—Te digo que no hay tiempo.
—Me estoy estresando —repuso ella con los brazos en jarras—. Eso es extralimitarse. No tenemos por qué...
—Vamos a interpretar los papeles de amo y sumisa, agente Connelly. Quiero que nos fusionemos tanto que nadie dude de que estamos terriblemente sincronizados. Es muy importante que vean que respiramos a la vez.
¿Agente Connelly? Era extraño oírlo en boca de él.
—Demasiada información. —Levantó la mano y se dio la vuelta para mirar al jardín—. Esto me sobrepasa —se cubrió los ojos con los dedos, exasperada—. Debo avisar a la comisaría y decirles que no podré ir...
—De eso se encarga Montgomery. Mañana tu jefe de policía tendrá la notificación privada del FBI. No te preocupes por eso...
—Pero es que... ¡No puedes presentarte aquí por la noche, en mi casa, diciéndome que vas a ser mi amo y que...!
—Pues lo he hecho, Cleo. El caso, la misión y tu hermana —enumeró— son importantes para mí y no podemos cometer ningún error, estamos a punto de...
—¡¿Mi hermana es importante para ti?! ¡Pues la han cogido! ¡Y su compañero ha muerto!—le gritó dándose la vuelta como un vendaval, con los ojos llenos de lágrimas—. ¡Tú debías cuidar de ellos y no lo has hecho! ¡¿Qué tipo de agente al mando eres?!
Sus palabras fueron a hacer daño y se clavaron como dagas en su pecho. Sí. Eso era algo que también se recriminaba a sí mismo. Él debía cuidar de Leslie y de Clint. Y había fracasado...
Cleo se calló de golpe, y entendió que se había propasado. Pero todo se había convertido en demasiado; y verlo a él ahí, en su territorio, sabiendo que al día siguiente iba a desnudarla para hacerle vete a saber qué, la puso de los nervios. ¿En qué se había metido?
—Su compañero se llamaba Clint y era uno de mis mejores amigos. Todavía puedo hablar con Montgomery y decirle que no estás preparada para esto. —La voz de Lion inundó el salón de hielo y escarcha—. Lo entenderían. El caso te toca muy de cerca y estás emocionalmente relacionada, Cleo. Puede que me precipitara al sugerirles que...
—¿De qué hablas? —preguntó asombrada. Se secó las lágrimas con las manos. ¿Por qué le había acusado de algo tan horrible? Debía disculparse inmediatamente—. Quiero hacerlo. Y estoy dispuesta a todo por rescatar a mi hermana.
Lion asintió seriamente.
—¿Seguro? Puedo rectificar y...
—¡Lion! —gritó apretando los puños a cada lado de su piernas—. ¡Para!—Clavó los ojos en los desnudos dedos de sus pies. Era injusto que utilizara aquella carta contra ella; pero también había sido injusto lo que le había dicho. Dios, debería aprender a morderse la lengua—. Yo... Está bien.
—No lo está —la reprendió—. A partir de ahora deja de verme como Lion, Cleo, o esto no irá bien. Debes respetarme, soy tu superior. Y sí, te han elegido a ti por la proximidad y el parecido que tienes con Leslie y yo les he dado el visto bueno.
—¿No ha sido por mis aptitudes académicas? —preguntó herida—. Menuda decepción —dijo sarcástica.
Él apretó los dientes y marcó mandíbula.
—Estamos juntos en esta misión. Es una situación un tanto peculiar, lo sé. Pero debes obedecerme. De nosotros depende la vida de muchas personas; y no pienso arriesgarme llevando al torneo a alguien que puede echarlo todo por tierra.
—Lo he entendido, Lion —expresó sin saber a dónde mirar.
—Señor.
Cleo dio un respingo y se mordió el labio inferior. ¿A qué tipo de señor se refería? ¿A señor como superior en la jerarquía de agentes o a señor como llamaría una sumisa a su amo?
—Sí, señor. Mañana empezará mi instrucción. Deberé acatar sus órdenes. Y hoy... Si debe de ser así, podemos dormir juntos —cedía porque no quería que le apartaran del caso.
—No. Está bien. Esta noche dormiré solo. Ha sido un viaje largo hasta Nueva Orleans y necesito descansar. No quiero presionarte. Incluso, podría ir a mi Jeep y dormir ahí; y mañana volvería a llamar a tu puerta como si esta noche no hubiera irrumpido en tu reserva privada.
—¿Hablas en serio?
—No —sonrió malignamente—. ¿Mi habitación es la de las fustas, entonces?
—Sí. Está al lado de la mía —contestó contrariada.
—¿La de Cenicienta?
—
Humph
... Qué gracioso.
—Por cierto, la seguridad de tu casa es una mierda. Mañana lo solucionaré.
—¿Además de agente eres de
Fire and Burglar Alarm
?
Lion sonrió y la miró por encima del hombro.
—Buenas noches, Cleo. Que duermas bien.
