Casa capitular Dune (62 page)

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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: Casa capitular Dune
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—Vuestra maquinaria no es todo lo que ha sido distorsionado.

Joshua miró a Rebecca con las cejas alzadas.
¿Qué le pasa?
De modo que Joshua confiaba también en el discernimiento Bene Gesserit. Eso ofendió al Rabino. Su congregación buscaba su guía en otros lugares.

Entonces el Rabino los sorprendió.

—¿Piensas que estoy celoso, Rebecca?

Ella agitó negativamente la cabeza.

—Tú despliegas talentos —dijo el Rabino— que otros se apresuran a utilizar. ¿Tu sugerencia arregló la maquinaria? ¿Esas… esas Otras te dijeron cómo?

Rebecca se alzó de hombros. Aquél era el Rabino de lo viejo, no podía ser desafiado en su propia casa.

—¿Debo alabarte? —preguntó el Rabino—. ¿Tienes el poder? ¿Ahora vas a gobernarnos?

—Nadie, y la que menos yo, ha sugerido nunca esto, Rabino. —Se sentía ofendida, y no le importó demostrarlo.

—Perdóname, hija… eso es lo que tú llamas un puyazo, verdad?

—No necesito tus alabanzas, Rabino. Y por supuesto te perdono.

—¿Tus Otras tienen algo que decir al respecto?

—Las Bene Gesserit dicen que el miedo a las alabanzas retrocede hasta una antigua prohibición de alabar a tus hijos porque eso desencadenaba la ira de los dioses.

Él inclinó la cabeza.

—A veces un atisbo de sabiduría.

Joshua parecía azarado.

—Voy a intentar dormir un poco. Necesito estar descansado. —Lanzó una mirada significativa a la zona de la maquinaría, donde podía oírse un sonido de laborioso roce.

Se dirigió hacia el lado oscuro de la cámara, tropezando con un juguete infantil por el camino.

El Rabino palmeó el banco a su lado.

—Siéntate, Rebecca.

Se sentó.

—Temo por ti, por nosotros, por todas las cosas que representamos. —Acarició su rollo—. Hemos estado en posesión de la verdad durante tantas generaciones. —Su mirada acarició el rollo—. Y ni siquiera tenemos un minyan aquí.

Rebecca se secó las lágrimas de sus ojos.

—Rabino, juzgas mal a la Hermandad. Únicamente desean perfeccionar a los humanos y sus gobiernos.

—Eso es lo que dicen.

—Eso es lo que yo digo. El gobierno, para ellas, es una forma de arte. ¿No lo encuentras divertido?

—Despiertas mi curiosidad. ¿Se dejan engañar esas mujeres por sueños de su propia importancia?

—Piensan en sí mismas como en perros guardianes.

—¿Perros?

—Perros
guardianes
, alertas a cuando pueda ser enseñada una lección. Eso es lo que buscan. Nunca intentar enseñar a nadie una lección que no pueda absorber.

—Siempre esos atisbos de sabiduría. —Sonaba triste—. ¿Y se gobiernan a sí mismas
artísticamente
?

—Piensan en sí mismas como en un jurado con poderes absolutos al que ninguna ley puede poner veto.

El agitó el rollo ante la nariz de Rebecca.

—¡Así lo pensé!

Ninguna ley
humana
, Rabino.

—Me dijiste que esas mujeres que crean religiones para que encajen con ellas creen en un… en un poder más grande que ellas.

—Sus creencias puede que no concuerden con las nuestras, Rabino, pero no creo que sean malas.

—¿Cuáles son estas… estas creencias?

—Ellas las llaman el «flujo nivelador». Lo ven genéticamente y como un instinto. Los padres brillantes es probable que tengan hijos cercanos a la media, por ejemplo.

—¿Un flujo? ¿Es eso una creencia?

—Así es como evitan las distinciones. Son consejeras, incluso creadoras de reyes en ocasiones, pero no desean hallarse en el blanco en primera línea.

