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Authors: Arthur C. Clarke

Tags: #ciencia ficción

3001. Odisea final (13 page)

BOOK: 3001. Odisea final
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Poole había quedado sorprendido, y un tanto conmocionado, al descubrir que el conocimiento que la tripulación tenía de los sistemas de la
Goliath
era muy superficial. A menudo les hacía preguntas que debían de haber respondido con facilidad, nada más que para encontrar que lo remitían a los Bancos de memoria de la nave. Después de un tiempo, empero, se dio cuenta de que la clase de preparación profunda que él había recibido en su época ya no era posible: ahora entraban en juego demasiados sistemas complejos como para que algún hombre o mujer llegara a dominarlos. Los diversos especialistas simplemente tenían que conocer qué hacía su equipo, no cómo. La confiabilidad dependía de la redundancia y de la comprobación automática, y era muy probable que la intervención humana produjera más daño que beneficio.

Por suerte, nada de eso se precisaba en ese viaje: había estado tan exento de incidentes como podría desear cualquier navegante, cuando el nuevo sol de Lucifer dominó el cielo que tenían delante.

III. Los mundos de Galileo

Extracto, texto únicamente, (
Guía Turística sobre el Sistema Solar Exterior
, v. 219.3)

Aun hoy, los gigantescos satélites de lo que otrora fuera Júpiter nos plantean profundos misterios: ¿por qué cuatro mundos, que describen la misma órbita primaria y que tienen un tamaño muy similar, son tan diferentes en la mayoría de los demás aspectos?

Sólo en el caso de lo, el satélite más interior, hay una explicación convincente: está tan cercano a Júpiter, que las mareas gravitacionales que constantemente moldean su interior generan cantidades colosales de calor; tanto, en verdad, que la superficie de lo está semifundida. Es el mundo volcánico más activo del Sistema Solar: los mapas de lo tienen una vida media de nada más que unas décadas.

Si bien jamás se establecieron bases humanas permanentes en un ambiente tan inestable, ha habido numerosos descensos y hay una vigilancia continua con robots. (Para conocer sobre el destino trágico de la Expedición 2.571, véase
Beagle 5.)

Europa, segunda en distancia, contando desde Júpiter, originariamente estaba cubierta en su totalidad por hielo, y exhibía pocos detalles en la superficie, con la salvedad de una complicada red de grietas. Las fuerzas de marea que predominan en lo fueron mucho menos poderosas acá, pero generaron suficiente calor como para darle a Europa un océano global de agua líquida, en el cual se desarrollaron muchas formas extrañas de vida. (Véase Naves Espaciales
Tsien, Galaxy, Universe.)
Desde la conversión de Júpiter en el minisol Lucifer, virtualmente toda la cobertura de hielo de Europa se fundió, y una extensa actividad volcánica creó varias islas pequeñas.

Tal como ya es bien conocido, no se han efectuado descensos en Europa durante casi mil años, pero el satélite está bajo continua vigilancia.

Ganimedes, la luna más grande del Sistema Solar (diámetro, cinco mil doscientos sesenta kilómetros) también resultó afectada por la creación de un nuevo sol, y sus regiones ecuatoriales son lo suficientemente cálidas como para permitir la existencia de formas de vida de la Tierra, aunque todavía no tiene una atmósfera respirable. La mayor parte de su población está activamente dedicada a la terraformación y a la investigación científica. El principal asentamiento es Ciudad Anubis (población, cuarenta y un mil personas), cerca del Polo Sur.

Calisto es, una vez más, por completo diferente. La superficie entera está cubierta por cráteres de colisión de todos los tamaños, y tan numerosos que se superponen. El bombardeo debe de haber continuado durante millones de años, pues los cráteres más modernos han borrado por completo los anteriores. No hay una base permanente en Calisto, pero allá se han establecido varias estaciones automáticas.

17. Ganimedes

Para Frank Poole era algo raro quedarse dormido, pero extraños sueños lo habían mantenido despierto. El pasado y el presente estaban inextricablemente mezclados: a veces estaba en la
Discovery; a
veces, en la torre de África... y a veces era un niño otra vez, entre amigos a los que había creído olvidados hacía mucho. "¿Dónde estoy?", se preguntó, mientras pugnaba por recuperar la conciencia, como un nadador que trata de regresar a la superficie. Había una pequeña ventana justo encima de la cama, cubierta por una cortina que no era lo suficientemente gruesa como para bloquear por completo la luz que venía del exterior. Había habido un tiempo, alrededor de mediados del siglo XX, en el que las aeronaves eran lo bastante lentas como para constar de comodidades de Primera Clase para dormir: Poole nunca había podido probar ese lujo nostálgico, del que, aún en su propia época, algunas compañías de turismo todavía hacían publicidad, pero le resultaba fácil imaginar que estaba disfrutando eso ahora.

