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Authors: Octavia Butler

Tags: #Ciencia Ficción

Amanecer (10 page)

BOOK: Amanecer
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Hasta que realmente no se había puesto a buscarlo, no se había dado cuenta de lo importante que era para ella el hallar a alguien. Los oankali la habían apartado tan completamente de su propia gente..., y eso sólo para decirle luego que planeaban usarla como chivo expiatorio. Y lo habían hecho suavemente, sin brutalidad, y con una paciencia y cuidado que eran puro corrosivo para cualquier decisión a oponerse a sus designios que ella pudiera tener.

Caminó y fue escudriñando hasta estar demasiado cansada para poder seguir.

Finalmente, descorazonada y más desalentada de lo que le parecía razonable, se sentó apoyándose contra un pseudoárbol, y se comió las dos naranjas que se había guardado de la comida que había tomado antes en Kaal.

Finalmente, admitió que su búsqueda había sido ridícula. Se podía haber quedado en Kaal, soñado despierta acerca de encontrarse con otro humano, y logrado así mayores satisfacciones. No podía ni estar segura de cuánta parte de Tiej había recorrido. No había carteles que ella pudiese leer, los oankali no usaban esas cosas. Las zonas de vivienda de un grupo familiar estaban claramente marcadas por sus aromas. Cada vez que abrían una pared, incrementaban la señalización local con aromas..., o se identificaban a sí mismos como visitantes, miembros de otro grupo familiar. Los ooloi podían cambiar su aroma, y lo hacían cuando dejaban sus casas para aparearse; los machos y las hembras conservaban los aromas de nacimiento, y jamás salían de su zona. Lilith no podía leer los carteles olfativos... por lo que a ella se refería, los oankali no parecían tener olor.

Eso era mejor, suponía, que el que hubiesen emitido un pestazo impresionante, y la hubieran obligado a soportarlo. Pero el caso era que aquello la dejaba sin carteles callejeros.

Suspiró y decidió regresar a Kaal..., si es que podía hallar el camino de vuelta. Miró a su alrededor, confirmó su suposición de que se hallaba desorientada, perdida. Tendría que pedirle a alguien que le indicase el camino hacia Kaal.

Se alzó, se apartó del pseudoárbol contra el que había estado recostada y abrió, con las uñas, un agujero superficial en la tierra... pues realmente era tierra, como le había explicado Nikanj. Enterró las mondaduras de las naranjas, sabedora de que habrían desaparecido en un día, deshechas por los tentaculillos de la propia materia viva de la nave.

O, al menos, eso era lo que se suponía que debía de suceder.

Mientras sacudía la chaqueta extra y se quitaba el polvo, la tierra en torno de las mondaduras empezó a oscurecerse. El cambio de color llamó su atención, y se quedó mirando mientras la tierra se iba convirtiendo, lentamente, en barro y luego adquiría el mismo color naranja que habían tenido las mondaduras. Éste era un efecto que jamás había visto antes.

El suelo comenzó a oler mal, a heder en un modo que le resultaba difícil relacionar con las naranjas. Probablemente fue el olor lo que atrajo a los oankali: alzó la vista, y halló a dos de ellos de pie junto a ella, con sus tentáculos craneales apuntándola, tiesos.

Uno de ellos le habló, y ella puso empeño en entender sus palabras..., incluso logró comprender algunas, pero no lo bastante deprisa, ni las suficientes como para poder comprender el sentido de lo que le estaba diciendo.

La mancha naranja del suelo comenzó a crecer y a burbujear. Lilith se apartó de ella.

—¿Qué está pasando? —preguntó—. ¿Alguno de ustedes habla inglés?

El más grande de los dos oankali, Lilith suponía que debía tratarse de una hembra, hablaba en un idioma que ni era inglés ni oankali. Esto la confundió en un principio, pero pronto se dio cuenta de que aquel idioma sonaba a japonés.

—¿Fukumoto-san? —inquirió esperanzada.

