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Authors: Arthur C. Clarke

Tags: #Ciencia Ficción

2010. Odisea dos (29 page)

BOOK: 2010. Odisea dos
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"Ocho minutos para la ignición. Todos los sistemas nominales; doctor Chandra, ¿puedo hacer una sugerencia?"

—¿De qué se trata, Hal?

—"Es un fenómeno muy inusual. ¿No cree que debería suspender la cuenta regresiva, para que ustedes pudieran quedarse a estudiarlo?"

A bordo de Leonov, Floyd comenzó a moverse rápidamente hacia el puente. Tanya y Vasili podrían necesitarlo. Para no mencionar a Chandra y a Curnow... ¡Qué situación! ¿Y si Chandra se ponía del lado de Hal? Si lo hiciera, ¡ambos podrían tener razón! Después de todo ¿no era precisamente ésa la razón por la que habían venido?.

Si suspendían la cuenta regresiva, las naves darían una vuelta alrededor de Júpiter y volverían al mismo punto en diecinueve horas. Tal espera no crearía problemas; él mismo lo habría recomendado firmemente de no haber sido por aquel enigmático aviso.

Pero habían recibido más que un aviso. Debajo de ellos había una plaga planetaria que se extendía sobre la superficie de Júpiter. Tal vez se estuvieran escapando del fenómeno más extraordinario en la historia de las ciencias. Aun así, preferiría estudiarlo desde una distancia más segura.

"Seis minutos para la ignición", dijo Hal. "Todos los sistemas nominales. Estoy listo para detener la cuenta si usted me autoriza. Permítame recordarle que mi directiva primordial es estudiar todo lo que en el espacio de Júpiter pueda tener relación con la inteligencia."

Floyd reconoció esa frase al instante: la había redactado él mismo. Ahora desearía poder borrarla de la memoria de Hal.

Poco después llegaba al puente y se unía a los Orlov. Ambos lo miraron con inquietud.

—¿Qué recomiendas? —preguntó Tanya rápidamente.

—Me temo que todo está en manos de Chandra. ¿Puedo hablar con él... por línea privada?

Vasili le alcanzó el teléfono.

—¿Chandra? Supongo que Hal no puede escucharnos.

—Correcto, doctor Floyd.

—Debe hablarle de inmediato. Persuadirlo de que la cuenta regresiva debe continuar, decirle que apreciamos su... eh, entusiasmo científico, y que confiamos en que podrá hacer el trabajo sin nuestra ayuda. Por supuesto, estaremos todo el tiempo en contacto con él.

"Cinco minutos para la ignición todos los sistemas nominales. Continúo esperando su respuesta, doctor Chandra.

"Nosotros también", pesó Curnow, a un metro apenas del científico, "y si finalmente tengo que apretar ese botón, será un alivio. En realidad lo voy a disfrutar mucho".

—Muy bien, Hal. Prosigue con la cuenta. Tengo la más absoluta confianza en tu habilidad para estudiar todos los fenómenos del espacio de Júpiter sin nuestra supervisión. Por supuesto, continuaremos en contacto ininterrumpido.

—Cuatro minutos para la ignición. Todos los sistemas nominales. Presurización de los tanques de combustible completada. Voltaje para el encendido del plasma, estable. ¿Está seguro de haber adoptado la decisión adecuada, doctor Chandra? Me gusta trabajar con seres humanos, y tengo con ellos una relación estimulante. Actitud de la nave correcta hasta coma, un milirradián.

—A nosotros nos gusta trabajar contigo, Hal. Y lo seguiremos haciendo, aunque estemos a millones de kilómetros de distancia.

—Tres minutos para la ignición. Todos los sistemas nominales. Protección contra radiación verificada. Está el problema del retardo temporal, doctor Chandra. Puede que sea necesario consultarse mutuamente sin ninguna demora.

