Bridget Jones: Sobreviviré (20 page)

Read Bridget Jones: Sobreviviré Online

Authors: Helen Fielding

Tags: #Novela

BOOK: Bridget Jones: Sobreviviré
4.73Mb size Format: txt, pdf, ePub

3 p.m. Soy maravillosa: he sido como una terapeuta todo el día. Ya les he dicho a Jude y a Tom que me pueden llamar a cualquier hora del día o de la noche, que no estén tristes a solas. Así que ya se ve que soy muy juiciosa y equilibrada, casi como la Madre Superiora de
Sonrisas y lágrimas.
De hecho, me imagino perfectamente cantando de improviso «Climb Every Mountain» en medio del 192, con una Jude llena de admiración y arrodillada detrás de mí.

4 p.m. Acaba de sonar el teléfono. Era Shazzer al borde del llanto pero intentando fingir que no era así. Resulta que Simón acababa de llamarla explicándole lo de Georgie (muy molesto, obviamente, porque mi papel de Madre Superiora no ha sido suficiente para, ahora lo comprendo, el emocionalmente codicioso Simón).

—Pero, yo creía que erais «sólo buenos amigos» —le he dicho.

—Y yo —ha dicho ella—. Pero ahora me doy cuenta de que estaba fantaseando secretamente, pensando que estábamos en un nivel más elevado de amor. Es horrible estar soltera —ha estallado—. Nadie que te abrace al final del día, nadie que te ayude a reparar el calentador. ¡Todo el fin de semana por delante! ¡Sola! ¡Completamente sola!

4.30 p.m. ¡Hurra! Todo el mundo va a venir: Shaz, Jude y Tom (pero Simón no, desacreditado por sus Mensajes Mezclados), y vamos a llamar a un indio de comida para llevar, y a ver vídeos de
Urgencias.
Me encanta estar soltera porque te puedes divertir con personas distintas y la vida está llena de libertad y posibilidades.

6 p.m. Ha ocurrido algo terrible. Magda acaba de llamar.

—¡Vuelve a meterla en el orinal! ¡Vuelve a meterla! Mira, Bridge, no sé si debería decirte esto pero ¡vuelve a meterla! ¡Vuelve a meter la caquita DENTRO!

—Magda... —dije peligrosamente.

—Perdona, querida. Mira, te llamaba sólo para decirte que Rebecca... mira, eso está muy feo ¡Ees! ¡Ees! Di ees.

—¿QUÉ?

—Mark vuelve a casa la semana que viene. Y ella nos ha invitado a una cena postelecciones de bienvenida para él y... ¡NOOOOOO! Vale, vale, pónmela en la mano.

Me desplomé mareada sobre la mesa de la cocina en busca de un cigarrillo.

—Bueno. Pues entonces déjala en la mano de papá. La cuestión es, Bridge, ¿crees que tenemos que decir que sí o tú vas a dar otra fiesta? Bueno, entonces hazlo en el orinal. ¡En el orinal!

—Oh Dios —dije—. Oh Dios.

6.30 p.m. Voy a salir a buscar cigarrillos.

7 p.m. En primavera todo Londres está lleno de parejas cogiéndose de la mano, follando, follando, follando, follando y planeando encantadoras minivacaciones. Voy a estar sola todo el resto de mi vida. ¡Sola!

8 p.m. Todo está resultando fantástico. Jude y Tom llegaron los primeros con vino y revistas y se cachondearon de mí porque no sabía qué era un
pashmina.
Jude decidió que Stacey tenía un culo grande y que además no dejaba de ponerle la mano en el culo a ella diciendo: «Feliz», algo que ella no había revelado nunca antes y que definitivamente significaba que él está como una regadera.

También estuvieron todos de acuerdo en que era bueno que Magda fuese como espía a la cena de la odiosa Rebecca, y en que si Mark está saliendo realmente con Rebecca, entonces es que definitivamente es gay, lo que es bueno... especialmente para Tom, que se animó muchísimo. Por otra parte, Jude daría una fiesta por las elecciones y no invitaría a Rebecca. ¡JA!

