50. Davor Suker:
un personaje, te engañaba siempre... Siempre parecía que jugaba mejor de lo que había jugado.
51. Fernando Redondo:
somos muy distintos fuera de la cancha, pero en el Mundial nos entendimos bárbaro. Yo le había tomado la distancia a esas patas larguísimas que tiene y él sabía que yo se la devolvía redonda; nos buscábamos mucho. Tiene mucha personalidad, aunque no me gustan, más de una vez, las decisiones que toma.
52. Gianfranco Zola:
fue mi sucesor en Napoli. Se fijaba muchísimo las cosas que yo hacía en los entrenamientos... y algo le quedó. Un gran tipo, también.
53. Kevin Keegan:
fue mi ídolo durante mucho tiempo, me encantaba verlo jugar. Era chiquito y retacón como yo... El solo manejaba los partidos.
54. Iván Zamorano:
siempre le trajeron jugadores para reemplazarlo en cada club donde estuvo y el chileno los cagó a todos metiendo un gol atrás de otro... Se lo merece. Es uno de los mejores tipos que hay en el fútbol.
55. Carlos Valderrama:
les mostró a todos los colombianos cómo se juega al fútbol. Tenía algunas cosas de Bochini. Con 40 años podría seguir jugando, y con 50 también, porque no necesita correr para jugar.
56 y 57. Guillermo y Gustavo Barros Schelotto:
Guille juega a la pelota. Tiene esa picardía tan nuestra, tan del fútbol argentino. Todos entran con el cuello duro y él como si nada. Gustavo también tiene lo suyo: va para adelante, siempre me gustó. Y me encanta que jueguen juntos.
58. Hugo Orlando Gatti:
el Loco me dijo gordito, una vez, y le contesté con cuatro goles. Pero después me demostró que es un gran tipo, siempre estuvo al lado mío. Tenía su estilo, hizo cosas impresionantes. Pero como arquero, dame a Fillol.
59. Carlos Aguilera:
¡Un grande, en todo sentido! En los clubes de Italia donde jugó, dejó su sello... y sus goles. La gente no se imagina lo que jugaba el Patito.
60. Karl-Heinz Rummenigge:
alemán, alemán en todo el sentido de la palabra. Para ganarle, tenías que matarlo.
61. Obdulio Várela:
por supuesto que no lo vi jugar, pero de él me quedó una frase maravillosa, que a mí me sirvió durante mi carrera. Antes de jugar la final del '50, contra Brasil, en el Maracaná, dijo: "Cumplido sólo si somos campeones". A mí dame compañeros como ese uruguayo.
62. Eric Cantona:
un socio, un amigo. También, y más que nada, un loco y un rebelde como yo. Lo suspendieron por ser sincero. Además, la rompía, hay que preguntarle a los hinchas del Manchester, ellos lo eligen como el número uno.
63. Raúl:
tiene clase. Valdano lo hizo debutar de pibito pibito y él se puso el equipo, ¡el Real Madrid, nada menos!, al hombro.
64. Gaetano Scirea:
un caballero, un gran rival. Me dio mucha pena su muerte, mucha pena.
65. Ronald Koeman:
buen jugador, buen jugador... Pero se equivocó conmigo, se equivocó: me trató muy mal después de una reunión del Sindicato de Futbolistas, en Barcelona, pero no se animó a decírmelo en la cara.
66. Franz Beckenbauer:
lo conocí cuando yo era un chico —estaba en el Juvenil que se preparaba para el Mundial 79— y él, un grande ya —estaba en el Cosmos—. Siempre me impactó su elegancia para jugar al fútbol.
67. Sócrates:
aparte de ser un futbolista distinto, también fue un luchador por los derechos del jugador, como yo. Se ponía vinchas para protestar, aunque la FIFA no lo dejara.
68. Ramón Ángel Díaz:
terminó siendo un goleador, sí, pero él debería reconocer que le enseñamos a definir nosotros, en el 79. Antes de eso, parecía que para hacer goles tenía que perforarle el pecho a los arqueros.
