeza entre las páginas de su libro. Sigue peleando con el Bulfinch; al menos tiene un par de semanas para entregar el trabajo. De normal, le sobraría tiempo, pero últimamente las cosas son de todo menos normales, y el parloteo de la otra chica no se lo está poniendo fácil.

—Me dijo que me llamaría…

Willow intenta ignorarla, pero es una batalla perdida. Había salido pronto de la escuela y se había ido al campus pensando que allí podría trabajar, pero, en lugar de concentrarse en el Bulfinch, no para de distraerse con todo lo que ocurre a su alrededor. Ya ha tenido que moverse dos veces para esquivar un Frisbee y ahora, cuando por fin había conseguido situarse, se le ha sentado esta chica al lado y ha empezado a hablar, muy alto, por el móvil.

—¡Ya han pasado dos días! Pero ¿sabes qué? Él me dijo que tenía que estudiar para un examen muy importante y ya sabes lo estresante que es eso. Seguro que esa es la razón de que…

Willow cierra el libro con un suspiro. Es inútil intentar leer.

Al menos, escuchar conversaciones ajenas promete ser más interesante.

De repente, una ola de soledad invade a Willow. Desearía poder hablar con Markie, ser capaz de hablar con ella. Retroceder siete meses y volver a estar las dos cotilleando así. Su conversación no hubiera sido muy diferente a la de esta chica. Después de analizar el problema de la llamada telefónica desde cualquier ángulo posible hubieran pasado a hablar sobre el cuidado de la piel y luego…

—Tendrías que ver lo quemado que tengo el pelo…

Vale, en lugar de la piel, las puntas abiertas. Bastante cerca.
Willow sonríe un poco. A lo mejor todavía es capaz de sentir interés por estas cosas. A lo mejor no tiene por qué ser un desastre cada vez que abre la boca.

—Intenté hacerme los reflejos yo misma y fue catastrófico.

¿Catastrófico?
Willow se sienta y mira a la chica sin poder creérselo.
¿Es esa su idea de catástrofe?

Le gustaría poder enseñarle algunas fotos del accidente.

A lo mejor debería haberse quedado en el instituto pero, la verdad, ¿es peor escuchar esto o los continuos comentarios de Claudia y Laurie sobre la puntuación de los exámenes? Al menos aquí nadie espera que se una a la conversación; además, le gusta pasar el rato en el césped del campus. Antes, cuando sus padres vivían e iba con ellos a la ciudad le gustaba sentarse aquí y leer mientras esperaba a que terminaran de dar sus clases. Luego iban a buscar a David y a Cathy e iban por ahí a cenar.

Willow sacude la cabeza. Es ridículo pensar que pueda ser igual ahora. Al fin y al cabo, ya nada lo es.

Ya no quiere escuchar más. Ya no quiere seguir estirada en la hierba. Solo hay una cosa que quiera hacer ahora mismo. Y es extraño, porque hasta este momento no se le había pasado por la cabeza recurrir a la cuchilla. Willow no es tonta. Sabe perfectamente lo que está ocurriendo. Escuchar este tipo de conversaciones es como abrir una ventana a su pasado. El terrible choque, el ángulo que tomó el cuello de su madre, su propio cabello empapado de la sangre de su padre son imágenes demasiado difíciles de procesar. Sin embargo, las cosas más triviales siempre la pillan desprevenida.

Ayer, todos sus intentos de cortarse se vieron frustrados. Quizá tenga hoy más suerte. El campus es grande, mucho más que el instituto, y si no encuentra un lugar por aquí, siempre le quedará el parque…

Pero todavía es de día. No quiere correr el riesgo de que alguien la vea en el parque. Willow hurga en su bolsa en busca de su carné de la biblioteca. Aunque odia subir sola al depósito, ese podría ser un buen lugar, si no fuera porque cree que se ha dejado el carné en casa.