"Esto es enfermizo", pensaba Curnow, sin alejar su mano del interruptor. "Estoy empezando a creer que Hal se siente solo. ¿Estará mimetizando algún aspecto de la personalidad de Chandra que nunca hemos sospechado?"

Las luces titilaron, tan imperceptiblemente que sólo alguien familiarizado con cada señal del comportamiento de Discovery lo habría notado. Podía ser una noticia buena o mala: el comienzo de la secuencia de encendido del plasma, o su terminación...

Arriesgó una rápida mirada a Chandra; el rostro del pequeño científico estaba indeciso, ansioso; por primera vez, Curnow sintió por él verdadera compasión. Y recordó la secreta información que Floyd le había confiado, la oferta de Chandra de permanecer en la nave, y quedarse acompañando a Hal durante los tres años del viaje de regreso. No había escuchado nada más sobre el asunto, supuestamente se habría olvidado todo en forma callada después del aviso. Pero tal vez Chandra se sintiera tentado nuevamente; si así fuera, a esa altura ya no habría nada que hacer. No habría tiempo de hacer los arreglos necesarios, aun cuando se quedaran durante otra órbita y pusieran la partida más allá del límite. Lo que por cierto Tanya no permitiría después de todo lo que había sucedido.

—Hal —murmuró Chandra, tan bajo que Curnow apenas podía oírlo —. Tenemos que irnos. No tengo tiempo para darte todas las razones, pero te aseguro que es la verdad.

—Dos minutos para la ignición. Todos los sistemas nominales. Secuencia final iniciada. Lamento que no puedan quedarse. ¿No puede darme algunas razones, en orden de importancia?

—No en dos minutos, Hal. Procede a la cuenta regresiva. Te lo explicaré más tarde. Aún disponemos de una hora... juntos.

Hal no contestó. El silencio agobiaba más y más. Seguramente el aviso de un minuto había sido pasado por alto...

Curnow miró su reloj. "¡Dios mío", pensó, "Hal se lo ha salteado! ¿Habrá detenido la cuenta?"

La mano de Curnow se dirigió vacilante hacia el interruptor. "¿Qué hago ahora? ¡Ojalá Floyd dijera algo, maldita sea, pero seguramente tiene miedo de empeorar todo ...! Esperaré hasta el tiempo cero; no, no es tan crítico; digamos un minuto más, entonces sí, lo decapito, y asumimos el comando manual..."

Desde muy, muy lejos, provino un silbido débil, como el sonido de un tornado que corre detrás de la línea del horizonte. Discovery comenzó a vibrar; se sintió la primera advertencia del retomo de la gravedad...

"Ignición", dijo Hal. "Impulso total en T más quince segundos. "

—Gracias, Hal —contestó Chandra.

48. SOBRE EL LADO NOCTURNO

Para Heywood Floyd, a quien el ambiente de la cubierta de vuelo de Leonov le resultaba extraño por el regreso de la gravedad, la secuencia de hechos no le pareció real, sino una clásica pesadilla en cámara lenta. Sólo una vez en su vida había conocido una experiencia similar, cuando, estando en la parte trasera de un coche, éste derrapó sin control. Tuvo la misma sensación de amargo desamparo, unida al pensamiento: "esto no importa; en realidad no me está pasando a mí."

Ahora que había comenzado la secuencia de encendido su ánimo había cambiado; todo volvía a parecerle real.

Todo funcionaba exactamente como lo habían planeado; Hal los estaba conduciendo con absoluta seguridad hacia la Tierra. Con cada minuto que pasaba, su futuro se hacía más y más seguro; Floyd empezó a relajarse lentamente, aunque seguía alerta a lo que sucedía alrededor.

