3001. Odisea final (5 page)

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Authors: Arthur C. Clarke

Tags: #ciencia ficción

BOOK: 3001. Odisea final
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A una gran distancia, una voz habló desde el inmenso vacío que ahora parecía rodearlo. Pero no le llegó por los oídos: sonaba con suavidad en los retumbantes laberintos de su cerebro:

—Comienza calibración. De vez en cuando se le harán preguntas: puede responderlas en forma mental, pero puede ayudar que lo haga en forma verbal, ¿entiende?

—Sí —repuso Poole, preguntándose si sus labios en verdad se movían. No había manera de que pudiera saberlo.

Algo estaba apareciendo en el vacío; una cuadrícula de líneas delgadas, como una hoja enorme de papel reticulado. Se extendía hacia arriba y hacia abajo, hacia la derecha y hacia la izquierda, hasta los límites de la visión. Trató de mover la cabeza, pero la imagen se rehusaba a cambiar.

De un extremo a otro de la cuadrícula empezaron a pasar números centelleantes, demasiado veloces como para que los leyera, pero era de suponer que algún circuito los estaba grabando. No pudo dejar de sonreír (¿se movían las mejillas?) ante lo familiar de todo eso: se parecía exactamente al examen ocular, guiado por computadora, que cualquier oculista de su época le habría hecho a un paciente.

La cuadrícula se desvaneció, para ser reemplazada por suaves láminas de color que llenaban todo el campo visual. En pocos segundos pasaron como relámpagos desde un extremo del espectro al otro.

—Les pude haber dicho eso —murmuró silenciosamente—, mi visión de los colores es perfecta. Lo que sigue es la audición, supongo.

Tenía razón: un sonido tenue, de tamborileo, aceleró hasta convertirse en el tono más bajo de los do audibles; después trepó velozmente por la escala musical, hasta desaparecer más allá del alcance de audición de los seres humanos y penetrar en el territorio de murciélagos y delfines.

Ésa fue la última de las pruebas sencillas y directas. Brevemente lo invadieron aromas y sabores, la mayoría agradables, pero algunos que eran exactamente lo opuesto.

Después se convirtió, o eso le pareció, en una marioneta colgada de un hilo invisible. Supuso que se estaba probando su sistema neuromuscular, y deseó que no hubiera manifestaciones externas: de haberlas, probablemente parecería alguien que estaba en las etapas terminales del baile de San Vito. Y, durante un instante, hasta tuvo una violenta erección, pero no pudo establecer si era real, pues antes cayó en un sueño sin ensoñación.

¿O sólo soñaba que dormía? No tenía idea de cuánto tiempo había transcurrido antes de que despertara. Ya no estaban el casco ni el Hombre de los Sesos y su equipo.

—Todo anduvo bien —anunció la jefa, radiante—. Tomará algunas horas comprobar que no hubo anomalías. Si sus lecturas están K.O.... quiero decir, O.K...., usted tendrá su casquete mañana.

Poole apreciaba los esfuerzos que hacían los que lo rodeaban para aprender inglés arcaico, pero le fue imposible dejar de lamentar que la jefa hubiera cometido ese lapsus.

Cuando llegó el momento para el ajuste final, Poole casi volvió a sentirse otra vez como un niño que está a punto de desenvolver algún maravilloso juguete nuevo bajo el árbol de Navidad.

—No va a tener que pasar de nuevo por toda esa preparación —le aseguró el Hombre de los Sesos—. La Descarga se iniciará de inmediato. Le haré una demostración de cinco minutos. Relájese y disfrute.

Una música suave, tranquilizadora, lo envolvió. Aunque era algo muy familiar, proveniente de su propia época, no pudo identificarla. Había una niebla delante de sus ojos, que se separaba mientras caminaba hacia ella...

¡Sí, estaba caminando! La ilusión era convincente por completo: podía sentir el impacto de sus pies en el suelo y, ahora que la música había cesado, podía oír una suave brisa que soplaba entre los grandes árboles que parecían rodearlo. Los reconoció como secoyas de California, y anheló que siguieran existiendo en la realidad, en alguna parte de la Tierra.

Estaba avanzando a paso vivo... demasiado rápido para ser cómodo, como si el tiempo estuviera levemente acelerado para poder cubrir tanto terreno como fuera posible. Sin embargo, no tenía conciencia de estar haciendo esfuerzo alguno: se sentía como si fuera huésped del cuerpo de otra persona. Sensación aumentada por el hecho de que carecía de control sobre sus movimientos: cuando intentaba detenerse o cambiar de dirección, nada ocurría. Lo estaban llevando de viaje.

No importaba. Estaba disfrutando la novedosa experiencia... y podía apreciar lo adictiva que podía volverse. Las "máquinas de ensoñación" que muchos científicos de su propio siglo habían previsto —a menudo, con alarma—, ahora eran parte de la vida cotidiana. Se preguntaba cómo se las había arreglado la humanidad para sobrevivir. Le habían dicho que gran parte de ella no lo había conseguido; a millones se les había quemado el cerebro y estaban totalmente apartados de la vida.

