Read Cinco horas con Mario Online

Authors: Miguel Delibes

Tags: #Drama

Cinco horas con Mario (11 page)

BOOK: Cinco horas con Mario
8.03Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads
XVI

Ve, come alegremente tu pan y bebe tu vino con alegre corazón, pues que se agrada Dios en tus buenas obras. Vístete en todo tiempo de blancas vestiduras y no falte el ungüento sobre tu cabeza. Goza de la vida con tu amada compañera todos los días de la fugaz vida que Dios te da bajo el sol
. Pero el caso es que me pongo a pensar y divertido, lo que se dice divertido, no te he visto en la vida, Mario, ni en el viaje de novios siquiera, que ya es decir. Según Valen, la noche esa es un trago y yo la doy la razón, lógico, no voy a decirla que diste media vuelta, pero, en cambio, de día, todo el mundo lo pasa en grande menos nosotros, que yo recuerdo en Madrid, “¿nos sentamos en este café?”, “como quieras”, “¿nos vamos al teatro?”, “como quieras”, pero ¿es que no sabías decir otra cosa, tonto del higo? Una mujer es un ser indefenso, Mario, necesita que la dirijan, calamidad, por eso me hubiera horrorizado casarme con un hombre bajito, que la autoridad debe manifestarse inclusive en la estatura, fíjate, que te parecerá una bobada. Pero a ti todo te daba de lado; los escaparates, ni mirarlos; la animación, ni caso; el cine, ¡bah!; los toros no te gustaban. Sinceramente, Mario, ¿crees que eso es un viaje de novios? ¡Y si solo fuera eso!, pero, por si no bastara, siempre con cara de ciprés, como pensando en otra cosa, que es lo mismo que cuando regresaste de la guerra, hijo, no se me olvidará mientras viva, mira que todo el mundo andaba loco por aquellos entonces, pues tú, no señor, y eso que la habías ganado, que si la llegas a perder… No hay quien te entienda, Mario, cariño, y me hace sufrir lo que nadie quiere ver que no eres normal, que la vida no te digo que no tenga contrariedades, ojalá, pero hay que sobreponerse, hay que disfrutarla creo yo, ya ves mamá, a todas horas, “nena, sólo se vive una vez”, que lo oyes así y parece que no, que es una tontería, pero te paras a pensar y en esa frase hay mucha filosofía, tiene mucha miga, Mario, más de lo que parece, bueno, pues tú, no señor, lo primero, los defectos. Y no es que yo vaya a decir que no haya injusticias, ni corrupción, ni cosas de ésas que tú dices, pero siempre las ha habido, ¿no?, como siempre hubo pobres y ricos, Mario, que es ley de vida, desengáñate. Yo me troncho contigo, cariño, “nuestra obligación es denunciarlas”, así, lo dijo Blas, punto redondo, pero, ¿quién te ha encomendado a ti esa obligación, si puede saberse? Tu obligación es enseñar, Mario, que para eso te hiciste catedrático, que para denunciar la injusticia ya están los jueces y para remediar las penas, la beneficencia, que os ponéis insoportables con tantas ínfulas, dichoso don Nicolás, que yo no sé cómo la gente lee “El Correo”, si se cae de las manos, hijo, no trae más que miserias y calamidades, que si miles de niños sin escuelas, que si hace frío en las cárceles, que si los peones se mueren de hambre, que si los paletos viven en condiciones infrahumanas, pero, ¿puede saberse qué es lo que pretendéis? ¡Si hablarais claro de una vez! Porque si a los paletos les ponen ascensor y calefacción, dejarían de ser paletos, ¿no?, vamos me parece a mí, que yo de eso no entiendo, pero es como lo de los pobres, pues siempre tendrá que haberlos, digo yo, porque así es la vida, y si la vida es así no hay por qué poner cara de palo, que ocurrente, lo que se dice ocurrente, no te he visto más que cuando te bebes dos copas, que hay que ver el sofocón que me hiciste pasar la otra noche en casa de Valentina disparando los corchos del