101+19= 120 poemas (9 page)

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Authors: Ángel González

Tags: #poesía

BOOK: 101+19= 120 poemas
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ARTRITIS METAFÍSICA

Siempre alguna mujer me llevó de la nariz

(para no hacer mención de otros apéndices).

Anillado

como un mono doméstico,

salté de cama en cama.

¡Cuánta zalema alegre,

qué equilibrios tan altos y difíciles,

qué acrobacias tan ágiles,

qué risa!

Aunque era un espectáculo hilarante,

hubo quien se dolió de mis piruetas,

lo cual no es nada extraño:

en semejante trance

yo mismo

me rompí el alma en más de una ocasión.

Es una pena que esos golpes

que, entregados al júbilo del vuelo,

entonces casi no sentimos,

algunas tardes ahora,

en el otoño,

cuando amenaza lluvia

y viene el frío,

nos vuelvan a doler tanto en el alma;

renovado dolor que no permite

reconciliar el sueño interrumpido.

En esas condiciones no hay alivio posible:

ni el bálsamo falaz de la nostalgia,

ni el más firme consuelo del olvido.

EL CONFORMISTA

Cuando era joven quería vivir en una ciudad grande.

Cuando perdí la juventud quería vivir en una ciudad pequeña.

Ahora quiero vivir.

DEIXIS EN FANTASMA (1992)
FUGACIDAD DE LO VIVO

Ante los ojos de los muertos

abiertos sólo para la eternidad,

el topo,

horadando su túnel tercamente,

pasó ágil y veloz como una golondrina.

CANCIÓN TRISTE DE AMIGO

Si nuestro reino no fue de este mundo,

y sabemos de cierto que no hay otro,

dime lo que nos queda,

amigo,

dime lo que nos queda.

Ni siquiera deseos, ni siquiera esperanza;

un confuso montón de sueños negros,

eso es lo que nos queda,

amigo,

un confuso montón sólo de sueños.

Cada vez más pequeño.

Ya cabe en un pañuelo, igual que el llanto.

Pero cómo nos pesa,

amigo,

pero cómo nos pesa.

Más cuanto menos.

RECUERDO Y HOMENAJE EN UN ANIVERSARIO

La brisa del mar próximo

abrió un espacio de luz en el invierno.

Regresaban a ti,

en la hora más triste,

como el milagro de otra primavera

que nunca llegaría,

esos días azules y ese sol de la infancia.

Qué habrán iluminado en tu hondo sentimiento,

qué imágenes de patios olorosos a azahar,

qué perfume a jazmín traerían a tu ensueño

entre un rumor de fuentes esos días azules...

¿Ensueño todavía, o tan sólo memoria?

No; allá en el fondo de la mar no sueñan

los frutos de oro:

sólo estéril arena, piedras negras,

anémonas amargas, sin aroma.

(Mañana es nunca ya, tal vez pensabas.)

Y sin embargo,

piadosa luz,

y muerte más piadosa que la vida,

que detuvo en los lienzos del recuerdo

contigo hacia la sombra,

tan lejanos y claros,

tan imposibles ya,

pero contigo, en ti al fin para siempre

—mañana es nunca, nunca, nunca—

esos días azules y ese sol de la infancia.

TAL VEZ MEJOR ASÍ

Recuerda aún los adverbios temporales

ahora, nunca, luego,

todavía, ya no...

Y repite, obstinado, alguno de ellos:

antes, después...

Solamente un olvido le atormenta:

después, antes... ¿de qué?

QUÉDATE QUIETO

Deja para mañana

lo que podrías haber hecho hoy

(y comenzaste ayer sin saber cómo).

Y que mañana sea mañana siempre;

que la pereza deje inacabado

lo destinado a ser perecedero;

que no intervenga el tiempo,

que no tenga materia en que ensañarse.

Evita que mañana te deshaga

todo lo que tú mismo

pudiste no haber hecho ayer.

AUTORRETRATO DE LOS SESENTA AÑOS

Si yo tuviese veinte años menos de los que tengo ahora,

sería aquel que en 1965 se decía:

si yo tuviese veinte años menos de los que tengo ahora,

sería aquel que en 1945 se decía:

si yo tuviese veinte años más de los que tengo ahora...