—Este flujo… ¿creen que es un flujo constructivo?

—No suponen que lo sea. Sólo que este es su movimiento observable.

—¿Qué hacen entonces en ese flujo?

—Toman precauciones.

—¡En presencia de Satán, debería decir!

—No se oponen a la corriente, sino que simplemente parecen moverse de forma transversal con respecto a ella, haciendo que trabaje para ellas, utilizando sus remolinos.

—¡Oyyy!

—Los antiguos maestros navegantes comprendían muy bien eso, Rabino. La Hermandad posee montones de mapas de corrientes que les dicen qué lugares deben evitar y dónde emplear sus máximos esfuerzos.

Él agitó de nuevo el rollo.

—Esto no es ningún mapa de corrientes.

—Lo interpretas mal, Rabino. Ellas conocen los errores de abrumar a las máquinas. —Miró a las máquinas en pleno trabajo—. Nos ven a nosotros en corrientes de maquinaria que no podemos afrontar.

—Esas pequeñas sabidurías. No sé, hija. Mezclarse en política es algo que acepto. Pero en asuntos sagrados…

—Una corriente niveladora, Rabino. Una influencia masiva sobre brillantes innovadores que mueven todo el conjunto y producen nuevas cosas. Incluso cuando lo nuevo nos ayuda, el flujo oculta al innovador.

—¿Quién es el que dice lo que ayuda, Rebecca?

—Yo simplemente señalo lo que ellas creen. Ven la tributación como una evidencia del flujo, retirando energía disponible que podría crear más cosas nuevas. Una persona sensibilizada detecta esto, dicen.

—¿Y esas… esas Honoradas Matres?

—Encajan con el esquema. Los gobiernos encerrados en el poder intentan conseguir que todos los potenciales contrincantes sean inefectivos. Aíslan a los más brillantes. Embotan la inteligencia.

Un débil sonido, como un pitido, brotó de la zona de la maquinaría. Joshua se les había adelantado antes de que ellos llegaran allí. Se inclinó sobre la pantalla que revelaba los acontecimientos que ocurrían en la superficie.

—Están de vuelta —dijo—. ¡Mirad! Están cavando en las cenizas directamente encima de nosotros.

—¿Nos han encontrado? —El Rabino sonaba casi aliviado.

Joshua observó la pantalla.

Rebecca situó su cabeza al lado de la suya, estudiando a los que cavaban… diez hombres con aquella mirada soñadora de los que han sido ligados a las Honoradas Matres.

—Solamente cavan al azar —dijo Rebecca, enderezándose.

—¿Estás segura? —Joshua se enderezó también y la miró directamente, buscando una secreta confirmación.

Cualquier Bene Gesserit podía verlo.

—Mira por ti mismo. —Hizo un gesto hacia la pantalla—. Están marchándose. Vuelven a su cubil.

—Donde pertenecen —murmuró el Rabino.

Capítulo XXXIX

Efectuar elecciones viables se produce en un crisol de errores informativos. Así acepta la Inteligencia la falibilidad. Y cuando no son conocidas las elecciones absolutas (infalibles), la Inteligencia corre sus riesgos con los datos limitados que posee en una arena donde los errores no sólo son posibles sino necesarios.

Darwi Odrade

No se trataba tan sólo de que la Madre Superiora abordara un transporte que la condujera a alguna no-nave conveniente. Había planes, arreglos, estrategias… contingencias sobre contingencias. Tomó ocho agitados días. La sincronización con Teg tenía que ser precisa. Las consultas con Murbella consumieron horas. Murbella tenía que saber a lo que se enfrentaba.
Alcanza en pleno centro su talón de Aquiles, Murbella, y lo tendrás todo en tus manos. Permanece en la nave de observación cuando Teg ataque, pero mira cuidadosamente.
Odrade aceptó detallados consejos de todos aquellos que podían ayudar. Luego vino el implante de signos vitales con el codificador para transmitir sus observaciones secretas. Una no-nave y un transbordador de largo alcance tuvieron que ser reacondicionados, y las tripulaciones fueron elegidas personalmente por Teg.

