Read América Online

Authors: James Ellroy

Tags: #Histórico, Intriga

América (6 page)

BOOK: América
12.13Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Los dos protestan por el destino que se piensa dar a la pensión de Tom Agee. El señor Hoover quiere concedérsela a la golfa mujer de Tom. Kemper lo convence para que la destine a la hija superviviente; así, Helen hoy dispone de una hermosa prebenda.

Los dos detienen a Pete Bondurant. Kemper comete un error: reírse de Pete en francés
québecois
. Bondurant hace chasquear la cadena de las esposas y se le lanza al cuello.

Kemper huye. Pete se ríe. Kemper soborna a Bondurant para que guarde silencio sobre el asunto: el Gran Pete acepta a cambio de recibir comida especial en su celda.

Kemper nunca había entrado a juzgar el lado cobarde de Littell. Corno decía Kemper: «Los dos ingresamos en el FBI para no tener que ir a la guerra; ¿con qué derecho, pues, vamos a juzgar a nadie?» Kemper le había enseñado a colarse en las casas, un buen ejercicio para controlar el miedo.

–Eres mi policía-cura, mi confesor. Yo haré lo mismo y escucharé tus confesiones pero, ya que mis secretos son peores que los tuyos, siempre saldré beneficiado del trato.

Littell cerró el libro. Los estatutos civiles eran mortalmente aburridos.

The Pump Room estaba abarrotado. En el lago se había levantado una ventolera y la gente se refugiaba apresuradamente en el local.

Littell consiguió un reservado al fondo del restaurante. El
maître
le preguntó si quería beber algo y pidió dos martinis, muy secos. El local era encantador: camareros de color y una multitud pre sinfonía le daban un tono bullicioso.

Llegaron las bebidas. Littell las colocó para un brindis rápido. Boyd entró por la puerta que comunicaba con el vestíbulo del hotel.

–¡No me digas que te alojas aquí! – dijo Littell, sonriente.

–Mi avión no sale hasta las dos de la madrugada y necesitaba un lugar para estirar las piernas. Hola, Ward.

–Hola, Kemper. ¿Un discurso de despedida?

Boyd alzó su bebida:

–Por mi hija Claire, tu hija Susan y Helen Agee. Que les vaya bien en la universidad y lleguen a ser mejores abogados que sus padres.

Entrechocaron las copas.

–Ninguno de los cuales ha ejercido nunca, por cierto.

–Pero tú hiciste trabajos legales. Y tengo oído que escribiste solicitudes de deportación que fueron a pleito.

–No nos va tan mal. A ti, por lo menos. Por cierto, ¿quién te paga el alojamiento aquí?

–Mi nuevo patrón temporal me pagaba una habitación por la zona de Midway, pero he decidido permitirme cierto lujo y cubrir la diferencia de mi propio bolsillo. La diferencia entre el motel Skyliner y el Ambassador East es bastante considerable.

–¿Qué nuevo patrón temporal?-preguntó Littell con una sonrisa-. ¿Trabajas para Cointelpro?

–No. Es algo mucho más interesante. Te lo contaré dentro de unas cuantas copas, cuando te vea más a punto de lanzarte a blasfemar algún «¡hostia santa!».

–Ahora mismo, si quieres. Acabas de cortar de raíz cualquier asomo de charla superficial, así que voy a soltar ese «¡hostia!» ahora mismo…

–No, todavía no -Boyd tomó un sorbo de su martini-. Pero en lo que se refiere a hijas caprichosas, tú eres el que sale mejor librado. Eso debería alegrarte el ánimo.

–Déjame adivinar… Claire se traslada de Tulane a Notre Dame.

–No. Helen se graduó en Tulane hace un semestre. La han admitido en la facultad de Derecho de la Universidad de Chicago y se trasladará aquí el mes que viene.

–¡Hostia!

–Estaba seguro de que te gustaría saberlo.

–Helen es una chica valiente. Será una excelente abogada.

–Sí. Y será una consorte excelente para algún hombre… si no la hemos echado a perder para los chicos de su edad.

