{280}
Krauch era el jefe de la industria química; Pleiger era el Delegado Nacional del Carbón, aunque también dirigía importantes industrias de carburantes; Bütefisch era el director de las fábricas de Leuna, y Fischer, el presidente de I. G. Farben.
{281}
Véase el Acta de reuniones del
Führer
de 22-23 de mayo de 1944, punto 14.
{282}
El ataque del 12 de mayo originó un descenso de la producción del 14%. Estas cifras han sido extraídas de mis memorias a Hitler del 30 de junio y 28 de julio de 1944, así como de mi estudio «Las repercusiones de la guerra aérea», del 6 de septiembre de 1945.
{283}
La cifra mensual de producción de cazas diurnos y nocturnos se había elevado de 1.017 en enero de 1944 (antes de la oleada de ataques) a 1.755 en mayo y a 2.034 en junio. El promedio mensual de 1943 fue de 849.
Me defendí de los ataques de Göring del siguiente modo (Acta de reuniones del
Führer
del 3-5 de junio de 1944, punto 20): «En esta ocasión, expliqué al
Führer
que la opinión del señor mariscal del Reich, que sostenía que la producción de armamentos para la aviación se había mantenido a un nivel bajo durante los dos últimos años a causa de la prioridad que yo daba al suministro al Ejército de Tierra, quedaba rebatida por el hecho de que, a pesar de los ataques aéreos, en tres meses se había duplicado la fabricación de aviones, y que, en contra de lo supuesto por el mariscal del Reich, esto no se había conseguido en tan breve tiempo a costa de restar capacidad al Ejército de Tierra, sino empleando las reservas existentes en la propia Luftwaffe».
{284}
Véase el Acta de reuniones del
Führer
del 3-5 de junio de 1944, punto 19.
{285}
Decreto del 20 de junio de 1944. Göring intentó salvar su prestigio ordenando «que el armamento de la Luftwaffe sea desarrollado por el ministro del Reich para Armamentos y Producción de Guerra siguiendo las consideraciones tácticas y disposiciones técnicas que formule el comandante en jefe de la Luftwaffe».
{286}
El 19 de abril de 1944, cuatro semanas antes de los ataques aéreos a la industria de carburantes, escribí a Hitler: «Mientras que en 1939 en las plantas hidrogenadoras se obtuvo un total de 2.000.000 de toneladas de aceite mineral (incluido el carburante para automóviles), durante la guerra y hasta 1943, gracias a las nuevas instalaciones, esta cifra se ha elevado a 5.700.000 toneladas, y las obras que se encuentran todavía en construcción deberían situarnos este año en 7.100.000 toneladas». Ahora, para efectuar las reparaciones, pudimos recurrir a la maquinaria y herramientas destinadas a la producción adicional de 1.400.000 toneladas anuales o 3.800 diarias. Así pues, la testarudez de Hitler, que le impidió renunciar en otoño de 1942 a la producción adicional, terminó por sernos útil.
{287}
El 22 de mayo hice que el coronel Von Below, amigo mío y hasta entonces delegado de Hitler en la Luftwaffe, fuera designado para actuar como enlace entre este y yo. Según el punto 8 del Acta de reuniones del
Führer
del 22-25 de mayo de 1944, Below tenía la misión «de tenerme siempre al corriente de las opiniones de Hitler», con lo cual yo pretendía prevenir sorpresas como las que tuve durante mi enfermedad. Below también se haría cargo de transmitir mis memorias a Hitler, puesto que cuando se las entregaba en persona, aunque solía exigir que lo informara verbalmente de su contenido, no me dejaba terminar de hablar. Supe por Von Below que Hitler leía a fondo mis memorias y que llegaba a hacer anotaciones marginales y a subrayar pasajes.
{288}
Véase la Memoria del 30 de junio de 1944.
A pesar de mantener parte de la producción, a comienzos de diciembre de 1944 habíamos perdido a causa de los bombardeos 1.149.000 toneladas de carburante de avión, lo que equivalía al doble de las reservas de Keitel, que teóricamente se habían agotado ya en agosto a causa de un descenso en la producción de 492.000 toneladas. Estas reservas sólo pudieron alargarse más allá del 1 de septiembre de 1944 mediante una desesperada restricción del tráfico aéreo.
Al enemigo le resultó más difícil paralizar la producción de gasolina para automóviles y carburante diesel, ya que las refinerías estaban muy diseminadas. En junio de 1944 se produjo un 37% de gasolina y un 44% de carburante diesel. En mayo de 1944, las reservas de ambos productos alcanzaban un total de 760.000 toneladas. Antes de los ataques, la producción había sido de 230.000 toneladas mensuales.