—Tú también.
—Gracias por dejarme quedar en tu casa.
—Eh... De nada.
—Si necesitas hablar de algo o no puedes dormir, puedes charlar conmigo sobre lo que quieras.
—No creo —arqueó una ceja roja.
—O bien... —abrió una de sus bolsas y sacó una carpeta marrón—. Podrías leer esto e ir adelantando —se lo ofreció y esperó a que ella lo tomara—. Es toda la información que hemos recopilado sobre el caso
Amos y mazmorras
. Rangos de los miembros, escenarios que más les gustan, zonas de acción, roleadores DS asiduos... Mañana te preguntaré. Lo que no entiendas lo solventaremos juntos. Nos vemos mañana.
—Sí. Nos vemos.
¿Pero qué demonios le había pasado a su vida en un abrir y cerrar de ojos?
Así, sin más.
Cleo ocultó una sonrisa incrédula mientras observaba cómo su superior ascendía las escaleras hasta su nueva habitación.
Lion Romano estaba en su casa. Guapo y sexy como solo Satanás podía ser. Pero había cambios en él. Tenía una cicatriz que partía horizontalmente su ceja derecha y, esta vez, debajo de su oreja izquierda había un tatuaje con letra japonesa. ¿Qué querría decir?
De repente, la idea de dormir sola le pareció atroz.
Estaba hecha polvo, esa era la verdad, y necesitaba compañía. Pero no la de él. Seguro que no dormiría ni un minuto con él al lado. Su presencia la alteraba en muchos sentidos, algunos que no estaba dispuesta a reconocer.
Se quedaría en el sofá e intentaría dormir viendo una de sus películas. Mejor distraerse, que pensar en que una versión más morena de Stephen Amell estaba en la habitación de invitados.
Las voces le despertaron.
—Espera, espera, ¿quién dices que canta esa canción? —decía una mujer.
—La cantan Earth, Wind and Fire...
—Entonces deja que la canten ellos.
¿Qué era eso? ¿Quién había abajo?
—Los príncipes azules siempre acaban destiñendo...
Lion se cubrió los ojos con el antebrazo y bostezó. La habitación que le había facilitado Cleo era cómoda y tenía de todo. La chica sabía cómo ser hospitalaria. Desde televisión, ordenador, iPod con música... Hasta un balcón cubierto de madera, con un par de tumbonas y una mesa de mimbre.
¿Lo que oía era una película? Encendió el reloj digital. Las dos de la noche.
Mañana debían madrugar para empezar con el entrenamiento, y Cleo todavía no se había acostado.
Joder, sabía que la iba a incomodar, pero se había imaginado el recibimiento de otro modo. Menos hostil. Había sido un desastre.
Se levantó de la cama y salió de la habitación.
Seguramente la chica no podía dormir pensando en todo lo que se le venía encima.
«Pobrecita», pensó con ternura.
Bajó las escaleras con cuidado. La luz de la pantalla plana iluminaba el acogedor salón. La casa era como ella. Especial y cálida.
Él no era así. No era de esas personas que hacían suyo aquello que les rodeaba. Su apartamento en Washington era de tonos grises y negros. Ordenado y recto. Tenía algún marco con fotos de su familia, de su hermana y su sobrino; una biblioteca y equipos multimedia de última generación. Pero allí donde Cleo tenía plantas y flores, él tenía esquinas vacías; donde Cleo colocaba percheros de formas imaginativas, él solo ponía una balda gris con ganchos vacíos en la pared; donde Cleo ubicaba figuras enormes como el gato de los sueños de Alicia, que estaba en la recepción y tenía entre sus garras un paragüero, él tenía uno de metal, liso y funcional.
Cleo era única, y él, un soso.
Luz y oscuridad.
Por eso se había llevado tan bien con Leslie. Porque Les y él eran parecidos; y el mundo de Cleo les parecía un caos encantador y enigmático que ponía el de ellos patas para arriba.
Cleo era explosiva. Les y él eran comedidos y serios.
Cleo era un terremoto. Ellos eran un pequeño sismo.
Se colocó frente a ella. Estaba dormida en el sofá, abrazada al cojín en forma de corazón con dos brazos que le rodeaban la cabeza.
Mierda, seguía teniendo esa sensación de estar en terreno puro y ser un sembrador de corrupción. La chica parecía una jodida hada.
El pelo rojo desordenado, la nariz insolente asomándole entre un mechón... Y aquella boca rosada y grande.
—Bueno —gruñó, frotándose la cara con las manos—. Vamos allá.
Hitch
. Se había quedado dormida viendo
Hitch
. Apagó el DVD y la televisión.
Con cuidado, coló las manos bajo su cuerpo y la cargó en brazos. No pesaba nada, pero era compacta y blanda al mismo tiempo.
—Agente Connelly... Hoy ha sido un día duro para ti, ¿eh, preciosa?
Cleo se removió en sus brazos y abrió los ojos poco a poco.