champán contra las farolas. Y te advierto que me lo olí, ¿eh?, te lo juro, nada más entrar, en cuanto vi a Fito Solórzano y a Oyarzun, me dije: “Mario se apoquina en un rincón o da el espectáculo”. Si te conoceré, querido, no en balde llevo más de veinte años a tu lado. Lo mismo que con Encarna en Madrid, cuando ganaste las oposiciones, seguro que bebiste, ¡a que sí!; me apuesto lo que quieras a que la celebración no terminó con la cerveza y las gambas. ¿Dónde fuisteis después? Lo que yo daría por saberlo, Mario, no te puedes ni imaginar, que seguro que por aquellos entonces te reirías más que ahora, fijo, que eso es lo que más rabia me da, que para los de fuera tengas una cara y otra distinta para tu mujer. Dime tú, a ver si no es para mosquearse, que eso no se te ha pegado de don Nicolás, ya ves, sólo lo malo, que torcido será un rato largo, pero se le ve venir, ésta es la ventaja. Él se ríe de su sombra, pero se le ve venir, anda que si se le ve venir, por más que a mí, te lo prometo, con sus chismes no me hace maldita la gracia, ya ves la otra noche, con lo de cuando estuvo preso, durante la guerra. ¿Te crees tú una palabra de la historia esa del tipo aquel que les puso en filas y le dijo al cabo: “Respondo de 367, cuenta, si hay 366 sal a la calle y agarra al primero que pase, y si hay 368 coge el último de esta fila y fusílale”? Cuentos chinos. Naturalmente, el último de la fila era él, si no la cosa no tendría chiste, pero ¿te crees tú una palabra de todo eso? A mucho conceder, el tipo aquel lo diría en broma, por guasearse, para pasar el rato, a ver, que tampoco debe ser plato de gusto estarse las horas muertas, mano sobre mano, encerrado con más de trescientos rojos, sin poder hablar con nadie, ni nada. Yo no puedo con él, créeme, es algo superior a mis fuerzas, que tendrá facilidad de palabra y escribirá todo lo bien que quieras, que no lo discuto, pero es un embrollón y una mala persona, que ya no sabe lo que inventar para ponerlo en el periódico y dar guerra. Ahora te lo puedo decir, Mario, nunca he tenido mayor alegría que el día que puso aquella nota “El Correo” diciendo que se marchaba, cuando nombraron subdirector a su hermano, a Benjamín, ¿recuerdas?, y le dijeron, “si su hermano Nicolás se desmanda, usted se va a su casa”, que me parece muy requetebién, a ver, legítima defensa, que don Nicolás, por él, nada, natural, para eso tiene el riñón cubierto, pero por su hermano ya pondría un poquito más de cuidado. Y en resumidas cuentas, nada entre dos platos, que ahí sigue el muy ladino, bajo cuerda lo mismo que antes, un poco de prudencia al principio y, luego, ídem de lienzo, la de siempre. Es curioso los humos que ha echado el bueno de don Nicolás, papá le recuerda, un hombre de origen humildísimo, que no te lo creerás, su madre lavandera o algo peor, que lo que me extraña es que la gente bien le haga caso, porque por listo que sea, ¿qué puede dar de sí el hijo de una lavandera, intelectualmente me refiero, Mario, me lo quieres decir? Papá, siempre lo está diciendo, cada vez que ve a un tipo de éstos que suben como la espuma, dice, “para lograr una cabeza discreta se necesitan al menos cuatro generaciones”. Y no me vengas ahora, Mario, que papá podrá caerte mejor o peor, pero no es un cualquiera, tú lo sabes, en el ABC desde el año catapum, que no es de hoy. Y tú mismo viste qué Memoria Pedagógica te hizo cuando las oposiciones, de primor, vamos, que, luego, bien poco te acordaste de él, que al pobre se le veía dolido, aunque, bueno es, no dijera una palabra. ¡Pobre! No puedes hacerte idea de las horas que echó en tu Memoria, hijo, si hasta habló dos veces con don Lucas Sarmiento, el Decano, que estuvo en casa, yo no podía