–Será necesario…

–¿… un chico muy especial para afrontar las secuelas de lo que le sucedió?

–Sí.

–Bueno, ahora tiene veintiún años. – Boyd guiñó un ojo-. Piensa en cómo se irritaría Margaret con vosotros dos.

Littell apuró su copa

–E irritaríamos a mi propia hija. Susan, por cierto, dice que Margaret pasa los fines de semana en Charlevoix con un hombre. Pero no se casará con él mientras siga recibiendo mi cheque.

–Eres su demonio. Eres el seminarista que la dejó embarazada. Y, en esos términos religiosos de los que tan amante eres, tu matrimonio fue un purgatorio.

–No; el purgatorio es mi trabajo. Hoy he entrado ilegalmente en el domicilio de un comunista y he fotografiado toda una página de contabilidad dedicada a anotar ventas de bollos. Sinceramente, no sé cuánto tiempo podré seguir haciendo cosas así.

Llegaron nuevas bebidas. El camarero hizo una reverencia. Kemper inspiraba servilismo.

–Mientras me dedicaba a eso, entre los bollos de chocolate y los glaseados, se me ocurrió algo.

–¿Qué?

–Que el señor Hoover aborrece a los izquierdistas porque la filosofía de éstos se basa en la fragilidad humana, mientras que la de él lo hace en una rectitud extrema que rechaza tal cosa.

Boyd levantó la copa:

–Nunca me decepcionas -dijo.

–Kemper…

Los camareros pasaron junto a ellos a toda prisa. La luz de una vela se reflejó en un cucharón de oro. Se iluminaron unas
crêpes suzettes
al flambearse. Una anciana soltó un gritito.

–Kemper…

–El señor Hoover ha hecho que me infiltre en el comité McClellan. Detesta a Bobby Kennedy y a su hermano, Jack, y teme que su padre le compre a éste la Casa Blanca en el 60. Ahora soy un falso jubilado del FBI con la misión, sin plazo definido, de intentar caerles bien a ambos hermanos. Solicité un empleo como investigador temporal en el comité y hoy he recibido la noticia de que Bobby me contrata. Dentro de unas horas vuelo a Miami en busca de un testigo desaparecido.

–¡Hostia santa! – exclamó Littell.

–No me decepcionas nunca -dijo Boyd.

–Supongo que consigues dos sueldos, ¿no?

–Ya sabes que me encanta el dinero.

–Sí, pero ¿te gustan los hermanos?

–Sí, me caen bien. Bobby es un pequeño perro de presa vengativo y Jack es encantador, aunque no tan listo como él mismo se cree. Bobby es el más fuerte de los dos y detesta la delincuencia organizada, lo mismo que tú.

Littell meneó la cabeza y comentó:

–Tú, en cambio, no detestas nada.

–No puedo permitírmelo.

–Nunca he entendido tus lealtades.

–Digamos que son ambiguas.

ANEXO AL DOCUMENTO : 2/12/58.

Transcripción de llamada telefónica oficial del FBI:

«Grabada a petición del Director»

«Clasificación Confidencial 1-A: Reservada exclusivamente al Director».

Hablan: el director J.E. Hoover y el agente especial Kemper Boyd.

JEH: ¿Señor Boyd?

KB: Buenos días, señor.

JEH: Sí, hace un buen día. ¿Llama desde un teléfono seguro?

KB: Sí. Estoy en un teléfono público. Si no se oye muy bien, es porque llamo desde Miami.

JEH: ¿El Hermano Pequeño lo ha puesto ya a trabajar?

KB: El Hermano Pequeño no pierde el tiempo.

JEH: Interprete su rápida contratación. Utilice los nombres que precise, si es necesario.

KB: Al principio, el Hermano Pequeño me veía con suspicacia y creo que me llevará tiempo ganármelo. Encontré al Hermano Mayor en el despacho de Sally Lefferts y las circunstancias nos forzaron a una conversación privada. Salimos a tomar una copa y nació entre nosotros cierta afinidad. Como muchos hombres encantadores, el Hermano Mayor también es propenso a dejarse encantar. Hicimos buenas migas y estoy seguro de que habló con el Hermano Pequeño para que me contratara.