¡AJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA-JAJÁ!

Lo siguiente fue que Shaz apareció llorando, lo que de alguna manera estuvo muy bien porque ella no suele mostrar que nada le importe.

—Maldita sea —acabó diciendo—. Ha sido todo un año de putadas emocionales, y estoy totalmente confundida.

Todos corrimos con los primeros auxilios:
Vogue,
vino espumoso, cigarrillos, etc., y Tom proclamó que la amistad platónica no existe.

—Claro que existe —dijo Jude resbalándole la lengua—. Lo que passa es que tússstás obsssesssionado con el sssexo.

—No, no —dijo Tom—. Sólo es una forma de fin de milenio de afrontar la pesadilla de las relaciones. Todas las amistades entre hombres y mujeres están basadas en la dinámica sexual. El error que comete la gente es no hacer caso, y sentirse entonces mal cuando su amigo no echa un polvo con ellos.

—Yo no me siento mal —murmuró Shazzer.

—¿Y qué hay de los amigos que no se sienten atraídos el uno por el otro? —dijo Jude.

—Eso no pasa. El sexo es el motor. «Amigos» es una mala definición.

—Pashminas —dije arrastrando las sílabas y dando un sorbito a mi Chardonnay.

—¡Eso es! —dijo Tom excitado—. Es pashminaísmo de fin de milenio. Shazzer es la «pashmina» de Simón porque quiere follárselo y entonces él la menosprecia y Simón se convierte en el «pashmaster» de Shazzer.

Aquello hizo que Sharon se echase a llorar, cosa que tardamos veinte minutos en solucionar, gracias a otra botella de Chardonnay y a un paquete de cigarrillos, hasta que logramos confeccionar una lista de definiciones:

Pashmincer: Un amigo que te gusta mucho pero que es gay. («Yo, yo, yo», dijo Tom.)

Pashcasado: Un amigo con el que solías salir y que ahora está casado y con hijos, al que le gusta tenerte cerca como recuerdo de su anterior vida pero que te hace sentir como una loca estéril y con el útero marchito imaginándote que el vicario está enamorado de ti.

Ex pashspurt: Un ex compañero que quiere volver contigo pero que te hace ver que sólo sois amigos pero no deja de intentarlo y de enfadarse.

—¿Y qué hay de los «pashheridos»? —dijo Shaz malhumorada—. Amigos que convierten tu privado desastre emocional en un estudio sociológico a expensas de tus sentimientos.

En aquel momento decidí que sería mejor ir a buscar cigarrillos. Estaba en el sórdido
pub
de la esquina esperando a que me diesen cambio para la máquina de tabaco cuando casi me muero del susto. Al otro lado del bar había un hombre clavado a Geoffrey Alconbury, sólo que en lugar de un suéter de rombos amarillo y pantalones de golf, llevaba téjanos azul claro, planchados con la raya delante, y una chaqueta de piel encima de una camiseta de malla negra de nailon. Intenté tranquilizarme mirando furiosamente una botella de Malibú. No podía ser el tío Geoffrey. Levanté la mirada y vi que estaba hablando con un chico de unos diecisiete años. Era tío Geoffrey. ¡Ya lo creo que era él!

Dudé, sin estar segura de qué hacer. Por un instante consideré la posibilidad de olvidarme de los cigarrillos e irme para no herir los sentimientos de Geoffrey. Pero entonces algún tipo de odio interno antisemita me recordó todas las veces que Geoffrey me había humillado por completo en su ambiente, gritando lo más fuerte que podía. ¡Ja! ¡Ajajajajajajajá! Ahora tío Geoffrey estaba en mi territorio.

Estaba a punto de acercarme y gritar «¡Mira quién está aquí! ¡Guau! ¡Te has conseguido un joven monicaco!» lo más fuerte posible, cuando alguien me dio un golpecito en el hombro. Me di la vuelta y no vi a nadie, y entonces noté un golpecito en el otro hombro. Aquella era la broma favorita de tío Geoffrey.

