Bangkok 8 (37 page)

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Authors: John Burdett

Tags: #Intriga

BOOK: Bangkok 8
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—Hábleme de los tests.

—Bueno, como le he dicho, hay psiquiatras que no se creen el argumento de que en el cuerpo de un hombre viva encerrada una mujei; pero se les considera unos carcas. En realidad, el perfil de un verdadero transexual es bastante simple. La percepción de tener el género inadecuado empieza a una edad sorprendentemente temprana, entre los tres y los cinco años. Lo interesante es que la necesidad no parece ser sexual. A muchos transexuales el sexo no les interesa en absoluto. En la categoría de cambio de sexo VM (perdón, de varón a mujer), que es la única que nos interesa en este momento, el deseo simplemente es ser aceptada como una mujer normal, algo que es casi perverso, porque no hay nada que ponga más en duda una identidad normal que ser transexual. Son los verdaderos revolucionarios de nuestro tiempo, ellos hacen que incluso el género sea una proposición flexible.

»En realidad, es algo bastante tierno. Un
drag queen
gay que se viste de mujer va a bares y discotecas a lucirse, en realidad sólo es un exhibicionista, una persona extrovertida. Pero un transexual de verdad se viste de mujer y saca a pasear al perro él solo, se siente más cómodo con ropa de mujer y hace su vida normal vestido así. En sus sueños, es una mujer heterosexual, y para cuando llega a mi consulta haría lo que fuera —lo que fuera—, por vivir dentro del cuerpo de una mujer. Como a menudo estos hombres son maridos y padres, el tema puede implicar renunciar a sus hijos así como a todo lo que ha conseguido en su vida como hombre.

—¿No hay casos al revés? ¿Mujeres que creen que tendrían que ser hombres?

—Por supuesto, pero de momento la operación es mucho más compleja. La verdad es que es bastante fácil crear una vagina artificial a partir de una polla, pero es casi imposible hacer un pene que funcione plenamente. En general, el cambio de sexo MV presenta muchos problemas hoy en día. No tengo ninguna duda de que cuando aprendamos a crear una polla que funcione bien y a pegarla al cuerpo, la cola llegará a la calle. Después de todo, vivimos una época de insatisfacción. Todo el mundo quiere ser lo que no es.

No parecía que el doctor hubiera querido ser otra persona alguna vez. Estaba un poco rechoncho, tenía unos cuarenta y pico, pero lo que más impresionaba de él era el resplandor dorado que parecía emitir, un hombre para el cual la pobreza ni siquiera era un concepto. Cuando hablaba de su trabajo, intercalaba en su tailandés términos médicos occidentales y a menudo también palabras del argot norteamericano; en ocasiones se pasaba del todo al inglés, una vez que vio que le entendía.

—Y en el caso que nos ocupa, ¿satisfizo él o ella todos los requisitos?

Una vacilación casi imperceptible.

—Por supuesto. —Hace un ademán con la mano—. Era un chico transgénero cuando vino a vernos.

—¿Un chico transgénero?

—Es una palabra muy moderna, lo sé. Hemos empezado a usarla puesto que la gente de la calle sabe lo que significa. Básicamente, un chico transgénero es un hombre que ha seguido un tratamiento de hormonas completo, que ha empezado a desarrollar pechos, pero que no tiene ninguna intención de someterse a una operación. Las hormonas sirven para darle una apariencia de feminidad y para hacer que se sienta femenino, pero conserva sus órganos sexuales para tener orgasmos. Naturalmente, en una relación homosexual, tiene tendencia a adoptar el papel pasivo.

—Y su paciente, Fatima, ¿presentaba esa condición intermedia cuando vino a verle?

—No puede llamarse intermedia, necesariamente. Hay muchos hombres que viven su vida así. A veces, siguen tomando estrógenos hasta la vejez.

—Entonces, ¿Fatima podría encajar en esa categoría de transgénero? ¿Podía ser que no tuviera intención de operarse, excepto que se dieran las circunstancias favorables para ello?

El doctor Surichai frunció el ceño y dio unos golpecitos en la mesa con la mano. La mesa era prácticamente el único mueble del despacho que no era blanco o beige. Incluso las cortinas de las ventanas eran beige, las paredes eran blancas, el doctor Surichai llevaba una bata blanca y sus sillas de plástico eran blancas. La mesa también era de un color claro, de una especie de pino barnizado, y los marcos de los cuadros eran dorados. La clínica había alcanzado a la perfección la condición intermedia entre un hospital moderno y un hotel de cinco estrellas.

—Mire, ya sé adonde quiere ir a parar pero, ¿qué podemos hacer? Estamos en la era del acceso a la información, de Internet. Cada vez nos llega más gente que ya sabe las respuestas a estas preguntas, han navegado por Internet y ya saben todo lo que le acabo de contar. Así que no es nada extraño que alguien como Fatima diga: «Sí, quise ser mujer por primera vez cuando tenía tres años, y cuando me visto de mujer no lo hago para lucirme en las discotecas, sólo quiero salir a pasear por el parque».