SOL YA AUSENTE

Todavía un instante, mientras todo se apaga,

la piedra que recoge lo que el cielo desdeña,

esa mancha de luz

para cuando no quede,

un poco de calor

para cuando la noche...

Todavía un instante, mientras todo se pierde,

la memoria que guarda la belleza de un rostro,

esos ojos lejanos que derraman

su claridad aquí, tan dulce y leve,

este amor obstinado

para cuando el olvido...

Pero el olvido nunca:

un instante final que se transforma en siempre,

la luz sobre la piedra,

la mirada

que dora tenuemente todavía

—después de haber mirado—

la penumbra de un sueño...

YA NADA AHORA

Largo es el arte; la vida en cambio corta

como un cuchillo.

Pero nada ya ahora

—ni siquiera la muerte, por su parte

inmensa—

podrá evitarlo:

exento, libre,

como la niebla que al romper el día los

hondos valles del invierno exhalan,

creciente en un espacio sin fronteras,

este amor ya sin mí te amará siempre.

POEMAS INÉDITOS
I - OTOÑOS Y OTRAS LUCES

El otoño se acerca con muy poco ruido:

apagadas cigarras, unos grillos apenas,

defienden el reducto

de un verano obstinado en perpetuarse,

cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.

Se diría que aquí no pasa nada,

pero un silencio súbito ilumina el prodigio:

ha pasado

un ángel

que se llamaba luz, o fuego, o vida.

Y lo perdimos para siempre.

Todo el mundo era pobre en aquel tiempo,

todos entretejían

sin saberlo

—a veces sonreían—

los hilos de tristeza

que formaban la trama de la vida

(inconsistente tela, pero

qué estambre terco, la esperanza).

Unas hebras

de amor doraban

un extremo de aquel tapiz sombrío

en el que yo era un niño que corría

no sé de qué o hacia dónde,

tal vez hacia el espacio luminoso

que urdían incansables

las obstinadas manos amorosas.

Nunca llegué a esa luz.

Cuando iba a alcanzarla,

el tiempo, más veloz,

ya la había recubierto con su pátina.

¿Con qué lo redimimos,

aquel tiempo sombrío?

¿Con qué pagamos la alegría de ahora,

el envoltorio de bisutería

que ocupa hoy el lugar

del amor verdadero, del más puro

amor forjado

en el dolor y la desesperanza? ¿Qué entregamos

como compensación de tan desigual trueque?

Las más sucias monedas: la traición, el olvido.

Quién es el que está aquí, y dónde:

¿dentro o fuera?

¿Soy yo el que siente y el que da sentido

al mundo?

¿O es el secreto corazón del mundo

—remoto, inaccesible—

el que me da sentido a mí?

Qué lejos siempre entonces ya de todo,

incluso de mí mismo;

qué solo y qué perdido yo,

aquí o allí.

II - VERSOS AMEBEOS
1. ACASO UN NOMBRE PUEDA MODIFICAR UN CUERPO

Si te llamaras Elvira,

tu vientre sería aún más terso y con más nácar.

Pero tan sólo el nombre de Mercedes

depositado por mis labios en tu cintura

condensaría la forma de esa espuma indecisa

que recorre tu espalda cuando duermes de bruces.

Respóndeme cuando te diga: Olga,

y verás que en tus pechos un rubor palidece.

El nombre de María te volvería traslúcida.

Guarda silencio si te llamara por un nombre

que no pronuncio nunca,

porque si entonces respondieses

tus ojos —y los míos— se anegarían en llanto.

Una prueba final;

cuando sonríes

te pienso Irene,

y la sonrisa tuya es más que tu sonrisa:

amanece sin sombras la alegría del mundo.

¿Y si te llamo como tú te llamas...?

Entonces

descubriría una verdad:

en el principio no era el verbo.

El nácar y la espuma,

la palidez rosada,

la transparencia, el llanto, la alegría:

todo estaba ya en ti.

Los nombres que te invento no te crean.

Sólo

—a veces

son como luz los nombres...—

te iluminan.

2. A VECES, UN CUERPO PUEDE MODIFICAR UN NOMBRE

A veces, las palabras se posan sobre las cosas como una mariposa sobre una flor, y las recubren de colores nuevos.

Sin embargo, cuando pienso tu nombre, eres tú quien le da a la palabra color, aroma, vida.

¿Qué sería tu nombre sin ti?

