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Authors: Jasper Fforde

Algo huele a podrido (47 page)

BOOK: Algo huele a podrido
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—Hay de sobra. La señora Next no deja de mandar y los dodos no quieren ni tocarlo. Cada uno se puede llevar un pastel entero.

Preparé té, la señora Bradshaw lo sirvió, y se produjo un silencio incómodo. Zhark me preguntó si sabía dónde vivía Handley Paige, pero el cazador le dedicó una mirada severa y se calló.

Hablamos mucho sobre Thursday y lo que había hecho en el ficticio MundoLibro. Las historias eran absolutamente increíbles, pero no se me ocurrió ponerlas en duda. Agradecía la compañía y me alegraba saber lo que había estado haciendo durante los últimos dos años. La señora Bradshaw también me contó cosas de Friday; e incluso se ofreció a cuidar de él cuando yo quisiese. Zhark estaba más interesado en hablar sobre Handley, pero aun así tuvo tiempo de contarme una historia absolutamente increíble sobre el modo en que él y Thursday habían lidiado con un marciano que había escapado de
La guerra de los mundos
y había aparecido en
El viento entre los sauces.

—Es la campiña —me explicó—, quiero decir, con eso del campo inglés y demás. Los atrae y…

Bradshaw le dio un codazo para que se callase.

Se fueron dos horas después, algo bebidos y muy repletos de Battenberg. Me di cuenta de que el alto había estado revisando mi libreta de direcciones antes de irse y cuando miré vi que la había dejado por la dirección de Handley. Volví al salón y me senté en el sofá hasta que el sueño me derrotó.

Me despertó
Pickwick
pidiéndome que la dejase salir, y
Alan
pidiendo entrar. El dodo más pequeño venía manchado de pintura, olía a perfume y tenía una cinta azul atada a la pata izquierda y sostenía una caballa con el pico. Hasta hoy sigo sin tener ni idea de qué había estado haciendo. Subí, comprobé que Friday dormía en su cuna, y luego me di una larga ducha y me afeité.

41 La muerte es ella

EL ASALTANTE DE LA SUPERHOOP «SE ESFUMA»

El asesino misterioso que disparó a la directora del equipo de los Mazos no ha sido localizado a pesar de los grandes esfuerzos de OpEspec. «Todavía estamos al comienzo de la investigación —dijo un portavoz de la policía—, pero por las prendas abandonadas en el lugar del crimen, nos interesa hablar con un tal señor Norman Johnson, que creemos estuvo alojado en el hotel Finis durante la semana pasada.» Cuando se le pidió que comentase la relación entre el ataque contra la señorita Next y un incidente con un piano de cola el pasado viernes, el mismo portavoz de la policía confirmó que los ataques estaban relacionados pero no dio detalles. La señorita Next sigue en el hospital de St Septyk, donde su estado se considera grave.

Swindon Daily Eyestrain
, 24 de julio de 1988

—¿Mesa diecisiete?

—¿Disculpe?

—Mesa diecisiete. La tuya es la mesa diecisiete, ¿cierto?

Miré confundida a la camarera. Un segundo antes me encontraba lanzando un penalti durante una Superhoop… y de golpe estaba en una cafetería. Se trataba de una mujer amable de modales corteses. Miré el número de la mesa. Era la mesa diecisiete.

—¿Sí?

—Debes ir… a la zona norte.

Debí mostrarme confundida porque me lo repitió y luego me dio instrucciones: siguiendo el pasillo, dejar atrás la máquina Will-Speak de
Coriolano
, subir las escaleras y cruzar el paso elevado para peatones.

Le di las gracias y me fui. Seguía vestida con el uniforme de cróquet pero no llevaba mazo ni casco, y me toqué la cabeza con delicadeza para palpar un agujerito. Me detuve un momento y miré a mi alrededor. Ya había estado allí antes, y hacía poco. Me encontraba en un área de servicio. La misma que había visitado con Spike. Pero ¿dónde estaba Spike? ¿Y por qué no podía recordar cómo había llegado hasta allí?

—¡Vaya, mira a quién tenemos aquí! —dijo una voz a mi espalda Era Chesney, en esta ocasión con collarín y una magulladura en el lado de la cabeza donde le había dado la patada. Junto a él estaba uno de sus lacayos, a quien le faltaba un brazo.

—Chesney —murmuré buscando un arma—, ¿todavía sigues en el negocio de reclamación de almas?

—¡Y de qué forma!

—Tócame y te parto en dos.

—¡Ooooh! —dijo Chesney—. No te des esos aires, niña… Acaban de mandarte a la zona norte, ¿cierto?

—¿Y?

—Bien, sólo hay una razón para ir allí —respondió el ayudante de Chesney con una sonrisa nada simpática.

—¿Quieres decir…?

—Exacto —dijo Chesney sonriendo—, estás muerta.

—¿Muerta?

—Muerta. Únete al club, cariño.

—¿Cómo puedo estar muerta?

—¿Recuerdas al asesino de la Superhoop?

Me volví a tocar el agujero de la cabeza.

—Me dispararon.

—En la cabeza. ¡Sal de ésta, señorita Next!