parar, me acuerdo como si fuera hoy, como el rabo de una lagartija, que todo el tiempo “¿sabrán hacérsela?”, imagina lo que nos iba en ello. Y te pones a ver y papá no tenía ninguna obligación que, al fin y al cabo, fue un despiste tuyo, como de costumbre, que parece que vives en la luna. ¡Mira que después de tanto tiempo presentarte sin la Memoria que era un requisito indispensable! Es que no cabe en cabeza humana, vamos, y todavía, dale, que creías que era un trabajo de investigación, y para eso seis meses de archivo en archivo, una pérdida de tiempo, tú me dirás, que eres un caso, hijo, lo mismo que cuando dijiste adiós al desarrapado aquel, junto a la botica de Arronde, que de buena gana te hubiera dado un cachete, que la pones a una en evidencia. Pues el pobre papá te sacó del apuro, pero una vez que pasó, si te he visto no me acuerdo, una cartita de cumplido y para de contar. ¡Pobre papá! Yo creo que en ocho días no durmió, palabra, que recuerdo que decía, “no soy un historiador, pero lo intentaré, lo intentaré”, ni levantar cabeza, te lo juro, en una semana sin levantar cabeza. Claro que el hombre que vale, vale, y, no es porque yo lo diga, pero te hizo un trabajo de libro, Mario, que la mínima atención que debiste tener con él, y no me digas que no te lo advertí, fue editárselo en la Casa de la Cultura, que a él le hubiese hecho feliz, fíjate, que el pobrecillo, no es porque sea su hija, con bien poco se conforma. Pero tú nunca tuviste detalles, ésta es la verdad, Mario, la cartita de cumplido y sanseacabó. Y no es que yo vaya a decir ahora que la Memoria de papá fuera una cosa extensa ni complicada, que eso no, de acuerdo, pero estaba muy bien escrita, no me digas, que yo, aunque no me da por ahí, como era cosa tuya, me la leí, ¡tres veces, date cuenta!, y me encantó, que no te lo creerás, todo eso del método regresivo, o como se llame, eso de estudiar la Historia para atrás, como los cangrejos, porque las guerras y esas cosas no suceden en balde, son por algo, y como decía papá, que en la cómoda tengo todavía un ejemplar, ya ves, con esa facilidad que él tiene para escribir, “te remontas de las consecuencias a las causas”. Yo estoy segurísima, ya ves, de que si aprobaste fue por papá, que nunca se sabe pero en este caso concreto, fue una suerte que te despistaras, porque tú serás muy minucioso y todo lo que quieras, pero nunca hubieras hecho un trabajo tan bonito como el de papá, porque papá es buenísimo, Mario, que me estoy diciendo bueno hasta mañana y todavía no he empezado a decir todo lo bueno que es, y ten por seguro que hubiera venido ayer de no estar tan viejecito, que el pobre ya no está para nada, ésa es la pura verdad, que Julia dice que ni sale de casa, figúrate en Madrid con tanto tráfico, natural, pero menudo telegrama ha puesto, Mario, el más sentido, y luego tan bien redactado, me hizo llorar, yo que me estaba haciendo la valiente, no me pude contener, fíjate, que menudo disgusto tendrá el pobre. En cuanto a Constantino, mejor que se quede en casa, que, te pones a ver, y ni te conocía. Y, por otra parte, no me gusta un pelo que se roce con Mario, que será una suspicacia si quieres, pero yo no puedo mirar a ese chico como a un sobrino corriente, no lo puedo remediar, me parece como que llevara escrito en la cara que es hijo del pecado, ya ves. ¡Qué vergüenza, Mario, cómo los encontré, si vieras! Fue el mismo día que se tomó Santander, no se me olvidará en la vida, abrazados, revolcándose en la alfombra, ¡qué espanto, no lo quiero ni pensar! Y el carota de él, todavía, que “jugábamos, bambina”, sinvergüenza, que casi me da un patatús, es que no faltó ni el canto de un duro. Y el caso es que yo hubiera jurado que a Galli