Hubo otro estallido de lo debía de ser japonés, y ella negó con la cabeza.

—No lo entiendo —dijo en oankali. Esta frase la había aprendido rápido, por la constante repetición. Pero los únicos términos en japonés que se le acudían en ese momento eran las palabras más habituales de un viaje que había hecho, años antes, al Japón: Konichiwa, arigato gozaimaso, sayonara...

Otros oankali se habían reunido para contemplar el suelo burbujeante. La zona naranja había crecido hasta formar un círculo perfecto, de algo más de un metro de diámetro. Éste había alcanzado una de las carnosas pseudoplantas tentaculares, y ésta se había puesto oscura, mientras se agitaba violentamente, como si estuviera agonizando. Al ver aquel movimiento espasmódico, Lilith se olvidó de que no era un organismo independiente. Se centró en el hecho de que aquello estaba vivo y de que, probablemente, ella le había causado dolor. No sólo había provocado un efecto inusitado, también había provocado daños y dolor.

Se esforzó en hablar en un lento y cuidado oankali:

—Yo no puedo cambiar esto —dijo, deseando expresar que no podía reparar los daños—: ¿Me ayudarán?

Un ooloi se adelantó, tocó el barro naranja con uno de sus brazos sensoriales, y luego mantuvo el tentáculo inmóvil en el barro durante unos segundos. El burbujeo disminuyó, luego terminó. Para cuando el ooloi retiró su miembro, el color naranja brillante también se estaba apagando para volver al tono normal.

El ooloi le dijo algo a la hembra grande, y ésta le contestó señalando a Lilith con los tentáculos de su cabeza.

Lilith frunció el ceño, suspicaz, mientras miraba al ooloi.

—¿Kahguyaht? —preguntó, sintiéndose estúpida; pero la disposición de los tentáculos craneales de este ooloi era la misma que la de Kahguyaht.

El ooloi apuntó los tentáculos de su cabeza hacia ella:

—¿Cómo ha logrado seguir siendo tan prometedora y, al mismo tiempo, tan ignorante?

—preguntó.

Kahguyaht.

—¿Qué está haciendo aquí? —preguntó ella.

Silencio. El ooloi volvió su atención al suelo, en proceso de curación, y pareció examinarlo una vez más, luego dijo algo en voz alta a la gente que se había reunido. La mayor parte de ellos distendieron sus tentáculos y empezaron a dispersarse. Lilith supuso que había hecho algún chiste a costa de ella.

—Así que, finalmente, halló algo que envenenar —dijo él.

Ella negó con la cabeza:

—Me limité a enterrar unas mondaduras de naranja. Nikanj me dijo que enterrase todos los desperdicios.

—Entierre lo que quiera en Kaal. Pero, cuando salga de Kaal y quiera tirar algo, déselo a un ooloi. ¡Y no vuelva a marcharse de Kaal hasta que sea capaz de hablar con la gente!

¿Por qué está aquí?

Ahora fue ella la que se negó a contestar.

—Fukumoto-san murió recientemente —dijo Kahguyaht—. Sin duda fue por eso por lo que supo de él, ¿no? Oyó a la gente hablar de él, ¿no es cierto?

Al cabo de un momento, ella asintió con la cabeza.

—Tenía ciento veinte años de edad. No hablaba inglés.

—Era humano —susurró ella.

—Vivió aquí, Despierto, durante casi sesenta años. No creo que, en ese tiempo, viera a otro humano más que en un par de ocasiones.

Ella se acercó a Kahguyaht y lo estudió atentamente.

—¿Y no se les ocurrió que eso era una crueldad?

—Se adaptó muy bien.

—Pero, aun así...

—¿Puede encontrar el camino a casa, Lilith?

—Somos una especie adaptable —prosiguió ella, negándose a callar—, pero no está bien ocasionar sufrimientos, sólo porque su víctima puede soportarlos.