Sin duda alguna, lleva todo lo que necesita. Nunca saldría de casa sin llevar repuestos. Pero tiene que ir con cuidado, regirse por unas normas. Si lo hace demasiado a menudo podría meterse en problemas. Cada vez que incurre en ello, las posibilidades de que alguien la descubra, de que se le infecte una herida, o incluso de perder demasiada sangre crecen. Va a tener que empezar a racionar las sesiones. Pensar en la cuchilla igual que otras chicas piensan en tomarse un helado.

No es solo eso, sino que ocultarlo está siendo cada vez más complicado. Resulta tan difícil recordarlo todo, cada pequeño detalle, que tiene que estar al tanto si quiere mantenerlo en secreto. Como hace un par de noches, cuando vio a David llorando. Después de que Willow se quedara dormida, después de que el corte de la cuchilla la hubiera serenado como una nana, se despertó sobresaltada. Sabía que algo no iba bien. Willow se incorporó en lai cama y pensó durante casi media hora, dando vueltas a la
cabeza,
hasta que se dio cuenta de que no había limpiado la sangre que le había caído del brazo.

¿Y si había olvidado limpiarla? ¿Y si Cathy la veía por la mañana?

La chica del móvil se prepara para marcharse. Willow ya no tendrá que oírla. Pero ya no le importa, demasiado tarde. Si pudiera encontrar el estúpido carné… Mete el brazo hasta el final de la bolsa.

—¡Eh! ¿Qué tal?

La interrupción la pilla por sorpresa. Saca la mano de la bolsa abruptamente, como si la hubieran pillado robando. El corazón le late con fuerza, como si acabara de correr un maratón.

Es Guy. Claro, quién si no. Es la única persona de por aquí con la que ha hablado.

—Hola. —Se pone de cuclillas, limpiándose las manos contra los vaqueros. Las tiene un poco sudadas.

—¿Ibas a la biblioteca?

—No —contesta Willow, negando con la cabeza—. Hoy no trabajo.

—Ah, ¿has venido a ver a tu hermano, entonces?

—Yo… no. —Casi le entra la risa. Ha hecho todo lo posible para evitar a David desde que presenció aquella escena en la cocina a medianoche.

—Vale. —Guy piensa unos instantes—. ¿Has venido solamente a leer? Yo también lo hago a menudo. Me resulta mucho más fácil avanzar trabajo aquí que en el instituto. —Mientras le explica esto, Guy se sienta junto a ella. Deja la mochila en el césped y, usándola como almohada, se estira protegiéndose la cara del sol con una mano.

Willow no sabe qué responder. Está demasiado ocupada intentando planear cómo escaparse para poder acudir a su cita con la cuchilla.

—¿Bulfinch? —Guy coge el libro—. Debes estar haciendo Héroes y Mitos. Yo también la hice el año pasado. —Empieza a pasar las páginas, echando una ojeada—. Me gustó, aunque tampoco te creas que era mi clase favorita. O sea, los mitos griegos son de lo mejor que hay, pero Bulfinch… un poco soso, ¿no crees? —Su sonrisa brilla bajo el sol—. ¿Quién la da este semestre?

Habla con una facilidad increíble, como si ya hubieran tenido miles de conversaciones. Como si fueran amigos.

Debería sentarse y hablar con él. No hay ninguna razón para no hacerlo. La conversación que tuvieron en el depósito había estado bien, antes de que se fuera por otros derroteros. ¿Por qué no pueden hablar de Bulfinch, del instituto o de otras cosas?

Pero Willow ya ha decidido que hablar con él es demasiado peligroso. Recuerda el otro día… ¿cómo puede saber que cuando acaben de hablar, cuando se desnude ante él, no le corresponderá con algún comentario torpe y doloroso como el de la chica del laboratorio?

No. No habrá más charla. Ni sobre Bulfinch ni sobre ninguna otra cosa.

Tiene otras cosas que hacer.

—Perdona. Yo.. .Yo no puedo hablar ahora. Tengo como un poco de prisa —dice Willow mientras recoge sus cosas.