JEH: Describa las «circunstancias» a que se ha referido.

KB: Descubrimos que compartíamos el interés por las mujeres sofisticadas y provocativas y fuimos al bar Mayflower para hablar de cuestiones relacionadas con ellas. El Hermano Mayor me confirmó que va a presentarse en 1960 y que el Hermano Pequeño empezará a preparar la campaña cuando termine el mandato del comité McClellan, el próximo mes de abril.

JEH: Continúe.

KB: El Hermano Mayor y yo hablamos de política. Yo me manifesté como un liberal casi incompatible con la línea del FBI, a lo cual el Hermano Mayor…

JEH: Usted carece de ideología política, lo cual incrementa su eficacia en situaciones como ésta. Prosiga.

KB: El Hermano Mayor encontró interesantes y abiertas mis fingidas opiniones políticas. Dijo que considera inconveniente, aunque justificado, el odio del Hermano Pequeño hacia el señor H. Tanto el Hermano Mayor como su padre han instado al Hermano Pequeño a una retirada estratégica y a ofrecer un trato al señor H. si limpia su organización, pero el Hermano Pequeño se ha negado. Mi opinión personal es que el señor H. es inabordable legalmente en estos momentos. El Hermano Mayor comparte esta opinión, igual que bastantes investigadores del comité. Señor, creo que el Hermano Pequeño es un hombre tremendamente dedicado y competente. Tengo la sensación de que acabará por derribar al señor H., pero no en un futuro previsible. Creo que tardará años y muy probablemente serán precisos muchos procesos y acusaciones; desde luego, no sucederá dentro del plazo de vigencia del mandato del comité.

JEH: ¿Me está diciendo que el comité pasará la pelota a los grandes jurados municipales una vez expire su mandato?

KB: Sí. Creo que a los dos Hermanos les llevará años conseguir ventajas políticas auténticas del señor H. Y creo que un rechazo podría afectar y perjudicar al Hermano Mayor. Los candidatos demócratas no pueden permitirse que los tachen de contrarios a los sindicatos.

JEH: Su análisis parece bastante lúcido.

KB: Gracias, señor.

JEH: ¿El Hermano Mayor mencionó mi nombre en algún momento?

KB: Sí. Conoce la existencia de sus amplios expedientes sobre políticos y figuras del cine a quienes considera subversivos y teme que exista alguno acerca de él mismo. Le confié que el expediente sobre su familia tiene más de mil páginas.

JEH: Bien. De haber sido usted menos sincero, habría perdido credibilidad ante él. ¿De qué más hablaron usted y el Hermano Mayor?

KB: Sobre todo, de mujeres. Mencionó que tenía previsto un viaje a Los Ángeles el 9 de diciembre. Le di el número de teléfono de una mujer bastante promiscua, llamada Darleen Shoftel, y lo animé a que llamara.

JEH: ¿Y cree que la habrá llamado?

KB: No, señor, pero creo que lo hará.

JEH: Descríbame su trabajo para el comité hasta el momento.

KB: He estado aquí, en Florida, buscando a un testigo citado a declarar, un tal Anton Gretzler. El Hermano Pequeño quería que le propusiera comparecer bajo protección. Hay un aspecto de esto que deberíamos tratar, ya que en la desaparición de Gretzler podría estar complicado cierto amigo de usted.

JEH: Continúe.

KB: Gretzler era socio del señor H. en el presunto fraude inmobiliario de Sun Valley. Ese Gretzler…

JEH: Ha dicho usted «era». ¿Acaso da por muerto a Gretzler?

KB: Estoy seguro de que lo está.

JEH: Prosiga.

