Pero el hecho es que no ha escuchado ni una palabra. Ni una en todo el día. Podría haber estado perfectamente en otro planeta.
A Willow no le pueden preocupar cosas como los verbos irregulares o la mitología griega. Su mente está en otra parte. Sigue debatiéndose entre el alivio de que David no haya encontrado sus cosas y el miedo a que Guy la delate.
No lo ha visto por ninguna parte. Bueno, eso tampoco tiene nada de especial teniendo en cuenta que no van a ninguna clase juntos, pero aun así… Necesita hablar con él. Tiene que saber qué le depara el futuro. Todavía no ha acabado de digerir el hecho de que
alguien más conozca su secreto.
Si tiene que elegir a alguien para que sepa su secreto, supone que Guy es mejor que, digamos, Claudia, con la que comparte clase de historia. Pero eso no quita que el estómago le dé un vuelco cada vez que piensa que él sabe lo suyo.
Willow levanta la mirada cuando el resto de sus compañeros se levanta y empieza a recoger sus libros. Debe de haber tocado el timbre.
¡Punto positivo!
Willow no puede evitar sonreír. Imagina lo superaplicada que debe parecer en estos momentos, sentada en su silla, acabando de escribir…
Bueno, ya es suficiente. Cierra el cuaderno con contundencia y lo guarda en su mochila. Ha logrado sobrevivir un día más en el instituto sin ponerse en evidencia.
Vaya, al menos es algo.
Willow se dirige hacia la doble puerta de entrada con el resto de estudiantes. Es la hora de su turno en la biblioteca. Con las prisas de la salida, se choca con otra chica que va en dirección opuesta.
—Perdona —se disculpa Willow mientras las dos intentan desembarazarse la una de la otra.
—¡ Ah! No te preocupes. Escucha, ¿puedo hacerte una pregunta?
Willow la mira con cautela. ¿Qué puede querer peguntarle esta chica, una total desconocida para ella?
Tal vez lo único que quiera saber es cuál sería la manera más fácil de matar a sus padres, o quizás esté pensando en comprarse mi patito.
—Necesito… Si me pudieras ayudar… —continúa la chica, con cierta impaciencia—. Soy…
—¿Disculpa?
—interrumpe Willow, totalmente sorprendida por la pregunta. La idea de que alguien pueda necesitar su ayuda es tan novedosa, tan seductora, que la deja fría. —Voy un poco perdida. Soy nueva aquí y se supone que he quedado con… Mira, tú ya te conoces todo esto. ¿Sabes dónde está la biblioteca?
¿Que yo me conozco todo esto?
Bueno, sí que sé dónde está la biblioteca.
¿Debería acompañarla? Ella también va hacia allí. Puede resultar algo incómodo, pero será mejor que mostrarle el camino y caminar detrás de ella todo el rato.
A lo mejor no está mal que vayan juntas. Después de todo esta chica no sabe nada de ella, aparte de que también es nueva. Y no solo eso, sino que además ha hecho parecer a Willow la persona más competente del pasillo.
—Sí, de hecho, yo también voy en esa dirección —dice Willow un momento después. Echa a caminar hacia la salida, seguida por la otra chica.
Quizá debería preguntarle qué va a hacer en la biblioteca, podríamos…
—¿La biblioteca está en otro edificio?
—¿Eh?
—¿Cómo es que hemos salido a la calle? —le pregunta la otra chica con cierta irritación en su voz. La expresión de su cara es mucho menos amigable que hace unos minutos.
—¿Estás buscando la biblioteca? —Un chico bastante mono pasa tranquilamente junto a ellas. Parece interesado en la acompañante de Willow—. Está ahí detrás —dice, señalando el edificio.
—Gracias, ya me imaginaba que no estaría fuera.
Los dos se quedan mirando a Willow.
¡Claro! No se refería a esa biblioteca.