—Landen debe de estar destrozado —murmuré—, y el martes tenía que llevar a Friday a la revisión.

—¡Esas cosas ya no son asunto tuyo! —se mofó el ayudante de Chesney, y los dos se fueron, riéndose.

Me volví hacia los escalones del paso peatonal que llevaba hacia la zona norte y miré a mi alrededor. Curiosamente no sentía demasiado miedo por el hecho de estar muerta. Simplemente, deseaba haber tenido la oportunidad de despedirme de los chicos. Subía el primer escalón cuando oí un frenazo de ruedas y un tremendo choque. Un coche acababa de llegar al área de servicio, se había subido al bordillo y había chocado con unos cubos de basura. De él había saltado un hombre alto que atravesaba corriendo las puertas, mirando desesperadamente hacia todas partes hasta que me vio. Era Spike.

—¡Thursday…! —jadeó—. ¡Gracias al cielo que doy contigo antes de que cruces!

—¿Estás vivo?

—Claro que sí. Para llegar hasta aquí he necesitado dos días corriendo de un lado a otro de la M4. Parece que llego justo a tiempo.

—¿A tiempo? ¿A tiempo de qué?

—De llevarte a casa.

Me dio las llaves del coche.

—Eso es la ignición, pero para arrancar el motor hay que darle a un botón situado en medio del salpicadero.

—En medio del salpicadero, vale. ¿Qué hay de ti?

—Tengo algunos asuntos pendientes con Chesney, así que nos vemos en el otro lado.

Me abrazó y corrió hacia el quiosco de prensa.

Yo salí y me subí al coche de Spike, agradecida de tener un amigo como él que sabía ocuparse de esas cosas. Volvería a ver a Friday y a Landen, y todo sería estupendo. Le di al arranque, fui marcha atrás y luego hacia la salida. Me pregunté si habríamos ganado la Superhoop. Debería habérselo preguntado a Spike. ¡Spike!

Frené en seco y rápidamente fui marcha atrás hacia el área de servicio, me apeé del coche y crucé corriendo el puente peatonal que llevaba hasta la zona norte.

Sólo que no era la zona norte, claro. Era una enorme caverna de antigüedad incalculable iluminada por docenas de antorchas. Las estalactitas y las estalagmitas se habían unido formando columnas dóricas orgánicas que sostenían un techo muy alto, y serpenteando por entre las columnas y el suelo lleno de pedruscos, había una fila ordenada de las almas muertas que se preparaban para cruzar el río que protegía la entrada al inframundo. El solitario barquero tenía montado un buen negocio; por un chelín extra podías disfrutar de una visita guiada del trayecto. Otro emprendedor vendía guías del inframundo, cómo asegurarse de que el alma muerta llegase a una tierra de leche y miel, y para los de carácter más dudoso algunas indicaciones valiosas sobre cómo estar a buenas con el Gran Tipo el Día del Juicio Final.

Corrí por la fila y me encontré a Spike a diez almas del principio.

—¡Ni lo sueñes, Spike!

Alguien de delante nos mandó callar.

—Te aguantas, Thursday. Simplemente cuida de Betty, ¿vale?

—No vas a ocupar mi lugar, Spike.

—Déjame hacerlo, Thursday. Mereces una vida larga. Por delante te quedan todavía muchas cosas maravillosas.

—También a ti.

—Es discutible. Enfrentarse a los no muertos nunca fue ninguna fiesta. ¿Y sin Cindy?

—No está muerta, Spike.

—Si sobrevive, jamás la dejarán salir de la cárcel. Es la Revendedora. No, después de toda la mierda que he tenido que sufrir, ésta la verdad es que parece una buena opción. Me quedo.

—No.

—Intenta detenerme.

El mismo hombre nos volvió a mandar callar.

—No te permitiré hacerlo, Spike. Piensa en Betty. Además, yo soy la que está muerta, no tú. ¡Seguridad!

Un esqueleto mohoso que sostenía una lanza y llevaba una armadura oxidada se nos acercó con sonidos metálicos.

—¿Qué pasa aquí?

Le clavé un dedo a Spike.

—Este hombre no está muerto.

—¿No está muerto? —respondió el guardia, conmocionado. Toda la fila de gente se volvió para mirar mientras el guardia desenvainaba una espada oxidada y apuntaba a Spike, quien renuente levantó las manos y, agitando tristemente la cabeza, recorrió de nuevo el camino peatonal.

—¡Diles a Landen y Friday que los quiero! —le grité cuando se iba, dándome cuenta de pronto que debería haberle preguntado quién había ganado la Superhoop. Me volví hacia la fila que tenía detrás y que serpenteaba entre las grandes rocas que llenaban la caverna, y dije:

—¿Alguien sabe el resultado de la Superhoop 88?

El hombre que tenía delante me mandó callar otra vez.

—¿Por qué no se mete el…? Oh. Hola, señor presidente —lo salude.

Tan pronto como me reconoció me dedicó una sonrisa dentuda.

—¡Vaya, señorita Next! ¿Volvemos a estar en ese parque temático?

—Más o menos.