—Pero Fatima era un niño de la calle, un chapero casi sin educación.

El doctor Surichai se encogió de hombros.

—Si me está preguntando si creo que la adiestraron, la respuesta es que sí.

—¿Quién?

—¿Quién cree usted? Como ha dicho, era una puta déla calle, era imposible que pudiera permitirse venir a mí sin ayuda. La única forma que tienen estas criaturas de conseguir la clase de tratamiento médico que tenía ella es encontrar un esponsor. Tailandia es la capital mundial de las OCS, las operaciones de cambio de sexo. Disponemos de microci— rugía, y de algunos de los mejores cirujanos en este campo. Aquí viene gente de todas partes del mundo. En Montreal el nivel está bien, y en Estados Unidos hay algunos hospitales muy buenos especializados en estas técnicas, el Johns Hop— kins es de primera categoría, por supuesto, pero el mundo anglosajón está muy retrasado y confuso en temas como éste. Los tests psicológicos son aterradores y duran tres meses. En Estados Unidos, el proceso de inducción normalmente dura dos años. La gente no quiere exponerse necesariamente a hombres y mujeres en bata blanca durante tanto tiempo, así que recurren a nosotros. Por consiguiente, nosotros nos llevamos la práctica. Hacemos un millar de operaciones, mientras que en una clínica occidental igual que la nuestra se realizan sólo un centenar. Naturalmente, nuestros cirujanos tienen más práctica. Además —una sonrisa—, a los médicos tailandeses se nos da bastante bien cortar el cuerpo de la gente. Somos los más precisos del mundo. Debe de ser por los genes asiáticos. Todo eso hace que nuestra clínica sea bastante cara para un tailandés, superbarata para un occidental, por supuesto. Por lo general, las putas de la calle tailandesas van a una de las otras clínicas. Los resultados en esos sitios pueden ser buenos o malos.

—Entonces, ¿lo conoció?

Fue la primera pregunta que parecía sorprender al doctor Surichai.

—¿Que si lo conocí? ¿Se refiere al marine? Será una broma. —Arqueo las cejas—. Le vi más a él que a mi pa— cíente. Cuando no venía aquí a hacerme consultas, me llamaba por teléfono. Cometí el error de darle mi móvil. Me llamaba en plena noche, como si fuera su médico de cabecera, o algo así.

—¿No es algo normal?

—La intensidad es lo que no era normal. Era un hombre muy intenso. Un perfeccionista. A veces no parecía en absoluto un soldado, pero luego me decía: «Sí, así es exactamente como debe de ser el mejor soldado profesional, está atento a cada detalle, nunca deja nada al azar». Pero sabía lo que se hacía, algo que normalmente no tiene un soldado. Dios mío, sabía muy bien lo que se hacía. Prácticamente la diseñó, y tengo que admitir que al final del proceso, consiguió el producto perfecto. Sin lugar a dudas Fatima es la mejor de mis creaciones.

—¿También la creación de él?

—Sí, así es. Lo buscaba todo en Internet, compró un programa para profesionales para instalarlo en el ordenador y me venía con cosas de las que yo apenas había oído hablar. Dominaba todos los términos médicos en latín, entendía todos los detalles sobre la técnica de inversión de la piel que le acabo de contar, y también sobre el tema de la voz.

—¿De la voz?

—Ése es el verdadero problema. Los órganos sexuales no son tan complejos, los nuestros apenas varían respecto a los de otros mamíferos, son de los más antiguos, existen desde qúe Dios dividió el mundo en machos y hembras y sabemos muchísimo sobre ellos. Rara vez presentan modificaciones por razones sociales. Pero la voz es otro tema. No soy psiquiatra, pero si quiere saber mi opinión, la voz es mucho más importante para definir la identidad que lo que tenemos entre las piernas. Yo podría cortarle la polla y hacerle el co— ñito más bonito del mundo, pero usted no sería feliz si cada vez que abriera la boca pareciera un hombre. Se puede limar

la nuez, en el caso de Fatima no necesitamos limarla mucho, sólo tuvimos que realizar una incisión mínima en el cuello anterior.

Se señaló la nuez y la recorrió medio centímetro hacia abajo con la uña del pulgar.

—La verdad es que era la candidata perfecta, apenas tenía un bultito. Le dejé una cicatriz diminuta, minúscula, que se podía tapar. Al principio se ponía collares para ocultarla, pero la verdad es que cuando sanó la herida coincidía con los pliegues naturales. No creo que nadie se diera cuenta necesariamente, o supiera qué era incluso si reparaba en ella. Pero eso no tiene nada que ver con la voz, por supuesto, sólo es la estética del cuello anterior. Para la voz es necesario hacer una terapia, quizá combinada con una pequeña técnica bastante complicada llamada «aproximación cricotiroidea indirecta». Básicamente, se tensan las cuerdas vocales para producir una gama de sonidos un poco más aguda.

Una pausa mientras el doctor Surichai parecía examinar mi cuello.