—Jajajajajajá, ¿qué está haciendo aquí mi pequeña Bridget, buscándose un chico? —bramó.

No me lo podía creer. Se había puesto un suéter amarillo con un puma encima de la camiseta, el chico no estaba a la vista, y él intentaba disimular con el mayor cinismo.

—Bridget, aquí no vas a encontrar ninguno; a mi modo de ver todos se parecen a Julián Clarys. ¡Son todos más maricones que un pato cojo! Jajajajá. Yo sólo he entrado a por un paquete de puros.

En aquel instante volvió a aparecer el chico, nervioso y trastornado, sosteniendo la chaqueta de piel.

—Bridget —dijo Geoffrey como con todo el peso de la Sociedad Rotaria de Kettering tras él, y entonces perdió gas y se dio la vuelta hacia el barman—: ¡Venga, chico! ¿Tienes esos puros que te he pedido? Llevo veinte minutos esperando.

—¿Qué estás haciendo en Londres? —dije con recelo.

—¿Londres? He ido a la junta anual de los Rotarios. Londres no te pertenece en exclusiva, ¿sabes?

—Hola, soy Bridget —le dije al chico con toda la intención.

—Oh sí. Éste es, ejem, Steven. Quiere convertirse en tesorero, ¿verdad, Steven? Sólo le estaba dando algunos consejos. Bueno. Será mejor que me vaya. ¡Sé buena! ¡Y si no puedes ser buena, ve con cuidado! ¡Ja-jajajajajá! —y salió disparado del
pub
seguido por el chico, que se dio la vuelta para mirarme con resentimiento.

De vuelta a casa, Jude y Shazzer no podían creer que hubiera dejado escapar tal oportunidad de venganza.

—Piensa en lo que le podrías haber dicho —dijo Shaz, apretando los ojos con incrédulo pesar.

—¡Bueno! ¡Me alegro de ver que por fin has conseguido un chico, tío GeoffrEEEEEY! Ya veremos cuánto dura éste, ¿no? Se te van. ¡Uyyy!

Sin embargo Tom tenía en el rostro una fastidiosa expresión de pomposa preocupación.

—Es trágico, trágico —soltó—. ¡Tantos hombres en todos los puntos del país viviendo una mentira! ¡Imaginaos todos los secretos pensamientos, vergüenzas y deseos corroyéndose entre las paredes de los barrios, con todas sus mentiras bajo la alfombra! Es probable que vaya a Hampstead Heath. Probablemente está corriendo riesgos terribles, terribles. Bridget, deberías hablar con él.

—Mira —dijo Shaz—. Cállate. Estás borracho.

—De alguna manera me siento justificada —dije pensativa y cautelosamente. Empecé a explicar que llevaba mucho tiempo sospechando que el mundo de Petulantes Casados de Geoffrey y Una no era exactamente todo lo que parecía y que, por consiguiente, no soy ningún bicho raro, y que vivir como una pareja heterosexual normal no es la única forma instituida por Dios.

—Bridge, cállate. Tú también estás borracha —dijo Shaz.

—¡Hurra! Volvamos a lo nuestro. No hay nada más molesto que dejar que otras personas te distraigan de tu propia obsesión —dijo Tom.

Después de eso todos nos emborrachamos a más no poder. Fue una noche absolutamente fantástica. Como dijo Tom, si miss Havisham hubiese tenido algunos alegres compañeros de piso que se hubieran cachondeado de ella, jamás habría permanecido tanto tiempo con el traje de novia puesto.

lunes 28 de abril

58 Kg., O unidades de alcohol, O cigarrillos, O novios, O llamadas de Gary el Chapuzas, O posibilidades de nuevo empleo (prometedor), O visitas al gimnasio, número de visitas al gimnasio en lo que va de año: 1, coste anual por ser soda del gimnasio: 370 libras; coste de la visita de un día al gimnasio: 123 libras (muy mala economía).