Por última vez —¿cuándo volvería otro hombre a pasar por ahí? —estaba sobrevolando el lado nocturno del más grande de los planetas, que involucraba un volumen de mil Tierras. Las naves habían sido giradas de tal manera que Leonov estaba entre Discovery y Júpiter, y así la vista del misteriosamente opaco paisaje de nubes no se hallaba bloqueada. Aun ahora, montones de instrumentos estaban ocupados en probar y grabar; Hal continuaría trabajando cuando ellos se hubieran ido.

Apenas terminó el proceso, Floyd "bajó" con precaución desde la cubierta de vuelo —¡qué extraño volver a sentir el peso, aunque el suyo fuera de sólo diez kilogramos! —y se unió a Zenia y a Katerina en la sala de observación. Aparte del brillo tenue de las luces rojas de emergencia, había sido oscurecido todo para que pudieran admirar el paisaje con una incomparable visión nocturna. Sintió pena por Max Brailovsky y Sasha Kovalev, que estaban en la cámara de presión, con sus trajes espaciales, perdiéndose el maravilloso espectáculo. Debían estar listos para partir al momento, para cortar las cuerdas que mantenían unidas a las naves, por si fallaba alguna de las cargas explosivas.

Júpiter llenaba todo el cielo; sólo estaba a quinientos kilómetros de distancia, y apenas podían ver una minúscula porción de su superficie, no más de lo que se podía observar de la Tierra, desde una altura de cincuenta kilómetros. A medida que sus ojos se fueron acostumbrando a la pálida luz, reflejada en su mayor parte por la costra de hielo de la lejana Europa, comenzó a distinguir una sorprendente cantidad de detalles. A tan bajo nivel de iluminación no existía el color —excepto alguna mancha roja aquí y allá— pero la alargada formación de las nubes era perfectamente visible, podía notar el borde de una pequeña tormenta ciclónica, que se asemejaba a una isla ovalada cubierta de nieve. El Gran Punto Negro había caído a popa hacía rato y sólo lo volverían a ver cuando estuvieran bien encaminados hacia el hogar.

Allí abajo, entre las nubes, había esporádicas explosiones de luz, muchas de ellas causadas obviamente por el equivalente joviano de las tormentas eléctricas. Pero se veían otros brillos y estallidos de luminiscencias menos efímeros, de origen más incierto. A veces había anillos de luz que se expandían como ondas desde una fuente central; y también ocasionales remolinos y torbellinos. No se necesitaba mucha imaginación para hacerse a la idea de que todo eso era la prueba de una civilización tecnológica que existía debajo de aquellas nubes, con sus ciudades iluminadas, sus aeropuertos señalizados. Pero el radar y las sondas habían demostrado hacía tiempo que entre los miles y miles de kilómetros de nubes no había nada sólido hasta llegar al inexpugnable corazón del planeta.

Media noche sobre Júpiter. La última vista de cerca era un mágico interludio que recordaría durante toda su vida. Y lo disfrutaba aún más, porque, seguramente, ya nada podría funcionar mal; y aunque eso sucediera, no tendría nada que reprocharse. Había hecho todo lo posible para asegurar el éxito.

La sala estaba muy silenciosa: nadie osaba hablar, mientras la alfombra de nubes se enrollaba velozmente detrás de ellos. Cada pocos minutos Tanya o Vasili anunciaban el grado de impulsión. Hacia la finalización del tiempo de ignición de Discovery, la tensión comenzó a crecer otra vez. Aquél era el momento crítico, y nadie sabía exactamente cuándo ocurriría. Había ciertas dudas acerca de la precisión de los medidores de combustible y la combustión continuaría hasta que los tanques estuvieran completamente secos.

"Corte de ignición estimado en diez segúndos", dijo Tanya. "Walter, Chandra: preparados para regresar. Max, Vasili: manténganse alerta por si se los necesita. Cinco... cuatro... tres... dos... uno... ¡cero!"

