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Authors: Ángel González

Tags: #poesía

101+19= 120 poemas

BOOK: 101+19= 120 poemas
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Ángel González (Oviedo, 1925) es sin duda uno de los mayores y más representativos poetas de la «Generación poética del 50». El presente volumen recoge ciento un poemas seleccionados por el propio autor de su ya mítica obra «Palabra sobre palabra», además de 19 poemas inéditos.

Ángel González obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1985 y en 1996 el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. En este mismo año de 1996 íue elegido miembro de la Real Academia Española.

Ángel González

101+19= 120 poemas

ePUB v1.0

Polifemo7
20.09.11

VOLUMEN CDXXXV DE LA COLECCIÓN VISOR DE POESÍA

1ª edición, Mayo de 2000

2a edición, Febrero de 2001

3a edición, Mayo de 2002

4a edición, Diciembre de 2003

5a edición, Diciembre de 2005

Cubierta: Diego Jordán

© Ángel González

© VISOR LIBROS

Isaac Peral, 18 - 28015 Madrid www.visor-libros.com

ISBN: 84-7522-435-0

Depósito Legal: M. 44.971-2005

Impreso en España - Printed in Spain

Gráficas Muriel. C/ Buhigas, s/n. 28903 Getafe (Madrid)

IMPRESIÓN DE ÁNGEL GONZÁLEZ

Ángel González es uno de los poetas más representativos del grupo literario del 50. En sus poemas pueden encontrarse las características más destacadas generalmente por la crítica: verso de experiencia, vocabulario riguroso encuadrado en un tono de conversación, interés moral en el personaje protagonista de los poemas y toma de conciencia estética de una geografía urbana, sin duda el telón de fondo imprescindible para las situaciones y los sentimientos elaborados en los poemas. Así se perfila una atmósfera común, de preocupaciones compartidas, que sirve de alimento y soporte para las diversas tareas propias, para el desarrollo peculiarizado de cada uno de los poetas en sus personales operaciones de escritura.

El lector de Ángel González penetra al abrir sus libros en un mundo coherente, singularizado, en el que se respira una luz, una manera de observar las cosas, vivirlas y contarlas. Varios elementos reincidentes aseguran el diseño acoplado de este territorio personal. Como lector de Ángel González he apreciado siempre un comportamiento en sus poemas, una disciplina apoyada en las posibilidades de cinco características concretas: el protagonismo de un personaje moral cómplice y tierno, la libertad imaginativa, el uso multiforme de la ironía, la preocupación por la entidad y las situaciones históricas de la poesía y un sedimento de paciente vitalismo que, por debajo de la desolación, acaba valorando el tiempo y la literatura en su curso más positivo.

Explico ahora cómo entiendo la función de cada una de estas características en la poesía de Ángel González. En primer lugar,
el protagonismo de un personaje moral cómplice y tierno
. En la edición de 1977 de
Palabra sobre palabra
, el poeta se presenta de esta forma: «larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia».
Aspero mundo
(1956), su primer libro, está escrito con expresiones de desolación, con un hastío muy cercano a la cultura existencialista de la pesada lentitud del tiempo. Es una angustia que se vive en primera persona, que marca las costumbres, los horarios, la intimidad, alegrada sólo y temblorosamente por el amor. Pero se trata de una intimidad situada, surgida en un lugar preciso. Por ejemplo:

Aquí, Madrid, mil novecientos

cincuenta y cuatro: un hombre solo.

Es el sentimiento personal de la soledad lo que se nombra, pero no en abstracto. El poema expone el modo de vivir la soledad en un año y una ciudad concreta, en unas costumbres dibujadas. La poesía puede situarse precisamente en el punto de cruce y conexión que hay entre la experiencia del autor y la del resto de los ciudadanos que viven la misma historia. El protagonista poético se modela como respuesta a la historia observada y nace como lugar de condensación, como escena de encuentro de unas reacciones ante el mundo, que son personales, pero que necesariamente confluyen con las reacciones de los demás. Los versos se apoyan en la mirada de este personaje, en la forma de describir y sentir, en las consideraciones de una soledad compartida, que por ser soledad íntima no admite grandilocuencia en los tonos y por ser compartida no cae en el aislamiento temático o en la superficialidad esteticista. El poema busca o construye un lector cómplice, situado en el lugar preciso para entender. Digamos de paso que esta posición, en la que intimidad e historia se funden sin las fronteras cortantes que suelen establecerse entre los aspectos privados y públicos, enriquece los posibles cauces de la llamada poesía social, dirigiéndola hacia una voz de análisis crítico, una reflexión sobre los hábitos colectivos y la propia educación sentimental. Este enriquecimiento puede comprobarse en los poemas sociales de Gil de Biedma, Barral, Caballero Bonald y, por supuesto, en los de Ángel González, sobre todo en los pertenecientes a
Sin esperanza, con convencimiento (1961), Grado elemental (1962) y Tratado de urbanismo (1967).