—Aprenda nuestro idioma. Cuando lo haya hecho, uno de nosotros la presentará a algún humano que, como Fukumoto, haya elegido vivir y morir entre nosotros, en lugar de regresar a la Tierra.

—¿Quiere decir que Fukumoto eligió...?

—Casi no sabe nada de nada —cortó él—. Venga, la llevaré a casa..., y hablaré con Nikanj sobre usted.

Eso hizo que le espetara con premura:

—Nikanj no sabía a dónde venía yo. Quizá ya me esté siguiendo la pista.

—No, no lo está haciendo; ya lo hacía yo. Vamos.

5

Kahguyaht la llevó bajo una colina, en un nivel inferior. Allí le ordenó meterse en un pequeño vehículo plano de lento movimiento. El transporte nunca se movió más deprisa de lo que ella pudiera haber corrido, pero les llevó a casa sorprendentemente pronto, tomando, sin duda, una ruta más directa que la que ella había empleado.

El ooloi no quiso hablarle durante todo el viaje. Tenía la impresión de que estaba irritado, pero realmente no le importaba. Lo único que le importaba era que no estuviese irritado con Nikanj. Había aceptado la posibilidad de que, de algún modo, la castigasen por su escapada a Tiej, pero lo que nunca hubiese querido era causarle problemas a Nikanj.

Una vez estuvieron en casa, Kahguyaht se llevó a Nikanj a la habitación que éste compartía con Lilith, dejándola a ella en lo que siempre consideraba como el comedor.

Jdahya y Tediin estaban allí, esta vez comiendo alimentos oankali, los productos obtenidos de plantas que eran mortales para ella.

Se sentó en silencio y, al cabo de un tiempo, Jdahya le trajo nueces, frutas y algún tipo de comida oankali que tenía una textura y sabor que recordaban ligeramente a la carne, aunque en realidad se tratase de un producto vegetal.

—¿Soy un problema muy grande? —le preguntó mientras le entregaba los platos.

Él alisó sus tentáculos:

—No tanto, Lilith.

Ella frunció el entrecejo.

—Tengo la impresión de que Kahguyaht se ha enfadado.

Ahora los lisos tentáculos adquirieron una disposición irregular, como haciendo nudos.

—Eso no ha sido exactamente un enfado. Lo que pasa es que está preocupado por Nikanj.

—¿Porque yo fui a Tiej?

—No. —Los nudos se hicieron más grandes y feos—. Porque éste es un momento duro para él..., y para usted. Nikanj la ha dejado suelta, y Kahguyaht se ha encontrado con el problema.

—¿Corno?

Tediin dijo algo en rápido e incomprensible oankali, y Jdahya le respondió. Los dos conversaron entre ellos durante unos minutos. Luego, Tediin habló con Lilith, en inglés:

—Kahguyaht debe enseñar niño... mismo sexo. ¿Entiende?

—Y yo soy parte de la lección —añadió amargamente Lilith.

—Nikanj o Kahguyaht —dijo suavemente Tediin.

Lilith frunció el ceño y miró a Jdahya en busca de una explicación.

—Quiere decir que, si no se supusiese que usted y Nikanj se han de enseñar mutuamente, usted estaría aprendiendo de Kahguyaht.

Lilith se estremeció.

—¡Buen Dios! —susurró. Y, segundos después—: ¿Por qué no podría ser de usted?

—En general, son los ooloi los que se ocupan de la enseñanza de una nueva especie.

—¿Por qué? Si alguien tiene que enseñarme, preferiría que lo hiciese usted.

Los tentáculos de la cabeza de Jdahya se alisaron.

—¿Prefiere a él o a Kahguyaht? —el inglés de Tediin, no practicado y aprendido únicamente oyendo hablarlo a los otros, era mejor que el oankali de Lilith.

—Que no se ofenda nadie —respondió Lilith—, pero prefiero a Jdahya.

