Cómo no escribir una novela (14 page)

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Authors: Howard Mittelmark & Sandra Newman

Tags: #Ensayo, Humor

BOOK: Cómo no escribir una novela
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Las tramas demasiado intrincadas son tan agradables de leer como el impreso de la declaración de la renta. Si el lector no consigue comprender tu trama, no la disfrutará. Si se le enfrenta al dilema de si tu libro es idiota o si el idiota es él mismo… bueno, todos sabemos por quién de los dos apostará. Todos los lectores pensarán: «Al fin y al cabo, yo no soy idiota».

Aunque una revelación sorprendente sobre los complejos planes de un malvado puede darle a la historia un giro brillante, ese giro perderá toda su gracia si para entenderlo hay que estudiar un curso de matemáticas avanzadas. Y ten presente que esa vuelta de tuerca nunca debe ser más compleja que el resto de la trama donde encaja (véase El ángulo del paralaje chino de la conspiración).

¡Me rindo!

Cuando, ante las dificultades, descubrimos que el malo es un flojo

Pierce rió cuando apretó aún más la muñeca de Melinda. Lanzó una mirada atrozmente lasciva a Santa Claus, aparentemente disfrutando de que estuviera atado y amordazado, y de sus gruñidos de dolor.

—¿Aún piensas que me puedes dejar por ese gordinflas vestido de rojo? —le dijo con tono de burla a Melinda—. ¿No te lo quieres pensar mejor?

Estaba a punto de romperle la blusa y saciar su lujuria frente a la mirada impotente de Santa Claus. ¿Cómo podía haberle parecido atractivo a Melinda ese bruto alguna vez? Pero, de pronto, Santa Claus se liberó de sus ataduras, deshaciendo el nudo de alguna manera. Despegó su mordaza, arrancándose de paso su hermosa aunque poco sexy barba blanca. Tras soltar un grito por el dolor, Santa Claus, con toda la cara roja, gritó:

—¡Suéltala o lo lamentarás!

—¡Huy! —exclamó Pierce, soltando el brazo de Melinda y encogiéndose de miedo—. Hombre, no hablaba en serio. No hay necesidad de que nadie resulte herido.

Con frecuencia, en el momento clave de la confrontación, el malvado se viene abajo, de repente le falla toda su maldad. El protagonista, que ha sido incapaz de derrotarlo durante doscientas páginas, le gana la partida y lo humilla, siendo muy consciente de que ése es el punto culminante de la historia y de que, en definitiva, ése es su trabajo.

Este error no sólo se da en las escenas donde la trama alcanza su clímax. Evita a toda costa esas escenas de enfrentamientos físicos en las que el malo se viene abajo ante el primer suspiro del protagonista.

La crítica audaz

Cuando la novela va de pusilánimes

Víctor metió su coche en el acceso al aparcamiento de su bloque y al instante le asaltaron los olores y los sonidos propios del estilo de vida de su nueva vecina feminista. Víctor decidió no quejarse. Con gran esfuerzo y estoicismo había insistido en la última reunión de vecinos en que había que ser tolerante. Deseó que al menos llevaran algo de ropa mientras salía por la puerta de atrás, lo que le daba una buena visión de la zona ajardinada de la finca. Como de costumbre ella había invitado a otras como ella para vociferar consignas desnudas y quemar fotografías de presidentes mientras sus hijos sin padre corrían con el pelo hecho una maraña y sin lavar, y llevando unos pañales que todo indicaba que había que cambiar.

Sin que se dieran cuenta las indignadas mujeres que estaban canturreando alrededor de la hoguera, uno de los niños se acercó peligrosamente al borde de la piscina. Víctor corrió a través del césped y llegó justo a tiempo de evitar que cayera.

—Yepa, coleguita, ya estás a salvo —dijo Víctor, levantando al pilluelo en brazos.

—Quita tus patriarcales manos de mi hijo —le chilló su nueva vecina, que se había acercado corriendo.

—Pero…

—Ya sé qué quieres hacer con él —dijo ella mientras le quitaba el niño de los brazos. Dejó a la criatura en el suelo y lo animó a ir a jugar con los demás niños—. Ve y juega, y recuerda que debes avergonzarte de tener pene.

