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Authors: Brandon Sanderson

Tags: #Fantástico

Aleación de ley (12 page)

BOOK: Aleación de ley
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—Debajo de la mesa —dijo Wayne, muy satisfecho de sí mismo.

—Ah, naturalmente —dijo Waxillium—. Tenía que saber de antemano qué mesa sería la nuestra para que lo pudieran asignar como camarero.

«Tendría que haber mirado debajo de la mesa antes de sentarnos —pensó Waxillium—. ¿Habría parecido demasiado paranoico?» No se sentía paranoico: no permanecía despierto por las noches, preocupado por que le dispararan, ni pensaba que hubiera conspiraciones tratando de destruirlo. Tan solo le gustaba ser cuidadoso.

Marasi seguía mirando a Wayne; parecía divertida.

—No somos lo que esperaba —dijo Waxillium—. ¿De esos informes que ha leído?

—No —admitió ella—. Esos relatos a menudo omitían asuntos de personalidad.

—¿Hay historias sobre nosotros? —preguntó Wayne.

—Sí. Muchas.

—Maldición —parecía impresionado—. ¿Nos darán derechos por ellas o algo? Si nos los dan, quiero la parte de Wax, ya que hice todas las cosas que dicen que hizo él. Además, ya es rico y todo eso.

—Son informes tipo noticias —dijo Marasi—. No pagan derechos.

—Sucios ladrones —Wayne hizo una pausa—. Me pregunto si alguna de las otras bellas damas de este lugar habrá oído hablar de mis extraordinariamente heroicas y masculinas hazañas…

—Lady Marasi es estudiante en la universidad —dijo Waxillium—. Imagino que habrá leído informes que estarán recopilados allí. La mayor parte del público no estará familiarizado con ellos.

—Así es.

—Oh —dijo Wayne, decepcionado—. Bueno, tal vez Lady Marasi esté interesada en oír más de mis extraordinariamente…

—¿Wayne?

—Sí.

—Basta.

—Bien.

—Pido disculpas por él —dijo Waxillium, volviéndose hacia Marasi. Ella seguía teniendo aquella expresión divertida en el rostro.

—Lo hace mucho —dijo Wayne—. Pedir disculpas. Creo que es uno de sus defectos personales. He intentado ayudarlo para que deje de ser casi perfecto, pero hasta ahora no ha sido suficiente.

—No importa —dijo ella—. Me pregunto si debería escribir algo para mis profesores describiendo lo… único que ha sido conocerlos a los dos.

—¿Qué es, exactamente, lo que está estudiando en la universidad? —preguntó Waxillium.

Ella vaciló antes de ruborizarse profundamente.

—¡Ah, comprendo! —dijo Wayne—. Así es como se hace la tímida. Lo está haciendo mucho mejor. ¡Bravo!

—Es solo que… —Ella alzó una mano para cubrirse los ojos y bajó la mirada, cohibida—. Es que… Oh, de acuerdo. Estoy estudiando justicia legal y conducta criminal.

—¿Y eso es algo de lo que avergonzarse? —dijo Waxillium, compartiendo una mirada confusa con Wayne.

—Bueno, me han dicho que no es muy femenino. Pero aparte de eso… bueno, estoy sentada con ustedes dos… y… bueno, ya saben… son dos de los vigilante más famosos del mundo y…

—Créame —dijo Waxillium—. No sabemos tanto como pueda pensar.

—Si estuviera estudiando bufonería o conducta idiota —añadió Wayne—, eso sí que es algo en lo que somos expertos.

—Eso son dos cosas —dijo Waxillium.

—No me importa —Wayne continuó comiendo pan—. ¿Dónde están los otros dos? Doy por hecho que no se los han comido de verdad. Wax solo come gente los fines de semana.

—Los dos regresarán pronto, Wayne —dijo Waxillium—. Así que si tu visita tiene un propósito, más vale que vayas al grano. A menos que esto sea una forma normal de atormentarme.

—Ya te dije de qué iba. No te habrás comido accidentalmente mi nota, ¿no?

—No. No decía mucho.

—Decía lo suficiente —replicó Wayne, inclinándose hacia delante—. Wax, me dijiste que mirara a las rehenes. Tenías razón.

—Todas son alománticas —dedujo Waxillium.

—Más que eso. Todas son parientes.

—Solo han pasado trescientos años desde los Originadores, Wayne. Todos somos parientes.

—¿Significa eso que te harás responsable de mí?

—No.

Wayne se echó a reír. Sacó un papel del bolsillo de su sobretodo.

—Es más que eso, Wax. Mira. Cada mujer secuestrada pertenecía a un linaje concreto. He investigado un poco. En serio —hizo una pausa—. ¿Por qué investigarlo si lo único que se invierte es tiempo?

—Porque apuesto a que tuviste que buscarlo todo dos veces —dijo Waxillium, cogiendo el papel y estudiándolo. Estaba escrito torpemente, pero era descifrable. Explicaba los linajes básicos de donde descendían cada una de las mujeres secuestradas.

