Camiones
Suministro para divisiones del frente: 543
Nuevos efectivos: 4.736
Tractores oruga
Suministro para divisiones del frente: 80
Nuevos efectivos: 654
Tanques
Suministro para divisiones del frente: 317
Nuevos efectivos: 373
Cañones de asalto
Suministro para divisiones del frente: 287
Nuevos efectivos: 762»
{354}
Según el informe del viaje que realicé entre el 10 y el 14 de septiembre de 1944, el I Ejército, estacionado en Metz, disponía, para un frente de 140 km, de 112 piezas de artillería, 52 tanques acorazados, 116 cañones antitanque pesados y 1.320 ametralladoras. El LXXXI Cuerpo del Ejército, que defendía Aquisgrán y su importante industria, sólo disponía de 33 piezas de artillería, 21 tanques y 20 cañones antitanque pesados. En el mismo informe escribí a Hitler: «Las armas pesadas son tan insuficientes que el frente puede romperse por casi cualquier punto. Cien tanques, provistos de una dotación de 500 hombres, pueden quebrantar la resistencia de diez mil soldados que carezcan de armas pesadas».
{355}
Véase el Acta de reuniones del
Führer
del 19-22 de junio de 1944, punto 9.
{356}
Véase el documento RE 71 de Nuremberg, según el cual Sauckel propuso a Hitler, el 26 de abril de 1944, una «orden del
Führer
» concebida en los siguientes términos: «Al comandante en jefe del frente occidental y a los comandantes militares de Francia, Bélgica y Holanda: En caso de una invasión, hay que asegurar por todos los medios que la mano de obra quede fuera del alcance del enemigo. La industria de armamentos del Reich exige que tales fuerzas sean puestas rápidamente, en la mayor cantidad posible, a disposición de las industrias alemanas de armamento».
El 8 de mayo de 1944 se registró en el acta oficial de sesiones la negociación mantenida por Sauckel y el Gobierno francés: «El jefe regional Sauckel declara que ha dado a sus departamentos un plan de movilización general para el caso de una invasión, con la orden de evacuar a Alemania, sin más consideraciones, a todos los obreros que queden libres». Después de la reunión ministerial del 11 de julio de 1944, presidida por Lammers, Keitel dio al comandante en jefe de Francia la orden de que «habría que adoptar medidas violentas para detener a obreros franceses». Por el contrario, yo decidí que «la producción francesa debía mantenerse a pesar de la invasión y que sólo se tendría en cuenta una posible evacuación de maquinaria importante». (Crónica)
{357}
Véase el Acta de reuniones del
Führer
del 18 al 20 de agosto de 1944, punto 8.
En la sentencia dictada el 30 de septiembre de 1946 por el Tribunal Militar Internacional de Nuremberg se establece, refiriéndose a esta actividad y a otras posteriores, «que él (Speer), en la fase final de la guerra, fue uno de los pocos hombres que tuvieron el valor de decir a Hitler que la guerra estaba perdida, así como de tomar medidas encaminadas a impedir la inútil destrucción de las industrias, tanto en Alemania como en los territorios ocupados. Impuso su oposición al programa de “tierra quemada” en los países occidentales y Alemania y lo saboteó conscientemente, con riesgo de su propia vida».
{358}
El jefe regional de Colonia (Grohé) había sido nombrado por Hitler responsable de Bélgica, mientras que el jefe regional de Mosela (Simón) lo fue de Luxemburgo y la región de Minette, y el jefe regional de Sarre-Palatinado (Bürckel), de Mauthe et Moselle.
Por ejemplo, el 5 de septiembre de 1944 pude escribir al jefe regional Simón, con el consentimiento de Hitler: «Se ha de procurar a toda costa que si la Minette, la región luxemburguesa o cualquier otra zona industrial cae en manos del enemigo, sea únicamente paralizada, es decir, que debe interrumpirse su actividad industrial durante algunos meses, lo que puede lograrse desmontando algunas piezas, por ejemplo los grupos eléctricos, pero sin dañar las instalaciones propiamente dichas. Tenemos que contar con recuperar la región de Minette, ya que nos es imprescindible a largo plazo para continuar la guerra. En Rusia, las industrias han cambiado de dueño varias veces sin que una ni otra parte las hayan dañado, y han sido aprovechadas por su “usufructuario” respectivo. Las mismas instrucciones se han hecho llegar a la Asociación Nacional del Hierro y el Carbón». Estas asociaciones nacionales recibieron la misma orden, pero con el añadido: «Se ruega proceder de la misma forma en las cuencas carboníferas amenazadas de Bélgica, Holanda y el territorio del Sarre. Las instalaciones de bombeo de los pozos de carbón deberán mantenerse en buen estado».
{359}
Télex dirigido el 13 de septiembre de 1944 a los jefes regionales de la cuenca del Ruhr: por principio «únicamente se puede proceder a la paralización, es decir, a la interrupción temporal del servicio, mediante la retirada de alguna pieza, por lo común de grupos eléctricos». La minería y la industria del acero no se verían sometidas a estas medidas más que en un segundo nivel; de este modo, prácticamente quedaban excluidas de la paralización.
