101+19= 120 poemas (4 page)

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Authors: Ángel González

Tags: #poesía

BOOK: 101+19= 120 poemas
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PASTOR DE VIENTOS

Pastor de vientos, desde

los infinitos horizontes

acuden los rebaños a tus manos.

Seguro el porvenir, miras el ancho

paisaje de colinas, esperando

la brisa que te traiga

aquel aroma dócil a tomillo

o el hondo olor a bosque del invierno.

La lluvia viene luego, infatigable,

y se acuesta a tus pies formando charcos

que emigran hacia el cielo en el verano.

Y por el aire bajan

pájaros y perfumes, hojas secas,

mil cosas

que tú dejas o guardas con mirada profunda.

Cada día te trae una sorpresa,

y tú cantas,

pastor,

cantas o silbas

a las altas estrellas también tuyas.

GRADO ELEMENTAL (1962)
PERLA DE LAS ANTILLAS

Ha estallado una perla, y las cenizas

de la libertad,

empujadas por el viento del Caribe,

siembran el desconcierto y el terror

entre los responsables de un continente inmenso.

Desde la Casa Blanca a la Rosada,

todos los techos de las Grandes Casas

están amenazados

por el irreparable, cruel desastre:

ha estallado una perla, y los residuos

de la dignidad

pueden contaminar a mucha gente.

Es preciso evitarlo, porque

si los indios que obtienen el estaño y el cobre

en las minas de Chile y de Bolivia,

si los habitantes de los suburbios de Buenos Aires

y los desposeídos del Perú,

si los oscuros buscadores de caucho

y los integrantes de las tribus de Paraguay y de Colombia,

si los analfabetos ciudadanos de Méjico

inscritos en el centro de electores y borrados del

Registro de la propiedad,

si los que fertilizan con su sudor las plantaciones

de azúcar y café,

si los que recortan las pesadas selvas a golpe de machete

para incrementar la producción mundial de piñas en conserva,

si todos ellos y sus otros muchos

hermanos

en la desnutrición

sufriesen en su carne

la quemadura de la nefanda escoria

de la dignidad,

acaso

pretendiesen ser libres.

Y entonces

¿qué sería de las grandes Compañías,

de los trusts y los cártels,

de los jugadores de Bolsa

y de los propietarios de prostíbulos?

En nombre de esos valores fundamentales

y de otros menos cotizados,

alguien debe hacer algo

para evitarlo.

Pero

ha estallado una perla.

Peligroso es ahora el viento del Caribe.

Entre el olor salobre de la mar,

y el aroma más denso de las frutas del Trópico,

entre el brillante polen de las flores

que crecen donde el sol es un flagelo

infatigable y amarillo,

entre plumas de verdes papagallos,

y golpes de guitarras, y sonrisas

blancas como canciones en la noche,

el viento arrastra una semilla

perfumada y violenta,

una simiente fina como el polvo,

nube dorada o resplandor sin nube,

que los tifones lanzan —trizada

perla— contra las costas más lejanas,

y las brisas recogen y pasean

y las lluvias abaten —astillada

Antilla— sobre el suelo,

tormenta ciega o cielo derribado

—izada Cuba, como una bandera—

llama implacable o luz definidora,

mas siempre pura, viva, poderosa,

fértil semilla de la libertad.

CAMPOSANTO EN COLLIURE

Aquí paz,

y después gloria.

Aquí,

a orillas de Francia,

en donde Cataluña no muere todavía

y prolonga en carteles de «Toros à Ceret»

y de «Flamencos Show»

esa curiosa España de las ganaderías

de reses bravas y de juergas sórdidas,

reposa un español bajo una losa:

paz

y después gloria.

Dramático destino,

triste suerte

morir aquí

—paz

y después...—

perdido,

abandonado

y liberado a un tiempo

(ya sin tiempo)

de una patria sombría e inclemente.

Sí; después gloria.

Al Final del verano,

por las proximidades

pasan trenes nocturnos, subrepticios,

rebosantes de humana mercancía:

manos de obra barata, ejército

vencido por el hambre

—paz...—,

otra vez desbandada de españoles

cruzando la frontera, derrotados

—...sin gloria.

Se paga con la muerte

o con la vida,

pero se paga siempre una derrota.