Los ojos de este personaje moral, que consolida la justificación del poema en sus meditadas reacciones ante el mundo, tienen uno de sus mejores recursos en
la libertad imaginativa
, la libertad de ver, intuir y exponer las cosas, libertad literaria de exposición y argumentación según los estados de ánimo. La palabra del personaje juega así y trastoca los reglamentos de la lógica y el tiempo, aunque dentro siempre del tono realista de la experiencia confesada. Esta mezcla de realismo y libertad imaginativa produce una especial tensión poética, una caracterizadora festividad de la palabra o de los ojos, conscientes de que pueden trastocar los espesos valores establecidos en la rutina. Cambian matizadamente las frases hechas, se desplaza el significado de una palabra, se juega con la entidad rutinaria de las cosas y los casos. En Ángel González, por ejemplo, el uso de los horarios y el tiempo se ve alterado por una lógica interna distinta a las normas. Es un recurso frecuente en su poesía. Cito los conocidos versos iniciales del poema «Ayer», poema de
Sin esperanza, con convencimiento
:

Ayer fue miércoles toda la mañana.

Por la tarde cambió:

se puso casi lunes...

Saltando por los libros y los años, el primer poema de
Prosemas o menos
(1985) se titula «No tuvo ayer su día» y comienza:

Ya desde muy temprano,

ayer fue tarde.

Este tratamiento de las horas y los calendarios es una simple muestra de libertad imaginativa y mutante, muy caracterizadora en la poesía de Ángel González. Sin duda hay en estas alteraciones de la lógica una lectura pronta de las vanguardias y, según entiendo, algunas semejanzas con el tono y el desarrollo de las imágenes en la poesía de Salinas. En
La voz a ti debida
el amor trastoca la realidad y toda lógica se somete a la irrupción general de los sentimientos, que convierten al mundo en un escenario de sorpresas. La poesía de Ángel González gusta también de esta libertad, pero no se trata sólo del poder amoroso, sino de la reacción viva del personaje, de su capacidad moral para ejercer la mirada y diseñar una atmósfera. De hecho los días tienen su significado en el poema, igual que los meses, cargando de sentido los cambios en la rutina de los ordenamientos. Así surge también el poema «Domingo» de
Sin esperanza
:

No hay nadie que no sepa

que es domingo,

domingo.

Tu presencia de espuma lava,

eleva,

hace flotar las cosas y los seres

en un nítido cielo que no era

—el lunes— de verdad:

apenas

desteñido papel, vidrio olvidado,

polvo tedioso sobre las aceras.

Esta dislocación imaginativa participa del uso generalizado de la
ironía
que hay en los poemas de Ángel González. Son muchos los recursos irónicos que pone en práctica: parodia de tonos como en el «Discurso a los jóvenes» de
Sin esperanza
; tratamiento satírico de las costumbres como en los poemas de «Fábulas para animales» de
Grado elemental
o «Lecciones de buen amor» de
Tratado de urbanismo
; continua utilización de paréntesis incisivos, que acompañan al argumento del texto precisando o invirtiendo su desarrollo; juegos de palabras, ocurrencias, chistes, sobre todo a partir de
Breves acotaciones para una biografía
(1969). En su libro sobre
Ángel González
(Júcar, Gijón, 1989), Andrew P. Debicki explica la ironía del poeta como una consecuencia postmoderna de la falta de seguridad en las creencias y, al mismo tiempo, como una barrera ante el dogmatismo de los poetas sociales. Creo que conviene matizar esta tesis: primero porque la ironía es recurso frecuente en la lírica europea desde el romanticismo; segundo porque no siempre hay que confundir a los poetas sociales con el dogmatismo empobrecedor; y tercero porque Ángel González empieza a utilizar la ironía precisamente en su momento de más activa y convencida dedicación política, para desacreditar ideas y comportamientos hostiles. Me parece que debe tenerse en cuenta que los poemas de Ángel González tienden desde el principio al conocimiento, al análisis de la experiencia personal de la historia, por lo que la distancia objetiva que ofrece la ironía es un punto de vista muy aprovechable, una perspectiva de colocación y distanciamiento. Como, además, el personaje moral de sus poemas establece relaciones de complicidad con el lector, los guiños irónicos son un lazo inevitable, una llamada de atención articuladora y necesaria en los poemas.

Otra de las características de su obra es
la preocupación por la entidad y las situaciones de la poesía
. Hago esta distinción entre entidad y situaciones porque Ángel González no sólo escribe sobre el género poético en abstracto, qué es o debe ser la poesía, sino también sobre los debates de actualidad poética, defendiendo sus posiciones o criticando algunas modas literarias. Reflexiones sobre la poesía y sus mecanismos podemos encontrar en «Las palabras inútiles» de
Palabra sobre palabra
(1965), en «A veces» de
Breves acotaciones
o en los poemas incluidos en el capítulo «Metapoesía» de
Muestra, corregida y aumentada, de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que habitualmente comportan
(1976). Sirva de ejemplo esta «Poética a la que intento a veces aplicarme»:

Escribir un poema: marcar la piel del agua.

Suavemente, los signos

se deforman, se agrandan,

expresan lo que quieren

la brisa, el sol, las nubes,

se distienden, se tensan, hasta

que el hombre que los mira

—adormecido el viento,

la luz alta—

o ve su propio rostro

o —transparencia pura, hondo

fracaso— no ve nada.

Alusiones directas y tomas de postura ante la realidad poética española podemos encontrarlas en el primer poema de
Sin esperanza
, «Otro tiempo vendrá distinto a este», o en la «Oda a los nuevos bardos» de
Muestra, corregida y aumentada.
Tanto en sus afirmaciones como en sus ataques (y tal vez sería mejor decir contraataques, ya que el poema anteriormente citado se refiere a los novísimos), Ángel González defiende unas ideas poéticas coherentes con sus concepciones y su escritura, con las características que estamos señalando.

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