—Bien —dijo Tediin, con su propia cabeza lisa, aunque Lilith no comprendía el motivo—. ¿Prefiere a él o a Nikanj?

Lilith abrió la boca, luego dudó. Jdahya la había dejado tanto tiempo con Nikanj,.., sin duda deliberadamente. Y Nikanj..., Nikanj le caía bien, probablemente porque era un niño.

Y no era más responsable por lo que le iba a suceder a lo que restaba de la Humanidad de lo que pudiera serlo ella. Simplemente, estaba haciendo, o intentando hacer, lo que los adultos que lo rodeaban le decían que debía hacerse. ¿Tan víctima como ella?

No, no era una víctima. Sólo era un niño, que se hacía querer a pesar de sí mismo. Y

ella lo quería también a su pesar.

—¿Lo ve? —preguntó Tediin, ahora con los tentáculos lisos por todo el cuerpo.

—Lo veo. —Lilith inspiró profundamente—. Veo que todo el mundo, Nikanj incluido, quiere que yo prefiera a Nikanj. Bueno, ustedes ganan.

Se volvió hacia Jdahya.

—Son ustedes una gente jodidamente manipuladora, ¿no?

Jdahya se concentró en la comida.

—¿He sido una carga tan pesada? —preguntó.

Él no contestó.

—¿Me ayudará a que, al menos en un aspecto, no sea una carga tan pesada?

Él apuntó algunos tentáculos hacia ella.

—¿Qué es lo que quiere?

—Materiales de escritura. Papel. Lápices o plumas..., lo que tengan.

—No.

Era una negativa sin condicionantes. Él formaba parte de la conspiración familiar para mantenerla ignorante, mientras trataban, tan duramente como les era posible, de educarla. Una locura.

Abrió ambas manos en gesto de impotencia mientras agitaba la cabeza.

—¿Por qué no?

—Pregúnteselo a Nikanj.

—¡Ya lo he hecho! Y no me lo ha querido explicar.

—Quizá lo haga ahora. ¿Ha terminado de comer?

—Ya no puedo más..., en más de un sentido.

—Venga. Le abriré la pared.

Se alzó de su plataforma y le siguió hasta la pared.

—Nikanj puede ayudarla a recordar sin escribir —le dijo, mientras tocaba la pared con varios tentáculos de la cabeza.

—¿Cómo?

—Pregúnteselo.

Pasó por el agujero apenas éste fue lo bastante grande, y se halló ante los dos ooloi, que se negaron a reconocer su presencia, aparte del automático apuntar de algunos de los tentáculos craneales. Estaban hablando..., discutiendo, en un oankali muy rápido. Ella era, sin duda alguna, el objeto de su disputa.

Miró hacia atrás, esperando poder volver a pasar a través de la pared y así dejarlos solos; que uno de ellos le contase luego lo que se había decidido. No creía que fuese a ser nada que le agradase escuchar. Pero la pared se había cerrado de nuevo..., de un modo anormalmente rápido.

Al menos, Nikanj parecía estar defendiéndose bien. En un momento dado la llamó con gesto urgente de los tentáculos de su cabeza. Ella se movió para colocarse a su lado, deseosa de ofrecerle todo el apoyo moral que le fuera posible, en contra de Kahguyaht.

Éste cortó en seco lo que estuviera diciendo y se enfrentó a ella.

—No nos ha entendido en lo más mínimo, ¿verdad? —le preguntó en inglés.

—No —admitió ella.

—¿Me entiende ahora? —interrogó en lento oankali.

—Sí.

Kahguyaht devolvió su atención a Nikanj y le habló con rapidez. Luchando por entenderle, Lilith creyó oírle decir algo así como: «Bueno, al menos sabemos que es capaz de aprender».

—Aún sería capaz de aprender más rápidamente si tuviera lápiz y papel —dijo rápidamente ella—. ¡Pero, con él o sin él, soy capaz de decirles lo que pienso de ustedes en tres idiomas humanos!

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