Por término medio, durante el segundo trimestre de 1944 se arrojaron sobre Alemania 111.000 toneladas de bombas, de las que sólo una vigésima parte (5.160 t) cayó en mayo sobre la industria de carburante, y en junio lo hizo una quinta parte (20.000 t). En octubre de 1944, la RAF arrojó una decimoséptima parte de su carga de bombas sobre la industria de carburantes, y las dos flotas aéreas americanas, una octava parte; en noviembre la proporción fue de una cuarta parte en el caso de la RAF y una tercera parte en el de la aviación americana. (Véase Graven y Gate, vol. III, y Wagenfür,
op. cit
.) Dado que precisamente los ataques nocturnos de la RAF contra las fábricas de carburantes y refinerías, debido a su mezcla de bombas incendiarias y explosivas, resultaban más efectivos que los americanos, la RAF dejó pasar una oportunidad de oro antes de noviembre, al menos en lo que respecta a los objetivos costeros y de la cuenca del Ruhr, por su mayor proximidad y fácil localización.
{289}
De la Memoria del 28 de julio de 1944.
{290}
Galland me informó de que en aquel momento sólo unos doscientos cazas defendían el territorio del Reich de los ataques diurnos.
{291}
W. F. Graven y J. L. Gate,
The Army Air Forces in World War II
, vol. II.
{292}
Hitler formuló estas directrices el 13 de agosto de 1942 en presencia de Keitel, Schmundt, el almirante Kranke, el general de zapadores Jakob y Dorsch; yo también estaba. (Acta de reuniones del
Führer
del 13 de agosto de 1942, punto 48)
{293}
Según una nota del 5 de junio de 1944, a esto había que añadir 4.664.000 m
3
para búnkers de submarinos y otros proyectos en Francia.
{294}
Según S. W. Roskill:
The War at Sea
(Londres, 1961), vol. III, parte II, sin estos puertos el desembarco nunca habría podido realizarse. Se emplearon 400 unidades navales, con un desplazamiento de 1.500.000 toneladas, para actuar a modo de rompeolas. El tiempo de construcción se duplicó a causa de las tormentas. Sin embargo, al cabo de diez días los puertos tomaron forma; a partir del 8 de julio el puerto británico próximo a Arromanches permitió un tráfico diario de 6.000 toneladas, mientras que el puerto americano no fue terminado.
{295}
El enemigo contaba con un Hitler más decidido. Según W. F. Graven,
ibid
., vol. III, el mismo día d y los siguientes los bombardeos de la IX Flota Aérea americana destruyeron los doce puentes de ferrocarril y los catorce puentes de carreteras existentes sobre el Sena, con objeto de impedir el desplazamiento del XV Ejército alemán, estacionado en Calais.
{296}
Véase el Acta de reuniones del
Führer
del 3-5 de junio de 1944, punto 16.
El desarrollo de los cohetes V1 se llevó a cabo en poco tiempo gracias a la energía de Milch, quien había constatado, en el campo de pruebas de los grandes cohetes de Peenemünde, el poco efecto que se lograba con medios tan complicados. Oponiéndose a la resistencia pasiva que encontró incluso en mi Ministerio, finalmente se pudo apuntar el éxito de haber producido un arma de efecto similar a un coste mucho menor.
{297}
En su discurso del 26 de junio de 1944, es decir, después de producirse las tres catástrofes militares, Hitler expuso a los industriales:
«A menudo se me antoja que debemos pasar por todas las pruebas del demonio, de Satán y del infierno antes de alcanzar definitivamente la victoria final […]. Quizá yo no sea precisamente un hombre devoto; no, no lo soy, pero en lo más profundo de mi ser sí soy un hombre religioso; es decir, creo que a quien lucha valientemente en este mundo de acuerdo con las leyes naturales que Dios ha establecido y no capitula jamás, sino que una y otra vez se rehace y avanza de nuevo, el Supremo Legislador no lo dejará en la estacada, sino que al final recibirá la bendición de la Providencia. Al fin y al cabo, esto ha sido dado a todos los grandes espíritus (!) de la Tierra».
{298}
Tres semanas antes, en el discurso que pronuncié en Essen el 6 de julio de 1944, me mostré contrario a estas tendencias y aseguré que nuestro sistema de control de la industria desaparecería cuando llegara la paz.
{299}
Véase el Acta de reuniones del
Führer
del 19-12 de junio de 1944, punto 20: «Entregados al
Führer
los documentos para su discurso, con los que se muestra conforme».
{300}
Bormann se opuso, en una carta fechada el 30 de junio de 1944, a que se publicaran los discursos; posteriormente fueron recogidos por Hildegard von Kotze y Helmut Krausnick en
Es spricht der Führer
, Gütersloh, 1966.
{301}
Al final de la guerra oí a Galland decir que el insuficiente interés que habían mostrado los altos mandos era la causa de un retraso de aproximadamente año y medio.