Igual que la palabra rosa sin la rosa:

un ruido incomprensible, torpe, hueco.

1.

Sé que llegará el día en que ya nunca

volveré a contemplar

tu mirada curiosa y asombrada.

Tan sólo en tus pupilas

compruebo todavía,

sorprendido,

la belleza del mundo

—y allí, en su centro, tú,

iluminándolo.

Por eso, ahora,

cuando aún es posible,

mírame mirarte;

mete todo tu asombro

en mi mirada,

déjame verte mientras tú me miras

también a mí,

asombrado

de ver por ti y a ti, asombrosa.

2.

Quise mirar el mundo con tus ojos

ilusionados, nuevos,

verdes en su fondo

como la primavera.

Entré en tu cuerpo lleno de esperanza

para admirar tanto prodigio desde

el claro mirador de tus pupilas.

Y fuiste tú la que acabaste viendo

el fracaso del mundo con las mías.

III - FRAGMENTOS

Del fragmento deduzco la grandeza.

De la totalidad, la pequeñez...

La distancia más corta entre dos puntos:

la que media entre el tigre y la gacela.

Sed en Castilla.

¡Nuestro gozo en un pozo!

Triste gracia.

Se murió de risa.

Cayó la noche.

Se hizo trizas de luz el firmamento.

Marzo es el mes más cruel.

La primavera apunta.

¡Fuego!

¿Sangre en la tierra? ¡Rosas! ¡Rosas rojas!

Sin pies, pero con cabeza.

Si fueran

descabelladas fantasías

¿cómo iban a peinarse

con sus peines de nácar

las sirenas?

Tan lejos, hoy, de aquello,

pervive sin embargo tanto entonces aquí,

que ahora me parece que no fue ayer

un sueño.

EL LUGAR DE LA PREGUNTA

En contra de lo que suele decirse

la pregunta debe estar detrás de la respuesta.

Porque la pregunta sólo tiene sentido

en contra de lo que suele decirse.

* * *

No interrogues dos veces a quien guarda silencio,

porque el silencio es la única respuesta.

* * *

Pero no es cierto;

hay algunas respuestas verdaderas:

nunca, nada, jamás, tampoco, no, mentira.

* * *

¿Niega y acertarás?

Mentira, no, jamás, tampoco, nunca.

Un tonto habla de un tonto

(ambos ilustres).

Se jalea el discurso.

Cientos, miles de tontos,

lo escuchan asombrados, reverentes.

Creen que son tontos

porque no entienden nada.

(Lo son por otras causas;

ahí no hay nada que entender)

y disimulan:

¡Qué hermoso es el vestido

de nuestro emperador!
,

dicen ufanos.

Y nuestro emperador los saludaba

con la misma ufanía,

adiposo y lampiño,

orondo, circunciso, varicoso.

Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas

y una voz cariñosa le susurró al oído

—¿Por qué lloras, si todo

en ese libro es de mentira?

Y él respondió:

—Lo sé;

pero lo que yo siento es de verdad.

IV - OTRAS LUCES

Luna de abajo,

en el fondo del pozo,

blanca en los charcos de la bocamina,

inmóvil

en las aguas del río

que no pueden llevarla

—a ella, tan ligera—

en su corriente.

Luna

que no refleja al sol,

sino a sí misma

igual que un sueño que engendrase un sueño.

Luna de abajo,

luna por los suelos,

para los transeúntes de la noche,

que vuelven a sus casas cabizbajos.

Luna entre el barro, entre los juncos, entre

las barcas que dormitan en los puertos; luna

que es a la vez mil lunas y ninguna,

evanescente, mentirosa luna,

tan próxima a nosotros, y no obstante

aún más inalcanzable que la otra.

DOS VECES LA MISMA MELODÍA

Absuelto por la música,

emerjo del Jordán del contrapunto

limpio de pasado:

nada que recordar.

Todo ante mí, como ante Dios, presente.

Ahora

esa fuga

de lo que se deslíe

en la pura corriente de la vida,

es imposible ya:

la refrena

—y tú no lo creías—

con firmeza un violín,

y todo permanece

no en la memoria de un ayer ya muerto,

sino en su terco, reiterado curso.

Tranquilo, corazón; en tus dominios

—así como los oyes—,

lo que fue sigue siendo y será siempre.

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