En muchas ocasiones los autores usan a los malvados como excusa para cargar contra un grupo social criticable o unas determinadas creencias. En este caso es recomendable no cargar las tintas cuando hagas tus críticas o tu personaje parecerá una declaración de principios con patas. Por favor, no tengas ningún empacho en que tu malvado sea un facha, un adolescente maleducado o un vehemente sionista, pero evita dar la impresión de que ésas son precisamente las características que hacen de él un malvado.

TEST

¿Qué personaje y situación encajan mejor en tu novela?

I. «Bonita, este peinado te queda ideal, ideal», dijo

A. Bruce, el peluquero que cecea.

B. María Teresa Quintana.

C. Un niño que se mira delante del espejo después de haberse puesto la peluca sexy de su madre.

D. ZORM, el computador de la nave.

II. Al revelar su maquiavélico plan, el malvado habló

A. Con acento alemán.

B. Directamente en alemán.

C. A la alemana.

D. A su marioneta de calcetín, Coco.

III. Cuando volvió a casa del colegio, su madre

A. Le había hecho unas galletitas de chocolate.

B. Le había dejado su habitación exactamente como él la había dejado.

C. Había salido sin decirle nada.

D. Se había convertido en una planta carnívora.

IV. El adolescente

A. Se comió nuestra hamburguesa.

B. Se drogó para tener un viaje.

C. Se sintió ofendido ante las afirmaciones del profesor sobre la situación de los Balcanes.

D. Despellejó al gigante.

V. La guapa secretaria

A. Hizo una caída de ojos.

B. Le dio un palmetazo a la mano del descarado ejecutivo.

C. Marcó un tanto desde medio campo.

D. Dejó sin fuerzas al lujurioso rinoceronte.

VI. El niño de ocho años llora

A. Cada vez que sus padres discuten en el piso de abajo.

B. Cuando el sacerdote se deja llevar por su malsana concupiscencia.

C. Cuando le quitan el mando a distancia porque tiene las manos pringosas.

D. Durante los siguientes años, dejando de llorar de vez en cuando sólo para coger fuerzas.

VII. La vieja dama ahogó un grito

A. Ante la manera de hablar tan grosera de aquel hombre.

B. De alegría al oír la noticia del armisticio.

C. De placer cuando aquel tipo pasó a la acción.

D. Y dijo: «ZORM, eso seguro que se lo dices a todas».

VIII. El robusto director general

A. Ama a su secretaria.

B. Ganó diez millones de dólares con sus
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.

C. Le gusta cocinar la cena del Sabbat.

D. Se puso a llorar al oír la belleza de su propia voz.

IX. Se descubrió que la joven peluquera

A. Era lesbiana, otra como Bruce.

B. Era muy parlanchina.

C. Era el mismo hombre que tenía un gran interés en la botánica.

D. Era más cegata que un murciélago.

X. La ejecutiva nunca tiene tiempo para

A. Sus hijos.

B. Tener hijos.

C. Enterrar como es debido a sus hijos.

D. Comprar un móvil por si se queda atrapada en el baño con un lagarto extraterrestre.

XI. En su infancia, la lesbiana

A. Sufrió abusos sexuales.

B. Jugaba con camiones, no con muñecas.

C. Estaba enamorada de su tía la guapa.

D. Se puso a llorar cuando acabó de tricotar aquel jersey tan bonito.

PUNTUACIÓN

A. 5 puntos.

B. 4 puntos.

C. 2 puntos.

D. 0 puntos.

40-55:
Tus personajes son todos unos estereotipos de lo más vulgar. Al tratar de no ofender a nadie, tus personajes no se basan en la vida real. Se basan en la mala literatura, la cual se basa a su vez en la peor ficción.

30-40:
Padeces un grave caso de literatura predecible. Aunque tus personajes no son exactamente de cartón, se aproximan bastante. O si lo prefieres de cartón piedra. Con la diferencia de que los dos materiales tienen mejores usos.

20-30:
Has conseguido un equilibrio razonable entre los personajes más habituales de las novelas comerciales. Aunque algo comunes, tus personajes son lo suficientemente interesantes para mantener la atención del lector sin que éste se pregunte qué diantre hicieron tus padres contigo. ¡Sigue así, listillo!