Destacaban varias cosas. Cada una de ellas podía remontarse al mismísimo Lord Nacido de la Bruma. Por eso, la mayoría de ellas tenían también una fuerte herencia alomántica en su pasado. Todas eran parientes, primas de segundo o tercer grado, algunas primas hermanas.

Waxillium alzó la cabeza, y advirtió que Marasi sonreía de oreja a oreja, observándolos.

—¿Qué? —preguntó Waxillium.

—¡Lo sabía! —exclamó ella—. Sabía que estaba en la ciudad para investigar a los desvanecedores. Apareció para convertirse en señor de su casa solo un mes después de que tuviera lugar el primer robo. Va a capturarlos, ¿verdad?

—¿Por eso insistió en que Lord Harms la trajera a sus encuentros conmigo?

—Tal vez.

—Marasi —dijo Waxillium, suspirando—, se está precipitando en sus conclusiones. ¿Cree que las muertes en mi familia, convertirme en jefe de la casa, fueron invenciones?

—Bueno, no —respondió ella—. Pero me sorprendió que aceptara el título hasta que me di cuenta de que probablemente lo vio como una oportunidad para averiguar qué pasa con esos robos. Tiene que admitir que no son corrientes.

—Tampoco es corriente Wayne —dijo Waxillium—. Pero no dejaría mis raíces, cambiaría todo mi estilo de vida y aceptaría la responsabilidad de toda una casa solo para estudiarlo.

—Mira, Wax —intervino Wayne, ignorando la pulla, cosa que no era habitual en él—. Por favor, dime que has traído una pistola.

—¿Qué? No, no la he traído —Waxillium dobló el papel y se lo devolvió—. ¿Por qué lo dices¿

—Porque —contestó Wayne, recogiendo el papel e inclinándose hacia delante—. ¿No lo ves? Los ladrones están buscando sitios donde puedan robar y se encuentre gente de la clase alta adinerada…. Porque entre esa clase alta adinerada encuentran sus objetivos. Gente con la herencia adecuada. Esos tipos, los ricos, han dejado de viajar en tren.

Waxillium asintió.

—Sí, si las mujeres son de verdad el objetivo, los robos a esos perfiles harán que los potenciales objetivos futuros no viajen. Una conexión válida. Por eso debieron atacar el teatro.

—¿Y dónde hay más individuos ricos con la herencia adecuada? —preguntó Wayne—. ¿Un lugar donde la gente lleve sus mejores joyas y te permitan robarlas como distracción? ¿Un lugar donde puedas encontrar a la rehén adecuada para llevártela como el auténtico premio?

Waxillium sintió la boca seca.

—Un gran banquete de bodas.

Las puertas de ambos extremos del salón de baile se abrieron de pronto.

5

Los bandidos no eran como los que Waxillium conocía. No enmascaraban sus rostros con pañuelos ni llevaban sobretodos y sombreros de ala ancha. La mayoría llevaban chalecos y sombreros hongos típicos de la ciudad, pantalones oscuros, y camisas anchas con botones, remangadas hasta los codos. No iban mejor vestidos, en realidad, solo lo hacían de forma distinta.

Todos iban bien armados. Rifles al hombro muchos de ellos, pistolas en las manos otros. La gente del salón de baile reparó en ellos inmediatamente, los cubiertos resonaron, se oyeron maldiciones. Eran al menos dos docenas de bandidos, quizá tres. Waxillium advirtió con insatisfacción que algunos más venían por la derecha, a través de las puertas que conducían a las cocinas. Habrían dejado a hombres vigilando al personal e impedir que corrieran en busca de ayuda.

—Un momento cojonudo para dejarte las pistolas —dijo Wayne. Se apartó del asiento y se agazapó junto a la mesa, para sacar de debajo los bastones de duelo gemelos.

—Suéltalos —dijo Waxillium en voz baja, contando. Podía ver a treinta y cinco hombres. La mayoría se congregaba en los dos extremos del salón rectangular, directamente delante y detrás de ellos. Waxillium se encontraba casi en el centro de la sala.

—¿Qué? —dijo Wayne bruscamente.

—Suelta los bastones, Wayne.

—No puedes hablar…

—¡Mira esta sala! —susurró Waxillium—. ¿Cuánta gente hay aquí? ¿Trescientas, cuatrocientas personas? ¿Qué sucederá si provocamos un tiroteo?

—Podrías protegerlos —dijo Wayne—. Sacarlos de aquí.

—Tal vez —respondió Waxillium—. Sería muy arriesgado. Hasta ahora, ninguno de estos robos ha sido violento. No consentiré que conviertas esto en un baño de sangre.

—No tengo por qué escucharte —dijo Wayne, hosco—. Ya no estoy a tus órdenes, Wax.