le gustaba yo, pero si Julia le dio pie, él, a ver, no es tonto, sabía adónde iba, conmigo podía haberlo intentado, que me dio una rabia espantosa, pero no dije ni pío, por vergüenza, a ver, que mamá ni se enteró hasta que Julia empezó a abultarse y entonces la llevó a Burgos y luego a Madrid. Pero imagina lo que fue aquello para mamá, que en paz descanse, un golpe de muerte, ella tan correcta, tan bien relacionada, porque lo de Julia fue la comidilla, que tú en la luna, hijo, que no me explico, que se enteraron hasta las ratas, que esas cosas por mucho que se quiera no se pueden ocultar. ¡Pobrecita mamá, lo que ella pasó! Con decirte que hasta escribió a Roma está dicho todo, que ella pretendía deshacer el primer matrimonio de Galli, ¿comprendes?, pero él, por lo visto, tenía dos hijos con la otra y eso es lo malo, los hijos para estas cosas, según dicen, fatal, es dificilísimo. Y en medio de todo, papá se ponía gracioso: “Y que este tipejo me haya hecho a mí saludar con el brazo en alto”, imagina, con lo monárquico que es, estaba furioso, bueno, furioso es poco, que se comprende, si coge a Galli en aquellos momentos yo creo que le estrangula. Yo, te lo confieso, estaba deseando casarme para contarte todo, ¿te acuerdas que tú me preguntabas de novios por Julia y yo te decía, bien, en Madrid, en Bellas Artes? ¿Te acuerdas? Pues era por eso, que en cuanto acabó la guerra, ella se fue allí con el niño y ya no volvió, y cuando mamá, que en paz descanse, murió, papá se fue con ella, la perdonó, te advierto, porque llevaba siete años lo menos sin hablarla. Y mamá, casi peor, con lo golosa que era, dejó de comer dulces, fíjate, pero para siempre, que menudo sacrificio. Pero yo, antes de casarnos, pensaba en la cara que pondrías cuando te lo dijera, que no veía el momento de las ganas, y en el tren, te lo planté, ¿recuerdas?, que no quieras saber el coraje que me dio, tú tan terne, que debes de tener sangre de horchata, hijo mío, “Dios es misericordioso; las guerras trastornan muchas cosas”, que qué tendrán que ver las guerras con la vergüenza, que te hubiera matado, porque si por algo me compensaba lo de Julia, bueno, compensarme no, ya me entiendes, era por contártelo, que yo me decía “se va a quedar helado”, y, luego, ni caso, lo mismo que cuando me vine a todo correr a decirte lo de Maximino Conde para una novela, es que ni mirarme, “bastante desgracia tiene”, ya ves qué salida. Y lo que me indigna es que si eso para ti no tiene importancia, no me hayas agradecido el que yo sea de otra manera, porque, por si lo quieres saber, yo con Evaristo, o con Paco, o con mi ahijado el legionario, o con el mismo Galli, o con el lucero del alba, pude hacer lo propio, cuando me hubiera dado la gana, fíjate, y si no lo hice es por respeto a unos principios, pero hoy parece como si eso de los principios fuese una ridiculez, que yo no sé dónde vamos a parar, y que si una es buena y honesta es por pura casualidad. Porque dime una cosa, Mario, ¿te hubiera gustado a ti casarte conmigo después de acostarme con Galli Constantino? No, ¿verdad? Pues, entonces, botarate, ¿a qué ton tanta indulgencia con mi hermana? Hay que ser imparciales, cariño, y Julia, hablando en plata, fue una sinvergüenza, ¡qué guerra ni qué ocho cuartos!, que vosotros por meteros con la guerra sois capaces hasta de negar la luz del día, ni más ni menos, que lo de Galli lo disculpas y luego tú, cuando podías, que ésa es otra, que ya estábamos con la bendición y todo, media vuelta y hasta mañana, que eso es algo, fíjate bien, que no podré olvidar por mil años que viva, excuso decirte, un desprecio así, que ni a Valen me atrevo a contárselo, date cuenta, con la confianza que yo tengo con Valen.