69. Ricardo Daniel Bertoni:
las paredes que le vi tirar con Bochini, no las hizo nunca nadie en la historia del fútbol. Fue mi compañero en los primeros años del Napoli, cuando nuestra pelea era salvarnos del descenso, y siempre metía goles importantes.
70. Miguel Ángel Brindisi:
fue un gran socio mío, en el Boca del '81, cuando entendió que no tenía que hacer todos los goles él... No sé, lo sentía como un presión, porque había metido muchos desde el arranque. Tenía una visión del juego espectacular y jugaba como caminando.
71. Bernd Schuster:
al alemán lo hicieron pasar por loco para echarlo del fútbol. Estaba loco, sí, igual que yo: fue un socio en mis luchas contra Núñez y un jugador extraordinario, de toda la cancha.
72. Jorge Luis Burruchaga:
¡pensar que lo discutían! Burru terminó siendo un ejemplo de lo que era un futbolista moderno. Muchos lo definieron como mi lugarteniente en México '86: tienen razón. Me ayudó mucho, me sacaba peso de la espalda.
73.
Sergio Daniel Batista:
antes que nada, un amigo. En la cancha, tuvo una época maravillosa; parecía un pulpo, parecía que atraía a los contrarios y le entregaban la pelota. Yo lo quise llevar al Napoli, pero por
vendetta
Ferlaino compró a Alemáo. Hubiera andado bien, muy bien, en el fútbol italiano.
74. Martín Palermo:
me lo banco a muerte. Me dolió más que a él su lesión, cuando ya estaba vendido al fútbol italiano. Yo lo quería cuando todos lo puteaban, yo lo hice comprar.
75.
Paul Breitner:
era un ídolo para mí. Me invitó a jugar su partido despedida, me movió el piso, y provocó —sin querer— mi primera pelea grande con Núñez, en el Barcelona. Lo que no podía entender el presidente del Barca, era que cumplía un sueño si me cruzaba en una cancha con el alemán. No se sabía ni de qué jugaba, estaba en todas partes.
76. El Lobo Carrasco:
sabía con la pelota, uno de los que más me ayudó cuando llegué al Barcelona.
77. Marcelo Trobbiani:
la pisaba, la amasaba, ¡y marcaba! Aparte, un gran compañero, de esos que saben apoyar desde afuera de la cancha. Me lo demostró en Boca '81 y en México '86.
78. Pedro Pablo Pasculli:
un hermano adentro de la cancha, un socio bárbaro. Muchos lo discutían, pero siempre se las ingeniaba para meter goles importantes, en las eliminatorias y en México también, contra Uruguay.
79. Massimo Mauro:
un Valdano a la italiana. Eso sí, con menos potencia adentro de la cancha, pero la misma inteligencia.
80. Jürgen Klinsmann:
un alemán distinto. Alto y rubio, sí, pero con unos movimientos que parecía un bailarín. Cuando lo vi en Munich, para la despedida de Matthaus, no lo podía creer: ¡está más flaco que antes!
81. Héctor Enrique:
fue fundamental en el equipo campeón del mundo del '86. Era el equilibrio... ¡El guacho dice que me dio el pase del gol a los ingleses! Un jugador bárbaro.
82. Alberto César Tarantini:
mucho más que un marcador de punta. Transmitía una garra, unas ganas tremendas.
83. Roberto Ayala:
se equivoca demasiado para ser capitán del Seleccionado argentino. A veces, el passarellismo no le deja ver las cosas. Le tomó la leche al gato cuando dijo que él tenía como referentes para llevar la cinta únicamente a Passarella y a Ruggeri.
84. Américo Gallego:
inventó un puesto, el volante tapón. Era capaz de atraer todas las pelotas hacia él. Para mí, fue un gran compañero en los comienzos, lo sentía siempre cerca, apoyándome. Estuvo en las fiestas de bautismos de mis hijas. No me olvido de eso por más que mi pelea con Passarella nos haya distanciado. Era un amigo incondicional.
85. Oreste Omar Corbatta:
me hubiera gustado verlo jugar. Y charlar con él, también, tomarme un vino. Me imagino que era nuestro Garrincha. No es poco.
