Casa capitular Dune (64 page)

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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: Casa capitular Dune
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La estructura a su izquierda era una enorme forma abultada llena de protuberancias, algunas redondeadas, otras angulares. Aquello no había sido nunca un hotel de lujo. Había algunos pequeños rincones opulentos, por supuesto, pero eran raros, y construidos para VIPs, en su mayor parte inspectores de la Cofradía.

Una vez más, Teg tiene razón. Las Honoradas Matres han mantenido las estructuras existentes, remodelándolas mínimamente. ¡Una torre!

Odrade se recordó entonces:
Esto no es sólo otro mundo sino otra sociedad, con su propio aglutinante social.
Sabía esto tras Compartir con Murbella, pero no creía haber captado lo que mantenía unidas a las Honoradas Matres. Seguro que no era tan sólo la avidez de poder.

—Caminaremos —dijo, y abrió la marcha por el sendero pavimentado hacia la gigantesca estructura.

Adiós, Clairby. Haz estallar tu nave tan pronto como puedas. Haz que sea nuestra primera gran sorpresa para las Honoradas Matres.

La estructura de la Cofradía se alzaba cada vez más imponente a medida que se acercaban a ella.

Lo más sorprendente para Odrade cada vez que veía una de esas construcciones funcionales era que alguien se hubiera tomado algún cuidado en planearlas: Había detalles intencionales en cada elemento, aunque a veces tenias que buscarlos para descubrirlos. El presupuesto dictaba su ley en muchas elecciones, la duración era preferida al lujo o al atractivo visual. Era un compromiso y, como la mayoría de los compromisos, no satisfacía a nadie. Indudablemente los interventores de la Cofradía se habían quejado del precio, y los actuales ocupantes aún era probable que se sintieran irritados por las carencias. No importaba. La estructura poseía una sustancia tangible. Estaba allí para ser utilizada ahora. Otro compromiso.

El vestíbulo era más pequeño de lo que había esperado. Algunos cambios interiores. Tan sólo unos seis metros de largo, y quizá cuatro metros de ancho. La cabina de recepción estaba a la derecha según se entraba. Odrade hizo un gesto a Suipol para que registrara al grupo e indicó que las demás aguardarían allí en el centro, a una cierta distancia las unas de las otras. La traición aún no había sido descartada.

Obviamente Dortujla la esperaba. Parecía resignada.

Odrade efectuó una cuidadosa inspección y comentó lo que les rodeaba. Estaba lleno de com-ojos, pero el resto…

Cada vez que entraba en uno de esos lugares, tenía la sensación de hallarse en un museo. Sus otras Memorias le decían que los hoteles de ese tipo no habían cambiado de una forma significativa en eones. Incluso en los tiempos antiguos hallaba prototipos. Un atisbo del pasado en los candelabros… enormes cosas resplandecientes imitando artilugios eléctricos pero provistos de globos. Dos de ellos dominaban el techo como imaginarias naves espaciales descendiendo del vacío en todo su esplendor.

Había más atisbos del pasado, que pocos transeúntes de su época observarían. La disposición de la zona de recepción tras ventanillas enrejadas, el espacio para esperar con su mezcla de asientos y una mal distribuida iluminación, señales dirigiendo a los distintos servicios: restaurantes, narcosalones, bares, piscinas y otras salas de ejercicios, habitaciones de automasaje, y cosas así. Tan sólo el lenguaje y la escritura habían cambiado de los antiguos tiempos. Una vez comprendido el lenguaje, los signos serían fácilmente reconocibles por los primitivos preespaciales. Aquel era un lugar de parada temporal.

Lleno de instalaciones de seguridad. Algunas tenían la apariencia de artefactos de la Dispersión. Ix y la Cofradía nunca habían gastado oro en com-ojos y sensores.

Había una frenética danza de robosirvientes en la zona de recepción… yendo de aquí para allá, limpiando, recogiendo basura, conduciendo a los recién llegados. Un grupo de cuatro ixianos había precedido al grupo de Odrade. Ella les dedicó una cuidadosa atención. Qué importancia se daban, y sin embargo cuánto miedo tenían.

Para sus ojos Bene Gesserit, la gente de Ix era siempre reconocible, no importaban los disfraces. La estructura básica de su sociedad teñía a sus individuos. Los ixianos desplegaban una actitud hogbonesca hacia su ciencia: la de que eran los requerimientos políticos y económicos los que determinaban una investigación permisible. Eso decía que la inocente ingenuidad de los sueños sociales ixianos se había convertido en la realidad del centralismo burocrático… una nueva aristocracia. Así que se encaminaban hacia un declive que no podría ser detenido no importaba los acuerdos a los que llegara aquel grupo ixiano con las Honoradas Matres.

No importa el resultado de nuestra confrontación, Ix está muriendo. Testimonio: no ha habido ninguna gran innovación ixiana en siglos.

Suipol regresó.

—Nos piden que aguardemos a una escolta.