Corrió las cortinas y miró: no, no había despertado en los cielos de la Tierra, aunque el paisaje que corría por debajo no era diferente del antártico. Pero el Polo Sur nunca había ostentado dos soles, ambos saliendo a la vez mientras la
Goliath
avanzaba con celeridad hacia ellos.

La nave estaba describiendo una órbita, a menos de cien kilómetros por encima de lo que parecía ser un inmenso campo arado y levemente espolvoreado con nieve. Pero el arador debió de haber estado ebrio, o el sistema de guía debió de haberse vuelto loco, pues los surcos describían meandros en toda dirección, a veces cortándose entre sí o girando sobre sí mismos. Por aquí y por allá, el terreno aparecía salpicado con círculos tenues: cráteres fantasmas producidos por el impacto de meteoros hacía ya miles de millones de años.

"Así que esto es Ganimedes", pensó Poole, adormilado. "¡La avanzada humana más alejada del hogar! ¡Por qué una persona sensata querría vivir aquí? Bueno, a menudo pensé lo mismo cuando volaba sobre Groenlandia o Islandia en invierno..."

Alguien llamó a la puerta, hubo un "¿Te molesta si entro?", y el capitán Chandler lo hizo sin aguardar la respuesta.

—Pensé en dejarte dormir hasta que descendiéramos: esa fiesta de fin de viaje sí duró más de lo que me habría gustado, pero no quise correr el riesgo de tener un motín si la cortaba antes de tiempo.

Poole rió.

—¿Alguna vez hubo un motín en el espacio?

—Oh, muchos, pero no en mis tiempos. Ahora que mencionamos el tema, se podría decir que Hal inició la tradición... lo siento, quizá no debí... ¡Mira, ahí está Ciudad Ganimedes!

Por sobre el horizonte estaba apareciendo lo que parecía ser un patrón cuadriculado de calles y avenidas que se intersecaban casi en ángulo recto, pero con la leve irregularidad típica de cualquier asentamiento que hubiese crecido por incorporación, sin un planeamiento central. Lo bisecaba un río ancho. Poole recordó que las regiones ecuatoriales de Ganimedes ya eran lo suficientemente cálidas como para que existiera agua en estado líquido, y eso le trajo a la memoria un antiguo grabado en madera de la Londres medieval.

Entonces advirtió que Chandler lo estaba mirando con expresión divertida... y la ilusión se desvaneció cuando se dio cuenta de la escala de la "ciudad".

—Los ganimedeanos —comentó con tono aburrido— deben de haber sido bastante voluminosos, para haber construido caminos de cinco o diez kilómetros de ancho.

—Veinte en algunos sitios. Impresionante, ¿no? Y todo es resultado de la contracción y la expansión del hielo. La Madre Naturaleza es ingeniosa... Podría mostrarte algunos patrones que parecen aún más artificiales, si bien no son tan grandes como este.

—Cuando era niño hubo gran revuelo acerca de una cara que había en Marte. Por supuesto, resultó ser una colina tallada por las tormentas de arena; hay muchísimas formaciones similares en los desiertos de la Tierra.

—¿No hubo alguien que dijo que la historia siempre se repite a sí misma? La misma clase de tontería ocurrió con Ciudad Ganimedes: algunos idiotas afirmaron que la habían construido alienígenas. Pero temo que no va a permanecer mucho tiempo más.

—¿Por qué? —preguntó Poole, sorprendido.

—Ya empezó a desplomarse, a medida que Lucifer funde el permafrost. Dentro de otros cien años no reconocerás Ganimedes... Ahí está la orilla del lago Gilgamesh: si miras con cuidado... hacia la derecha...

—Ya veo lo que quieres decir: ¿qué pasa, ya que con seguridad el agua no está hirviendo, no con esta presión baja?

—Planta de electrólisis. No sé cuántos quintillones de kilogramos de oxígeno por día. Naturalmente, el hidrógeno escapa y se pierde en el espacio... esperamos.

Chandler quedó en silencio. Después, en un tono de inseguridad que no era común en él, reanudó su comentario:

—Toda esa hermosa agua ahí abajo... ¡y Ganimedes no necesita ni la mitad! No lo divulgues, pero estuve ideando maneras de llevar parte de ella a Venus.

—¿Es más fácil que empujar cometas?

—En lo concerniente al consumo de energía, sí: la velocidad de escape de Ganimedes es de nada más que tres klicks por segundo. Y mucho, pero mucho, más rápido: años, en vez de décadas. Pero existen algunas dificultades de orden práctico...

—Puedo comprender eso. ¿La dispararías mediante un lanzador de masa?

—Claro que no: usaría torres que pasaran a través de la atmósfera, como las de la Tierra, pero mucho más pequeñas. Bombearíamos el agua hasta la parte superior, la congelaríamos hasta cerca del cero absoluto, y dejaríamos que Ganimedes se disparase en la dirección adecuada mientras rota. En el pasaje habría algo de pérdida por evaporación, pero la mayoría del agua llegaría... ¿Qué tiene de gracioso?