Vale. Definitivamente hoy voy a empezar el programa del gimnasio y así podré ir por ahí presumiendo de que «Sí que duele. Sí que funciona», al estilo del Partido Conservador, y —en claro contraste con ellos— a mí todo el mundo me creerá y pensarán que soy maravillosa. Oh Dios, sin embargo son las 9 en punto. Pero iré esta noche. ¿Dónde cono está Gary?

Más tarde. En la oficina. ¡Jajá! ¡Jajajajajajajá! Hoy he estado maravillosa en el trabajo.

—Y bien —dijo Richard Finch cuando estábamos todos reunidos alrededor de la mesa—. Bridget. Tony Blair. Comités de mujeres. Una nueva política Pensada para las Mujeres, ¿alguna sugerencia? Que no tenga nada que ver con Colín Firth, si puedes evitarlo.

Sonreí beatíficamente mientras echaba un vistazo a mis notas y levanté la mirada con elegancia y seguridad en mí misma.

—Tony Blair debería introducir un código de Prácticas de Citas para Solterones —acabé diciendo.

Hubo una celosa pausa de todos los demás investigadores que estaban alrededor de la mesa.

—Eso es todo, ¿no? —dijo Richard Finch.

—Sí, claro —dije confiada.

—¿Y no crees —dijo— que nuestro nuevo primer ministro en potencia podría tener mejores cosas que hacer con su tiempo?

—Piensa sólo en el número de horas de trabajo perdidas por distracciones, malos humores, discusiones intentando interpretar situaciones y esperando a que suene el teléfono —dije—. Es fácil que esté a la par con el dolor de espalda. Además, todas las demás culturas tienen rituales específicos para las citas, pero nosotros nos movemos en un turbulento mar, lleno de hombres y mujeres cada vez más alienados los unos por los otros.

En aquel momento el Horrible Harold soltó un bufido de mofa.

—Oh Dios —dijo Patchouli lenta y pesadamente, poniendo sus piernas cubiertas por unos
shorts
de ciclista de licra encima de la mesa—. No puedes proscribir el comportamiento emocional de la gente. Eso es fascista.

—No, no, Patchouli, no me has estado escuchando —dije con severidad—. Se trataría sólo de directrices para seguir una buena conducta sexual. Hasta una cuarta parte de los hogares están compuestos por una sola persona; esto ayudaría significativamente al bienestar mental de la nación.

—Sinceramente creo que en el período previo a las elecciones... —empezó a decir el Horrible Harold en tono de mofa.

—No, espera —dijo Richard Finch mascando, moviendo la pierna arriba y abajo y mirándonos de forma extraña—. ¿Cuántos de vosotros estáis casados?

Todos clavaron como tontos la mirada en la mesa.

—Así que soy el único, ¿no? —dijo él—. El único que mantiene unidos los harapientos jirones del tejido social británico?

Todo el mundo intentó no mirar a Saskia, la investigadora que Richard se había estado tirando todo el verano hasta que de repente perdió interés por ella y empezó con la chica de los bocadillos.

—Aunque os advierto que no me sorprende —prosiguió—. ¿Quién iba a querer casarse con ninguno de vosotros? Sois incapaces de comprometeros a ir a buscar los
cappuccinos,
así que ya no hablemos de comprometeros con una persona para el resto de vuestras vidas. —En aquel momento Saskia soltó un extraño ruido y salió disparada de la oficina.

Me pasé toda la mañana haciendo un gran trabajo de investigación, realizando llamadas telefónicas y hablando con gente. De hecho fue bastante interesante ver que incluso aquellos investigadores que habían rechazado con desdén la propuesta no dejasen de aportar sugerencias.

—Vale, Bridget —dijo Richard Finch justo antes de la comida—. Oigamos esa revolucionaría y genial
oeuvre.

Le expliqué que Roma no se hizo en un día y que, obviamente, todavía no había completado todo mi trabajo, pero que éstas eran las líneas generales en las que estaba trabajando. Me aclaré la voz y empecé:

Other books

Murder on the Lusitania by Conrad Allen
Cyber Cinderella by Christina Hopkinson
Tightly Wound by Mia Dymond
Bad Business by Anthony Bruno
Reinhart's Women by Thomas Berger