Odrade decidió iniciar las negociaciones inmediatamente con una charla en beneficio de Suipol, los com-ojos, y los oyentes de su no-nave.

—Suipol, ¿observas a esos ixianos que hay delante de nosotras?

—Sí, Madre Superiora.

—Fíjate bien en ellos. Son productos de una sociedad agonizante. Es ingenuo esperar que cualquier burocracia emprenda brillantes innovaciones y las ponga en práctica con éxito. Las burocracias formulan diferentes tipos de preguntas. ¿Sabes cuáles son?

—No, Madre Superiora. —Lo dijo tras una inquisitiva mirada a su alrededor.

¡Lo sabe! Pero se da cuenta de lo que estoy haciendo. ¿Qué es lo que tenemos aquí? La he juzgado mal.

—Son preguntas típicas, Suipol… ¿Quién se llevará el mérito? ¿Quién será culpado si surgen problemas? ¿Hará variar la estructura del poder, haciéndonos perder nuestros trabajos? ¿O creará algún departamento subsidiario más importante?

Suipol asintió como correspondía, pero su mirada de soslayo a los com-ojos tal vez fue demasiado evidente. No importaba.

—Esas son preguntas políticas —dijo Odrade—. Demuestran cómo los motivos de la burocracia se hallan directamente en oposición a las necesidades de adaptarse al cambio. La adaptabilidad es una exigencia primordial para la supervivencia de la vida.

Es el momento de hablar directamente a nuestras anfitrionas.

Odrade volvió su atención hacia arriba, escogiendo un prominente com-ojo en un candelabro.

—Observa a esos ixianos. Su «mente en un universo determinista» ha dado paso a una «mente en un universo ilimitado», donde
cualquier
cosa puede pasar. La anarquía creativa es el sendero hacia la supervivencia en este universo.

—Gracias por esta lección, Madre Superiora.

Bendita seas, Suipol.

—Después de todas sus experiencias con nosotras —dijo Suipol—, seguramente ya no se cuestionan nuestra lealtad las unas con las otras.

¡E1 destino la conserve! Está preparada para la Agonía, y puede que nunca lo hubiéramos visto.

Odrade no pudo hacer otra cosa más que estar de acuerdo con la conclusión de la acólita. La sumisión a las vías Bene Gesserit procedía de dentro, de esos constantemente monitorizados detalles que mantenían en orden su propia casa. No era una visión filosófica sino pragmática del libre albedrío. Cualquier afirmación que tuviera que hacer la Hermandad respecto a su propio camino en un universo hostil residía en una escrupulosa adherencia a la lealtad mutua, una admisión forjada en la Agonía. La Casa Capitular y sus pocas subsidiarias que quedaban eran guarderías de un orden fundado en compartir y Compartir. No basado en la inocencia. Eso había sido hacía mucho tiempo. Estaba firmemente asentado en la consciencia política y en una visión de la historia independiente de otras leyes y costumbres.

—No somos máquinas —dijo Odrade, mirando a los autómatas a su alrededor—. Siempre confiamos en las relaciones personales, sin saber nunca dónde pueden conducirnos ésas.

Tamalane avanzó hasta situarse al lado de Odrade.

—¿No crees que como mínimo deberían enviarnos algún mensaje?

—Ya nos han enviado un mensaje, Tam, llevándonos a un hotel de segunda clase. Y yo les he respondido como correspondía.

Capítulo XL

En última instancia, todas las cosas son conocidas porque tú deseas creer que las conoces.

Koan Zensunni

Teg inspiró profundamente. Gammu se extendía ante él, exactamente allá donde sus navegantes habían dicho que estaría cuando emergieron del Pliegue espacial. Permanecía de pie junto a una atenta Streggi, viéndolo por la gran pantalla de observación de la sala de mandos de su nave insignia.

A Streggi no le gustaba que permaneciera sobre sus propios pies en vez de estar montado sobre los hombros de ella. Se sentía superflua entre toda aquella parafernalia militar. Su mirada no dejaba de fijarse en los campos de multiproyección en el centro de mando. Ayudantes moviéndose eficientemente entrando y saliendo por aberturas y campos, cuerpos envueltos en esotéricos uniformes, sabiendo lo que estaban haciendo. Ella apenas tenía una vaga idea de todas aquellas funciones.

El tablero de comunicaciones para retransmitir sus órdenes estaba bajo las palmas de Teg, mantenido allí mediante suspensores. Su campo de mando formaba una débil aureola azulada en torno a sus manos. La plateada herradura que lo mantenía en comunicación con las fuerzas de ataque se apoyaba ligeramente en sus hombros, con una sensación de familiaridad allí pese a ser mucho más grande con relación a su pequeño cuerpo que los enlaces de comunicación que había utilizado en su anterior vida.

Ninguno de aquellos que estaban a su alrededor se cuestionaban ya el hecho de que aquél era su famoso Bashar en el cuerpo de un niño. Recibían sus órdenes con una enérgica aceptación.

