A barlovento (37 page)

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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: A barlovento
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–¿Debo entender que va a ser una misión larga?

–Sí. Es posible que lleve varios meses. La duración mínima sería de unos treinta días. No podemos ser más precisos porque en parte depende de su medio de transporte. Es posible que lo trasladen a su destino en una de nuestras propias naves o en un navío más rápido de una de las civilizaciones Implicadas más antiguas, o es posible que en alguna que pertenezca a la Cultura.

–¿Esta misión involucra a la Cultura, estodien?

–Sí. Se le envía al mundo Masaq, perteneciente a la Cultura, un orbital.

–Ahí es donde vive mahrai Ziller.

–Correcto.

–¿He de matarlo?

–Esa no es su misión. Su tapadera es que va allí para intentar convencerlo de que regrese a Chel.

–¿Y mi auténtica misión?

–Llegaremos a eso a su debido tiempo. Y en ella hay un precedente.

–¿Un precedente, estodien?

–Cuando comience no tendrá clara su auténtica misión. Sabrá cuál es su tapadera y casi con toda certeza tendrá la sensación de que hay algo más que eso, pero no sabrá qué es.

–¿Así que se me va a entregar algo parecido a unas órdenes selladas, estodien?

–Algo así. Pero esas órdenes estarán encerradas en su mente. Irá recordando este periodo de tiempo (probablemente desde un poco después del final de la guerra hasta el final de su entrenamiento aquí) poco a poco, a medida que se acerca la conclusión de su misión. Para cuando recuerde esta conversación, al final de la cual usted sabrá cuál es su verdadera misión, aunque todavía no sabrá con exactitud cómo la va a llevar a cabo, ya debería estar bastante cerca, aunque no exactamente en la posición correcta.

–¿Los recuerdos se pueden ir filtrando gota a gota con tanta precisión, estodien?

–Así es, aunque la experiencia quizá sea un poco desorientadora y esa es la razón más importante para proporcionarle un copiloto. Sobre todo porque en la misión está involucrada la Cultura. Según nos han dicho, nunca leen las mentes de la gente, el interior de su cabeza es el único lugar que consideran sacrosanto. ¿Lo ha oído alguna vez?

–Sí.

–Creemos que es muy probable que sea verdad, pero su misión tiene la suficiente importancia como para que tomemos precauciones por si no lo es. Imaginamos que si es cierto que leen el pensamiento, el momento más probable es cuando el sujeto en cuestión sube a bordo de una de sus naves, sobre todo una de sus naves de guerra. Si podemos arreglarlo para que lo trasladen a Masaq en uno de esos navíos y este mira dentro de su cabeza, todo lo que encontrará, incluso en un nivel muy profundo, será su inocente tapadera.

»Creemos, y hemos verificado por medio de varios experimentos, que ese escaneado podría llevarse a cabo sin su conocimiento. Para profundizar más, para descubrir los recuerdos que en un primer momento le ocultaremos incluso a usted, el proceso de escaneado tendría que revelar su presencia, usted sería consciente de que se está llevando a cabo, o al menos que ha tenido lugar. Si eso ocurriera, comandante, su misión terminará antes de tiempo. Morirá.

Quilan asintió, pensativo.

–Estodien, ¿ya se ha llevado a cabo algún tipo de experimento conmigo? Me refiero a si ya he perdido recuerdos, accediera o no a ello.

–No. Los experimentos que he mencionado se han llevado a cabo con otros. Estamos seguros de que sabemos lo que estamos haciendo, comandante.

–¿Así que cuanto más me adentre en mi misión, más sabré sobre ella?

–Correcto.

–¿Y la personalidad, el copiloto, lo sabrá todo desde el principio?

–Así es.

–¿Y no lo puede leer un escáner de la Cultura?

–Puede, pero requeriría una lectura más profunda y detallada que la que requiere un cerebro biológico. Su Guardián de Almas será como su alcázar, Quilan; su cerebro es la muralla. Si el alcázar ha caído, hace ya tiempo que se ha irrumpido en la muralla o bien esta ha dejado de tener importancia.

»Bien. Como ya le he dicho, hay más que decir sobre su Guardián de Almas. Contiene, o lo hará, una pequeña carga útil de lo que comúnmente se conoce como transmisor de materia. Al parecer, en realidad no transmite materia, pero tiene el mismo efecto. Debo confesar que la importancia de tal distinción se me escapa.

–¿Y eso está en algo del tamaño de un Guardián de Almas?

–Sí.

–¿Esa tecnología nos pertenece, estodien?

–Eso no es algo que necesite saber, comandante. Todo lo que importa es si funciona o no. –Visquile dudó un momento y luego continuó–. Nuestros científicos y tecnólogos hacen y aplican sin parar descubrimientos nuevos y asombrosos, como estoy seguro de que ya sabe.

–Por supuesto, estodien. ¿Y qué sería esa carga útil que ha mencionado?