Willow no puede creerse que acabe de cometer un error tan tonto. Al oír la palabra «biblioteca» había penado que…
—Yo… Mira, pensaba que te referías a… Yo trabajo en la biblioteca de la universidad y simplemente…
—¿Eres bibliotecaria? —Es evidente que el chico no lo dice en un tono positivo y a la chica se le escapa una risita—. Ven, te indico el camino —le dice el chico. Willow observa cómo el chico aguanta la puerta abierta.
¿Era demasiado pedir pasar el día sin ponerme en evidencia?
—¡Willow!
Y ahora, ¿qué?
Se gira y ve a Guy junto a las barras donde la gente deja las bicicletas. Laurie está a su lado.
Willow les saluda con cautela. Lo que acaba de ocurrir la ha hecho sentirse insegura, y desea con todas sus fuerzas que Guy y Laurie no se hayan enterado de nada. Se pregunta por qué él la estará llamando. Y ¿qué está haciendo con Laurie? No debería sorprenderse tanto de que se conozcan: los dos son alumnos de último curso y este es un instituto pequeño. Pero no deja de inquietarle. Tal vez los dos hayan estado hablando sobre su obsesión por los gatos; tal vez hayan estado hablando de algo peor. ¿Será Laurie su novia o algo así?
No es que a Willow le importe eso.
—¿Vas a la biblioteca? —le grita Guy a lo lejos.
¿Está bromeando?
—¿A cuál? —pregunta Willow mientras se dirige hacia ellos.
—A la de la universidad —responde Guy con sencillez—. ¿Te acompañamos? Laurie también va en esa dirección. Ya os conocéis, ¿verdad?
—Claro —asiente Laurie.
Willow la mira de reojo. La otra chica la mira con afabilidad, tal vez aburrimiento, pero nada más allá de eso.
Aun así, ¿es todo tan inocente como parece? ¿Cómo puede saber que los dos no han estado intercambiando información, contrastando historias, tal vez?
Willow se siente muy tensa. No acaba de entender por qué Guy quiere acompañarla al campus. Claro que estaba esperando el momento de volver a hablar con él, pero no piensa hacerlo ahora. No con público.
—Vale —contesta finalmente después de un momento. Mira el aparcamiento de bicicletas, deseando ver ahí la suya. Entonces, tendría la excusa perfecta para no tener que unirse a ellos, pero tal y como están las cosas, no se le ocurre ninguna manera de escaquearse. Una gota de sudor le baja por la espalda.
—No sabía que trabajaras en la biblioteca —dice Laurie cuando finalmente se ponen a andar juntos. Saca de su mochila unas gafas de sol—. Eso sí que es un puntazo. ¿Cómo lo conseguiste? Pensaba que tenías que ser universitario. O sea, que debes tener algún enchufe o algo así para conseguir un trato especial como ese…
¿Enchufe? No exactamente. Después de matar a mis padres, la facultad relajó un poco las normas. Una especie de premio de consolación.
—¡ Ah! Casi me olvido —interrumpe Guy. Su tono de voz es suave, pero un poco fuera de lugar y Laurie lo mira sorprendida—. No vendré a clase de historia mañana — continúa—. ¿Me podrás pasar los apuntes?
—Sí, claro —contesta Laurie encogiéndose de hombros.
—Gracias —dice Guy—, te lo agradezco.
Willow no está muy segura de lo que acaba de pasar. ¿Es su imaginación o Guy acaba de salir en su ayuda? ¿Ha evitado que Laurie le haga preguntas dolorosas?
—Bueno. —Willow carraspea—. ¿Cómo es que vais hacia arriba? —Le gusta como ha sonado eso. Un poco aburrido, sí, pero mucho mejor que lo de los gatos.
—Voy a pedir información sobre unas prácticas —dice Laurie mientras cruzan la calle y se dirigen hacia el parque—. Preferiría buscar un trabajo normal o algo así, por el dinero. Pero ¿unas prácticas en la universidad? Ese es el toque final de mi expediente. —Yo tengo que consultar unos libros en la biblioteca —dice Guy—. Además de devolver el
Tristes.