Me alegraba que el viaje por el río llevase corriente abajo y también corriente arriba. Una cosa era segura: a menos que se hubiese producido un horrible error administrativo, Formby no estaba destinado al tormento eterno en las llamas brutales del infierno.

—Bien, ¿cómo está? —pregunté, algo desorientada de encontrarme con el famoso más famoso, y el último, que llegaría a conocer.

—Bastante bien, muchacha. Estaba dando un concierto y de pronto me encontré en la cafetería pidiendo pastel y patatas para uno.

Spike había dicho que le había llevado dos días dar conmigo, por lo que debía ser el 24… y, como papá había predicho, Formby había muerto como se suponía, actuando para el regimiento de veteranos de Lancaster. Me desalentó darme cuenta que los días posteriores a la muerte de Formby señalarían el comienzo de la tercera guerra mundial. Pero eso ya no era asunto mío.

Llegó el bote para el antiguo presidente y se subió.

El barquero empujó la pequeña embarcación hacia el río y hundió la pértiga en las aguas oscuras.

—El señor Formby, ¿no? —dijo el barquero—. Soy un gran admirador. En una ocasión tuve al señor Garrick en mi bote. ¿Acepta peticiones?

—Oh, claro —respondió, siempre un hombre del espectáculo—, pero no tengo mi ukelele.

—Tome el mío —dijo el barquero—. A veces yo también toco un poco, ya sabe.

Formby cogió el ukelele y tocó las cuerdas.

—¿Qué le gustaría oír?

El barquero se lo dijo y la caverna adusta se llenó con una interpretación jubilosa de
We've Been a Long Time Gone.
Parecía la forma perfecta de partir para el anciano que había dado tanto a tantos… no sólo como hombre del espectáculo, sino también como luchador por la libertad y venerable hombre de estado. La barca, Formby y el barquero desaparecieron en la niebla que cubría el río, ocultando la otra orilla y apagando el sonido. Me tocaba a mí. ¿Qué había dicho Yaya? ¿Lo peor de morir es no saber cómo acabarán las cosas? Aun así, había recuperado a Landen, por lo que Friday estaba en buenas manos.

—¿Señorita Next?

Alcé la vista. El barquero había vuelto. Iba vestido con una especie de túnica sucia; no podía verle la cara.

—¿Tiene el importe?

Cogí la moneda y estaba a punto de entregársela cuando…

—¡¡¡Esperen!!!

Me volví para ver a una joven bajita que venía corriendo, sin aliento. Se apartó el pelo rubio de la cara y me sonrió tímidamente. Era Cindy.

—Ocuparé su lugar —le dijo al barquero, entregándole una moneda.

—¿Cómo puedes hacerlo? —dije algo sorprendida—. ¡Tú misma estás casi muerta!

—No —me corrigió—, no lo estoy. Y lo que es más, lo superé. No hubiese debido, pero lo hice. En ocasiones el diablo cuida de los suyos —Pero abandonarás a Spike y a Betty…

—Préstame atención un momento, Thursday. Durante mi carrera he matado a sesenta y ocho personas.

—Así que te encargaste de Samuel Pring.

—Fue sin querer. Pero escucha: sesenta y ocho almas inocentes que llegaron al río antes de tiempo, todo por mi culpa. Y lo hice por dinero. Puedes ponerte todo lo superior que quieras, pero la verdad es que, cuando me recupere, jamás veré la luz del día, y jamás volveré a sostener en brazos a Betty ni abrazar a Spike. No quiero eso. Tú eres mejor persona que yo, Thursday, y el mundo está mucho mejor contigo presente.

—Pero no se trata de eso —dije—. Cuando llega la hora de irte…

—Mira —me interrumpió con furia—, déjame hacer una buena obra para compensar una cuarta parte del uno por ciento de las desgracias que he provocado.

La miraba fijamente cuando el esqueleto con la armadura oxidada volvió a acercarse.

—¿Más problemas, señorita Next?

—¿Nos permite un minuto, por favor?

—Por favor —imploró Cindy—, es realmente lo que quiero.

Miré al esqueleto, que de haber tenido ojos probablemente hubiese hecho un gesto de exasperación.

—La decisión es suya, señorita Next —dijo el guardia—, pero alguien debe subir a la barca o me quedo sin trabajo… y tengo una esposa huesuda y dos pequeños esqueletos a los que mandar a la universidad.

Me volví hacia Cindy, le tendí la mano y ella respondió al saludo, para luego tirar de mí y abrazarme con fuerza mientras me susurraba al oído:

—Gracias, Thursday. Cuida de Spike por mí.

Saltó rápidamente a la barca antes de que yo pudiese cambiar de opinión. Me dedicó una sonrisa y se sentó en la proa mientras el barquero se apoyaba en la pértiga, para empujar la pequeña barca silenciosamente en el río. Considerando la cuantía de sus pecados, salvarme a mí no era más que pagar un pequeño precio, pero ella se sentía mejor así y yo también. Mientras la barca con Cindy se perdía en la niebla, yo me volví y regresé al paso de peatones, a la zona sur del área de servicio Dauntsey y a la vida.

42 Explicaciones
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