—Voy a acostarte —le explicó en un susurro.
Ella asintió mientras luchaba por mantener los ojos abiertos.
—¿Lion?
—¿Sí?
Cleo, entre el sueño y la vigilia, apoyó la cabeza sobre su pecho y cerró los ojos. —No llevas camiseta.
Él ahogó una sonrisa.
—Chist... duerme.
—¿Me dejas en mi habitación?
—Sip. No quieres dormir conmigo, así que... —Llegó al rellano de la segunda planta y se dirigió a la que, se suponía, que era la habitación de Cleo. Pero ella negó con la cabeza y le señaló la que él ocupaba.
—Esa.
—¿Estás segura? —preguntó sorprendido. Estaba señalando la habitación en la que él descansaba. ¿Había cambiado de parecer? ¿Quería dormir con él?
Ella sonrió como si hubiese dicho una estupidez.
—Sí, claro que sí.
—Bien —contestó feliz.
Entró con ella en la habitación y la dejó al lado izquierdo de la cama. Él se puso en el derecho y los cubrió a ambos con la colcha morada. La luna alumbraba el rostro etéreo de Cleo, y Lion la miró atentamente.
—Siento mucho haberle fallado a tu hermana —confesó en voz baja—. Y siento violentarte así... Pero tú y yo haremos un buen equipo. —Le retiró el pelo de la mejilla y aprovechó para acariciarla con los dedos... Por favor. Quería tocarla. Quería quitarle la camiseta y el pantalón y verla completamente desnuda—. No te voy a decepcionar.
Le dio un beso en la frente y se acercó a ella hasta rodearla con un brazo. Apoyó la barbilla sobre su cabeza y cerró los ojos.
—Hueles jodidamente bien.
La nariz le picaba y tenía algo duro y musculoso entre las piernas. Abrió los ojos y se encontró con la nuez de Adán de un hombre.
Lion.
Frunció el ceño y miró hacia abajo. La enorme pierna de su superior se había colado entre las de ella. ¿Pero qué hacía él ahí? ¿Ese era su modo de respetarla? Le había dicho que no iban a dormir juntos.
Miró a su alrededor. Era su habitación.
Recordaba haberse quedado dormida y, después, que alguien la levantaba y la llevaba a la cama. Lion se había tomado la molestia de cargarla hasta la planta de arriba pero, con el favor, se permitió la licencia de meterse en su cama.
Fíate de los buenorros morenos con ojos azules. ¡Ja!
El corazón latía desaforado bajo su pecho. El sol se colaba entre las persianas de su balcón, y uno de sus rayos alumbraba el rostro viril de aquel hombre.
Lion siempre le había parecido muy guapo. Insoportable, pero hermoso. No se podía tener todo en la vida, ¿verdad?
Ahora estaba dormido y su rostro era... enternecedor. Como el de un niño grande y bueno. Pero no se engañaba. Lion ya no tenía nada de niño, y menos de bueno. Los años le habían endurecido y marcado.
Hoy empezaba su entrenamiento. No conocía a Lion como lo hacía Leslie. No sabía si era muy estricto o muy duro. Pero a Cleo le recordaba a una pantera negra. Siempre al acecho en las sombras. Tomó aire y aceptó lo que venía.
Había dormido bien y estaba descansada. ¿Serían los efectos placebo de haber dormido con compañía? Sin ser consciente de lo que hacía, su mano tomó vida propia y se levantó hasta tocar delicadamente su labio inferior.
La boca de ese agente debería ser multada por promover el pecado.
Sin perder ni un minuto, alargó el otro brazo hasta alcanzar el iPhone que había en su mesilla, puso el silenciador y le hizo una foto. Con una estúpida risita, se levantó poco a poco de la cama y lo dejó descansar.
Cuando bajara a desayunar, le abroncaría por haberse atrevido a meterse en su cama y en su habitación. Pero mientras él descansara, ella tenía trabajo que hacer. Leería los informes del caso que había dejado sobre la mesa del salón.
Capítulo 4
Dos
horas después, Cleo estaba inmersa en el informe del caso más interesante que había leído en su vida. Claro, sus anteriores casos como policía de la ciudad de Nueva Orleans no tenían nada que ver con delitos federales ni violaciones a los derechos humanos, pero el resumen facilitado por Lion, que todavía seguía acostado, apenas dejaba cabos sueltos.
Los había, por supuesto; pero por eso se iban a infiltrar en
Dragones y Mazmorras DS
. El objetivo era revelar la identidad de los Villanos y de aquellos para quienes trabajaban.
En
Dragones y Mazmorras DS
era donde todo sucedía, tal y como se demostró quince meses atrás.
A los cadáveres de las cuatro mujeres muertas se añadieron más tarde los cuerpos sin identificar de dos hombres blancos, hallados entre Albuquerque West y Sunset Ranch, una zona meramente desértica por la que pasaba la Ruta 66.