86. Roberto Perfumo:
fue el que le dio jerarquía a la defensa argentina. El Flaco Menotti me hablaba de Federico Sacchi, pero ¡yo a Sacchi no lo vi! Pero sí vi, por suerte, la estampa de Roberto: él era el auténtico Mariscal, ma' que Kaiser ni Kaiser. El es el capitán. Por eso digo: si hablamos de capitanes, el segundo grande grande, es él.
87. Alberto José Márcico:
un atorrante divino, que jugaba en Caballito, en La Bombonera o en Francia, de la misma manera, como si estuviera en el potrero. Lamentablemente, se tuvo que ir de Boca porque yo le sacaba la posibilidad de jugar.
88. Carlos Bianchi:
como goleador, impresionante. Yo llegué a jugar contra él, en el '81: empatamos 1 a 1, en La Bombonera, hicimos un gol cada uno. Después... Algunos dicen que le toma la leche al gato, otros que es un tipo fenómeno; pero no me quiero llevar por lo que dicen. Prefiero conocerlo yo, y le doy la derecha por lo que hizo en Boca, como técnico.
89. Falcáo:
un líder. Lo veías afuera de la cancha y parecía un médico, pero cuando se ponía los cortos sabía muy bien qué hacer con la pelota. El sacó campeón a la Roma, no es poca cosa.
90. Francisco Varallo:
le envidio el record que él tiene, máximo goleador de la historia de Boca. Ojalá yo hubiera podido jugar más tiempo para pelearle eso. Leí una declaraciones de él y me encantaron dos cosas: una, que dijo que se parecía a Batistuta, y la otra, que él no era de los que andaban diciendo que todo tiempo pasado fue mejor.
91. Juan Simón:
un tiempista, un tipo ideal para jugar de líbero. En Japón 79 fue un monstruo.
92. Julio Olarticoechea:
al Vasquito le podías tirar cualquier camiseta, jugaba de todo y bien.
93. Ricardo Giusti:
nunca me voy a olvidar de su cara cuando lo amonestaron en la semifinal contra Italia, en el '90. Se dio cuenta de que se perdía la final, que iba a ser la última de su carrera... Un tipo que quería a la camiseta del Seleccionado, la quería de verdad.
94. Peter Shilton:
el cabeza de termo se enojó porque yo le hice un gol con la mano. ¿Y el otro, Shilton, no lo viste? La cosa es que no me invitó a su partido despedida... ¡Mira como tiemblo! ¿Cuánta gente puede ir a la despedida de un arquero?, ¡de un arquero!
95. George Weah:
pura polenta, el negro. Aparte, un luchador afuera de la cancha, también: fue uno de los primeros que se sumó a mi Sindicato y vive peleando por su país, por Liberia.
96. Juan Alberto Barbas:
¡cómo soñamos juntos en Japón! Compartíamos la habitación en el Mundial Juvenil. Y juntos subimos a la Selección mayor de Menotti. Un tipo bárbaro un jugador que veía muy bien el juego... Tuvo que luchar contra eso de ser el elegido de Menotti, la gente lo insultaba mucho. Pero jugando en Europa, en España y en Italia, demostró lo que valía: un ocho ocho, de los de antes.
97. Thomas Brolin:
un sueco con habilidad sudamericana. Lástima que se lesionó y no pudo dar todo lo que tenía.
98. Leandro Romagnoli:
me encanta el chiquito. Le faltan piernas, físico, músculo, de todo, pero le sobra guapeza para gambetear. Lo demás se consigue en un gimnasio.
99. Nakata:
si todos los japoneses empezaran a jugar como éste, estamos perdidos. Sabe lo que es pegarle a la pelota, gambetear... Menos mal que los japoneses se ocupan de otras cosas, todavía.
100. David Beckham:
otro demasiado lindo para salir a la cancha. Aunque se preocupa demasiado por su Spice Girl, a veces se hace tiempo para jugar y la toca, la toca... Ganó todo con el Manchester, pero debe algo con la Selección. Además, se comió la gallina que le vendió el Cholo Simeone, en Francia '98.