—¡Oh, Dios! ¿Todavía estás enganchado con el libro mohoso ese? —Laurie niega con la cabeza—. ¡Estás obsesionado!
—¡Pero si es un libro genial! —exclama Willow. Está un poco sorprendida por la intensidad de su respuesta y, por la cara que tiene, Laurie también, pero Guy sonríe. —Oh, ¿lo conoces? —Laurie se ajusta las gafas de sol—. No sabía que era tan famoso.
O sea, a Guy le gustan todos estos libros oscuros que nadie más conoce. Es como que dices, ¿por qué? Pero supongo que a ti también te van todas esas cosas, ¿no? ¿Qué era? ¿Antropología?
—Yo… Sí —dice Willow, sin fuerzas. Se alegra de ver que solo quedan unas cuantas calles para llegar al campus. Las cosas no están yendo tan mal como el otro día pero, aguantar sin hacer ni decir ninguna tontería… en fin, es una presión.
—Aunque ese tipo de cosas son las que hacen que tu expediente destaque —continúa Laurie, pensativa—. Ya sabes, haber leído cosas que no son obligatorias.
Willow no puede evitar encontrar todo eso un poco ridículo. Está segura que, para Laurie, la antropología no es más que un toque para adornar su curriculum.
—O sea, ir a clases de antropología —sigue hablando Laurie, como si estuviera leyendo los pensamientos de Willow— es muy original.
Willow se pregunta qué hubiera hecho su padre ante este comentario.
Quiere cambiar de tema, pero ¿cómo? No se le ocurre nada que pueda ser apropiado o interesante. Quizá simplemente debería decir algo desagradable. Decirle a la chica que la encuentra aburrida. O mejor aún, atemorizarla con historias de gente con expedientes inmaculados que no pudieron entrar en ninguna de sus primeras opciones.
Eso serviría.
Sin embargo, Willow no quiere ser mala. Solo quiere hablar con Laurie de algo diferente.
—¿Cómo es que te llamó la atención? —Pregunta Laurie, mirando a Willow—. O sea, ¿qué es lo que te hizo interesarte por el tema? —Si se está dando cuenta de la cara de desesperación que se le pone a Willow, no se nota mucho—. ¿Alguien te dijo…?
Pero, de repente, Guy les interrumpe, incluso más bruscamente que antes.
—Oh, pero ¿qué más da? —dice, como aburrido—. Hablemos de otra cosa. Bueno, ¿de qué van las prácticas esas? —pregunta, cuando ya están dejando atrás el parque.
A Willow le sorprende lo hábilmente que sabe cambiar di tema Guy. Lo fácilmente que evita situaciones en las que ella podría decir algo de lo que se pudiera arrepentir. Es la segunda vez que ha acudido en su ayuda justo en el momento en que las cosas empezaban a ponerse feas.
No podría ser más considerado, ni más atento. Después de todo, ella no es más que una pesada carga, alguien que se ha metido en su camino justo cuando iba a tener un semestre genial.
Willow recuerda cómo le curó las heridas.
Sin pensarlo, extiende el brazo y le toca la manga, apenas le roza. Él no se hubiera dado ni cuenta si no la hubiera estado mirando. Al principio se le ve algo confuso. Es evidente que no sabe muy bien cómo interpretar el gesto, pero un segundo después le dedica una media sonrisa. Willow se da cuenta de que Laurie los está mirando y aparta la mano.