Bellonda murmuró y gruñó hasta que Odrade intervino.

—¡Estás distrayéndome! ¿Es eso lo que pretendes? ¿Debilitarme?

Era a última hora de la mañana, cuatro días antes de la partida, y estaban temporalmente a solas en el cuarto de trabajo. El tiempo era sereno pero anormalmente frío para la estación, y el aire tenía un tinte ocre de una tormenta de polvo que había barrido Central por la noche.

—¡La Asamblea fue un error! —Bellonda necesitaba decirlo.

Odrade se dio cuenta de que restallaba su respuesta a Bellonda, que se había vuelto un poco demasiado cáustica.

—¡Era necesaria!

—¡Para ti, quizá! Decirle adiós a tu
familia
. Y ahora nos dejas aquí lavándonos la ropa las unas a las otras.

—¿No crees que estamos realizando un auténtico servicio? —
Suavemente… suavemente.

—¿Y cómo determina la Madre Superiora lo que es «real»? —Con un innegable acento de burla. Bell estaba demasiado nerviosa y lo demostraba. Intranquilizando a las otras.

—Me sorprende que lo preguntes. Los auténticos servicios se reconocen siempre porque sostienen la vida. Nos empujan hacia adelante como los golpes de remo del ocupante de una canoa.

—¡No somos poéticas!

—¿Has subido aquí simplemente para quejarte de la Asamblea?

—¡No me gustan tus últimos comentarios acerca de las Honoradas Matres! Deberías habernos consultado antes de difundir…

—¡Son parásitos, Bell! Ya es hora de que dejemos esto bien claro: se trata de una reconocida debilidad.

—Ignoras sus fuerzas, y eso podría…

—¿Qué hace un cuerpo cuando se ve afligido por parásitos? —Odrade dijo esto con una amplia sonrisa.

—Dar, cuando tú asumes esta… esta pose pseudohumorística, ¡te estrangularía!

—¿Y sonreirías mientras lo hicieras, Bell?

—¡Maldita seas, Dar! Uno de esos días…

—No tenemos muchos más días juntas, Bell, y eso es lo que te está devorando. Responde a mi pregunta.

—¡Respóndela tú misma!

—El cuerpo agradece un periódico espulgado. Incluso los adictos sueñan con la libertad.

—Ahhh. —El Mentat se asomó a los ojos de Bell—. ¿Crees que puede conseguirse que la adicción a las Honoradas Matres se vuelva dolorosa?

—Pese a tu terrible incapacidad para el humor, aún puedes seguir funcionando.

Una sonrisa cruel curvó la boca de Bellonda.

—He conseguido divertirte —dijo Odrade.

—Déjame discutir esto con Tam. Ella tiene una cabeza mejor para la estrategia. Aunque… el Compartir la ha ablandado.

Cuando Bellonda se hubo ido, Odrade se reclinó y se echó a reír suavemente.
¡Ablandado! «Tú no te ablandes mañana, Dar, cuando Compartas.» El Mentat tropieza con la lógica y calla el corazón. Bell ve el proceso y se preocupa por el fracaso. ¿Qué debemos hacer si…? Abrimos ventanas, Bell, y dejamos entrar el sentido común. Incluso la hilaridad. Pone los asuntos más serios en perspectiva. Pobre Bell, mi imperfecta hermana. Siempre algo para ocupar tu nerviosismo.

Odrade abandonó Central por la mañana muy absorta en sus pensamientos… de un humor introspectivo a causa de lo que había aprendido Compartiendo con Murbella y Sheeana.

Estoy volviéndome indulgente conmigo misma.

Aquello no le ofrecía ningún alivio. Sus pensamientos estaban enmarcados por las Otras Memorias y por un fatalismo casi cínico.

¿Abejas reinas reuniéndose en enjambre?