—¡Venga, quédate! Si te vas, tendré que ponerme a trabajar y me apetece más perder el tiempo. Mira. —Guy se incorpora, apoyándose sobre un codo—, si te quedas y me cuentas algo, te invito a un
copuccino
en el lugar del que te hablé. —Coge una de las asas de su mochila y tira de ella.

—¡No puedo! —contesta Willow nerviosa. Estira en dirección opuesta, pero Guy es más fuerte y se tropieza con él. —¡Eh! ¡Cuidado! —Guy suelta la bolsa y se incorpora para cogerla. La agarra con fuerza y Willow no puede reprimir una mueca de dolor cuando le aprieta las heridas, que todavía están abiertas.

—¿Te ocurre algo? —Guy la mira extrañado.

—No. —Willow estira el brazo rápidamente, pero el daño ya está hecho. Ha tocado las heridas antes de que tuvieran tiempo de cicatrizar y la sangre está traspasando la tela de la camisa. Willow no le mira, solo intenta caminar lo más rápido posible. Ni siquiera le importa en qué dirección va.

—¡Eh! —Guy se levanta. Esta vez le pone la mano en el hombro para que se gire y le mire a la cara—. ¡Estás sangrando!

Willow no sabe qué decir. Se ha quedado helada.

—Eso tiene muy mala pinta. —Guy observa la camisa empapada de sangre, cómo la tela blanca se cubre de rojo.

Me parece que no lo ha entendido,
piensa Willow, aliviada. ¿Es posible que no relacione la sangre que le sale del brazo con la herida de la pierna de ayer?

Si pudiera pensar en alguna excusa creíble para justificar las heridas. Si no estuvieran en un lugar tan revelador. No había sido difícil disimular con el corte de la pierna.

Claro, si hubiera pensado en otra excusa, una caída, un accidente, cualquier cosa que no fuera afeitarse porque… en fin, con las piernas puede pasar, pero… nadie se afeita los brazos. ¿Qué explicación tendría para las heridas de los brazos?

Guy está cada vez más desconcertado cuando mira la sangre. Levanta la mirada hacia Willow con una mirada inquisitiva.

Vaya, una lástima,
piensa Willow. No piensa responder. Aparta la mano sin pensar en el dolor. Por desgracia, al hacer eso, la bolsa se le cae de las manos al suelo y todo el contenido se desparrama por el suelo.

—¡No! —grita Willow mientras Guy se agacha para ayudarla a recoger las cosas—. ¿Por qué tiene que ser tan educado? —Piensa en empujarlo, zarandearlo o incluso algo tan bestia como darle una patada en la espinilla, cualquier cosa con tal de apartarlo de sus cosas, solo para asegurarse que está bien lejos de su cargamento.

Willow le embiste para recuperar su tesoro, pero es demasiado tarde. Guy ha llegado primero. Tiene unas cuchillas en la mano. Se levanta y se las devuelve, junto con un par de bolígrafos, una goma y el resto de sus pertenencias.

Willow no se lo puede creer. Las ha encontrado y aún así no lo pilla. No encuentra ninguna conexión entre la sangre que le sale del brazo y la cuchilla sucia que le acaba de pasar.

Se siente tan aliviada que no puede evitarlo y se echa a reír. Guy parece confuso unos instantes: al fin y al cabo, no es divertido que se le haya caído la bolsa. Pero él es un chico comprensivo. Su cara dibuja poco a poco una sonrisa y estalla en una carcajada. Willow piensa en la pinta que deben hacer: como una joven pareja de enamorados.

Eso la hace reír incluso más. ¿Quién podría imaginar al verles que ella ríe porque él no comprende el significado de lo que tiene entre las manos?

—¡Eh! —dice Guy de repente—. Yo uso la misma marca. —Se queda mirando las cuchillas y para de reír. Willow se da cuenta de que debería haberse ido corriendo, de que lo ha subestimado, de que él, finalmente, la ha pillado.

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