{360}
Cita del artículo editorial de Helmut Sündermann, segundo jefe de prensa del Reich, publicado el 7 de septiembre de 1944. Algunas semanas después, Sündermann se lamentó diciendo que el
Führer
le había dictado el texto punto por punto y le había ordenado publicarlo.
{361}
Del informe del viaje que realicé entre el 10 y el 14 de septiembre de 1944.
{362}
Mediante una carta del 16 de septiembre de 1944, Bormann autorizó extender también esta decisión de Hitler a los territorios ocupados de Holanda, Francia y Bélgica, así como a todas las regiones del este, sur y norte del Reich. En una carta que el 19 de septiembre de 1944 dirigí al presidente de la Comisión de Armamentos y a los inspectores de Armamentos, asumí dos días después la responsabilidad por todos los casos en que cayeran en manos del enemigo industrias que ni siquiera hubieran sido paralizadas. «En el futuro, lamentaré más haberme dado demasiada prisa en proceder a la paralización que no poder realizarla por dar la orden tarde».
En relación con las minas de hulla y lignito de la parte izquierda del Rin, en un escrito del 17 de septiembre se estableció que, en caso de ocupación, el director técnico y un turno de trabajo de emergencia deberían permanecer en el lugar «para impedir, en la medida de lo posible, el anegamiento de los pozos o cualquier otra acción que pudiera resultar perjudicial para su funcionamiento». El 5 de octubre de 1944, una circular del Departamento Nacional de Economía Eléctrica, dependiente de mí, daba instrucciones concretas para las centrales de energía.
{363}
Véase mi Memoria del 5 de septiembre de 1944, así como el Acta de reuniones del
Führer
del 18-20 de agosto de 1944, punto 5: «El
Führer
establece “un espacio económico mínimo” para el que se ha de determinar en detalle el límite de la producción de armamentos teniendo en cuenta las existencias y las producciones de ese espacio».
{364}
Memoria del 5 de septiembre de 1944. Nuestras existencias de níquel y manganeso duraron cinco meses más que las de cromo. Dado que habíamos sustituido miles de kilómetros de cable de cobre de las líneas de alta tensión por cable de aluminio, disponíamos de cobre para diecisiete meses, a pesar de que este metal había sido antes una de las más terribles carencias de nuestra industria de armamentos.
{365}
Las citas proceden de los informes sobre los viajes del 26 de septiembre al 1 de octubre, del 19 al 25 de octubre y del 7 al 10 de diciembre de 1944.
{366}
Según registra Jodl en su diario el 10 de noviembre de 1944.
{367}
La cita sobre el aumento de la cantidad de explosivos mediante adición de sal gema procede de la memoria del 6 de diciembre de 1944 sobre el abastecimiento de nitrógeno, materia prima en la producción de explosivos. Contando los territorios ocupados, antes de los ataques producíamos 99.000 toneladas mensuales, que en diciembre de 1944 se habían reducido a 20.500. En septiembre se añadieron 4.100 toneladas de aditivos a 32.300 toneladas de explosivo; en octubre, 8.600 toneladas de sal gema a 35.900 de explosivo, y en noviembre, 9.200 toneladas a 35.200. (Informe urgente de enero de 1945 del servicio de planificación)
{368}
Según el «cuadro sinóptico de rendimientos» elaborado por la Central Técnica y fechado el 6 de febrero de 1945, en enero de 1944, antes de iniciarse los ataques a la industria de aviación, se suministraron 1.017 cazas diurnos y nocturnos. En febrero, durante los ataques, fueron 990; en marzo, 1.240; en abril, 1.475; en mayo, 1.755; en junio, 2.034; en julio, 2.305; en agosto, 2.273; en septiembre, 2.878. Este aumento se logró en gran parte a costa de restricciones, sobre todo de los aviones polimotores. Según el «índice de la producción alemana de armamentos» de enero de 1945, el número de aviones suministrados aumentó de 232 en enero de 1944 a sólo 310 en septiembre del mismo año, es decir, en un 34%. En este período, la parte correspondiente a los cazas en la producción total de aviones (por peso) aumentó del 47,7% al 75,5%.
{369}
Informe de la Central de Planificación del 25 de mayo de 1944: «En mayo se producirán tantos aviones que el Estado Mayor estima que, después de un cierto tiempo, las pérdidas del enemigo serán tan graves que las incursiones en territorio del Reich dejarán de resultarle rentables. Si se dirigen cinco cazas contra el enemigo, se derribará uno de sus bombarderos. Actualmente, cada bombardero derribado significa la pérdida de un caza».
{370}
Véase el Acta de reuniones del
Führer
del 18-20 de agosto de 1944, punto 10.
{371}
Citas de la Crónica del 21 y 24 de agosto de 1944.
A pesar de la orden de Hitler de reducir a la mitad la producción de cazas, esta permaneció casi invariable: 2.305 en julio y 2.352 en diciembre.