—Bueno, pues hay dos tipos de prácticas. —Si a Laurie le ha extrañado que Willow tocara a Guy, no está dejando que se note—. Unas son para trabajar en el centro de salud para mujeres, que es la que más me interesa, y las otras son para hacer una investigación bastante sencilla para un profesor de literatura comparada. Es un trabajo muy básico, y de todos modos, nunca le daría el trabajo a una alumna de instituto. Sin embargo, creo que puede escribirme una buena recomendación y eso ya es algo, ¿no? —Sí, claro. —Willow intenta prestar atención a lo que está explicando Laurie. Es posible que no pare de hacer preguntas incómodas pero, aun así, Willow le agradece que no saque a relucir el episodio del otro día en los jardines del instituto. Lo menos que puede hacer ahora es escucharla.
—Tiene sentido —continúa Willow—, porque, por lo que yo sé…
—¡Eh! —Esta vez es Laurie la que interrumpe—. ¡Mira eso! —Coge a Willow del brazo, la coge con auténtica fuerza justo por el lugar donde lleva la venda, y la arrastra hasta el escaparate de una droguería.
—Eso es exactamente a lo que me refiero. —Laurie engancha la cara al escaparate—.
Es el color en el que estaba pensando, ¿no es genial? —Se saca las gafas de sol y señala una pirámide hecha de cajas de tinte.
—Sí, claro —murmura Willow. El escaparate también le ha llamado la atención, pero no por las cajas de Caoba Rojizo. Willow está mucho más interesada en el montón de la izquierda. El que anuncia las ofertas especiales en material de oficina.
Los recambios de cúter están a muy buen precio.
¿Es su imaginación, o Guy la mira con cara rara?
Willow vuelve a mirar las cajas de Caoba Rojizo.
—Creo que ese color te puede quedar genial —dice con absoluta sinceridad.
—Gracias. —Laurie está encantada con el cumplido.
—¿Y Adrián quiere que te pongas pelirroja? —pregunta Guy.
—Lo único que parece importarle de verdad es que los dos vayamos a la misma facultad —dice Laurie, volviéndose a poner las gafas—. O sea, está tan preocupado por otras cosas que seguramente ni se dará cuenta si me tino el pelo. —Se aparta del escaparate.
—¿Adrián? —pregunta Willow con indiferencia mientras llegan a las puertas del campus.
—Mi novio —sonríe Laurie.
—Le conoces, Willow —señala Guy—. ¿Te acuerdas, conmigo, en el campus?
—¡Oh! ¿Aquel era tu novio? —Willow piensa por unos instantes—. Bueno, yo os dejo aquí —dice cuando llegan a la escalera de mármol que conduce a la biblioteca.
—Sí, yo también. —Guy se para—. Oye, Laurie, gracias por lo de la clase de historia de mañana, ¿vale?
—¡Claro! —Laurie les hace un gesto a los dos mientras se aleja, dejándolos solos. —¡Buena suerte con las prácticas! —le grita Willow—. Mejor será que me dé un poco de prisa —dice, volviéndose hacia Guy. Sus miradas no acaban de encontrarse. Se siente un poco confundida al sentir que Guy está pendiente de ella. Se lo agradece, pero…
Tendría que ser de piedra para que no le afectara esa preocupación. Sin embargo… Sin embargo, él tiene todo el poder del mundo sobre ella, podría hacer añicos su vida si quisiera, y eso la asusta.
—Llegaré tarde al trabajo. —Empieza a subir la escalera.
—Llamé a tu hermano.
Willow se queda helada. Se vuelve hacia Guy con terror en la mirada.
—Tranquila —dice Guy. Se apoya en la barandilla con los brazos cruzados. Él sí que está tranquilo—. He cumplido con mi promesa, no le he dicho nada. Solamente le pregunté cuándo trabajabas. Quería asegurarme de verte hoy. Tú y yo tenemos cosas de que hablar.
Así que esa era la razón para querer acompañarla. Debería haberse imaginado que él también quería hablar con ella. No debe encontrarse con una situación así todos los días. Aun así, Willow no puede evitar ponerse nerviosa al pensar en lo que le debe querer decir. El corazón le va a cien por hora, y se sienta en un escalón, ajena a los estudiantes que pasan junto a ellos.