—Lo siento; no me reía por la idea... tiene mucha lógica. Pero hiciste despertar un recuerdo tan intenso: teníamos un rociador de jardín que rotaba impulsado por la actividad de sus chorros de agua. Lo que estás planeando es lo mismo... pero en escala ligeramente más grande: usando todo un mundo...

De repente, otra imagen de su pasado eliminó todas las demás: recordó cómo, en aquellos días calientes de Arizona, a él y a Rikki les encantaba perseguirse el uno al otro a través de las nubes de neblina en movimiento proveniente de la aspersión lentamente rotatoria del rociador de jardín.

El capitán Chandler era un hombre mucho más sensible de lo que aparentaba: sabía cuándo era el momento de irse.

—Tengo que regresar al puente —dijo con rudeza—. Te veré cuando descendamos en Anubis.

18. Gran hotel

El Gran Hotel Ganimedes, inevitablemente conocido en todo el Sistema Solar como "Hotel Granomedes", por cierto que no era gran, y tendría suerte si consiguiera la clasificación de una estrella y media en la Tierra. Como el competidor más cercano estaba a varios centenares de millones de kilómetros de distancia, la gerencia sentía poca necesidad de agotarse innecesariamente.

Así y todo, Poole no tenía quejas, aunque a menudo deseaba que Danil todavía anduviera cerca, para ayudarlo con la mecánica de la vida y para comunicarse de manera más eficiente con los dispositivos semiinteligentes por los que estaba rodeado. Había tenido un breve momento de pánico cuando la puerta se cerró detrás del botones (humano) que, aparentemente, había estado demasiado impresionado por su famoso huésped como para explicarle de qué modo funcionaban los servicios de la habitación. Después de cinco minutos de infructuosa conversación con las paredes, que no reaccionaban en absoluto, Poole por fin hizo contacto con un sistema que entendía su acento y sus órdenes. ¡Qué noticia para "Todos los Mundos" habría sido esa: ASTRONAUTA HISTÓRICO MUERE DE INANICIÓN, ATRAPADO EN CUARTO DE HOTEL DE GANIMEDES!

Y ahí habría existido una doble ironía: quizás el nombre de la única habitación de lujo del Granomedes era inevitable, pero Poole había tenido una verdadera conmoción, al toparse con una holografía antigua, tamaño natural, de su antiguo compañero de viaje en uniforme completo de gala, cuando lo condujeron a la... Suite Bowman. Poole hasta reconoció la imagen: su propio retrato oficial se había hecho al mismo tiempo, pocos días antes de que comenzara la misión.

Pronto descubrió que la mayoría de sus compañeros de tripulación de la
Goliath
habían hecho arreglos domésticos en Anubis, y estaban ansiosos de que conociera a los Otros Seres Importantes de ellos durante los veinte días de tiempo previsto de estadía de la nave. Casi de inmediato, quedó atrapado en la vida social y profesional de ese asentamiento de frontera, y entonces fue la torre de África la que parecía un sueño lejano.

Como muchos norteamericanos, en lo profundo de su corazón Poole sentía un afecto nostálgico por las comunidades pequeñas en las que todos conocían a todos... en el mundo real, y no en el virtual del ciberespacio: Anubis, con una población estable menor que la de su añorada Flagstaff, no era una mala aproximación de ese ideal.

Las tres cúpulas principales de presión, cada una de dos kilómetros de diámetro, se levantaban sobre una meseta que daba a un campo de hielo extendido, sin interrupciones, hasta el horizonte. El segundo sol de Ganimedes —alguna vez conocido como Júpiter— nunca daría suficiente calor como para fundir los casquetes polares. Ésa fue la principal razón para fundar Anubis en un sitio tan inhospitalario: no era probable que los cimientos de la ciudad se derrumbaran sino hasta después de, cuando menos, varios siglos.

Y en el interior de las cúpulas resultaba fácil sentirse por completo indiferente al mundo exterior. Una vez que Poole se volvió experto en los mecanismos de la Suite Bowman, descubrió que tenía una cantidad limitada, pero impresionante, de ambientes: podía sentarse debajo de palmeras en una playa del Pacífico, escuchar el suave murmullo de las olas o, si lo prefería, el rugido de un huracán tropical. Podía volar lentamente a lo largo de las cumbres del Himalaya o descender por los cañones del Valle Mariner. Podía caminar por los jardines de Versalles o recorrer las calles de media docena de grandes ciudades, en varios momentos ampliamente separados de su historia. Aun cuando el Hotel Granomedes no era uno de los lugares de reunión más celebrados del Sistema Solar, se ufanaba de contar con comodidades que habrían asombrado a todos sus más famosos predecesores de la Tierra.

Pero resultaba ridículo permitirse caer en la nostalgia por la Tierra cuando había recorrido la mitad de camino por el Sistema Solar para visitar un extraño mundo nuevo. Después de un poco de experimentación, Poole dispuso un compromiso, para goce e inspiración, durante sus regularmente escasos momentos de ocio.

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