–Eso quizá nunca lo sepa, comandante. En este momento, ni yo mismo sé lo que es con exactitud, aunque me informarán en su debido momento, antes de que comience de verdad su misión. De momento, todo lo que sé es una parte del efecto que tendrá.

–¿Y eso sería qué, estodien?

–Como se puede imaginar, un cierto grado de daño, de destrucción.

Quilan se quedó callado unos momentos. Era consciente de la presencia de los millones de personalidades ya desaparecidas almacenadas en los sustratos que lo rodeaban.

–¿Debo entender que la carga útil se transmitirá a mi Guardián de Almas?

–No, ya se ha colocado junto con el mecanismo del Guardián de Almas.

–¿Así que se transmitirá desde el mecanismo?

–Sí. Usted controlará la transmisión de la carga útil.

–¿La controlaré yo?

–Por eso está aquí, para entrenarlo para eso, comandante. Se le instruirá en el uso del mecanismo para que cuando llegue el momento, pueda transmitir la carga útil a la ubicación deseada.

Quilan parpadeó unas cuantas veces.

–Me he quedado un poco atrás con los últimos avances tecnológicos, pero...

–Yo me olvidaría de eso, comandante. Las tecnologías previas carecen de importancia en este asunto. Esto es nuevo. Que nosotros sepamos, no existen precedentes de este tipo de proceso, no hay ningún libro que se pueda consultar. Usted va a contribuir a escribir ese libro.

–Ya veo.

–Permítame contarle algo más sobre el mundo Masaq de la Cultura. –El estodien se recogió las túnicas y se acomodó un poco mejor en el arrugado colchón ondulado–. Es lo que llaman un orbital, una banda de materia con forma de brazalete muy fino que órbita alrededor de un sol, en este caso la estrella Lacelere, en la misma zona en la que esperaríamos encontrarnos un planeta habitable.

»Los orbitales existen a una escala diferente a la de nuestros hábitats espaciales; Masaq, al igual que la mayor parte de los orbitales de la Cultura, tiene un diámetro de unos tres millones de kilómetros y por tanto una circunferencia de casi diez millones de kilómetros. Su anchura al pie de sus muros de contención es de unos seis mil kilómetros. Esos muros tienen una altura de unos mil kilómetros y están abiertos por la parte superior; la gravedad aparente creada por la rotación del mundo es lo que sujeta la atmósfera.

»El tamaño de la estructura no es arbitrario. Los orbitales de la Cultura están construidos de tal forma que la misma velocidad de la revolución que produce una gravedad estándar también crea el ciclo de día y noche de uno de sus días estándar. La noche local se produce cuando una parte dada del interior del orbital le da la espalda al sol. Están hechos de materiales exóticos y se mantienen unidos gracias, sobre todo, a campos de fuerza.

»Flotando en el espacio, en el centro del orbital, a una distancia equidistante de todos los lugares del borde, se encuentra el Centro. Ahí es donde existe el sustrato de IA que la Cultura llama Mente. La máquina supervisa todos los aspectos de la gestión del orbital. Hay miles de sistemas auxiliares encargados de supervisar todos los procedimientos salvo los más críticos, pero el Centro puede asumir el control directo de todos y cualquiera de ellos al mismo tiempo.

»El Centro tiene millones de entidades representativas con forma humana llamadas avatares, gracias a ellas trata con sus habitantes de uno en uno. En teoría, es capaz de regir cada uno de ellos y todos los demás sistemas del orbital directamente mientras se comunica de forma individual con cada humano y dron presente en su mundo, además de relacionarse con otras naves y Mentes.

»Cada orbital es diferente y cada Centro tiene su propia personalidad. Algunos orbitales solo tienen unos cuantos componentes en tierra firme, suelen ser trozos cuadrados de tierra y mar llamados plataformas. En un orbital tan ancho como Masaq, suelen ser sinónimos de continentes. Antes de que se dé por terminado un orbital, en el sentido de formar un anillo cerrado como Masaq, la estructura puede contar con tan solo dos plataformas, separadas de todos modos por tres millones de kilómetros y unidas tan solo por campos de fuerza. Un orbital así podría tener una población total de solo diez millones de seres humanos. Masaq se encuentra más bien en el otro lado de la escala, con más de cincuenta mil millones de personas.

»Masaq es famoso por contar con un alto índice de copias de seguridad de sus habitantes. Hay quien afirma que es porque muchos de ellos practican deportes peligrosos, pero en realidad es una práctica que data de los comienzos del mundo, cuando comprendieron que Lacelere no es una estrella totalmente estable y que por tanto existe la posibilidad de que lance una llamarada con la violencia suficiente como para matar a las personas expuestas en la superficie del mundo.

»Mahrai lleva viviendo allí los últimos siete años. Parece darse por satisfecho con permanecer en ese mundo. Como ya le he dicho, en un principio parecerá que va allí para persuadirlo de que renuncie a su exilio y regrese a Chel.

–Ya veo.

–Mientras que su verdadera misión será facilitar la destrucción del Centro de Masaq y por tanto provocar la muerte de una proporción significativa de sus habitantes.