{372}
Véase el informe del viaje del 10 al 14 de septiembre de 1944.
Unos días antes, el 31 de agosto de 1944, dije a mis colaboradores que «yo no deseo ceder a la psicosis de atribuir demasiada importancia a las nuevas armas. Tampoco tengo nada que ver en que actualmente desempeñen un papel propagandístico tan importante».
El 1 de diciembre de 1944 me expresé de un modo similar en Rechlin, ante mis colaboradores: «(Tras serles presentados los nuevos desarrollos), han podido ustedes ver que no disponemos de ningún arma milagrosa, y probablemente no dispondremos nunca de ella. Desde nuestro punto de vista, es decir, desde el lado de la técnica, siempre ha sido evidente para cualquiera que en este campo no son posibles los milagros que esperan los profanos. […] Durante mis visitas al frente he comprobado una y otra vez que los jefes de las divisiones y regimientos están preocupados porque sus tropas se agarran con una fe cada vez mayor a esos objetos maravillosos. Esto me parece desastroso».
El 13 de enero de 1945, es decir, algunas semanas después, los asistentes a un cursillo para oficiales me preguntaron: «¿Se puede contar todavía con las nuevas armas de las que la propaganda ha hablado tanto durante el último trimestre?». Yo respondí: «Sólo puedo decir que me pronuncio enérgicamente contra tales rumores. A fin de cuentas, la propaganda no es cosa mía […]. He repetido una y otra vez que no hay que esperar armas milagrosas y también le he comunicado en varias ocasiones al
Führer
por escrito que considero totalmente errónea esta clase de propaganda, y no sólo en el aspecto político, sino también porque con ella se menoscaba el valor combativo de los soldados alemanes […]. Nunca tendremos una forma maravillosa de terminar la guerra de golpe. No existen tales perspectivas».
{373}
El 10 de diciembre de 1944 Schwarz van Berk publicó en la revista
Das Reich
un artículo que estimé que constituía un abuso de confianza, pues por segunda vez utilizaba para sus artículos informaciones obtenidas «en el círculo interno de mis oficinas de armamentos». «Comprenderá usted, por lo tanto —concluía mi carta del 15 de diciembre—, que en adelante no sea admitido en los actos internos que organice mi Ministerio».
{374}
Desarrollado a partir del modelo del
bazooka
americano. En noviembre de 1944 se fabricaron 997.000 «puños de tanque»; en diciembre, 1.253.000, y en enero de 1945, 1.200.000.
{375}
Efectivamente, el 5 de agosto de 1944 Churchill pidió informes sobre las posibilidades de Gran Bretaña para proceder a una guerra química con gases venenosos contra Alemania. Según el informe pertinente, las 32.000 toneladas de gas mostaza y fosgeno podrían «contaminar de una manera efectiva unos 2.500 km
2
de territorio alemán, es decir, una extensión mayor que la del conjunto de los territorios de Berlín, Hamburgo, Colonia, Essen, Francfort y Kassel». (Irwing:
Die Geheimwaffen des Dritten Reiches
, Hamburgo, 1969)
Según mi carta a Keitel del 11 de octubre de 1944 (RLA1302/44), hasta que se produjeron los ataques a la industria química en verano de 1944, nuestra producción alcanzaba mensualmente las 3.100 toneladas de iperita y 1.000 de tabún. Así pues, durante los cinco años de guerra Alemania tuvo que almacenar una cantidad de gases tóxicos que debía de superar la que tenían los británicos, incluso suponiendo que la capacidad de producción hubiera ido decreciendo durante la guerra.
{376}
En octubre de 1944 todavía se fabricaban los productos básicos empleados en la producción de gases tóxicos: 10.900 toneladas de metanol (promedio mensual de 1943: 21.500 t) y 306 de cianuro (promedio mensual de 1943: 1.234 t).
{377}
Véase la Memoria del 11 de noviembre de 1944.
{378}
No hay duda de que las esperanzas del enemigo de terminar la guerra en el invierno de 1944 a 1945 se habrían visto mejor cumplidas con la desarticulación de la industria química, pues el transporte se recuperaba por lo regular con mayor rapidez de lo que esperábamos; así, la provisión diaria de vehículos (139.000 de promedio en 1943) era todavía de 70.000 en enero de 1945 (la mitad), de 39.000 en febrero (una tercera parte) y de 15.000 en marzo (lo que, con todo, equivale a una novena parte de la producción inicial). Debido a las grandes existencias almacenadas y por medio de este programa complementario, la producción armamentística todavía pudo, alcanzar rendimientos que se hallaban muy por encima de la reducción experimentada por los transportes: el índice global de armamentos fue de 277 de promedio en 1944 (222 en 1943). En enero de 1945 había descendido a 227, es decir, en un 18%; en febrero a 175 (36% menos); en marzo a 145, lo que equivale aproximadamente a la mitad, aunque contábamos sólo con una novena parte del volumen de transportes.