XVII

La mujer insensata es alborotadora, es ignorante, no sabe nada. Se sienta a la puerta de su casa o en una silla en lo más alto de la ciudad, para invitar a los que pasan y van de camino
, pero él no me llevó derecha al centro, la segunda vez quiero decir, que le dije, “me chifla tu coche, ni suena ni nada”, y él, entonces, dio media vuelta y salió como un cohete por la carretera del Pinar. Yo le decía, “vuelve, Paco, ¿estás loco? ¿qué va a decir la gente?” y él se reía y decía, ¿sabes lo que decía?, decía, “déjales que digan misa”, que no le preocupan las habladurías ni tanto así. ¡Qué cambiazo ha pegado Paco, Mario, es que por mucho que te diga no te lo puedes ni imaginar! Los ojos, para mi gusto, siempre los tuvo ideales, de un verde raro, entre de gato y de agua de piscina, pero es que ahora ha cogido un qué sé yo, como un aplomo, un señorío que no tenía antes, que yo me acuerdo de chico, un verdadero chisgarabís, y le ves ahora y habla despacio, con pausa, sin trabucar una palabra, que antiguamente era una juerga. Pues ahí le tienes, cariño, con su Tiburón, apaleando millones, que ya no recuerdo bien dónde me dijo que trabaja pero desde luego algo de representaciones que tiene que ver con todo este lío del Polo, no me hagas mucho caso. ¡Y cómo conduce, Mario!, si da gloria verle, no hace un solo movimiento de más, que parece que ha nacido con el volante entre las manos. Eso sí, no te vayas a creer, de reojo me miraba todo el tiempo, que al pasar por El Merendero me dijo, “estás igual, pequeña”, y yo, “¡qué bobada!, date cuenta los años que han pasado”, y él, muy fino, “el tiempo no pasa lo mismo para todos”, ya ves tú, una galantería, pero que se agradece, Mario, que una por muy mujer hecha y derecha que sea no es de cartón

piedra, que a ti parece como que te costara decirme una palabra amable. Luego, se paró y me dijo, de repente, que yo lo que menos me esperaba, que si sabía conducir, date cuenta, y yo que muy poco, casi nada, y él, que siempre me veía en la cola del autobús, entre gentuza, imagina qué trago, que te aseguro que pasé más vergüenza que en toda mi vida junta, pero a ver qué podía decirle, pues la verdad, que no teníamos coche, que me gustaría que le hubieras visto, “¡no! ¡no! ¡¡no!!” a voces, dándose manotazos en la cabeza, como no creyéndolo, a ver, que en estos tiempos es absurdo que una señora tenga que esperar el autobús, Mario, que a todo el mundo le choca menos a ti que ni sientes ni padeces. Desengáñate, querido, hoy un coche es un artículo de primera necesidad, ahí tienes al propio don Nicolás, un Milquinientos, y si tanto caso le haces para unas cosas, a ver por qué no le imitas en todas, que me da rabia la verdad, que para lo malo sea San Nicolás y para lo bueno, un cero a la izquierda. El espíritu de la contradicción, eso es lo que tú eres, que me pongo a pensar y ni un solo gusto me has dado en la vida, borrico, acuérdate del traje de novia, claro que eso ya me lo podía figurar, pero yo creí, al principio, que era por lo de tus hermanos, o por la enfermedad de tu padre, o vete a saber. Y yo, bien sabe Dios, que no lo quería por presumir que, al fin y al cabo, con traje blanco o sin él, una no deja de ser lo que es, pero después de lo de Julia, tú dirás, la gente, con la recámara que se gasta, que habría que oírla, y tú, todavía, “que ¿qué?”, a ver si crees que te lo van a decir a ti. Lo blanco, Mario, por si no lo sabes, es símbolo de virginidad, para que te enteres, que, hoy por hoy, llevar al altar a una mujer vestida de calle es como pregonar a los cuatro vientos “aquí me desposo en segundas, o con una cualquiera”, que no quiero ni pensarlo. Pero sobre todo por mamá, Mario, que yo al fin y al cabo, pues mira, no soy ni más ni menos por eso, pero después de lo pasado, a mamá la hubiese gustado que la gente pensase: “Ahí viene una virgencita”, pues porque sí, Mario, porque somos humanos, por todo, porque para una mujer la pureza es la prenda más preciada y nunca está de más proclamarlo, que, te guste o no, eso siempre será un ejemplo para la gente baja, que, no es porque yo lo diga, pero en este punto anda cada vez más relajada. Y así, de calle, como un día cualquiera, que a saber qué se pensarían, y además sin motivo, que es lo que más rabia me da, que yo no sé si tú tendrías