El avatar iba a enseñarle una de las fábricas, situada bajo una de las sierras Mamparas. Se encontraban en un vagón de metro, una cápsula cómoda y hecha a medida que se precipitaba bajo la parte inferior de la superficie del orbital, en el vacío del espacio. Habían recorrido medio millón de kilómetros alrededor del mundo, con las estrellas brillando entre los paneles del suelo.

La línea del metro salvaba la brecha que había bajo la gigantesca A de la sierra Mampara por un puente colgante sostenido por monofilamentos de dos mil kilómetros de longitud. En ese momento, el vagón se detenía de golpe cerca del centro para ascender en vertical y entrar en el espacio de la factoría, cientos de kilómetros más arriba.

~
¿Estás bien, comandante?

~ Bien. ¿Y tú?

~
Igual. ¿El objetivo de la misión acaba de aparecer?

~ Sí. ¿Cómo lo estoy haciendo?

~
Todo va bien. No hay ningún signo físico obvio. ¿Estás seguro de que estás bien?

~ Del todo.

~
¿Y seguimos adelante?

~
Sí, seguimos adelante.

El avatar de piel plateada se volvió para mirarlo.

–¿Está seguro de que no se va a aburrir viendo una fábrica, comandante?

–En una que produce naves espaciales no, desde luego. Aunque ya se le deben de estar terminando los sitios para distraerme –dijo Quilan.

–Bueno, es un orbital muy grande.

–Hay un sitio que me gustaría ver.

–¿Y cuál es?

–Su casa. El Centro.

El avatar sonrió.

–Vaya, desde luego.

Vuelo

–¿Y
a hemos llegado?

–Respuesta incierta. Lo que dijo la criatura. ¿Qué significaba?

–¿Qué mas da eso? ¿Ya hemos llegado?

–Es difícil de saber con certeza. Y volviendo a lo que dijo la criatura. ¿Ya eres consciente de lo que significa?

–¡Sí! ¡Bueno, más o menos! Por favor, ¿podemos ir un poco más rápido?

–En realidad no. Avanzamos tan rápido como nos es posible dadas las circunstancias y, por tanto, pensé que podríamos emplear el tiempo compartiendo lo que has entendido de lo dicho por la criatura. ¿Cuál dirías tú entonces que es la trascendencia de lo dicho?

–¡No importa! ¡Bueno, sí, pero! Es que. Oh. ¡Date prisa! ¡Más rápido! ¡Ve más rápido!

Uagen Zlepe, 974 Praf y tres de las exploradoras de rapiña estaban dentro del behemotauro dirigible
Sansemin.
Se abrían camino por el estrecho y sinuoso túnel que iba ondulándose y cuyas paredes cálidas y resbaladizas palpitaban de una forma alarmante cada pocos minutos. El aire que pasaba a su lado, procedente de algo más adelante, apestaba a carne podrida. Uagen contuvo las arcadas. No podían volver al exterior por donde habían entrado; el conducto había quedado bloqueado por algún tipo de ruptura que había atrapado y ahogado a dos de las exploradoras que se habían adelantado.

En lugar de ese camino (y después de que la criatura le hubiera dicho lo que le había dicho a Uagen y después de una discusión agonizante, larga y absurdamente relajada entre las exploradoras y 974 Praf), habían tomado otra ruta para salir de la cámara de interrogatorios. En un principio esa ruta se adentraba cada vez más en el tembloroso cuerpo del behemotauro moribundo.

Dos de las tres exploradoras de rapiña insistieron en ir por delante por si surgían problemas, pero se estaban abriendo camino con cierta dificultad por un pasaje estrecho, entre las circunvoluciones del pasadizo serpenteante y Uagen estaba convencido de que podría haber ido más rápido si hubiera estado solo.

El suelo del pasaje estaba profundamente ribeteado, lo que hacía difícil caminar sin apoyarse en las paredes húmedas y temblorosas. Uagen pensó que ojalá se hubiera llevado unos guantes. Su sentido parcial de infrarrojos no distinguía demasiados detalles porque todo parecía estar a la misma temperatura, con lo que todo lo que veía se reducía a una pesadilla monocroma de sombras superpuestas; era peor que estar ciego, pensó Uagen.

La exploradora que iba delante llegó a una bifurcación del pasaje y se detuvo, al parecer para pensar.

Hubo un golpe seco y repentino a su alrededor, como una conmoción, y luego una corriente de aire fétido los envolvió desde atrás, anulando durante un instante el flujo de aire que venía de más adelante y provocando un hedor incluso peor que estuvo a punto de hacer vomitar a Uagen.

Este se oyó gañir.

–¿Qué ha sido eso?

–La respuesta se desconoce –le dijo la intérprete 974 Praf. Volvió a soplar el viento en contra. La exploradora de rapiña que iba en cabeza escogió el pasaje inferior de la izquierda y encogió las alas para meterlas por la estrecha hendidura.

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