KB: El hombre desapareció la tarde del 26 de noviembre. Le dijo a su secretaria que iba a reunirse «con un cliente en perspectiva» en Sun Valley y ya no regresó. La policía de Lake Weir encontró su coche en una marisma cercana, pero no ha conseguido localizar el cuerpo. Los agentes registraron la zona en busca de testigos y dieron con un hombre que conducía por la Interestatal y que pasó por Sun Valley a la hora en que el presunto cliente tenía su cita con Gretzler. El conductor dijo haber visto un coche aparcado en la carretera de acceso a Sun Valley. También declaró que el conductor de ese coche había ocultado su rostro cuando pasó cerca de él, de modo que era dudoso que pudiera identificarlo. Sin embargo, nos proporcionó una descripción general. Era un tipo «enorme», de casi dos metros de estatura y ciento diez kilos de peso, con el cabello oscuro, y tenía entre treinta cinco y cuarenta años. Todo eso me suena a…

JEH: A su viejo amigo, Peter Bondurant, ¿verdad? Bondurant tiene un tamaño fuera de lo común y está en la lista de socios conocidos del señor H. que le entregué a usted.

KB: Sí, señor. Comprobé los registros de las líneas aéreas y de las compañías de alquiler de coches de Los Ángeles y de Miami y encontré un cargo en la cuenta de Hughes Aircraft que es cosa de Bondurant, estoy seguro. Sé que estaba en Florida el 26 de noviembre y tengo la certeza circunstancial de que el señor H. lo contrató para matar a Gretzler. Sé que usted y Howard Hughes son amigos y por eso he pensado en informarle de todo esto antes de acudir a hablar con el Hermano Pequeño.

JEH: No informe de esto al Hermano Pequeño bajo ningún concepto. La situación de su investigación debe mantenerse así: Gretzler está desaparecido, tal vez muerto. No hay pistas ni sospechosos. Pete Bondurant es imprescindible para Howard Hughes, que es un valioso aliado del FBI. Recientemente, el señor Hughes ha adquirido una publicación sensacionalista para contribuir a difundir la información política favorable al FBI y no quiero que se enfade. ¿Me ha entendido usted?

KB: Sí, señor.

JEH: Quiero que vuele a Los Ángeles por cuenta del FBI y acose a Pete Bondurant con sus sospechas. Gánese su favor y enmascare sus propuestas amistosas con el conocimiento de que puede usted perjudicarlo. Y cuando se lo permitan sus deberes para con el comité, vuelva a Florida y despeje los posibles cabos sueltos en el asunto Gretzler.

KB: Recogeré aquí y volaré a Los Ángeles mañana, a última hora.

JEH: Bien. Y mientras está en Los Ángeles, quiero que coloque micrófonos ocultos en casa de esa Darleen Shoftel. Si el Hermano Mayor se pone en contacto con ella, quiero saberlo.

KB: La señorita Shoftel no accederá voluntariamente, de modo que deberé instalar los aparatos en su apartamento en secreto. ¿Puedo llevar conmigo a Ward Littell? Es un gran electricista.

JEH: Sí, cuente con él. Esto me recuerda que Littell lleva bastante tiempo aspirando a un puesto en la Unidad contra el Crimen Organizado. ¿Cree usted que le gustaría un traslado como recompensa de su trabajo.

KB: Le encantaría tal cosa.

JEH: Bien, pero deje que sea yo quien le dé la noticia. Adiós, señor Boyd. Le felicito por un trabajo bien hecho.

KB: Gracias, señor. Adiós.

4

(Beverly Hills, 4/12/58)

Howard Hughes levantó un ápice su cama.

–No alcanzo a explicarte lo sosos que han resultado los dos últimos números. Ahora,
Hush-Hush
es semanal, lo cual aumenta enormemente la necesidad de chismorreos interesantes.
Necesitamos un nuevo rebuscador de basura
. Estáis tú para la verificación de las historias, Dick Steisel para los aspectos legales y Sol Maltzman para escribir los artículos, pero sólo valemos lo que nuestros escándalos, y nuestros escándalos están siendo ridículamente castos e insulsos.

BOOK: América
12.13Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Return of the Jed by Scott Craven
White Crocodile by K.T. Medina
Legacy of the Sword by Jennifer Roberson
A Royal Birthday by Eilis O'Neal
Riley by Susan Hughes
Frost Arch by Bloomfield, Kate
Scream Catcher by Vincent Zandri
Deceit of Angels by Julia Bell
What Remains by Helene Dunbar