algo que ocultar, hijo, pero lo que es yo podía entrar en la iglesia con la cabeza bien alta por si te interesa saberlo. Te digo mi verdad, pero yo que los del Concilio, en vez de andar todo el día de Dios revolviendo con que si las píldoras esas, ya ves, a buena hora, cuando una está toda deformada cargada de hijos, que tampoco es justo, me parece a mí, porque o todas o ninguna, que ahora va a resultar que la parejita, como esas extranjerotas, es lo decente, pues en lugar de eso, Mario, definirme, el traje, así como suena, pero radical, como un uniforme, para todas, y la que no sea digna de llevarlo tampoco es digna de contraer matrimonio, al arroyo, que si antes anduvo en él no sé por qué luego le va a hacer ascos. Un poquito de intransigencia, eso, eso es lo que nos está haciendo falta, convéncete, que si no va a llegar el día en que la mujer honesta no se diferencie de la perdida, ya la oyes a Valen, ahora, en Madrid, todas las mujeres de la calle arregladas como nosotras, nada de exageraciones, tú dirás, que yo que el gobierno, un decreto, así, como te lo digo, que no sé a santo de qué ahora todo se vuelve a proteger a los patanes, los protestantes y las fulanas, y mientras, las mujeres honradas que nos muramos. Claro que si me lo dices a tiempo, hijo, ¡a buena hora! Pero no, tres meses antes, después de la pedida, por si acaso, cuando una no puede dar marcha atrás. “La boda es un sacramento, no una fiesta”. ¡Bendito sea Dios!, y te quedaste tan fresco, como de costumbre, a ver, te saliste con la tuya, que me gustaría que hubieras visto a mamá, la pobre, venga pucheros, que, después de lo de Julia, esto, para ella, la puntilla. Pero ¿que sabes tú de caridad? Prefiero no acordarme de tu conferencia, Mario, y todavía, venga, “eso son pataletas lógicas, no te preocupes; ya se la pasará”, ¿habráse visto egoísmo? ¡Cínico, más que cínico!, perdona, Mario, cariño, que no sé lo que me digo, que me pongo como loca cada vez que pienso en el traje que tenía pensado, con el talle un poco alto, de corte princesa, que hubiese dado el golpe, seguro, fíjate, que los hombres no tenéis ni idea de lo que eso significa para una mujer. Pero es igual, tú tieso en tus trece, que a buena hora si me lo dices al hacernos novios, da gracias a que después de la pedida yo no podía dar la campanada, que si no… En definitiva, la tonta fui yo, ya ves Transi, te caló de entrada, que ella sería un poco así, eso no admite duda, que hasta se dejó pintar por Evaristo medio en cueros, que lo que yo la dije, “no debiste hacerlo”, pero como si cantara, que luego hasta se casó con él y pasó lo que tenía que pasar, bueno, pues ella, desde que te puso la vista encima, te caló, que no es que lo diga por decir. Y a Paquito, en otro estilo, ídem de lienzo, que Transi otra cosa no, pero ojo para los chicos un rato largo, que le ves ahora a Paco y un hombre de mundo, y no es decir el coche, es todo él, su persona, no sé cómo explicarte. Los hombres es una suerte como yo digo, si no estáis bien a los veinte no tenéis más que esperar otros veinte, menuda, quién pudiera. Pero a mí me la diste con queso, Mario, que quién lo iba a decir, sentado con un periódico al solazo de agosto, las horas muertas, frente al mirador, mirando, y no es decir un día ni dos, que yo pensaba, “este chico me necesita; se mataría si no”, que siempre fui una romántica y una tonta, nada de maliciada, bien lo sabes tú. ¡Pero mira para lo que me ha servido! Y no es que me queje de vicio, Mario, que tú lo puedes ver, veinticuatro años de matrimonio, que se dice pronto, y ni una triste cubertería, que cada vez que invito, que ya se aburre una, una cena fría, a base de canapés, qué remedio, siempre lo mismo para no variar, el caso es no utilizar más que cuchillos y tenedorcitos de postre, que muchísimas veces me pregunto, Mario, si mereceré yo este castigo. ¡Si una naciera dos veces! Desde aquí te digo que tendría más vista, que las tontas somos nosotras por vivir pendientes de los maridos y de los hijos, que a Valen la sobra razón, que se adelanta más no mostrando excesivo interés, lógico, que, si no, cogéis y ¡hala!, a exigir, tráeme esto y lo otro y lo de más allá, que os lo creéis todo debido los hombres, todos cortados por el mismo patrón, Mario, por más que lo tuyo pase ya de castaño oscuro, que con los extraños venga zalemas y atenciones y en casa, punto en boca, que eso es lo que peor llevo, fíjate. Es como lo de Madrid. Mira que a mí me gusta Madrid, Mario, que es locura por Madrid, que me chifla, todo lo que te diga es poco, bueno, pues prefiero no ir, que a eso hemos llegado, porque para pasar malos ratos mejor me quedo en casa, que para pieles y cuatro caprichos no habrá dinero, pero para porquerías de ésas de hacer pompas, o para retratarnos del brazo por la Gran Vía, que menudas vergüenzas me has hecho pasar, rico, o para