{302}
Las cifras han sido tomadas del programa 225, en vigor a partir del 1 de marzo de 1944, que sólo pudo ser llevado a la práctica en parte. Según este programa, había que producir los siguientes Me 262: 40 unidades en abril de 1944, que llegarían a 60 en julio del mismo año; producción estable de 60 unidades hasta octubre de 1944, y 210 a partir de enero de 1945; nuevo incremento a 440 en abril de 1945, 670 en julio y 800 en octubre.
{303}
Véase el Acta de reuniones del
Führer
del 7 de julio de 1944, punto 6.
A pesar de mis reparos, Hitler se mantuvo firme «en su orden de que al principio los Me 262 deberían ser producidos exclusivamente como bombarderos».
{304}
Véase el Acta de reuniones del
Führer
del 19 al 22 de junio de 1944, punto 35.
{305}
Véase el informe de viaje del 10 al 14 de septiembre de 1944.
{306}
Según la U. S.
Air University Review
, volumen XVII, número 5 (julio-agosto de 1966), en 1944 un cuatrimotor B 17 (Fortaleza Volante) costaba 104.370 dólares (858.000 mil marcos del Reich); en cambio, un V1, según los datos precisos de David Irving, costaba 144.000 marcos, es decir, la sexta parte que un bombardero. Seis cohetes sumaban cuatro toneladas y media de material explosivo (750 kilos cada uno). Quedaban destruidos después de haber sido utilizados una sola vez. En cambio, un bombardero B 17 podía efectuar innumerables misiones y transportar dos toneladas de explosivos en un radio de 1.600 a 3.100 kilómetros.
Sólo sobre Berlín se arrojó un total de 49.400 toneladas de bombas y explosivos, que dañaron gravemente o destruyeron por completo el 10,9 % de las viviendas (Webster, vol. IV). Para hacer caer sobre Londres la misma cantidad de explosivos mediante el V1 habríamos tenido que emplear 66.000 grandes cohetes, es decir, la producción entera de seis años. Por consiguiente, el 29 de agosto de 1944, durante una reunión de propaganda presidida por Goebbels, tuve que reconocer: «Hay que preguntarse si ahora el V2 […] puede ser psicológicamente decisivo de algún modo para la guerra. […] Desde el punto de vista puramente técnico no puede serlo. […] Tales influencias psicológicas quedan fuera de mi alcance. Sólo puedo decir que para conseguir la plena efectividad de nuestras nuevas armas […] se requiere un tiempo».
{307}
Dejando a un lado las razones de Hitler, iba en contra del sentido común que la base de Peenemünde estuviera realizando proyectos para el Ejército de Tierra cuando la defensa antiaérea era asunto de la Luftwaffe. Sin embargo, dada la ambición que separaba a las distintas ramas de la Wehrmacht, el Ejército de Tierra nunca habría puesto a disposición de la competencia la capacidad de desarrollo alcanzada en Peenemünde. La separación existente entre los ejércitos de la Wehrmacht hacía imposible llevar a cabo una investigación y un desarrollo comunes (v. capítulo XVI, nota 33). De haber aprovechado a fondo y a su debido tiempo la capacidad de Peenemünde, la operación Cascada habría podido entrar antes en la fase de producción. En fecha tan tardía como el 1 de enero de 1945 —en un rasgo característico de la forma en que se asignaban las prioridades—, 2.210 científicos e ingenieros de la base de Peenemünde se ocupaban de los cohetes de largo alcance A4 y A9, mientras que sólo 220 trabajaban en el proyecto Cascada y 125 lo hacían en otros cohetes destinados a la defensa antiaérea (Tifón).
El doctor C. Krauch, Delegado General de Química, me había dicho en una extensa memoria que me dirigió el 29 de julio de 1943, apenas dos meses antes de que tomáramos nuestra errónea decisión: «Los que defienden un rápido desarrollo de los medios de ataque aéreos, es decir, de la contraofensiva, parten de la base de que la mejor defensa es el ataque y de que lanzar cohetes contra Inglaterra disminuiría los ataques aéreos contra el territorio del Reich. Incluso si se cumpliera la premisa, lo que no ha ocurrido hasta la fecha, de que los cohetes de largo alcance pudieran ser empleados ilimitadamente e hicieran posible causar daños a gran distancia, y teniendo en cuenta las experiencias que hemos tenido hasta el momento, esta solución me parecería desacertada. Al contrario, incluso aquellos que en Inglaterra se oponen actualmente al empleo del terror aéreo contra la población alemana, si los atacáramos con cohetes exigirían de su gobierno un recrudecimiento de la agresión contra nuestras poblaciones, y seguiríamos sin podernos proteger. […] Estas consideraciones hablan en favor de aumentar en lo posible la defensa antiaérea y los cohetes defensivos C2 Cascada. Deben emplearse cuanto antes y de forma masiva. […] En otras palabras: todos los especialistas, todos los trabajadores y todas las horas de trabajo que se empleen en acelerar al máximo este programa resultarán mucho más efectivos que cualquier otro proyecto. Retrasar este programa puede tener consecuencias decisivas para el curso de la guerra».