¿Qué precio es el peor?

Me lo pregunto

y no sé qué pensar

ante esta tumba,

ante esta paz

—«Casino

de Canet: spanish gipsy dancers»,

rumor de trenes, hojas...—,

ante la gloria ésta

—...de reseco laurel—

que yace aquí, abatida

bajo el ciprés erguido,

igual que una bandera al pie de un mástil.

Quisiera,

a veces,

que borrase el tiempo

los nombres y los hechos de esta historia

como borrará un día mis palabras

que la repiten siempre tercas, roncas.

INTRODUCCIÓN A LAS FÁBULAS PARA ANIMALES

Durante muchos siglos

la costumbre fue ésta:

aleccionar al hombre con historias

a cargo de animales de voz docta,

de solemne ademán o astutas tretas,

tercos en la maldad y en la codicia

o necios como el ser al que glosaban.

La humanidad les debe

parte de su virtud y su sapiencia

a asnos y leones, ratas, cuervos,

zorros, osos, cigarras y otros bichos

que sirvieron de ejemplo y moraleja,

de estímulo también y de escarmiento

en las ajenas testas animales,

al imaginativo y sutil griego,

al severo romano, al refinado

europeo,

al hombre occidental, sin ir más lejos.

Hoy quiero —y perdonad la petulancia—

compensar tantos bienes recibidos

del gremio irracional

describiendo algún hecho sintomático,

algún matiz de la conducta humana

que acaso pueda ser educativo

para las aves y para los peces,

para los celentéreos y mamíferos,

dirigido lo mismo a las amebas

más simples

como a cualquier especie vertebrada.

Ya nuestra sociedad está madura,

ya el hombre dejá atrás la adolescencia

y en su vejez occidental bien puede

servir de ejemplo al perro

para que el perro sea

más perro,

y el zorro más traidor,

y el león más feroz y sanguinario,

y el asno como dicen que es el asno,

y el buey más inhibido y menos toro.

A toda bestia que pretenda

perfeccionarse como tal

—ya sea

con fines belicistas o pacíficos,

con miras financieras o teológicas,

o por amor al arte simplemente—

no cesaré de darle este consejo:

que observe al homo sapiens, y que aprenda.

ELEGIDO POR ACLAMACIÓN

Sí, fue un malententido.

Gritaron "¡a las urnas!"

y él entendió "¡a las armas!"- dijo luego.

Era pundonoroso y mató mucho.

Con pistolas, con rifles, con decretos.

Cuando envainó la espada dijo, dice:

la democracia es lo perfecto.

El público aplaudió. Sólo callaron,

impasibles, los muertos.

El deseo popular será cumplido.

A partir de esta hora soy —silencio—

el Jefe, si queréis. Los disconformes

que levanten el dedo.

Inmóvil mayoría de cadáveres

le dio el mando total del cementerio.

NOTA NECROLÓGICA

El perfecto funcionario,

el ciudadano honesto,

tras largos años de servicios al Estado

y al onanismo —era de estado viudo—,

había logrado con el tiempo

una estructura ósea funcional

perfectamente adaptada al pupitre

sobre el que se inclinaba cada día

ocho horas

(desde las nueve en punto

de todas las mañanas,

desde el centro ferviente

de todos sus deseos),

ocho horas,

sabedlo,

ocho diarias

horas

dedicadas

a delicadas

manipulaciones

con míticos papeles que él no osaba

comprender,

pero que resumía

en el Libro Registro

con grácil perfección de pendolista.

Un esqueleto así, una paciencia

tan valiosa,

un talento

llevado hasta los límites más fértiles

de su especialidad: caligrafía,

una puntualidad tan bien lograda,

un temblor tan notorio ante los jefes,

no podían quedar sin recompensa.

Y de ese modo

obtuvo los ascensos que marca el Reglamento,

el derecho

a pagar mensualmente

la cuota titulada del Seguro

de Vejez (
luego es seguro

—pensaba—

que si pago por esto

moriré muy anciano, ya no hay duda
),

la percepción del Plus de Carestía

de Vida (
es formidable:

la vida sube, es cierto, pero en cambio

todo —y aún hay quien protesta—

está previsto
),

y un sin par privilegio consistente

en el deber de usar corbata, y hasta

de afeitarse tres veces por semana.