Carlitos
y bobadas de ésas todo era poco. “¡Todo el mundo tiene que vivir!”, ¡qué bonito!, eso, todo el mundo tiene que vivir menos una, una es aparte, una se encapricha por un Seiscientos y como si cantara, como si pidiera la luna, que ya lo sé, Mario, que a poco de casarnos eso era un lujo, ya lo sé, pero hoy es un artículo de primerísima necesidad, te lo digo y te lo repito, que hoy un Seiscientos, hasta las porteras, y no me desdigo, pero si los llaman ombligos, hombre de Dios, porque todo el mundo los tiene, con eso está dicho todo. Pues tú que nones, y al muerto de hambre del fotógrafo que bien, que de acuerdo, que tirara una placa, una inconsecuencia, tú dirás, a ver cómo llamas tú a eso, que luego, si te he visto no me acuerdo, que sabe Dios la de retratos que nos habrán sacado en las bodas y así y tú me dirás dónde andan. Y tú, dale que le das, que todo el mundo tiene que vivir, que si tú eras más que ellos, ya ves, más que ese charlatán de los
Carlitos
, que hace falta cuajo, no era por tener más talento sino porque se te han dado más oportunidades, jeroglíficos y ganas de enredar. Vagos, eso es lo que son ésos, una cuadrilla de vagos, que en lo que te enseñan los monigotes si te pueden quitar la cartera no te creas que se lo piensan dos veces. El mejor de ellos, date cuenta, debería estar tras una reja, que luego decís de los que mandan, que para mí, si de algo pecan, es de demasiada blandura, fíjate, que ya no es el gasto sino las vergüenzas que me has hecho pasar en la Gran Vía, mirando las cabriolas del
Carlitos
ese, o del tipo de las pompas de jabón, que parecíamos dos paletos haciendo tiempo para el coche de línea, ¡qué horror! Y, todavía, ésos eran inofensivos, pero ¿y los presos? Hijo de mi alma si hubo meses con las amnistías o eso, que parecía nuestra casa la sucursal de la cárcel, que me gustaría saber a mí quién te dio vela para este entierro, qué olores, y el olor, pase, pero por ayudar a un preso, por si no lo sabías, te pueden detener, como lo oyes, por cómplice o como se llame, que Armando, cada vez que se lo decía, se hacía de cruces y con razón. Y tú que no eran delincuentes comunes, vaya salida, pues mucho peor todavía, botarate. Al fin y al cabo, cariño, el criminal lo es en un arrebato, se ofusca, a ver, pero lo que es los otros, a ciencia y paciencia, fíjate, a sangre fría, que no es decir me obcequé, ni mucho menos, que son malos por naturaleza y nada más. Bueno, pues como quien oye llover, que estaban en la calle, lógico, a ver dónde iban a estar, y suerte para ellos, hijo, que deberían pudrirse en la cárcel, que si les sacan, hazte a la idea, es por pura caridad, por caridad mal entendida, desde luego, con eso de las amnistías, que den gracias que viven en el país que viven, si no, ¡de qué! Y eso es lo que no queréis entender vosotros, zascandiles, que confundís la generosidad con la debilidad y menudos añitos me has hecho pasar pensando a cada rato que te iban a llevar con esa gentuza, botarate, que bastante pasé ya cuando lo del tren al demonio se le ocurre, toda la noche en vela, lo que se dice ni pegar ojo, todo por irte de la lengua, dichosas palabras, que Antonio dice que estar veinticuatro horas en la Prevención son ya antecedentes, imagínate si eso es verdad que no quiero ni pensarlo, vaya un legado que les dejas a los niños, pobrecitos, el día que se den cuenta.

BOOK: Cinco horas con Mario
8.03Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Sunset Sunrise Sun by Chanelle CleoPatra
The Hope of Elantris by Brandon Sanderson
Illusion by Alexandra Anthony
The Forsaken by Estevan Vega
Point of Betrayal by Ann Roberts
An Owl's Whisper by Michael J. Smith
The Clockwork Man by William Jablonsky
The Devil—With Wings by L. Ron Hubbard