No hubo ningún cambio; aún llegaba el débil quejido de los motores de Discovery a través del espesor de ambos cascos, y el impulso inducido continuaba asegurando sus miembros. "Estamos de suerte", pensó Floyd; "los medidores debían haber estado fallando por defecto, después de todo. Cada segundo extra de encendido era un premio, que inclusive podía significar la diferencia entre la vida y la muerte; y qué extraño escuchar una cuenta progresiva..." en vez de una regresiva ... cinco segundos ... ocho segundos diez segundos... trece segundos. ¡Bien hecho, trece de la suerte!"

La falta de peso y el silencio retornaban. En ambas naves hubo una breve explosión de alegría. Fue rápidamente truncada, porque había mucho por hacer... y debía hacerse en seguida.

Floyd estuvo tentado de ir hasta la cámara de presión para poder felicitar a Chandra y a Curnow apenas entraran a bordo. Pero sólo sería un estorbo; la cámara de presión sería un lugar muy atareado, con Sasha y Max preparándose para su posible EVA y el tubo que unía ambas naves siendo desconectado. Esperaría a saludar el regreso de los héroes en la sala.

Y pudo relajarse más aún; tal vez hasta siete u ocho, en una escala de cero a diez. Por primera vez en varias semanas se pudo olvidar del radio-interruptor. Ya no sería necesario; Hal se había portado impecablemente. Y aunque quisiera, no podría hacer nada que afectase a la misión, ya que Discovery había agotado la última gota de propelente.

"Todos a bordo", anunció Sasha. "Escotillas selladas. Comenzaré a disparar las cargas."

No se escuchó el menor sonido al detonar las cargas, lo cual sorprendió a Floyd; había esperado que se filtrara algún ruido a través de las cintas, tensas como bandas de acero, que mantenían unidas a las naves. Pero no había dudas de que se habían zafado como se esperaba, porque Leonov dio unas pequeñas sacudidas, como si alguien hubiera estado golpeando el casco. Un minuto más tarde, Vasili encendió los reactores de posición, para dar un breve impulso.

"¡Libres!", gritó. "¡Sasha, Max; ya no son necesarios! ¡Todos a sus hamacas... ignición en cien segundos!"

Júpiter se alejaba rodando, y apareció una extraña forma nueva en la ventana: la silueta alargada, esquelética de Discovery, con sus luces de navegación encendidas, mientras se escapaba de ellos, rumbo a la historia. No quedaba tiempo para una despedida emotiva; en menos de un minuto operarían los propulsores de Leonov.

Floyd nunca la había oído funcionar a toda potencia, y ahora quería protegerse los oídos del rugido que llenaba el universo. Los diseñadores de Leonov no habían desperdiciado carga en una aislación de sonido que sería utilizada apenas por unas horas, en un viaje que duraría varios años. Y su propio peso le parecía enorme, aunque en realidad era sólo una cuarta parte del que había conocido toda su vida.

En pocos minutos, Discovery había desaparecido a popa, aunque su luz de posición pudo verse hasta que cayó detrás del horizonte. "Una vez más", se dijo Floyd, "estoy rodeando Júpiter; pero esta vez voy ganando velocidad, no perdiéndola". Es apenas visible en la oscuridad, con la nariz apretada contra la ventana de observación espió a Zenia, ¿Estaría también ella reviviendo la última ocasión, cuando habían compartido la hamaca? Ahora no había peligro de incineración; por lo menos ya no estaría aterrada por ese destino en particular. De cualquier manera, parecía una persona más segura y alegre, sin duda gracias a Max... Y tal vez, también a Walter.

Debió haber percibido su mirada, porque se volvió y sonrió, señalando el enmarañado paisaje nuboso de abajo.

"¡Mira!" gritó en su oído. "Júpiter tiene una nueva luna!"

¿Qué trataba de decir?, se preguntaba Floyd. Su inglés seguía sin ser muy bueno, pero no podía haber cometido un error en una oración tan simple como ésa. Estaba seguro de haberla escuchado correctamente, pero seguía señalando hacia abajo, no hacia arriba...

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