De su bronquitis y de su miopía

—mañanas frías, documentos largos—

preferible es no hablar

en atención a su modestia. Sólo

recordaremos su presencia de ánimo,

su indiferencia frente a los elogios,

cuando

—con ocasión de no sé qué acto público—

alguien habló del brillo de la virtud,

y él trató de ocultar contra un pupitre

los codos grises de su americana

resplandecientes y delgados como

el plumaje de plata de un arcángel.

Y en fin, para qué más. Su biografía

—es decir, su expediente—

se cerró un día de brumoso enero. El asma

pudo con el tesón y la costumbre

y logró sujetar ya para siempre

aquel cuerpo que iba y que tosía

cada mañana en punto hacia una mesa,

cada jornada entera hasta muy tarde.

Esa mano indomable con la pluma,

esa honesta

testa que detestaba el pensamiento

(
o se piensa o se cumple lo ordenado
,

solía murmurar), yacen ahora

confundidas con huesos menos nobles

bajo una piedra idéntica a otras muchas.

Solamente su nombre y su apellido

de teórico ser civil y humano

dan fe de una existencia inexistente,

cubren las apariencias de una vida

que nunca fue más real que ahora, cuando

al olvido que incide en su memoria

se opone el fiel contraste de la muerte.

PALABRA SOBRE PALABRA (1965)
ME BASTA ASÍ

Si yo fuese Dios

y tuviese el secreto,

haría

un ser exacto a ti;

lo probaría

(a la manera de los panaderos

cuando prueban el pan, es decir:

con la boca),

y si ese sabor fuese

igual al tuyo, o sea

tu mismo olor, y tu manera

de sonreír,

y de guardar silencio,

y de estrechar mi mano estrictamente,

y de besarnos sin hacernos daño

—de esto sí estoy seguro: pongo

tanta atención cuando te beso—;

entonces,

si yo fuese Dios,

podría repetirte y repetirte,

siempre la misma y siempre diferente,

sin cansarme jamás del juego idéntico,

sin desdeñar tampoco la que fuiste

por la que ibas a ser dentro de nada;

ya no sé si me explico, pero quiero

aclarar que si yo fuese

Dios, haría

lo posible por ser Ángel González

para quererte tal como te quiero,

para aguardar con calma

a que te crees tú misma cada día,

a que sorprendas todas las mañanas

la luz recién nacida con tu propia

luz, y corras

la cortina impalpable que separa

el sueño de la vida,

resucitándome con tu palabra,

Lázaro alegre,

yo,

mojado todavía

de sombras y pereza,

sorprendido y absorto

en la contemplación de todo aquello

que, en unión de mí mismo,

recuperas y salvas, mueves, dejas

abandonado cuando —luego— callas...

(Escucho tu silencio.

Oigo

constelaciones: existes.

Creo en ti.

Eres.

Me basta.)

TRATADO DE URBANISMO (1967)
INVENTARIO DE LUGARES PROPICIOS AL AMOR

Son pocos.

La primavera está muy prestigiada, pero

es mejor el verano.

Y también esas grietas que el otoño

forma al interceder con los domingos

en algunas ciudades

ya de por sí amarillas como plátanos.

El invierno elimina muchos sitios:

quicios de puertas orientadas al norte,

orillas de los ríos,

bancos públicos.

Los contrafuertes exteriores

de las viejas iglesias

dejan a veces huecos

utilizables aunque caiga nieve.

Pero desengañémonos: las bajas

temperaturas y los vientos húmedos

lo dificultan todo.

Las ordenanzas, además, proscriben

la caricia (con exenciones

para determinadas zonas epidérmicas

—sin interés alguno—

en niños, perros y otros animales)

y el «no tocar, peligro de ignominia»

puede leerse en miles de miradas.

¿A dónde huir, entonces?

Por todas partes ojos bizcos,

córneas torturadas,

implacables pupilas,

retinas reticentes,

vigilan, desconfían, amenazan.

Queda quizá el recurso de andar solo,

de vaciar el alma de ternura

y llenarla de hastío e indiferencia,

en este tiempo hostil, propicio al odio.

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