Waxillium lo miró a los ojos y le sostuvo la mirada mientras la sala se llenaba de gritos de alarma y preocupación. Reacio, Wayne volvió a sentarse. No soltó los bastones de duelo, pero mantuvo la mano por debajo del mantel, ocultándolos.

Marasi se había vuelto para ver a los ladrones empezar a moverse por la sala, los ojos y la boca abiertos.

—Oh, cielos. —Se giró y agarró su bolso con dedos temblorosos. Sacó una libretita y un lápiz.

—¿Qué está haciendo? —preguntó Waxillium.

—Anotando descripciones —dijo ella, la mano temblando—. ¿Sabía que, estadísticamente, solo uno de cada dos testigos puede describir adecuadamente al delincuente que los ha asaltado? Peor aún, siete de cada diez elegirán al hombre equivocado en una ronda de identificación si se presenta un hombre similar pero más amenazador. En el momento, es más probable subestimar la altura de un atacante, a menudo se le describe como similar al villano de una historia que se ha oído recientemente. Es vital, si eres testigo de un crimen, prestar especial atención a los detalles de los implicados. Oh, estoy farfullando, ¿no?

Parecía aterrorizada, pero empezó a escribir de todas formas, anotando las descripciones de cada criminal.

—Nosotros nunca necesitamos hacer estas cosas —dijo Wayne, mirando a los ladrones mientras estos apuntaban con sus armas a los asistentes a la fiesta, haciéndolos callar—. Si somos testigos de un crimen, los tipos que lo cometen suelen acabar muertos al final —dirigió una mirada a Waxillium.

Varios ladrones empezaron a obligar a salir de la cocina a los cocineros y camareros para que se reunieran con los invitados.

—¡Atención! —gritó uno de los ladrones, echándose la escopeta a la cara—. ¡Siéntense! ¡Permanezcan tranquilos! ¡Y callados!

Tenía un leve acento de los Áridos y una constitución sólida, aunque no era alto, con brazos fuertes y la tez moteada y grisácea, casi como si su cara estuviera hecha de granito.

«Sangre koloss —pensó Waxillium—. Peligroso.»

La gente guardó silencio a excepción de unos pocos gemidos de los muy apurados. La madre de la novia parecía haberse desmayado, y la fiesta se acabó, el novio parecía furioso y protegía a su nueva esposa rodeando sus hombros con un brazo.

Un segundo desvanecedor avanzó. Este, en contraste con los demás, llevaba una máscara: una tela tejida le cubría la cara, y llevaba un sombrero de los Áridos encima.

—Eso está mejor —dijo con voz firme y controlada. Algo en aquella voz le chocó a Waxillium.

»Si son sensatos, habremos acabado con esto en unos instantes —dijo con calma el desvanecedor enmascarado, caminando entre las mesas mientras una docena de bandidos empezaban a desplegarse por la sala y abrían grandes sacos—. Solo queremos sus joyas. Nadie tiene por qué resultar herido. Sería una lástima estropear una fiesta tan buena con un baño de sangre. Sus joyas no merecen su vida.

Waxillium se volvió a mirar a Lord Harms, que estaba todavía sentado junto al bar. Había empezado a frotarse la cara con un pañuelo. Los hombres de los sacos se desplegaron rápidamente por la sala, deteniéndose ante cada mesa para recoger collares, anillos, pendientes, bolsos, y relojes. A veces los artículos eran entregados rápidamente, otras con reticencia.

—Wax… —dijo Wayne, la voz tensa.

Marasi continuó escribiendo, el lápiz y el papel sobre el regazo.

—Tenemos que salir de aquí con vida —dijo Waxillium en voz baja—. Sin que nadie resulte herido. Luego podremos dar nuestros informes a los alguaciles.

—Pero…

—No seré el causante de que muera esta gente, Wayne —replicó Waxillium, en voz mucho más alta de lo que había pretendido.

Sangre en los ladrillos. Un cadáver con un gabán de cuero, desplomándose. Un rostro sonriente, muriendo con una bala en la frente. Ganando, mientras moría.

Otra vez no. Nunca más.

Waxillium cerró los ojos.

Nunca más.

—¡Cómo se atreve! —gritó de pronto una voz. Waxillium miró a un lado. Un hombre en una mesa cercana se había levantado, zafándose de la mano de la recia mujer que lo acompañaba. Tenía una barba poblada y gris y llevaba un traje de aspecto clásico, un frac cuya cola le llegaba hasta los tobillos—. ¡No me quedaré quieto, Marthin! ¡Soy alguacil de la Octava Guardia!

Esto atrajo la atención del jefe de los bandidos. El enmascarado se acercó al hombre, la escopeta apoyada tranquilamente al hombro.

—Ah —dijo—. Lord Peterus, creo que es.

Hizo una seña a un par de bandidos y estos se lanzaron hacia delante, apuntando con sus armas a Peterus.

—Jefe retirado de la Octava Jurisdicción. Tendrá que entregarnos su arma.

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