El sistema que constituía su blanco parecía de lo más normal desde aquella distancia: un sol y sus planetas cautivos. Pero Gammu en el centro del foco no era nada normal. Idaho había nacido allí, su ghola había sido adiestrado allí sus memorias originales habían sido restauradas allí.

Y yo fui cambiado allí.

Teg no tenía ninguna explicación para lo que había hallado en si mismo bajo la tensión de la supervivencia en Gammu. La velocidad física que drenaba su carne y una habilidad de ver no-naves, de localizarlas en un campo imaginario como un bloque de espacio reproducido en su mente.

Sospechaba un afloramiento salvaje en los genes Atreides. Habían sido identificadas algunas células dominantes en él, pero no su propósito. Eran la herencia que las amantes procreadoras Bene Gesserit habían ido mezclando durante eones. Había pocas dudas de que verían aquella habilidad como algo potencialmente peligroso para ellas. Podían utilizarlo, pero él seguramente perdería su libertad.

Apartó de su mente esas reflexiones.

—Enviad los señuelos.

¡Acción!

Teg se dio cuenta de que asumía una postura familiar. Había como una sensación de ascender hasta una refrescante eminencia cuando terminara la planificación. Las teorías habían sido articuladas, las alternativas cuidadosamente elaboradas y sus subordinadas desplegadas, y todo ello cuidadosamente transmitido a los subordinados. Sus jefes de grupo claves se habían aprendido Gammu de memoria… dónde podían encontrar partisanos, cada cabeza de puente, cada punto de resistencia conocido y qué rutas de acceso eran más vulnerables. Les había advertido especialmente acerca de los Futars. La posibilidad de que las bestias humanoides pudieran convertirse en aliados no debía ser ignorada. Los rebeldes que habían ayudado al ghola Idaho a escapar de Gammu habían insistido en que los Futars habían sido creados para cazar y matar a las Honoradas Matres. Conociendo los relatos de Dortujla y otros, uno podía casi apiadarse de las Honoradas Matres si aquello era cierto, excepto que la piedad no podía malgastarse con aquellas que nunca la habían mostrado con los demás.

El ataque estaba tomando su forma prevista… naves de exploración descendiendo en medio de una barrera de señuelos y pesados transportes avanzando hasta las posiciones clave. Teg se convirtió ahora en lo que él denominaba «el instrumento de mis instrumentos». Era difícil determinar quién mandaba y quién respondía.

Ahora, la parte más delicada.

Había que temer lo desconocido. Un buen comandante mantenía eso muy firme en su mente. Siempre había lo desconocido.

Los señuelos estaban acercándose al perímetro defensivo.
Veía
no-naves enemigas y sensoras de los Pliegues espaciales… puntos brillantes alineados en su consciencia. Teg las sobreimprimió a las posiciones de sus fuerzas. Cada orden que diera debía parecer que se originaba en un plan de batalla que todos ellos compartían.

Se sentía agradecido de que Murbella no se hubiera unido a ellos. Cualquier Reverenda Madre vería a través de su engaño. Pero nadie había cuestionado la orden de Odrade de que ella aguardara con su grupo a una distancia segura.

—Es una Madre Superiora Potencial. Guardadla bien.

La explosiva demolición de los señuelos se inició con un despliegue al azar de brillantes estallidos en torno al planeta. Se inclinó hacia adelante, examinando las proyecciones.

—¡Ahí está el esquema!

No había tal esquema, pero sus palabras crearon credulidad, y los pulsos se aceleraron. Nadie cuestionó que el Bashar había visto vulnerabilidad en las defensas. Sus manos se agitaron sobre el tablero de comunicaciones, enviando a sus naves en un llameante despliegue que pobló el espacio tras ellas con fragmentos del enemigo.

—¡Correcto! ¡Adelante!

Entró directamente el rumbo de la nave insignia a Navegación, luego dirigió toda su atención al Control de Fuego. Silenciosas explosiones salpicaban el espacio en torno a ellos a medida que la nave insignia rebasaba los elementos supervivientes del perímetro guardián de Gammu.

¡Más señuelos! —ordenó.

Globos de blanca luz parpadearon en los campos de proyección.

La atención en la sala de mandos estaba concentrada en los campos, no en su Bashar.
¡Lo inesperado!
Teg, justamente famoso por eso, estaba confirmando su reputación.

—Encuentro esto extrañamente romántico —murmuró Streggi.

¿Romántico?
¡No hay ningún romanticismo en esto! El tiempo del romanticismo había pasado y todavía tenía que llegar. Una cierta aura podía rodear los planes para 1a violencia. Aceptaba eso. Los historiadores creaban su propio tipo de drama-cum-romance. ¿Pero ahora? ¡Este era el momento de la adrenalina! El romanticismo te distraía de tus necesidades. Tenias que sentirte frío por dentro, con una clara y nítida línea trazada entre mente y cuerpo.

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