Eso había sido sugerido por las Honoradas Matres.

¿Pero Sheeana? ¿Y Tam lo aprueba?

Aquello era más trascendental que una Dispersión.

No puedo seguirte hasta tu lugar salvaje, Sheeana. Mi tarea es producir orden. No puedo arriesgar lo que tú te has atrevido a arriesgar. Hay distintas clases de habilidad artística. La tuya me repele.

Absorber las vidas de las Otras Memorias de Murbella ayudaba. Los conocimientos de Murbella eran una poderosa palanca sobre las Honoradas Matres, pero llenos de inquietantes matices.

No hipnotrance. Ellas utilizan la inducción celular, ¡un subproducto de sus malditas sondas-T! ¡Compulsión inconsciente! Qué tentador utilizarla para nosotras mismas. Pero ahí es donde las Honoradas Matres son más vulnerables… un enorme contenido inconsciente encerrado ahí por sus propias decisiones. La llave de Murbella no hace más que enfatizar su peligro para nosotras.

Llegaron al Campo de Aterrizaje en medio de una tormenta de viento que las azotó cuando emergieron del vehículo. Odrade había vetado un paseo a través de lo que quedaba de huertos y viñedos.

¿Marchándose por última vez? La pregunta estaba en los ojos de Bellonda mientras decía adiós. En el preocupado ceño fruncido de Sheeana.

¿Acepta la Madre Superiora mi decisión?

Provisionalmente, Sheeana. Provisionalmente. Pero no he advertido a Murbella. Así que… quizá comparta el juicio de Tam.

En el vehículo que había transportado al grupo de Odrade, Dortujla había permanecido retraída.

Es comprensible. Ha estado ahí… y ha visto a sus hermanas ser devoradas. ¡Valor, hermana! Aún no estamos vencidas.

Tan sólo Murbella parecía tomarse aquello sin alterarse, pero ella estaba pensando por anticipado en el encuentro de Odrade con la Reina Araña.

¿He armado lo suficiente a la Madre Superiora? ¿Conoce en sus entrañas lo muy peligrosa que será?

Odrade apartó a un lado aquellos pensamientos. Había cosas que hacer entretanto. Ninguna de ellas más importante que acumular energías. Las Honoradas Matres podían ser analizadas casi fuera de la realidad, pero la confrontación real debería ejecutarse en el momento en que se presentara… como una pieza de jazz. Le gustaba la
idea
del jazz, aunque la música la distraía con sus antiguos aromas y sus zambullidas a terrenos salvajes. El jazz hablaba de vida, sin embargo. Dos ejecuciones nunca eran idénticas. Los concertistas reaccionaban a lo que recibían de los demás: eso era el jazz.

Aliméntanos con jazz.

El viaje por el aire y por el espacio no requería mucha preocupación por la meteorología. Te abrías camino a través de interferencias transitorias. Dependías del Control del Clima para que te proporcionara pasillos de entrada a través de tormentas y cielos nublados. Los planetas desiertos eran una excepción, y aquello era algo que habría que entrar en las ecuaciones de la Casa Capitular dentro de muy poco. Habría que hacer muchos cambios, incluido el retorno de las prácticas mortuorias Fremen. Entrega de los cuerpos para recuperar el agua y el potasio.

Odrade habló de esto mientas aguardaban el transporte que las llevaría hasta la nave. Ese amplio cinturón de cálida y seca tierra que se expandía en torno al ecuador del planeta empezaría a generar vientos peligrosos antes de mucho. Un día, habría tormentas de coriolis: un estallido ardiente procedente del desierto interior con velocidades de centenares de kilómetros por hora. Dune había visto vientos de más de setecientos kilómetros por hora. Incluso los cargueros espaciales notaban una tal fuerza. El viaje aéreo se veía sujeto a los constantes cambios de las condiciones de la superficie. Y la carne humana debía encontrar el refugio que pudiera, fuera cual fuese.

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