¡Por supuesto, él iba a ser inmune a tal tentación!: iba a utilizar esa maravillosa herramienta para aprender más sobre el mundo del tercer milenio, y para adquirir, en cuestión de minutos, nuevas aptitudes que, de otro modo, exigirían años para que las dominara. Bueno... podría, pero sólo ocasionalmente, usar el casquete nada más que por diversión...

Había llegado al borde del bosque y estaba mirando hacia el otro lado de un ancho río. Sin vacilar, penetró en él, y no sintió alarma alguna cuando el agua le cubrió la cabeza. Sí parecía un poco extraño que pudiera seguir respirando con naturalidad, pero pensó que era mucho más notable el hecho de que pudiera ver a la perfección, en un medio en el que el ojo humano no podía enfocar sin alguna clase de aditamento. Pudo contar cada escama de la magnífica trucha que pasó nadando al lado, aparentemente sin advertir al extraño intruso.

¡Una sirena! Bien, siempre había querido conocer una, pero había supuesto que eran seres marinos. ¿Quizás en ocasiones venían corriente arriba como los salmones, para tener su cría? La sirena se fue antes de que pudiera interrogarla, para confirmar o negar esa teoría revolucionaria.

El río terminaba en una pared translúcida. Pasó a través de ella para ingresar en un desierto, bajo un sol llameante, cuyo calor lo quemaba de manera desagradable... y, aun así, podía mirar directamente a su furia del mediodía. Hasta podía ver, con claridad que no era natural, un archipiélago de manchas cerca de uno de los limbos. Y (¡eso era imposible, sin lugar a dudas!) estaba la tenue aureola de la corona, que es absolutamente invisible salvo durante un eclipse total, extendiéndose a cada lado del Sol como las alas de un cisne.

Todo se volvió negro, regresó la música omnipresente y, con ella, la celestial frescura de la habitación, Poole abrió los ojos (¿alguna vez habían estado cerrados?) y encontró un expectante público que aguardaba su reacción.

—Maravilloso —jadeó, en forma casi reverente—. Parte de esto pareció... bueno, pareció más real que lo real.

Y entonces, su curiosidad de ingeniero, que nunca se alejaba mucho de la superficie, empezó a corroerlo:

—Aun esa breve demostración debe de haber contenido una enorme cantidad de información. ¿Cómo se la almacena?

—En estas tablillas, las mismas que utiliza su sistema audiovisual, pero con mucha mayor capacidad.

El Hombre de los Sesos le entregó un cuadrado pequeño, aparentemente hecho de vidrio y plateado en una de las superficies; tenía casi el mismo tamaño que los disquetes de computadora de la juventud de Poole, pero con el doble de espesor. Cuando lo inclinó hacia atrás y hacia adelante, tratando de ver su interior transparente, se produjeron destellos ocasionales en tonalidades irisadas, pero eso fue todo.

Se dio cuenta de que lo que tenía en la mano era el producto final de más de mil años de tecnología electroóptica, así como de otras tecnologías que no existían en su época. Y no le sorprendió que, en lo superficial, se asemejara mucho a los dispositivos que había conocido: había un tamaño y una forma convenientes para la mayoría de los objetos corrientes de la vida cotidiana, cuchillos y tenedores, libros, herramientas de mano, muebles... y memorias extraíbles para computadoras.

—¿Cuál es su capacidad? —preguntó—. En mi época habíamos alcanzado hasta un teraocteto en algo de este tamaño. Estoy seguro de que ustedes consiguieron mucho más.

—No tanto como usted imagina: hay un límite, claro, impuesto por la estructura de la materia. A propósito, ¿qué era un teraocteto? Temo que lo olvidé.

—¡Qué vergüenza! Kilo, mega, giga, tera... eso
es
diez a la decimosegunda potencia de octetos. Después el petaocteto (diez a la decimoquinta) es lo más lejos que llegué.

—Más o menos por ahí es donde nosotros empezamos. Es suficiente para grabar todo lo que cualquier persona pueda experimentar durante una vida.

Era un pensamiento asombroso y, sin embargo, no debía de ser tan sorprendente: el kilogramo de gelatina que había en el interior del cráneo humano no era mucho más grande que la tablilla que Poole sostenía en la mano, y no era posible que fuera tan eficiente como dispositivo de almacenamiento: ¡tenía tantas obligaciones más para cumplir!

—Y eso no es todo —continuó el Hombre de los Sesos—: con algo de compresión de datos, no sólo podría almacenar los recuerdos... sino a la persona en sí.

—¿Y reproducirla de nuevo?

—Claro que sí: un trabajo directo de nanoensamblaje.

"Es lo que oí decir", se dijo Poole, "pero nunca lo creí en realidad."

Allá por su siglo, ya parecía suficientemente maravilloso que la obra de toda una vida de un gran artista se pudiera almacenar en un solo disco pequeño.

Y ahora, algo no más grande podía contener... al artista también.

7. Rendición de informes

—Estoy encantado —declaró Poole— de saber que el Smithsoniano todavía existe, después de todos estos siglos.