—Sin embargo, es una percepción errónea que la voz de una mujer tenga que ser más aguda que la de un hombre para que suene femenina. Hay mujeres que tienen una voz muy grave y consiguen parecer maravillosamente femeninas. Identificar el género mediante la voz es algo que empezamos a hacer desde una edad muy temprana, absorbemos un millón de instrucciones subliminales. Es la voz la que en realidad comunica al mundo quiénes somos, mucho más que los genitales y la ropa, incluso. Su voz, por ejemplo, detective, está modificada exactamente para los propósitos de su profesión. Es usted educado y firme, puede intimidar a alguien sin necesidad de levantar la voz, apuesto a que sabe cómo aterrar a alguien introduciendo cierta frialdad en su discurso, ¿no? Enseñar a alguien a proyectar el sexo opuesto por la forma de hablar sin que parezca un farsante o un
drag queen
es la tarea más difícil. Afortunadamente, no es un problema quirúrgico.

—Fatima habla igual que una mujer, su voz no tiene nada de masculina.

—Correcto. La verdad es que por encima de todo hay que admirar a Bradley por cómo llevó este tema. Francamente, en el terreno quirúrgico era un pesado. Tuvo exactamente las tetas que quería, pero nos costó unas veinte horas de discusiones, dibujos, diagramas, mensajes de correo electrónico sobre los detalles de los pezones, ¿increíble, no? Para que los pechos queden bien, hay que seguir los contornos naturales del torso; en realidad es un problema estético, así que hace falta tener ojo de artista. Bradley creía que él era el único que comprendía las leyes de la belleza, yo sólo era un carnicero con pretensiones. Me sacaba de quicio, sinceramente, aunque tengo que admitir que sabía de lo que hablaba. Pero con la voz, fue otra historia. Puso mucho esfuerzo en ello, utilizó una grabadora y la mandó a un terapeuta de la voz después de que le tensáramos las cuerdas vocales. Creo que fue entonces cuando aprendió a hablar tan bien inglés, el terapeuta era estadounidense. Pero, sobre todo, lo que sucedió era que el terapeuta o Bradley, o probablemente ambos, comprendían las curvas auditivas de la identidad femenina y se las transmitieron a Fatima. Ése es su verdadero secreto, y la gente no suele advertirlo. Se fijan en sus largas piernas, sus tetas perfectas y su rostro afro-modiglianesco. No se dan cuenta de que la fuerza de su sexualidad no se manifiesta hasta que abre la boca para hablar. Ése es el desencadenante y la reafirmación, la señal que dice: «Esto es una mujer de verdad». Aún me estremezco cuando la oigo, esa textura negroide, y muy, muy femenina.

—Por favor, doctor, piense en esta pregunta. ¿Alguna vez le dio la impresión que, aparte de Bradley, había alguien más que ayudaba a diseñar a Fatima?

Vi cómo fruncía el ceño mientras ladeaba la cabeza y se quedaba mirándome.

—¿Existe en serio esa posibilidad? Nunca se me ocurrió, pero sí que me pregunté de dónde sacaba el marine alguna de sus ideas. A veces hablaba más como un marchante de arte que como un soldado.

—¿De dónde salió el nombre de Fatima?

Una mirada viva.

—Es curioso, ¿verdad? Yo estaba presente cuando decidieron su nuevo nombre. Bradley dijo: «¿Cómo vas a llamarte, cielo?». Y ella dijo: «Fatima, como la hija del Profeta». Nos cogió a los dos por sorpresa, como ya se imaginará. Después me di cuenta de que como era karen habría recibido la influencia de toda clase de misioneros, musulmanes y también cristianos. Bradley le dijo: «¿Estás segura?». Y ella contestó que sí. Fue la única cosa en la que se mostró inflexible.

El doctor Surichai se levantó. Había esperado que fuera más alto, no mediría más de uno setenta; sentado, proyectaba fuerza y autoridad con un toque de sordidez moderna; de pie, era un tipo bajo que tenía que demostrar algo.

—Mire, si considera que es relevante, puedo sacarle copias.

Al otro lado de la habitación, el doctor Surichai tenía su ordenador, una torre sobre una mesa junto a una pantalla plana de veinte pulgadas. Vislumbré el diagrama de un pene mientras el doctor movía el ratón y le daba a unas teclas. Entró en un programa de gestión de archivos y abrió uno llamado Fatima. Pasó deprisa por encima de algunos gráficos de órganos sexuales y nueces, y luego se detuvo en un diagrama de un pecho.

—A esto es a lo que me refiero. —Me señaló la pantalla con la cabeza.

Alguien había utilizado un programa de ordenador para diseñar el contorno de un pecho recortado sobre una matriz verde de líneas entrecruzadas que parecían representar un torso.

—Éste es el diagrama de pecho número setenta y seis. No es broma, los numeraba y me los mandaba por correo electrónico. Son archivos con gráficos que ocupan mucho espacio y me colapsaron el sistema antes de ponerme banda ancha. ¿Lo ye? Esto sólo es un esbozo. Si hago clic en el pezón, así, tengo los detalles del pezón.

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