Pero claro que no todo es fútbol en mi vida; nunca lo fue. A mí siempre me fascinaron los personajes, los protagonistas, y muchas veces, por ser Maradona, tuve oportunidad de conocerlos. Así les traje a mis hijas, para que comiera un asado y cantara, si tenía ganas, a Ricky Martin. Pero otras veces, también por ser Maradona, no me creyeron que eran ídolos míos, o que yo los admiraba... Hay de todo en ese grupo.
A mí, por ejemplo, me encantaba ver a Michael Jordán, a Sergei Bubka, al negro Carl Lewis, y también a todos los Johnson: a Magic, a Ben, a Michael.
De Michael Jordán, particularmente, me atrae la alegría con la que juega, la alegría con la que festeja un punto: es con el único personaje con el que daría cualquier cosa por sacarme una foto y alguna vez dije que mi sueño era conocerlo, darle un abrazo. Digo con él, porque con el comandante, con Fidel Castro, ya me la saqué. De la NBA, que la sigo por televisión, no es lo único que me atrae: me fascinan las torres de San Antonio Spurs, Tim Duncan y David Robinson, y un monstruo como Shaquille O'Neal.
El otro día estaba mirando televisión y casi me muero: apareció el negro Shaquille caminando por un pasillo interno, esos de los estadios, y alguien le tiró una pelota de fútbol. El morocho la pasó de pie a pie, así, con esos botes que tiene en lugar de zapatillas, intentó hacer un jueguito, miró a la cámara y dijo:
"Diegou-maradouna".
¡Casi me muero, casi me muero! Me quedé así, duro frente al televisor. ¡¡¡Lo amo a Shaquille!!!
Después, en automovilismo, el piloto que más me gustó fue Ayrton Senna. Si algún día tengo un varón, se llamará Ayrton, en su homenaje. Lo prometí sobre su tumba, cuando lo fui a ver, en el cementerio de San Pablo. Fue el más grande porque iba siempre al frente, en cualquier lado: en la lluvia, cuando todos levantaban la patita, él aceleraba a fondo... Para eso hay que tener sensibilidad y... huevos.
Otra cosa: el mejor boxeador que vi en mi vida fue Ray Sugar Leonard. Pero para mi viejo, que de eso entiende bastante, el más grande fue Alí, pero yo no lo vi. Lo que sí hice, durante mucho tiempo y todavía hoy, fue entrenamiento de boxeo: mi viejo y mi tío Cirilo, que también jugaba al fútbol en Esquina, era arquero y le decían Tapón, me enseñaron un montón. Y me sirvió, ¿eh? Estas piernas que tengo se las debo mucho a eso... Y la mano prohibida tengo, también. Me encanta, me encanta el box: la única que vez que yo viajé a Las Vegas lo vi a Sugar ganarle a Tommy Hearns y fue una pelea tremenda; me dejó marcado para siempre. Igual, nada ni nadie se compara con Carlos Monzón: si no hubiese estado yo, si no me lo hubieran dado a mí, el premio al deportista del siglo debía ser para él, seguro. Para Carlitos Monzón.
Y lo digo porque sé muy bien que la polémica pasó por otro lado: muchos dijeron que ese premio debió ser para Fangio y no para mí. Yo respeto mucho que en Italia hablen de Fanyio, de Fan-yio, como le dicen ellos. Pero no respeto un carajo a quienes se rasgan las vestiduras por él y jamás vieron una carrera. Ni tienen idea de a quién le ganaba. Como dije, ya: ojo que Fangio también le tomó la leche al gato, ¿eh? O si no, ¿por qué el Autódromo de Buenos Aires se llama Gálvez y no Fangio? ¿Alguien se quejó por eso? No, nadie dijo una palabra. Entonces, repito: si el premio al deportista argentino del siglo se lo querían dar a un muerto, ¡se lo hubieran entregado a la hija de Monzón! Por suerte eligieron a alguien que está vivo, bien vivo, como yo.