—Probablemente no lo reconocería —dijo el visitante, que se había presentado como doctor Alistair Kim, director de Astronáutica—, en particular porque ahora está diseminado por el Sistema Solar. Las principales colecciones de fuera de la Tierra
se
hallan en Marte y en la Luna, y muchas de las muestras que legalmente nos pertenecen todavía están dirigiéndose hacia las estrellas. Algún día las alcanzaremos y traeremos a casa. Estamos especialmente ansiosos de poner las manos encima del
Pioneer 10
, el primer objeto hecho por el hombre que escapó del Sistema Solar.

—Tengo la creencia de que yo estaba a punto de hacer lo mismo, cuando se me localizó.

—Suerte para usted... y para nosotros. Usted puede estar en condiciones de arrojar luz sobre muchas cosas que no sabemos.

—Con franqueza, lo dudo, pero haré lo mejor que pueda. No recuerdo cosa alguna después de que esa cápsula desbocada cargó contra mí. Aunque todavía me resulta difícil de creer, me dijeron que Hal fue el responsable.

—Es cierto, pero es un relato complicado. Todo lo que hemos podido saber está en esta grabación; unas veinte horas, pero es probable que usted pueda pasarla en Aceleración.

"Ya sabe, por supuesto, que Dave Bowman salió en la cápsula número dos para rescatarlo... pero después quedó del lado de afuera de la nave porque Hal se negó a abrir las escotillas del compartimiento de cápsulas.

—¡En el Nombre de Dios, ¿por qué?! El doctor Kim dio un ligero respingo. No era la primera vez que Poole notaba esa reacción.

"Debo tener cuidado con mi lenguaje", pensó, "'Dios' parece ser mala palabra para esta cultura... debo preguntarle a Indra acerca de eso."

—Hubo un importante error de programación en las instrucciones de Hal: se le había dado el control de aspectos de la misión de los que ni usted ni Bowman estaban al tanto. Todo eso figura en la grabación...

"Sea como fuere, también interrumpió los sistemas para mantenimiento fisiológico de los tres hibernautas, la Tripulación Alfa, y Bowman también tuvo que lanzar al exterior esos cuerpos.

"Así que Dave y yo éramos la Tripulación Beta: algo más que yo no sabía..."

—¿Qué les pasó a ellos? —preguntó Poole—. ¿No se los pudo rescatar, como se hizo conmigo?

—Temo que no: también examinamos eso, claro.

Bowman los había eyectado varias horas después de haberle arrebatado el control a Hal, así que las órbitas de esos astronautas fueron levemente diferentes de la suya... apenas lo suficiente como para que se quemaran en Júpiter, mientras que usted lo rozó y recibió un empuje de gravedad que lo habría llevado a la Nebulosa de Orion al cabo de algunos miles de años más...

—Haciendo todo en condición de control manual, ¡en verdad, una proeza fantástica! Bowman logró poner a la
Discovery
en órbita en torno de Júpiter. Ahí se encontró con lo que la segunda expedición denominó Hermano Mayor: un aparente gemelo del monolito de Tycho, pero centenares de veces más grande.

—Y ahí es donde lo perdimos. Salió de la
Discovery
en la cápsula remanente y fue al encuentro del Hermano Mayor. Durante casi mil años hemos estado obsesionados por su último mensaje: "¡Por Deus... está lleno de estrellas!"

"¡Y dale con eso!", se dijo Poole. "Jamás de los jamases Dave podría haber dicho eso... Debe de haber dicho: '¡Dios mío... está lleno de estrellas!'"

—Parece ser que la cápsula fue atraída hacia el monolito por alguna clase de campo inercial, porque él, y es de suponer que también Bowman, sobrevivió a una aceleración que debió de haberlos aplastado en forma instantánea. Y ésa fue la última información que haya tenido alguien durante casi diez años, hasta la misión conjunta norteamericana-rusa en la
Leonov.


Que hizo contacto con la abandonada Discovery, de modo que el doctor Chandra pudiera ir a bordo y reactivara a Hal. Sí, eso lo sé.

El doctor Kim parecía estar ligeramente avergonzado.

—Lo siento. No estaba seguro de cuánto se le había informado ya. De todos modos, eso fue cuando cosas aún más extrañas empezaron a suceder:

"Aparentemente, el arribo de la
Leonov
hizo que algo se pusiera en actividad dentro del Hermano Mayor. Si no tuviéramos estas grabaciones, nadie habría creído lo que ocurrió. Permítame mostrarle: aquí está el doctor Heywood Floyd haciendo la guardia de medianoche a bordo de la
Discovery
, después que se hubo restaurado la energía. Naturalmente, usted lo reconocerá todo.

"Por cierto que sí, y qué extraño resulta ver a Heywood Floyd, muerto hace ya mucho, sentado en mi antiguo asiento, con el ojo rojo de Hal, que nunca parpadea, explorando todo lo que hay en derredor. Y aún más extraño es pensar que tanto Hal como yo compartimos la misma experiencia de resurrección de entre los muertos..."

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