10-20:
Si estás escribiendo un libro de gran complejidad psicológica, una comedia disparatada o sobre una posesión diabólica por parte de unos marcianos, vas bien encarrilado. De lo contrario, trata de ser menos creativo.

0-10:
Has confundido ser inteligente con ser aburrido. Los irresponsables de tus amigos te dirán que eres divertido y osado, haciéndote creer que todas esas cartas de rechazo de los editores se deben a tu «sorprendente» originalidad.

TERCERA PARTE
EL ESTILO: IDEAS BÁSICAS

Sorprendentemente, las impresionantes frases de Bob no significaban nada

De todos los medios para cortar de raíz el interés de un editor por tu novela, el estilo es el más rápido y el más definitivo. Es el equivalente literario a un veneno de efectos fulminantes. Una trama aburrida y unos personajes de cartón piedra pueden hacer que un editor se tome varios párrafos e incluso varias páginas para rechazar un libro; pero una forma de escribir monótona o tosca puede hacer que un editor cierre el libro ante la lectura de una sola frase.

Muchos autores lo consiguen simplemente no fijándose en el lenguaje que utilizan. Como escriben deprisa y corriendo, van soltando disparates llevados por el curso de la acción. Se diría que estos escritores piensan que los borradores son cosa de nenazas. Ahora bien, trabajarse el párrafo no significa hacerlo incomprensible. Aunque algunos hallan la recompensa por tan arduo trabajo: consiguen borrar de su libro cualquier frase con verdadero significado.

Si has tomado la firme decisión de que nunca publiquen tus libros, lo mejor que puedes hacer es abusar de las palabras largas. Una sola «extraterritorialidad» o un «sobredimensionamiento» hábilmente colocados pueden poner fin a cualquier riesgo de que publiquen tu novela. Si para describir un hecho basta con una sola palabra sencilla, deséchala. Tus personajes deben «emerger» de las habitaciones, las ideas deben «permear» sus actos. Si tienes el suficiente valor para ello, no dudes en que las ideas emerjan de la cabeza de tus protagonistas y que la gente, o la música, permee las habitaciones. Es más, no te quedes sólo en el nivel en que una frase no queda del todo clara. Recuerda que el contexto puede permitir que el lector descifre cualquier frase.

Nunca confíes en que tu lector va a dar por descontado que un personaje que está llorando está triste. Explícalo, preferentemente con el estilo que un antropólogo utilizaría para escribir las notas de su cuaderno de campo: «Ahora ella estaba experimentando tristeza. Él estaba autoexpresando su dolor». En caso de duda, usa la jerga psicoanalítica. Cualquier posibilidad de pulsar realmente la fibra sensible del lector en una escena puede conjurarse mediante el uso de palabras como «disfuncionalidad» o «antiposicionamiento». De hecho, hay muchas jergas que te pueden ser muy útiles. Si conoces cualquier término inusitado propio de la caza de las ballenas o alguna palabra que sólo usaban los maestresalas a mediados del siglo XVIII, sería un desperdicio que no apareciera en tu novela.

Siempre que haya una buena frase hecha a mano, no pierdas el tiempo creando tus propias imágenes, ¡tienes que escribir una novela! Si no te queda más remedio que «ejercitar» tu inventiva, asegúrate de que la imagen que creas es estrambótica o inapropiada. En una tempestad, las olas deben chocar contra las rocas «con la fuerza torrencial de la micción de un adolescente». Un hombre apasionado debe hacerle el amor a su mujer con el mismo ardor que «Jruschov hablando en la ONU».

Lo del estilo es algo complicado, y todos estos consejos pueden abrumarte un poco. Pero gracias a los ejemplos que a continuación te proponemos, también podrás aprender a escribir frases plomizas, impenetrables y carentes de significado.

8
LAS PALABRAS Y LAS FRASES

Ella estaba orgullosa de la permanencia tirante de sus pechos

Las novelas están hechas con frases y las frases con palabras. Desde tiempo inmemorial los escritores valoran las palabras por su capacidad para comunicar ideas al lector. Sin embargo, algunos autores no parecen ser conscientes de que esto sólo funciona si ambas partes están de acuerdo de antemano en lo que significan esas palabras. Si se hace caso omiso de esta simple pero básica premisa, los desastres están garantizados.

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